


Mientras se suceden todos estos hechos, Shears, el Comandante
norteamericano, ha logrado huir tras una penosa marcha por las selvas
tailadensas, siendo salvado en el último momento por un poblado nativo. 
Perdido en el río, con fiebre, es rescatado por una patrulla inglesa y
una vez recuperado y a salvo en Ceilán, disfruta de nuevas jornadas
felices en compañía de una bella enfermera-Ann Sears.
No
obstante, es requerido por el mayor Warden
de las Fuerzas Aliadas y encargado de los Comandos de Demolición de las
estructuras levantadas por el enemigo japonés en los territorios
ocupados. Cuando Shears acude a la cita con Warden, un joven cadete
Joyce de comandos, en sus prácticas de ataque arremete contra Shears.
Luego, una vez disculpado, Shears sonríe y se dirige al encuentro con el
mayor Warden.












Mayor Warden (Jack Hawkins): "El puente se halla
demasiado apartado para los bombarderos. De modo que tendremos que
llegar hasta él y demolerlo personalmente" Shears: "¿Y cómo pretenden llegar?" Warden: "Nos lanzaremos en paracaídas y emprenderemos la marcha a través de la selva" Shears: "¿Con el equipo de demolición a través de la selva? No les envidio" Warden: "Sí. Aunque nuestro principal problema es la falta de conocimiento de primera mano. Quizás, con usted, que ha estado allí" Shears: "Bueno, Mayor no quiero desanimarle, pero..." Warden:
"Hay una pregunta que quiero hacerle ¿Le gustaría volver allí?"
Shears, asombrado: "¿Volver de nuevo?¿Es para eso para lo que me ha traído aquí?... ¡He
logrado escapar! ¡Mi fuga fue un milagro, y ahora quieren que vuelva!
¡No sean ridículos, porque no pienso hacerlo!" Warden: "Es muy embarazoso, lo sé..." Shears: "Vamos a dejar de bromear con esta cuestión. Además, sabe muy bien que pertenezco a la Marina de los Estados Unidos" Warden: "Sí ya nos hemos puesto en contacto con sus Oficiales... Y se nos ha autorizado su traslado temporal a la Fuerza 316..." Shears:
"No pueden hacerme esto... Mire, lo digo en serio. Mi Armada ha
cometido un error. No soy Comandante de Marina. Cuando mi barco, el
Huston, se hundió, llegué a tierra con el verdadero Comandante Shears. Y
cuando la patrulla japonesa acabó con su vida, y me apresaron, pensé
que era sólo cuestión de tiempo, y por ello cambié mi uniforme por los
del Comandante muerto. Pero no me sirvió de nada, porque en el campo de
Saito los Oficiales trabajan igual que los soldados... Lo cierto es que
me acostumbré a que me tratasen como Comandante y cuando llegué aquí, al
hospital, eché un vistazo a la sala de los reclutas y luego a las de
los Oficiales y me dije que valía la pena seguir con mi graduación."
Y en definitiva, viéndose descubierto, Shears no tiene más opción que aceptar
participar en la misión que habrá de llevarle de nuevo hacia el
campamento de Saito y formar parte de la demolición del puente. Asiste
junto a Warden y al coronel Green- André Morell, a las reuniones que planifican el sabotaje contra los japoneses. Formarán parte también del comando el capitán Chapman-Peter Williams, y el subteniente Joyce-Geoffrey Horne.
Pero
la edificación del puente es constantemente saboteada por los soldados
británicos. Nicholson, tras la liberación y haber derrotado
psicológicamente la arbitrariedad de Saito, acomete la construcción del
puente con la precisión que caracteriza la honorabilidad militar
británica.

Tras
lanzarse en paracaídas en plena jungla, el capitán Chapman perece en uno
de los grandes árboles. El comando debe, no obstante, seguir su marcha.
Warden consigue la ayuda de los habitantes de la aldea siamesa donde Shears fue rescatado, y que naturalmente odian a los japoneses: Yai- M.R.B. Chakrabandhu- y sus hijas las siamesas Vilaiwan Seeboonreaung-Ngamta Suphaphongs-Javanart Punynchoti y Kannikar Dowklee, les servirán de porteadoras por la intrincada jungla hasta poder alcanzar el río Kwai. 
Indiferente a la guerra y
obligado a regresar al terrible campo de Saito, Shears teme que todo el
esfuerzo agotador que supone la aventura emprendida por la obcecación
militarista de Warden acabe terminando mal. Monótona y continua, la
jungla les convierte en auténticas víctimas de su horror, como si su
penosa marcha equivaliera a sumergirse en una pesadilla de fantasmas. La
lluvia, los pantanos y las sanguijuelas, la irracionalidad de los
errores constantes que acomete el hombre en nombre de la guerra y del
heroísmo, y el infinito silencio de la muerte poseen para Shears un
sentido que su razón jamás podrá captar. 


Su paciencia limitada, la
fatiga vence de nuevo sus pensamientos cuando, tras un descanso,
comprueban que la radio ha dejado de funcionar. Warden pregunta: "¿Qué sucede, Joyce?"... "No sé, señor. Hemos perdido contacto y no consigo recuperar la señal" Shears encolerizado:
"Yo les voy a decir lo que pasa con esa maldita radio. ¡Está húmeda,
mohosa, corroída, podrida como todo lo demás en esta maldita selva!..." Shears patea el aparato de radio enfurecido y éste empieza a emitir señales. Joyce indica: "He logrado decodificar la señal, señor". Warden: "Correcto, léalo. Joyce":
"Obras del puente original abandonadas. Nueva construcción aguas abajo
del primer lugar. Enemigos tienen intención de conmemorar con paso de
tren especial desde Bangkok a Rangún con tropas y VIP. Sincronicen
demolición puente con paso de tren. Buena caza y buena diversión. Eso es
todo, señor"
Warden entusiasmado: "¡Un tren y el puente! Sería un gran espectáculo" Joyce: "¿Cree que podremos llegar a tiempo, señor?" Warden: "Yai -refiriéndose al nativo que
les acompaña- dice que estamos a dos o tres días del Kwai. Si fijamos
un ritmo más rápido podríamos conseguirlo. Vale la pena intentarlo y
alcanzar el paso del tren. ¿No le parece, Shears?"... "Buena caza..." -ironiza Shears- "¡Jolly good,... buena diversión!" Warden: "Si usted no hubiera golpeado la radio no hubiésemos conocido el paso del tren" Shears, resignado: "Hay que contar siempre con lo inesperado, ¿no es así, señor?"... 




Al
día siguiente, mientras se bañan en unas pequeñas cascadas, el tropiezo con una pequeña columna de japoneses, supone
el riesgo más importante con el que se han enfrentado en su arriesgada
marcha.
El enfrentamiento es encarnizado. El joven Joyce se sume en la
dolorosa duda que supone dar muerte a otro joven japonés oculto entre el
follaje.
Warden trata de evitar que el
enemigo acabe con el indeciso
lugarteniente, y el fortuito disparo del joven japonés, bajo un cielo
ardiente donde vuela un aterrado aluvión de murciélagos, hiere
gravemente su pie.
A partir de ese momento la larga e inacabable marcha
hacia el Kwai significará un doloroso esfuerzo, lastrado de continuo por
insoportables dificultades...
Nicholson:
"No vamos a acabar el puente. No tenemos la mano de obra suficiente.
Nuestros Oficiales nos echarán una mano. Pero incluso con dicha ayuda,
la construcción no se va a poder llevar a cabo".Clipton no da crédito a lo que oye: "¿Los Oficiales van a trabajar en el puente?" Nicholson: "Sí. Les expliqué la situación y han accedido voluntariamente a ayudarnos". Clipton se muestra sarcástico: "¿Por qué no acude a Saito y a sus hombres?"... Nicholson:
"No pienso hacerlo. Esta obra es de nuestra incumbencia, y la
llevaremos a cabo con nuestros propio recursos. Por eso recurro a usted.
Quizás en la lista de sus enfermos hallemos algunos que puedan echarnos
una mano".
El puente es acabado y cuando se va a producir la inauguración, Nicholson no puede comprender la negativa de Clipton a participar en el acto.
Clipton: "Perdóneme, señor, es colaboración con el enemigo"
El asombro de Saito ante el veleidoso comportamiento de Nicholson no impide el sentimiento de odio profundo que siente hacia el hombre que ha pisoteado su autoridad en el campo de prisioneros. Sufre en silencio la humillación a que se ve sometido, y aguardará pacientemente su venganza tras la erección del puente, ya que en todo momento se imponen las órdenes del alto mando japonés. dispuesto a suicidarse después de acabar con la vida de Nicholson mediante un cuchillo que guardará en su casaca militar, una vez conmemorado el puente con el paso del tren que debe llegar al día siguiente desde Bangkok, se despide tristemente de su familia mediante un escrito, decidido a suicidarse después. Durante la noche, la tropa británica se entrega a espectáculo cómico-musical al que también asiste Nicholson, enorgullecido por la colaboración de sus soldados.
Pese a las penalidades sufridas, el objetivo es finalmente alcanzado. El paraje que rodea el Kwai y el impresionante puente construido por los británicos asombran a Warden, Shears y Joyce, ocultos entre las frondosidades de la selva en lo alto de una colina, mientras observan cómo los Oficiales con Nicholson a la cabeza celebran ahora su erección con la instalación en el mismo de un rótulo conmemorativo.




Durante la noche, la tropa británica se entrega a espectáculo cómico-musical al que también asiste Nicholson, enorgullecido por la colaboración de sus soldados.


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