"Daisy es el prototipo de todas aquellas jóvenes turistas americanas capaces de desconcertar continuamente a sus enamorados europeos con una inocencia siempre puesta en tela de juicio, dado que se hallan dispuestas a soñar con sus Giovanellis europeos y desean hallarse junto a ellos bajo la luz de la luna. Y en lo que al varón estadounidense concierne, hay que decir que éste siempre fracasa en su comprensión por esa ingenuidad de la joven americana, candorosa por definición, tan mítica como inocente. Y que dicha pureza no sufre el menor desdoro por nada de cuanto diga o haga... Daisy Miller hizo cuanto le apetecía para satisfacción de ella misma y disgusto de los demás"
Siempre nos aguardará un consuelo de ilusión. Los que entienden la belleza prefieren la palmera solitaria en nuestros eternos jardines cerrados, aunque se hallen afincados en el entono únicamente participativo de la rigidez intolerante de la alta sociedad. Penitencias que se contuvieron en la delicia opaca de una agónica contrición con respecto al comportamiento humano. La sociedad Victoriana decimonónica habló siempre con el ardor, cifra y pompa de sus títulos. Y poseyó su ángel con espada. Ángel fácil al cabo, de buena vida, reflejado en mil medallones que recordaban a su portadores, sobriamente, aunque a través de un mundo artesonado por un ambiente barroco y la lumbre gozosa del lujo, su tributo constante a los elogios protocolarios. Una sociedad capaz de morir avenida a sus errores, sin perder una sonrisa, pero exhibiendo la imaginería, siempre confortadora en sus noches de angustia e incomprensión, de su ángel armado. Su precioso mancebo intolerante multiplicado en sus salas, en sus dormitorios, en sus libros, en sus diócesis, o en el primor reconfortante, dispendioso, murmurador y cerrado de sus fiestas palaciegas. Ningún otro ángel hallaría su monasterio en la complaciente igualdad que tan sólo concedía su especial audiencia a esos oratorios ungidos por la firma de un rey o una reina. Los mismos que solemnizaban toda fórmula de intimidad etiquetada y ritual, sancionadora de los preceptos intransigentes de aquella sociedad encumbrada donde hombres y mujeres, como viejos caudillos de un vasallaje que los envolvía en incomprensibles arrebatos de superioridad, espiaban, no obstante, otros entusiasmos repentinos para contenerlos. Y desconfiaban del fortuito tumulto juvenil, dejaban un suspiro de desprecio en sus ceremoniosas fiestas, y, tras excluirse de la menor confirmación de sus propios deseos ocultos, acababan desfalleciendo de miedo ante los preceptos que iluminar pudiesen de venturosas y novedosas eficacias nuestra humana libertad de acción. Una luz capaz al fin de atravesar la tierra, y caer sobre nuestra frente como una bendición, probablemente frente a una graciosa cabellera de ángel femenino, devolviéndonos los colores de una nueva salud que, esta vez, se mostraba incapaz de contener cualquiera de sus inesperados entusiasmos.
Por primera vez el elemento psicológico del drama, que viviera grandes y trágicas leyendas amorosas, entre atmósferas poéticas e inquietantes gracias a rigurosas y magistrales composiciones plásticas, utilizando para su acepción más epidérmica la influencia determinante de la literatura y del enérgico estimulante romántico que para Europa significara el siglo diecinueve, realiza un auténtico "tour de force" en abierta oposición al tono moralizante, subjetivo e intimista, que conllevan esas conmociones perturbadoras de cuanto estigma pasional, destructivo, infatigable y extremista suele secundar la más exacerbada expresión del amor.
Por primera vez el elemento psicológico del drama, que viviera grandes y trágicas leyendas amorosas, entre atmósferas poéticas e inquietantes gracias a rigurosas y magistrales composiciones plásticas, utilizando para su acepción más epidérmica la influencia determinante de la literatura y del enérgico estimulante romántico que para Europa significara el siglo diecinueve, realiza un auténtico "tour de force" en abierta oposición al tono moralizante, subjetivo e intimista, que conllevan esas conmociones perturbadoras de cuanto estigma pasional, destructivo, infatigable y extremista suele secundar la más exacerbada expresión del amor.
(Nacido en Nueva York el 15 de abril de 1843 -28 de febrero de 1916 en Chelsea Londres a la edad de 72 años)

(Mr. Winterbourne) "Le acompaño a casa... (Annie "Daisy" Miller) ¡Oh, no!, voy a ver a señor Giovanelli. ¿Tiene que ir? Claro, me está esperando. No le ayudaré a buscarlo. Lo encontraré. ¿No me ira a dejar? Verá, ¡ahí está!, apoyado en el árbol. ¿No le parece atractivo? (Mr.Winterbourne, escandalizado) ¿Pretende hablar con eso? No me comunicaré por señas (ríe Daisy) ¡Iré con usted! Se está poniendo autoritario. Quería expresar lo que pienso. Nunca he permitido que ningún caballero me dé órdenes. Debería escuchar a un caballero alguna vez, al adecuado.
(Aparece Ms. Walker en su coche) Buenas tardes, Ms. Walker, ¿qué la trae por aquí? Esa joven no debería hacer lo que hace. Pasear con dos hombres. La ha visto mucha gente. No está bien armar escándalo, ni que ella se eche a perder. (Mr. Winterbourne comprensivo) Es inocente. (Ms. Walker encendida) ¡Es imprudente! ¡Quién sabe hasta dónde puede llegar! ¿Ha conocido a una persona más estúpida que su madre? Permite que su hija... (Se acercan Daisy y su acompañante) Hola. Me complace presentarle al Sr. Giovanelli. Ms. Walker, quien amablemente le ha invitado a su fiesta. Suba y pasee conmigo. Me encanta estar donde estoy. ¡Quizá, pero no es costumbre aquí! Si no paseara, me moriría. Pasee con su madre. Ella jamás ha dado diez pasos seguidos. No soy una niña. Ya tiene edad para ser razonable y no ser tema de conversación. ¿Qué quiere decir? Entre en mi coche y se lo explicaré. Creo que prefiero no saberlo. ¡Pero debería!, ¿o prefiere ser considerada una insensata? ¡Por Dios!, ¿Mr. Winterbourne quiere que suba al coche? ... Creo que debería. ¡Qué idea tan anticuada! Si esto es inadecuado, yo también. No debería hacerme caso. Adiós, disfrute del paseo Ms Walker. (Mr. Winterbourne recriminando a Ms. Walker) Eso no ha sido muy conveniente. Sólo he querido ser sincera. Sólo ha conseguido molestarle. Si pretende ponerse en evidencia, cuanto antes lo sepa, mejor. Su intención no era mala. Eso pensaba hace un mes. ¿Y qué es lo que ha hecho? ¡Todo lo que aquí no se hace! Sentarse en esquinas con misteriosos italianos. Bailar toda la noche con uno sólo. Recibir visitas muy tarde. La madre desaparece... El hermano se acuesta a las dos. ¡Hará lo que ve! Cuando un caballero va a buscarla, los criados del Hotel se ríen. No debería hacer caso de los criados. Su única falta es tomar a Giovanelli por caballero, un mal imitador. ¡Exactamente! Una especie de artista mediocre. No lo conoce. ¡Es indiscreta por naturaleza. ¿Cuánto hacía que la conocía! Dos días. ¡Y el comentario sobre su viaje a Ginebra! Los Miller nunca han sabido nada sobre el buen gusto. Aunque, por otra parte, Ms. Walker, tal vez hayamos vivido demasiado tiempo en Ginebra. No debería... ¿El qué? ¡Animarla!, flirteando con ella. Dando pie a que siga exponiéndose. ¡Déjela!... No sé hacer algo tan inteligente. Me gusta mucho. Pues no la deje provocar un escándalo. No hay nada escandaloso en mis intenciones. He dicho todo lo que debía. Si desea volver con ella...
(Daisy) "Hola, Mr. Winterbourne. ¿Se sentirá solo? ¿Por qué? ¿No encuentra con quién pasear? No tengo la suerte del Sr. Giovanelli. ¿Piensa que he salido mucho con él? Como todo el mundo. Sólo fingen estar sorprendidos. Pero la verdad es que no les importa nada de lo que hago. Resulta que sí. No le invitan a salir. ¿No lo ha notado? Lo que he notado es que usted es tan rígido como un palo. Ni la mitad que muchos otros. Debería usted verlos. ¿Qué harían? Le harían el vacío. ¿Sabe lo que significa? (Daisy entristecida por primera vez) ¿Lo que hizo Ms. Walker la otra noche? No creo que dejara usted a las personas ser tan antipáticas conmigo. Pensé que iba a decir algo. ¡Sí!... ¿Sí? Quiero decir que... ¿Sí? su madre dice que cree que usted está prometida. Bien, eso creerá. Ya que lo menciona, ¡lo estoy! ¿No lo cree? ¡Por supuesto que no! (Daisy se aleja con Giovanelli) ¡No, no se lo cree! Pero, si lo cree, ... ¡no, no lo estoy!..."Peter Bogdanovich despliega un inmenso esfuerzo material y un respeto minucioso para captar las excelencias del relato de Henry James. Particularmente sensible, se apasiona hasta tal punto con "Daisy Miller" que es capaz de sustraerse al éxito, sin falsear lo más mínimo la compleja realidad del legado moral engendrado por el puritanismo, y que acabarán condicionando la felicidad o la infelicidad de ambos protagonistas. Dos polos que se subliman en una de las culminaciones dramáticas más poéticas y tristemente atenazadas por la concepción disparatada y destructiva de una deformada y subjetivista realidad social, que fue capaz de arrasar las emociones más primitivas del ser humano convirtiéndolas en máscaras de rasgos desgarrados y hermético romanticismo.