lunes, 1 de noviembre de 2021

The Making Of "THE BRIDGE ON THE RIVER KWAI" (El rodaje de "EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI)




 
David Lean había aceptado ya la idea de que las fórmulas espectaculares no estaban necesariamente reñidas con la dignidad artística, y que podían convertirse de pleno en un excelente vehículo de generosas ideas sociales, aunque fuese también a través del belicismo, en los problemas existenciales y morales de los hombres y el momento histórico en que se hallasen inmersos. Cuando decidió llevar a la Pantalla Grande la novela de Pierre Boulle optó por envolver a sus personajes como en los anillos de la gran serpiente del Laoconte, movido nuevamente (tras recuperar el espíritu de "In Wich We Serve" ("Sange, sudor y lágrimas") de 1942 por una gran necesidad de expresar a través de la imagen un feroz alegato antimilitarista. Todos los protagonistas vivirán por tanto abrumados por la presencia audible y visible de la muerte frente al nudo inmodificable del enfrentamiento bélico, cuyo círculo de poder se cernirá sobre ellos más y más.
 






Y aunque en diversas ocasiones algunos de ellos (Shears-William Holden, Clipton-James Donald y Joyce-Geoffrey Horne) traten de rehuirlo expresando la repulsión antimilitarista que les desgarra por dentro, todo se reducirá finalmente a un punto inevitable: el de ser barridos por la incongruencia de la guerra. Sólo el militar complacido en la mentira a que se acoge frente a la crueldad (inútil por lo general) de las confrontaciones irracionales de los hombres, se sentirá señor de un destino propio y honroso (Nicholson-Alec Guinness, Saito-Sessue Hayakawa y Warden-Jack Hawkins) a la hora de morir tanto como a la hora de vivir.
 
 



David Lean barajó diversos nombres famosos para encarnar a Coronel Nicholson: Laurence Olivier, Ralph Richardson, Trevor Howard y Jack Hawkins (que interpretaría al Mayor Warden, encargado de la demolición del puente), y por último, Alec Guinness. El famoso productor norteamericano Sam Spiegel, que había producido y ganado un Oscar por "On The Waterfront" ("La Ley del silencio") en 1957, y que también produciría la siguiente gran superproducción de Lean "Lawrence of Arabia" en 1962, apostaba por un coronel Nicholson violento, que ofreciera una interpretación crispada y neurótica. Lean, muy al contrario opinaba que debía de tratarse de un típico oficial británico introvertido, que rindiera culto al honor militar con meditadas pausas de ininterrumpida frialdad, y que jamás se dejara arrastrar por bruscos chispazos de dramática heroicidad. Y Alec Guinness poseía, según él, esa callada exaltación del intolerante héroe individual, capaz de oponer a su instinto de conservación el más desgarrado cumplimiento de su deber como soldado. No obstante, la contratación de Guinness resultó muy complicada. Y fue Spiegel, una vez convencido por las razones expuestas por Lean con respecto al personaje de Nicholson, quien, tras varias negativas del actor británico a aceptar el papel, se desplazara a Londres para convencerlo.



                         [William Franklin Beedle Jr.-William Holden. 17 de abril de 1918-12 de noviembre de 1981]
William Holden había triunfado en su caracterización como el cínico, despreocupado y pragmático Sargento J.J. Sefton en la sensacional "Stalag 17" ("Traidor en el infierno"), 1953, de Billy Wilder. Papel por el que había conseguido el "Oscar al Mejor Actor Principal". Su retrato de personaje subversivo, incapaz de honrar los principios de honestidad moral y militar de sus compañeros prisioneros, desligándose así de los dolorosos conflictos de los campos de concentración y de mostrarse insolentemente  como una especie de soldado desmovilizado y totalmente desengañado de cualquier experiencia bélica frente a la opresión alemana en el "Stalag 17" comandado por Oberst von Scherbach-Otto Preminger, había resultado de una convicción tan contagiosa como arrebatadoramente ácida, ironizando con la psicología del perdedor que es capaz de redimirse como un impensable héroe. En efecto, porque Sefton, acusado de espía y vapuleado con ferocidad por sus camaradas, recoge con calma el clima de odio que se cierne sobre él, y acaba desenmascarando hábilmente al verdadero traidor, introducido en el barracón por los alemanes.  
Sam Spiegel y David Lean estuvieron inmediatametne de acuerdo en que Holden, primero como actor norteamericano que los estudios Columbia imponían para aprobar la realización de la película,  poseía, además, la más sólida de las personalidades para hacerse con el personaje antimilitarista del falso comandante Shears. Bastó con enviarle el guión y a la mañana siguiente ya había aceptado Por dicha intervención en el film se llevaría un 10% vitalicio de los beneficios en taquilla.




                                       [Sessue Hayakawa, 10 de junio de 1886-23 de noviembre de 1973]

 
Sessue Hayakawa fue una antigua estrella del silent movie que en 1915, dirigido por Cecil B. De Mille en "The Cheat" ("La marca de fuego"), pasó a convertirse en el primer actor asiático del recién nacido Star System de Hollywood. Las viejas críticas le habían elogiado como poseedor de una matización expresiva capaz de romper con los excesos un tanto grotescos del cine mudo y de ofrecer con gran convicción las sutilezas de los conflictos psicológicos. Llegó a actuar en más de 80 películas. Volvió a Hollywood en 1931 para interpretar junto a Anna May Wong "Daughter of Dragon" de Lloyd Corrigan. Sus últimas películas norteamericanas habían sido "Tokyo Joe" de Stuart Heisler, 1949, junto a Humphrey Bogart, "Three Came Home" ("Regresaron tres"), de JeanNegulesco, 1950, junto a Claudette Colbert, y "House of Bamboo" ("La casa de Bamboo"), de Samuel Fuller, 1955, junto a Robert Ryan y Robert Stack,  y "The Geisha Boy" ("Tú, Kimi y yo") 1958, junto a Jerry Lewis, también como director. 
Spiegel recordaba la fama cimentada por De Mille del actor japonés y no dudó en viajar a Tokyo para contratar a Sessue Hayakawa, considerándolo como el actor más indicado para superar los esquematismos más inclementes del coronel Saito, jefe del campo de prisioneros, y dotarlo de una contención interpretativa capaz de debatirse entre la penumbra del deber y de dotar su crueldad de una perspicaz intuición envuelta de igual modo en la inescrutable oscuridad de los deberes militares. Deberes siempre impulsados por el destino desequlibrador de la guerra, al tiempo que se abren grandes lagunas en la conciencia frente al odio y la admiración, en el caso que nos ocupa, por su enemigo, el coronel Nicholson. Alec Guinnes y Sessue Hayakawa  consiguieron el Oscar de la Academia como "Best Actor" y "Best Suporting Actor"
 



 





También exigieron la inclusión de un papel femenino, un breve cameo de enfermera que recayó sobre la actriz, casi desconocida, Ann Sears. Geoffrey Horne, joven actor televisivo que había hecho su debut en la Pantalla Grande junto a Ben Gazzara en la irrelevante "The Strange One", 1957, de Jack Garfein, interpretó convincentemente al lugarteniente Joyce, artificiero inseguro y frustrado. Y James Donald, que había sido nominado al Oscar como "Mejor Actor de Reparto" en la espectacular revisión Minnelliana de la vida de Vincent van Gogh "Lust For Life" ("El loco de pelo rojo"), el año anterior, 1956, dando vida a Theo van Gogh, hermano del infortunado pintor, interpretó al Doctor Clipton.  


David Lean, insatisfecho con la exposición interpretativa que Alec Guinness concedía al momento crítico de su muerte y caída sobre el detonador que habría de volar el puente -hasta llegó a tacharla de demasiado enfática-, obligó al actor a repetirla durante infinidad de veces. Finalmente, para sorpresa de Guinness, decidió quedarse con la primera de las tomas. La película se rodó en la isla de Ceilán y su presupuesto ascendió a 3 millones de dólares. El jefe del poblado que ayuda a los prisioneros era Chakrabandu, quien ayudó en realidad a varios aviadores aliados durante la Segunda Guerra Mundial, fingiendo trabajar para los japoneses. Un camión de combustible se incendió muy cerca del puente cuando éste ya se hallaba erigido y con la dinamita ya colocada en él. Pudo así haber causado su destrucción sin que se hubiera podido filmar.
 
Los soldados del ejército singalés arriesgaron su vida para desviar el camión de las proximidades del puente. Los operarios encargados de filmar la demolición del mismo debían dejar las cámaras filmando y ponerse rápidamente a cubierto, haciendo entonces una señal para que se pudiese volar el puente, pero uno de ellos tras guarecerse se olvidó de dar la señal y el equipo de demolición no pudo volarlo, así que el tren atravesó el puente para descarrilar poco después tras chocar con un generador. Tuvieron que trabajar a marchas forzadas para volver a poner el tren en su sitio y en perfecto estado para filmar a la mañana siguiente la secuencia, esta vez sin fallos. 
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Héroes trágicos (como lo es siempre el heroísmo inútil del belicismo) frente a la riqueza expresiva y el turbio pintoresquismo que la aplastante inflexibilidad del honor militar impone a los hombres, y cuya degradante aventura se corona con el fracaso final a que nos precipita invariablemente todas y cada una de las tragedias del irracional ciclo bélico. Magistral y sistemático detonante  de estos dramas humanos que viven atrapados por los universos rarefactos, el tinte turbulento, y el axiomático determinismo irreconciliable con la razón con el que millones de hombres quemarán y seguirán quemando inútilmente sus vidas bajo esas atmósferas densas y cargadas de horror que acarrean las tormentas incontenibles de las guerras. Y así, de nuevo, esa especie de dependencia, terrorífica, corrosiva y necrofílica con que el belicismo se apoya en los pliegues anatematizadores de la conciencia militar, desgarrando otra vez la que debería ser una perenne estabilidad social, pacífica y verdaderamente humana, es rememorada como una caricatura de la incoherencia del drama histórico-bélico, que no ha dejado nunca de navegar en las revueltas corrientes historicidas de este planeta, hoy habitado por los llamados "homínidos racionales". 
 

Mark Twain, irónicamente, ventiló toda premonición histórica sobre el destino de las criaturas humanas y el juego catastrófico con que las mismas pretenden una y otra vez vibrar con el aliento epopéyico y revolucionario de sus enfrentamientos tenaces, arguyendo que "la historia no es que se repita, sino que rima constantemente" Al enjuiciar la instrumentación política del soldado y del honor tampoco hay que olvidar la simbólica observación del filósofo y sociólogo Herbert Marcuse: "Lo que es irracional fuera del sistema -en este caso, el militarismo y sus absurdas alegorías didácticas, con soldados típicos en situaciones típicas- es racional dentro del sistema".  
 

 

 

 

 

 

 

En "The Bridge on the River Kwai" no hay canto para el heroísmo, porque el heroísmo sigue siendo una fórmula sin solución, y David Lean, blandiendo la novela de Pierre Boulle, marca un hito en la evolución estética y equitativa de este mensaje de irresponsabilidad que juega a cantar la exaltación patriótica en función de unos caudillos que, como ha sucedido y seguirá sucediendo siempre, se atreven a menospreciar, la atrocidad, el salvajismo y la iniquidad de esta servidumbre insensata al tiempo bélico. 





Exaltación, de igual forma, casi "roussiniana" por su belleza plástica, dado que su lujosa escenografía, pese a su dramática dureza, se ubica entre una localización de lugares salvajes, paradisíacos, que jamás parecen verse contaminados por la inclemencia de la guerra. No es de extrañar que tras "The Bridge on the River Kwai" ("El puente sobre el Río Kwai"). 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y sus siguientes "Lawrence of Arabia", 1962, "Doctor Zhivago", 1965,  "Ryan's Daughter" ("La hija de Ryan"), 1970,  y "A Passage to India" ("Pasaje a la India"), 1984, David Lean, en sus efusiones cinematográficas por la Naturaleza en que se enclavan sus personajes, pudiera adquirir fama de "roussoniano" y de irrepetible poeta de la más bella espectacularidad. 




¡"The Bridge on the River Kwai" se erige así en un riguroso despliegue del postulado antibélico, tan emocionante como realista y maravillosamente escenificado, y que al mismo tiempo acaba transformándose en "cine de auténtica poesía"!
 



Impecable sound track de Malcom Arnold, premiado con un Oscar, notas musicales inolvidables muy concentradas en la dura batalla por sobrevivir de sus personajes, y que acaban recorriendo sensiblemente la visión paisajística más generosa del film.