viernes, 18 de febrero de 2022

A Passage to India (Pasaje a la india) -2-

 



Edward Morgan Forster (1879-1970): simbolismo de cuatro personajes literarios Adela Quested, Dr. Aziz, Mrs. Moore y Mr. Fielding.





"... Aziz llevaba unas zapatillas muy finas, mal calzado para cualquier país. En el límite de la zona residencial entró en una mezquita para descansar. Siempre le había gustado aquella mezquita... Aziz veía tres series de arcos, rescatados en parte a la oscuridad por una pequeña lámpara colgante y por la luna... Allí estaba el Islam, su propio país, más que una fe, más que un grito de batalla, más, mucho más... Islam... donde su cuerpo y sus pensamientos encontraban un hogar... Uno de los pilares de la mezquita pareció estremecerse... Finalmente, una inglesa quedó iluminada por la luz de la luna. Bruscamente, Aziz se sintió lleno de indignación, y empezó a gritar: "¡Señora; esto es una mezquita, no tiene usted derecho a estar aquí!"... La mujer dejó escapar una breve exclamación de sorpresa... "Tendría que haberse quitado los zapatos; está usted en un sitio sagrado para los musulmanes"... "Me los he quitado"... "¿De verdad?"... "Los dejé a la entrada"... "En ese caso le ruego que me perdone. Siento mucho haber hablado" "¿Puedo entrar si me quito los zapatos, verdad?" "Por supuesto, pero muy pocas señoras se molestan en hacerlo, sobre todo si creen que nadie las ve" "Eso da lo mismo. Dios está aquí"... ¿Podría saber su nombre?"... "Mrs. Moore" Al avanzar, Aziz descubrió que su interlocutora era una mujer de edad... "Que Dios está aquí... Excelente, de una gran delicadeza... Imagino que acaba usted de llegar a la India" "Sí, ¿cómo lo sabe?" "Por la manera que ha tenido de hablarme"...
 






 
 
"... Ronny y Adela..., no, no se querían"... Adela se quedó inmóvil, mirando la roca resplandeciente. ¿Debería romper su compromiso?... Si el amor lo fuera todo, pocas parejas seguirían unidas al terminar la luna de miel... Aziz era un oriental muy bien parecido... La admiración de Adela no quería decir que Aziz le atrajera personalmente... Adela dio rienda suelta al tema del matrimonio y dijo con su habitual franqueza y espíritu inquisitivo: "¿Tiene usted una o varias esposas?... La pregunta ofendió extraordinariamente a Aziz... Si Miss. Quested hubiera dicho: "¿Adora usted a uno o a varios dioses?", no le habría parecido mal. Pero preguntar en la India a un musulmán educado cuántas esposas tiene..., ¡desconcertante, terrible! Le costó trabajo ocultar su confusión. "Una; una en mi caso particular", balbució Aziz. Le había cogido la mano para seguir trepando. Pocos pasos más allá había un buen número de cuevas, soltó la mano de Adela, y pensando: "¡Malditos ingleses, hasta cuando tienen la mejor voluntad!", se introdujo por una de las abertura para recobrar la calma... Miss. Quested siguió adelante, sin la menor conciencia de haber cometido una equivocación; al no ver a Aziz entró en una cueva, pensando con la mitad de la mente: "El turismo me aburre", y haciéndose preguntas sobre el matrimonio con la otra mitad. Aziz esperó un minuto dentro de la cueva, y encendió un cigarrillo. Cuando salió al exterior, se encontró al guía, solo... Le explicó que su invitada había entrado en una cueva. "¿Cuál?... El guía indicó todo el grupo de manera imprecisa. "Tu obligación era no perderla de vista"... "Aquí hay doce cuevas por lo menos. ¿Cómo voy a saber en cuál de ellas se encuentra mi invitada?"... Había cuevas en todas las direcciones. "Cielo misericordioso, Miss. Quested se ha perdido"... Multitud de hendiduras llevaban en una dirección y en otra, semejantes a rastros de serpiente... De repente pudo ver a Miss. Quested durante un momento, barranco abajo; enmarcada entre rocas... Cuando informó del suceso a Mrs. Moore y a Mr. Fielding la noticia de la extraña huida de Miss. Quested los dejó atónitos... Y durante el regreso en el tren Aziz insistió a Mr. Fielding en que la actuación de Miss. Quested había sido una auténtica locura..."
 

 




"... En seguida empezó la vista del juicio. La sala se hallaba abarrotada y hacía mucho calor. La primera persona en la que Adela se fijó fue en el más humilde de todos los presentes, alguien que no tenía, oficialmente, ninguna relación con el juicio: el hombre que movía el punkah, ventilador manual... Aquel individuo tenía la fuerza y la belleza que florece ocasionalmente en los indios de extracción humilde. Cuando esa extraña raza está ya cerca del polvo y se la condena como intocable, la naturaleza recuerda la perfección física que consigue en otros sitios, y produce un dios..."
 

"Adela buscó a su alrededor, pero Mrs. Moore estaba ya muy lejos, en el mar. "Aziz es inocente," había contestado Mrs. Moore, la primera vez que había expresado una opinión sobre aquel punto"
"Mr. McBryde concluyó, quitándose las gafas: "El procesado es una de esas personas que llevan doble vida. Me atrevo a decir que ha ido degenerando gradualmente, y que se ha mostrado muy hábil en la tarea de mostrar sus tendencias"... El día fatal se estaba repitiendo en todos sus detalles... ¿Por qué le había parecido aburrida la excursión?"
 


"El sol se alzó de nuevo, la elefanta les aguardaba y los pálidos relieves de la roca se deslizaron a su alrededor para ofrecerle en seguida la primera cueva; Adela entró, y el resplandor de una cerilla se reflejó en sus brillantes paredes... "Entró usted sola en una de esas cuevas?" "Así es, efectivamente" "Y el procesado la siguió"... "El detenido la siguió, ¿no es eso?", repitió Mr. McBryde... La visión de Adela incluía varias cuevas. Se veía a sí misma en una de ellas, pero también estaba fuera, contemplando la entrada, en espera de que Aziz la cruzara... Era la duda que le había asaltado con frecuencia, pero sólida y atractiva, como las mismas colinas. "No estoy...", las palabras eran más difíciles que la visión"
 
"No estoy completamente segura"... McBryde parecía asustado: "Le estoy sugiriendo que el detenido la siguió" Adela movió la cabeza. "Por favor, ¿qué quiere usted decir?"... "¡No!", dijo la muchacha con voz apagada y sin inflexiones... Miss. Quested iba a tener un colapso nervioso. Aziz se había salvado... "¿Qué es ello, qué es lo que está usted diciendo? Hable más alto, por favor"... "Me temo que he cometido una equivocación" ¿Qué clase de equivocación?" El Presidente se inclinó hacia adelante. "El doctor Aziz nunca me siguió al interior de la cueva"... "Voy a leerle el contenido de la declaración que firmó usted dos horas más tarde en mi bungalow"... "Recuerde que habla usted bajo juramento, Miss Quested"... "El doctor Aziz nunca"... "Lo retiro todo", dijo la muchacha con tono prosaico y voz muy clara. El superintendente contemplaba a su testigo como si fuera una máquina estropeada. "¿Se ha vuelto loca?"... La aclamación de inocencia de Aziz fue unánime. Sus correligionarios lo sacaron en hombros mientras Adela, llorosa y arrepentida, se situó junto a Mr. Fielding que la llevó a su apartamento. Allí recibieron la noticia de la muerte de Mrs. Moore en la travesía marítima hacia Inglaterra. "Nunca más volveré a verla", sollozó profundamente Adela sintiéndose culpable..."
 

 

















 


"Era preciso adentrarse en la originalidad expresiva con que el gran escritor inglés lleva a cabo este virtuoso experimento sobre una clásica historia triangular, barajando los actos de algunas situaciones incomprensibles, a través de estas dos mujeres inglesas liberales que (sin comprender el extremismo de los prejuicios raciales que imperaban en aquella época en la India), se ven inmersas, tras conocer al caballeroso doctor Aziz en una situación totalmente tabú, la de la confraternización entre dos civilizaciones condenadas, ya de antiguo, a un imposible encuentro: Inglaterra que, pese a hallarse ya en un proceso de decadencia colonizadora irreversible, trata de mantener la arrogancia de su dominación. La India, susceptible, que atiranta forzadamente su frente hacia la adivinación de la voluntad de su poderoso dominador. Y a distancia, cuando sale de su encierro secular, trata de comunicar sus ansiedades humanas, su semblante afable, su voz más estridente, antes dormida, frente al amo que se aburre, pero no cede. Esa Inglaterra Victoriana que, a cada tropiezo con la susceptibilidad del colonizado, teme perder su arbietrariedad sometedora, como el viejo profesor altanero que se ve obligado a dimitir ante sus subalternos, y mostrándoles el mapa viejecito de la "Gran joya de la Corona", de pronto gimotea: "Seguid, desde ahora, vosotros solos, si podéis"
 
 
  

 

"A Passage to India" no ofrece el menor rodeo de indiferencia sobre este choque de dos civilizaciones. Sobre el entramado que enfrenta a ambas culturas. A través de esa postura equitativa que mueve, con ternura, poesía y profundidad, la relación entre los cuatro personajes ya esbozados, halconea la vieja emoción de esos seres, radicalmente distintos, que, pese a hallarse condenados a rechazarse, quieren ser generosos, y derretir las sombras acomodaticias de una incomprensión arcaizante. Adela Quested-Judi Davis: "Así que he de odiar los misterios".
Richard Fielding-Profesor del
Instituto de Chandrapore-James Fox: "Los misterios los creamos nosotros, los ingleses"
Mrs. Moore-Peggy Ashcroft: "Me gustan los misterios, pero detesto las invenciones"
Richard Fielding: "Un misterio es tan sólo un altisonante término para la invención. El profesor Godbhole y yo
sabemos que La India es una invención"
Profesor Godbhole-Brahman del Decán-Alec Guinnes:  "De acuerdo, siento recono
cerlo"

 



                                      MARABAR CAVES

 

 
 
 

 MARABAR


"Mrs. Moore no aceptará jamás dos formas diferentes de ser y de ver el mundo. En el silencio y en la oscuridad plateada de la noche, acoge, con un estremecimiento sensitivo, el desprendimiento patriarcal, coránico, caballeroso, de las difíciles magnificencias con que el musulmán Aziz la recibe bajo la claridad de la luna en el recogimiento monástico de la mezquita.  Y en la noche bañada por el azul plateado de Selene, posee un instante único de floración, de gracia exaltadora y vigorosa de dos mundos, precisos y fugitivos (capaces de rehuir la impasible vulgaridad reaccionaria y desdeñosa del Imperio dominante, receloso, y pretendidamente colonizador). Dos universos que se apresuran a acercarse tras ese portal cerrado del antagonismo racial, y que se sienten traspasados de una única respiración, allí dentro, frente al caudal gigantesco del Ganges, en una nueva modelación íntima, entre la que se quedan solos, con sus únicos pasos, sus únicas voces, sus únicas respiraciones, y los únicos ruidos de sus ropas"

"Se oyó llegar un vehículo, y Aziz deseó que fuera Mr. Fielding quien se apeara, Pero contenía a Mrs. Moore, a Miss. Quested y a su criado de Goa. Aziz se apresuró a salirles al encuentro, repentinamente feliz, aunque la excursión presentase algunos inconvenientes. "Han venido después de todo. ¡Cuánta amabilidad por su parte!"- exclamó Aziz- "Este es el momento más feliz de toda mi vida" Las señoras se mostraron corteses. No era el momento más feliz de sus vidas, pero esperaban pasarlo bien tan pronto como superaran la molestia de salir a una hora tan intempestiva. La noche estaba todavía oscura, pero había adquirido esa tonalidad transitoria que indica la proximidad del alba"
 
 
"Digan a su criado que vuelva a Chandrapore- sugirió Aziz- No nos hace falta" "Y además es un criado horrible. Anthony, puede irse; no le necesitamos- dijo Miss. Quested con tono impaciente. "El señor me dijo que viniera" "La señora le dice que se vaya"- insistió Aziz- "El señor dijo que estuviera cerca de las señoras toda la mañana" "Bien las señoras no quieren estar con usted". Miss Quested se volvió hacia el anfitrión- "¡Haga que se vaya, doctor Aziz!"- Finalmente lo sobornó con una pequeña cantidad de dinero y el criado accedió a dejar marchar a las señoras sin su compañía. Aziz se estaba volviendo a poner nervioso, porque sólo faltaban diez minutos para la hora de salida del tren de Marabar. Y Mr. Fielding que había decidido acompañarles en la excursión no había aparecido todavía. Fielding era inglés y los ingleses no acostumbraban a perder los trenes.


 
 

MR. FIELDING PIERDE EL TREN A MARABAR POR CULPA DEL PROFESOR GODBHOLE

 

"¡Dios misericordioso! Allí estaban Fielding y el viejo Godbhole, detenidos en el paso a nivel. ¡Terrible catástrofe! La barrera había descendido antes de lo habitual. Fielding se apeó a toda prisa del tonga (carro de dos ruedas), gesticulando, pero ¿de qué servía? ¡Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo! Mientras el tren pasaba por delante traqueteando, hubo tiempo de intercambiar algunas frases angustiadas. "¡Mal, mal, me han destruido ustedes la excursión" -clamó Aziz. "¡La pujah (ceremonia religiosa hindú) de Goldbhole ha tenido la culpa!"-exclamó el inglés. El brahman bajó los ojos avergonzado por causa de la religión. "¡Salte, le necesito!"- gritó Aziz, fuera de sí. "De acuerdo, deme la mano" "No debe hacerlo, se matará"- protestó Mrs. Moore. El director del Instituto consiguió todavía gritar a voz en cuello en dirección a los viajeros: "¡Estoy bien y ustedes también, no se preocupen!... ¡Nos veremos en Marabar, llegaré de una forma o de otra, lo antes posible!"
 
 
 


"Aziz se balanceaba sobre el estribo, llorando casi. "Súbase al tren, súbase al tren; se matará usted. No veo que se haya derrumbado nada" Fielding había vuelto al tonga junto a Godbhole. Y la querida Mrs. Moore se mostró tan perfecta como siempre. Todo el amor que había sentido por ella en la mezquita inundó de nuevo su pecho, y con mayor intensidad aún por haberlo olvidado completamente. No había nada que no estuviera dispuesto a hacer por ella. Moriría por hacerla feliz. "Suba, doctor Aziz, nos da usted vértigo"- exclamó  Miss. Quested- "Si han cometido la imprudencia de perder el tren, son ellos quienes deben lamentarlo y no nosotros" "Yo tengo la culpa"- dijo Aziz-"Soy el anfitrión" "¡Qué disparate! Vuelva a su vagón. Vamos a pasarlo estupendamente sin los otros invitados" No tan perfecta como Mrs. Moore, pero muy sincera y amable fue la reacción de Miss. Quested. Unas señoras maravillosas las dos y huéspedes suyas durante toda una mañana. Aziz se sintió importante y competente. Fielding suponía una gran pérdida personal por tratarse de un amigo al que le unían lazos de afecto cada vez más íntimos, pero si Fielding hubiese venido, Aziz mismo habría tenido que funcionar con andadadores".
 



 

"Asombrosas incluso desde el altozano de la zona residencial inglesa, las Colinas de Marabar vistas desde el tren eran como dioses, a cuyo lado la tierra sólo tenía una realidad espectral" A través de la cinematográfica riqueza narrativa de Lean, se cruza un pacto solitario, como tendido distantemente desde raíces nacidas de unos impulsos recónditos que viven de la savia modeladora de una confraternización cincelada de delicadeza y simpatía. Hay una ausencia del pasado entre Mrs. Moore y Aziz (que éste jamás aceptará por obediencia), que mueve la presencia corporal y anímica de estos dos seres maravillosos desde la lírica consustancial de la bondad y de la comprensión cenital para el pensamiento y el espíritu.  David Lean es el feriante silencioso que asoma con su cámara por entre aquel mundo magnífico de su cielo protector, en aquel país tan recóndito, y se inclina como un genio nocturno para dejarnos traspasados de la delicia del momento espectacular, desbordante de color y aromas, como si se trataran de los viejos sabores del paraíso. Así lo consolida y así lo cuenta. Su anhelo tiene toda la presencia corporal de quien jamas se enmienda, y se afirma siempre en sus emociones humanas y artísticas"


 


"La elefanta era el elemento más suntuoso de la excursión y sólo Dios sabía todo lo que había tenido que luchar Aziz para conseguirla. Pero ahora estaba a punto de estallar de orgullo. La elefanta era de propiedad semioficial y por supuesto dependía de una cadena de circunstancias larga y frágil. Pero llenaba también de satisfacción a Aziz  y le hacía reconocer con una pizca de ironía las virtudes del Oriente, donde los amigos de los amigos son un hecho, y donde tarde o temprano todo el mundo consigue su porción de felicidad. Él podría ir en el palanquín en lugar de seguir al paquidermo en un carro y los criados estaban contentos, porque la elefanta aumentaba el sentimiento de su propia importancia. "Necesitamos una hora para ir, otra para volver y dos para visitar las cuevas"- comentó Aziz sonriendo de la manera más seductora. De repente había algo regio en su manera de comportarse-"El tren de vuelta sale a las once y media y estarán ustedes listas para el tiffin (tentempie o almuerzo) en Chandrapore con Mr. Heaslop exactamente a la hora habitual, es decir, a la una y quince. Mi idea es planearlo todo sin consultarlas; pero tanto usted, Mrs. Moore, como usted, Miss. Quested, pueden hacer en cualquier momento los cambios que gusten, aunque ello signifique renunciar a las cuevas. ¿Están de acuerdo? En ese caso, súbanse a este maravilloso animal".  Una vez en lo alto del paquidermo Mrs. Moore y Miss. Quested disfrutaron del ambiente festivo con que la aldea las despedía con rumbo a las cuevas de Marabar".