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martes, 28 de enero de 2020

Antón Chéjov: "Cine-teatro": Tres hermanas (Three Sisters-Три сестры) -III-


                                                 (Nueva York, 21 de noviembre de 1919 – 15 de abril de 2012)

Este inquieto, individualista, y prácticamente desconocido (en Europa) director norteamericano cumplió su tarea cinematográfica movido por la curiosidad y el atractivo que supuso, en EE.UU., la llamada "Golden Age" ("Edad de oro") de los primeros telefilms, de rodajes expresamente esquematizados para la pantalla doméstica, en miniatura, y por supuesto en blanco y negro. En la década de los 60 se afirma cada vez con más fuerza en ese medio cinematográfico anti-Hollywood, y cosecha grandes éxitos televisivos, puesto que esta especie de nueva "revolución cultural" que supone el flamante invento, habrá de divorciar a un sector de público de su asistencia a las salas cinematográficas, y se convertirá en el gran Dorado de una naciente expresión artificiosa para un público que parece condenado a vivir, social y estéticamente, a través de la vastedad de estos pseudo culturales ghettos domésticos, y a ser devorado por las gigantescas cadenas de televisión que recorren el mundo. Dirigió episodios de las series "Colonel Blue" ("Coronel Blue") en 1967, "All in Family" ("Todo en familia"), de Harvey Fierstein, 1975-1979. y "Get Smart" ("Superagente 86").


 










Entre otras muchas adaptaciones para TV se contaron "Three Sisters" ("Tres hermanas") de Antón Chéjov, "Evening Primrose" ("Onagra"), "An Enemy of the People" ("Un enemigo del pueblo") de Henrik Ibsen, las tres de 1966, "Johnny Belinda", 1967, "The Country Girl" ("La campesina") de Clifford Odets, 1974, "The Eastern Promise" ("Promesa de Pascua"), 1975, "Broadway Bound" ("Broadway obligado"), de Neil Simon, "The Canterville Ghost" ("El fantasma de Canterville), 1986, y "Nutcracker: Money, Madness and Murder" ("Cascanueces: dinero, locura y asesinato"),1987."The Heidi Chronicles" ("Las crónicas de Heidi"), 1995, fue sus última adaptación para TV.


 
Bogart, a través del productor Herbert Brodkin, dirigiría también muchos episodios de la serie "The Defenders" ("Los defensores"), y  una segunda parte "The 700 Year Old Gang" ("La pandilla de 700 años"), 1961-1965, ambas con E. G. Marshall, y Robert Reed; dos partes de dicha serie que le proporcionaron el premio Emmy. Dirigió para la pantalla grande "Marlowe", 1969, y  ex-aequo con Gordon Douglas, "Skin Game" ("Los trotamundos"),1971, con James Garner, "Torch Song Trilogy" ("Trilogía de Nueva York"), 1988, con Anne Bancroft y Matthew Broderick. En 1986 el Emmy volvería de nuevo a sus manos por "The Golden Girls" ("Las chicas de oro"). 








Paul Bogart, que había desarrollado su sensibilidad estética en el teatro, supo trasladar, con gran calidad, a la intimidad del medio televisivo, y cuidadosamente, el poder de las emociones e ideas contenidas en las grandes obras escénicas. En 1991, fue premiado por "The French Festival Internationelle Programmes Audiovisuelle" en Cannes. Bogart, miembro de aquella generación que alcanzó su mayoría de edad en el medio televisivo, fue reconocido como el mejor de cuantos directores evidenciaron, a través de sus grandes esfuerzos creativo-estéticos, que la pequeña pantalla podía apuntar hacia objetivos más lejanos que el de la simple diatriba de convertirse en instrumento de actividades alienantes por medio del cual se diluye el gris discurrir de una adocenada cotidianeidad documental, sin la menor connotación de inspiración y expresividad artística, y malversadora, por tanto, del tremendo potencial mítico que el espectáculo cinematográfico había alcanzado ya en el mundo entero.


El advenimiento televisivo de "The Three Sisters", producido por Ely Landau, se declara deudor de Lee Strasberg: "Esta representación ha sido posible gracias al esfuerzo y entusiasmo del Actor's Studio Theatre". En este apartado se aprecia, aparte de la más que notable dirección de Paul Bogart, la complejidad que ha ido adquiriendo el teatro filmado para televisión, en aquella lejana década de los sesenta, aquí enriquecida (no impurificada) con una cuidadísima realización. 

La televisión, pese a no tener nada que ver con los nuevos cánones impuestos por la madurez del Séptimo Arte, se atrevió a abordar los grandes mitos culturales de la dramaturgia universal, utilizando a cientos de estrellas. Una macrocomunidad hetereogénea de actores de todo tipo, no necesariamente penetrados por la prestigiosa escenografía del Actor's Studio, que, por otro lado, no siempre solía representar al cine americano. Pese a todo hay que reconocer que el Actor's Studio fue un magnífico especialista en recompensar también la pantalla grande con grandes nombres, muchos de los cuales, directores en especial, con presupuestos bajísimos, independientes y entusiastas, se convirtieron en auténticos artífices de resonantes éxitos en la telepantalla.











Geraldine Page, Kim Stanley y Sandy Dennis, tres grandes alumnas que fueron del Actor's Studio, lo suficientemente capacitadas para autentificar sus transiciones espacio-temporales (teatro-cine), innovadas por Alf Sjöber en Suecia con "Señorita Julia", se aplican en ofrecernos el más autentificador e inolvidable festival actoral de estas "Three Sisters" que el apogeo creativo del Actor´s Studio puso al alcance de nuestra mano merced a los resonantes éxitos con que los recién llegados telefilmes, de pequeño presupuesto, se impusieron en la telepantalla. Y Paul Bogart, que gozaba de la reputación de trabajar con rapidez y economía, fue también autor de numerosos retratos veraces del auténtico arte escénico. Así surge, lejos del terreno del colosalismo cinematográfico, en beneficio propio y de gran número de espectadores, este modélico telefilme independiente, en blanco y negro, cuyos actores jóvenes y artesanos renombrados parecen no haber cedido en demasía a las tentaciones y presiones comerciales de la gran pantalla.

 







¿Qué ocurre en "Las tres hermanas"? Antón Chéjov nos dice: "Nada; nada y todo"... Un tiempo viejo. Buenas gentes que no parecen recibir más claridad que la de su tedio cotidiano. Desde la heredad, donde ya no quedan "grandes señores", saben lo que pasa en el gran Moscú de su infancia, hablan y sueñan, cruzan pactos y alianzas amorosas, tienden lejanamente sus ensoñaciones hacia las grandes magnificencias de la urbe rusa. El enorme caserón, las tres hermanas, la presencia amiga del ejército apostado en el pequeño pueblo: "¡Vengan ustedes cuando quieran!"... 







                                                  La intromisión despótica y arbitraria de Natasha Ivanovna
 






Las tres mujeres se verán despojadas de todo; pierden la felicidad, pierden la casa. Las soñadoras como Irina, Olga y Masha se ven inermes ante la vulgaridad, ante la estupidez consentida del engreimiento. Las remata el monstruo de la moral s convencional. Porque a la mediocridad, cuando se le concede facilidades en la victoria, se le está ofreciendo un deseo de elegancia, una raíz de poder. Las tres hermanas vivirán su proceso de constantes intrigas, interferencias y desdén viperino por parte de su cuñada Natasha Ivánovna- (Shelley Winters), casada ahora con el hermano de las jóvenes Andrei-(Gerald Hiken).

La hipócrita Natasha, que una vez se sintió menospreciada por Olga y Masha, trata por todos los medios de indisponer a su esposo contra sus tres hermanas, hasta lograr echarlas del hogar de su infancia, junto a los constantes visitantes militares, y ante la indiferencia de Andréi. El triunfo de la vulgaridad sobre la suculenta prosa del buen gusto. Esta vez la poesía pierde su terreno ante la ofensiva de Natasha, hija del campesinado más ambicioso.



 



Y el varón amado, Andréi, el cuarto hermano, derrite el último acorde de esperanza. Se degrada por el juego, convierte en un imposible el sueño de Moscú, hipoteca la casa por sus deudas de juego, retrocede ante el empuje avasallador de la mujer que ha elegido como esposa, victoria de la ramplonería y de la arrogancia. La figura secundaria se convierte en primaria. Las tres hermanas no atacan, se repliegan ante la ofensiva de la cuñada. El hermano lo destruye todo. Ante la más fuerte de las tres, casada, el adulterio le abre su flor de antifaz. Desde la exactitud del silencio, perdido ya todo, testigos de la entronización vodevilesca de la intrusa, llega el gemir de Masha, Irina y Olga, como aves derribadas del nido: "...Tenemos mucho por delante (exclama una de ellas)... como si estuviéramos a punto de descubrir para qué vivimos, para qué padecemos. ¡Si lo supiéramos!  ¡Si lo supiéramos!"...
(Olga) "De verdad: en estos cuatro años que llevo trabajando en el Liceo, noto que cada día se me escapan gota a gota las fuerzas y la juventud. Solamente arraiga y crece un sueño"... (Irina) "El de volver a Moscú. Vender la casa, terminar con todo lo de aquí, ¡y a Moscú!" (Olga) "¡Sí! A Moscú cuanto antes." (Irina) "Andréi obtendrá probablemente una cátedra, y no se quedará a vivir aquí, claro. El único impedimento es la pobre Masha." (Olga) "Masha irá todos los años a pasar el verano a Moscú." (Masha silba suavemente) (Irina) "Mamá está enterrada en Moscú"... (Masha)... "Yo empiezo a olvidar su rostro. Tampoco a nosotros nos recordarán. Nos olvidarán." (Suena un violín en otro lugar de la casa) (Masha, a Vershinin, un visitante, militar, del que acabará enamorada) "El que toca es Andréi, nuestro hermano Andréi" (Irina) "Es un erudito." (Olga) "Hoy hemos estado gastándole bromas. Parece que anda un poco enamorado"... (Irina) "Es una señorita de la aldea" (Masha) "¡Hay que ver cómo se viste! No es que sea feo o esté pasado de moda lo que se pone, es que da lástima... Una falda rara, chillona, con unos flecos de lo más cursi... y una blusa roja. ¡Y unos mofletes tan lavados y relavados! Andréi no está enamorado, no puedo creer que esté enamorado de ella,... no lo concibo, porque, al fin y al cabo, tiene buen gusto..."

               Andréi que ha dejado de tocar el piano es presentado entre risas a los militares invitados de la casa.

 







Una cena familiar en la que es invitada por primera vez a participar de ella la campesina Natasha Ivánovna, prometida de Andréi.
 
(Entra Natasha. Lleva un vestido de color rosa con cinturón verde) "Como hay tanta gente, me siento horriblemente confusa..." (Olga) "¡Por Dios"! Son todos de confianza. Lleva usted un cinturón verde. No va bien" (Natasha) "¿Es de mal augurio?" (Olga) "No. Simplemente, no va bien..." (Natasha, con voz llorosa) "¿Si? Pero, si no es verde... es más bien mate"...(Natasha vuelve a expresar su temor a hallarse entre gente de otro nivel superior al suyo) "Tenéis tantos invitados que me siento violenta" 
 



(Tras sentarse a la mesa, Natasha se siente menospreciada por el resto de comensales y huye al jardín, seguida por Andréi) No sé lo que me pasa, y ellos se burlan de mí." (Andréi) "Querida mía, se lo ruego, se lo suplico, no se disguste. Le aseguro que están de broma, no lo hacen con mala intención"... (Se besan)... 












      Andrei y Natasha, finalmente, han contraído matrimonio. Los días se suceden con los encuentros habituales. 
Masha se halla enamorada en secreto del capitán Vershinin, quien también la corresponde. Mas, ambos están casados. Cuando se encuentran a solas su conversación deriva hacia los sentimientos que ambos ocultan.
(Masha a Vershinin) "Hoy parece usted algo malhumurado" (Vershinin, le besa la mano) "Es usted una mujer extraordinaria, maravillosa... Incluso en esta semioscuridad veo el brillo de sus ojos." (Masha) "Aquí hay más luz"... (Vershinin) "La amo... Amo sus ojos, amo sus movimientos, que se me aparecen en sueños" (Masha, con risa contenida) "Cuando me habla usted así siento miedo... Sí, hábleme. No me importa... Alguien viene"... (Vershinin) "¡Qué viento hace!" (Masha) ". Cuanto dura este invierno"... (Irina, con las cartas sobre la mesita) "Este solitario va a salir. Lo estoy viendo. (Junta sus manos como una plegaria) Nos iremos a Moscú"


Hay una nueva reunión en el caserón. Es carnaval, se esperan las máscaras y se organizan canciones y baile con los amigos militares, con el beneplácito de Andréi que también baila con el resto de invitados. Irina escucha el piano, Masha se entrega a la danza y luego abraza a su hermano Andréi, agradeciéndole el festejo.
 







 



  







Entra Natasha, que se siente ya ama del hogar matrimonial, y enfurruñada y pide que toda la fiesta termine porque su pequeño Bóbik, nacido de su unión con Andréi, está enfermo y no puede dormir. Autoritariamente ordena que abandonen la casa. (Irina) "¿Qué ocurre?"... (Andréi) "Ya es hora de retirarse" (Irina) "Un momento. ¿Y las máscaras? (Andréi) Las máscaras no vendrán. Mira querida, dice Natasha que nuestro hijo no se encuentra muy bien y por eso... En una palabra... yo no sé nada. A mí me da absolutamente igual" (Masha tomando su chal) Pues, nada, si nos echan, tendremos que marcharnos. (A Irina) La que está enferma es ella y no Bóbik... ¡De aquí! (Se pega con un dedo en la frente) ¡Cursilona!"... (Andréi) "No hay que casarse. No hay que casarse porque es muy aburrido. (Irina se despide de sus amigos violentada por lo sucedido)
Natasha, ahora que todos han abandonado la casa, se dispone a hacer una egoista petición a Irina, que pregunta )  "¿Se ha dormido Bóbik?" (Natasha) "Sí. Pero, duerme como inquieto... A propósito, quería hablarte de una cosa... El cuarto que ocupa ahora Bóbik me parece frío y húmedo para él. En cambio tu habitación sería perfecta para la criatura. Irina, querida mía, pásate al de Olga... y le damos la tuya a Bóbik. (Irina, en su bondad asiente, y su egocéntrica cuñada acaricia su cabeza) 
Olga que se hallaba ausente, llega a casa y se extraña del silencio. En la misma se hallan todavía Vershinin y otro militar. Olga explica a su hermana Irina) "Acaba de terminar el consejo pedagógico. Nuestra directora se ha puesto enferma y yo la sustituyo ahora. Me duele la cabeza, cómo me duele la cabeza... Andréi perdió ayer doscientos rublos jugando a las cartas... En la ciudad no se habla de otra cosa... Voy a acostarme... Me duele la cabeza. ¡Dios mío!, cómo me duele... (Irina, sola) "Todos se han marchado. No hay nadie. (Con nostalgia) ¡A Moscú! ¡A Moscú! ¡A Moscú!...  


(La despótica Natasha se propone despedir del hogar familiar a la pobre criada Anfisa, que ruega a su querida Olga)"¡Oliusha! ¡Querida! ¡No me eches! ¡No me eches! (Olga compadecida) ¿Qué tonterías dices, ama? Nadie te va a echar. (Anfisa) ¡Cariño mío! ¡Preciosa mía! ¡Yo trabajo,... y me afano, pero cuando no me queden fuerzas, puede que me digan: "¡Fuera de aquí!"... ¿Y adónde voy a irme? ¿Adónde? Tengo ochenta años,... ochenta y uno mejor dicho... (Olga con su habitual bondad y cariño, ante la mirada indiferente de Masha allí presente) Siéntate amita. Estás cansada, pobrecilla (Haciéndola sentar). Descansa, buenecita mía... ¡Qué pálida estás!...
(Entra Natasha, y grita a Anfisa) ¿Cómo te atreves a estar sentada delante de mí? ¡Levántate! ¡Vete de aquí! (Anfisa sale de la habitación de Olga llorando) (Natasha exclama) ¿Por qué tienes a esta vieja? Es cosa que no comprendo. (Olga con disgusto) Tampoco yo comprendo. (Natasha) No hay razón alguna para que siga aquí. Es una aldeana. Y donde debe vivir es en la aldea... Pues no se la mima poco. ¡A mí en la casa me gusta el orden! ¡No debe sobrar gente en ella!... (Olga bebe agua sofocadísima) ¡Con qué brutalidad acabas de tratar al ama! ¡Perdona, pero no lo puedo soportar! ¡Se me nublan los ojos!"

(Andréi, ahora  dominado por su insoportable mujer, cree un deber enfrentarse a sus hermanas, a instancias de Natasha que trata de conseguir por medio de su débil marido que Olga, Masha e Irina desaparezcan así definitivamente de su hogar natal. Olga, ante la insistencia de Andréi le entrega, además, las llaves de la casa que Natasha exige) "... Vosotras tenéis algo contra Natasha, mi mujer, y yo me he dado cuenta de ello desde el día mismo de mi boda... Yo amo a mi mujer y la respeto... y exijo que también la respeten los demás. Aún tengo que deciros... He hipotecado la casa sin contar con vosotras... He hecho mal... Me he visto obligado a ello... debido a unas deudas (Masha besa a Irina y abandona la habitación ante la insoportable situación. Irina y Olga se ocultan tras la cortina en la parte de la estancia que ambas comparten desde que Natasha se apoderara de la habitación de Irina. Y Andréi permanece solo y meditabundo)
                                                         

Irina, decidida ya a viajar a Moscú, dado el ambiente enrarecido creado por la ruín esposa de su hermano, se dispone a abandonar la casa lo antes posible, al igual que ha hecho Olga, que ha aceptado el puesto de directora de la escuela local, llevándose a la anciana Anfisa con ella. Toda la familiaridad y alegría que reinaba allí ha desaparecido al igual que los visitantes militares que solían frecuentarla y ahora arrojados por la triunfante Natasha. Olga que también ha ido a despedirse de su hogar, junto con Masha e Irina tienen que aguantar estoicamente unas últimas e irónicas palabras vengativas de la tiránica Natasha) "Cuántos quebraderos de cabeza dan los niños. (A Irina) Conque mañana te marchas... Es una lástima. Mandaré que acondicionen tu cuarto para Andréi y su violín. De manera, que mañana ya estaré sola aquí. Mandaré talar esa avenida de abetos... Resulta de lo más feo al anochecer... (Olga vuelve su mirada entristecida hacia la arboleda) (Natasha, triunfante, trata ahora de ridiculizar a Irina) Ese cinturón que llevas desentona mucho... Es cursi. (Y de pronto estalla) ¿Qué hace aquí este tenedor tirado en este banco? (Severamente a la doncella) ¿He preguntado por qué hay un tenedor encima del banco? (Gritando, mientras se dirige a la casa) ¡A callar!..." 
(Andréi, ha salido al jardín a pasear a Bóbik. Masha pasea por allí sin determinarse ya a entrar de nuevo en el que fue su hogar. Pero ignora a su hermano. Y exclama) ¡Junto al mar hay un roble verde, con una cadena de oro prendida en él. ¿El gato verde... o el roble verde? ¡Yo lo estoy confundiendo todo! ¡La vida malograda!... ¡Ya nada necesito! Ahora me calmo... Es igual. (Andréi observa a Olga. Luego recibirá los partes de Ferapont, el guarda del Ayuntamiento. Natasha ha aparecido airada a tapar a Bóbik, y reprende a su marido con la insoportable autoridad que se ha conferido a sí misma. Andréi toma los partes enfurecido. Y murmura con amargura) ¡Oh! ¿Adónde habrá ido a parar mi pasado, esa época en que yo era un hombre joven, alegre, inteligente, en que la esperanza iluminaba mi presente y mi futuro?... El presente es asqueroso... (Conmovido) "Mis hermanas queridas, tan buenas... (Casi llorando y cubriendo su rostro)... 





El destacamento abandona el pueblo. Vershinin llega para decirle adiós a Masha: "He venido a despedirme. Escríbeme. No me olvides. Déjame. Ya es hora... ¡Olga! ¡Cójala!... Se me hace tarde..., ya voy retrasado. (Besa las manos de Olga, abraza a Masha y sale rápidamente. Masha reprime sus sollozos) ¡Adiós!...-¡Oh, cómo toca la música!... ¡Nos dejan! Y uno se fue para siempre... y nosotras nos quedamos solas para empezar a vivir de nuevo. Porque es preciso vivir... Es preciso vivir... (Las esperanzas de las tres hermanas quedan hundidas, pero, finalmente, se conformarán con su destino)(Olga) "Cálmate, Masha... Vamos dentro. (Masha) "No quiero entrar. (Solloza) Yo, a esta casa no vengo más... (Olga) ¡Oh, mis queridas hermanas!  ¡Nuestra vida aún no ha terminado! ¡Seguiremos viviendo! (Se oye música militar del destacamento) ¡Qué alegre..., qué alegremente suena la música! ¡Un poco más, y diríase que íbamos a saber para qué vivimos... para qué sufrimos! ¡Si lo supiéramos!... ¡Si lo supiéramos!..."











Frente a este teatro de la vida, el telefilme de Paul Bogart se convierte en un esplendoroso juego de manos: Comedia-farsa-cine y un montón de cosas más, dominado por Shelley Winters, cuyo rol de Natasha, frente a estas hermanas continuamente ensalzadas y vapuleadas, nos arrebata a través de su ramplonería primero, de su arrogancia absurda después. Ruido y furia lo suficientemente mítica para que esta punzante parábola sobre la indolencia, la degradación y el triunfo de la vulgaridad, que no recibe aquí la menor contraofensiva, no pierda su sentido amoral y su capacidad de acción. La Winters nos ofrece una interpretación lo suficientemente paroxística en su formulación más explícita y descarada del alegato chejoviano.


Gerald Hiken-Andréi, actor por entero dedicado al medio televisivo, es la perfecta réplica a estas excelsas actrices. Su angustiosa radiografía de la soledad y frustración del terrateniente ruso venido a menos, aportó la suficientemente calidad para convertir esta irrepetible experiencia televisiva en una auténtica producción de prestigio.






            АНТОН ПАВЛОВИЧ ЧЕЙОВ Продолжайте жить! ФОТОГРАФИИ СЛЕДУЮТ