miércoles, 19 de mayo de 2021

Frida -I Parte-



A Julie
Taymor jamás le negaremos el derecho de autoría de este gran espectáculo. Pero la encargada aquí de poner en buena solfa, sea en carnes vivitas y coleando, sea en espíritu tan épico lírico como el de la revisitada Frida Khalo, fue la infinitamente conmovedora, bellísima y no menos inteligente, actriz mexicana Salma Hayek (coproductora del film), a la que no parecían mover rastreros cálculos de beneficios a la hora de tomarle un pulso (¡y qué pulso!) al seductor talante de la Khalo. Aquella Frida inconmensurable que fue capaz de lanzarse al ruedo cultural mexicano con tan intrincadas reflexiones de erudición como las que se gestaron en su cerebro a lo largo de su torturada existencia, y que la invadieron de un amor sin límites hacia el pintor Diego Rivera, por regla general, emblema de esperanzas rotas. Dos cabezas ocupadas en lo mismo: la permanencia del deseo, la gestación del tormento solitario, nada semejante a una vida normal y dichosa, pero sin discursos farragosos. Y a esa irremediable pesadumbre, a esas escapadas sexuales ambiguas que Frida jamás sofrenó -como eco de su pasión por el infiel Rivera-, Salma Hayek aporta una fuerza creativa de excepción, pocas veces tan saboreables y llena de inventiva en una pantalla cinematográfica.
 



                                               "Espero alegre la salida  - y espero no volver jamas - FRIDA
 
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Recogida en el dulce ahogo de aquellos perfumes mañaneros de su Coyoacán nativo, Frida Khalo nos ofreció este último adiós apasionado, encaminada ya hacia la muerte. 
 
 



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Magdalena Carmen Frida Khalo y Calderón nacida en Coyoacán, Ciudad de México, el 6 de julio de 1907- Fallecida en Coyoacán, el 13 de julio de 1954 de embolia pulmonar (o posible suicidio) a los 47 años de edad]
 
Su biógrafa Hayden Herrera supo planear sobre el crestón abigarrado de ese túmulo pictórico que nos recuerdan su alborozo de doncella magnífica, de esplendores sensuales ambiguos, de padecidas aflicciones y desamparos, a través de los cuales descubriremos también las bases de sus sufrimientos compartidos con el gran muralista Diego Rivera, y el equilibrio ético con que supo mantener de manera admirable toda una vida de dolores físicos. Frida se alzó como un zopilote incapaz de pertenecer a nadie, ansiosa por entregarse a esa especie de "Audiencia Especial" que confiere la eternidad. Y desde esa hondonada fascinante, aunque inextricable, su rostro parece también asomarse con un estremecimiento de felicidad y exclamar como Hölderling en su "Hiperión": "Lloráis a los muertos como si ellos sintieran la muerte, pero los muertos están en paz".
 





Fue la tercera hija del fotógrafo Guillermo Khalo, [Pforzheim, Imperio alemán, 26 de octubre de 1871 - Fallecido en Ciudad de México, México, 14 de abril de 1941 a los 69 años] inmigrante alemán nacionalizado mexicano, y de Matilde Calderón, mexicana. Tuvo dos hermanas mayores: Matilde, nacida en 1899, y Adriana, nacida en 1902. Las siguió un hermano, Guillermo nacido en 1906, pero que falleció a los pocos días de nacer. En julio de 1907 vino al mundo Frida, y once meses después, junio de 1908, su hermana pequeña Cristina. Ésta fue su constante compañera y la única de las hermanas Kahlo que dejó descendencia. Guillermo Khalo estuvo casado antes con María Cardeña Espino, con la que tuvo tres hijas: Luisa, nacida en 1894, María en 1896, fallecida pocos días después de nacer, y Margarita, en cuyo parto, 1898, falleció María Cardeña. El 21 de febrero de 1898, el viudo Guillermo Khalo celebró su segundo matrimonio eclesiástico con Matilde Calderón, la madre de Frida
 
La familia se mudó a la localidad de Coyoacán, en el centro geográfico del Distrito Federal, a la posteriormente muy conocida "Casa Azul" del 247 de la calle Londres, hoy convertida en el "Museo Frida Khalo". Frida desde muy temprana edad  padeció varias enfermedades, la más grave consistió en un poliomelitis que contrajo en 1913, y le dejó una secuela permanente: la pierna derecha mucho más delgada que la izquierda. Animada por su padre y como parte de su rehabilitación, Frida practicó diversos deportes, algunos poco usuales en la sociedad mexicana de su época para una niña, como fútbol o boxeo. Con su madre mantuvo una extraña ambivalencia amor-indiferencia, pero con su padre todo fue  cariño y cercanía. Y se hizo aún más estrecha tras la enfermedad de poliomielitis, puesto que fue Guillermo Khalo quien principalmente la acompañó en sus ejercicios y la guió en los programas de recuperación. Su padre padecía continuos y misteriosos desmayos de las que la niña fue siempre testigo aunque nadie le ofreciera explicación alguna de los motivos. Se trataba de frecuentes ataques epilétpticos como secuela de una temprana lesión cerebral. Al ir creciendo, Frida, finalmente, se enteró de su causa. Siempre se halló a su lado para prestarle ayuda. La experiencia compartida de lidiar contra el infortunio de las enfermedades fue sin duda la que unió a padre e hija con un lazo muy fuerte de solidaridad y empatía.




 
 
 

 
 
 
 
 
 

 
 

 
 
 
 
 





 
 
 
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 
 
 
 

 
                                                                                Retablo (1943)


 
 
 
 
 
 
Pero el 17 de septiembre de 1925, la adolescente  Frida sufrió un grave accidente cuando el autobús en el que viajaba chocó de forma terrible con un camión, quedando aplastado contra un muro y completamente destruido. La muchacha regresaba de la escuela a casa junto a Alejandro Gómez Arias (Diego Luna), su novio de entonces. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Su columna vertebral quedó fracturada en tres partes, sufriendo además fracturas en dos costillas, en la clavícula y tres en el hueso pélvico. Su pierna derecha se rompió  en once partes, su pie derecho se dislocó, su hombro izquierdo se descoyuntó y un pasamanos la atravesó desde la cadera izquierda hasta salir por la vagina. "Fue esta mi forma más brutal de haber perdido la virginidad", comentó una desinhibida Khalo años después. La medicina de su tiempo la atormentó con múltiples operaciones quirúrgicas (por lo menos 32 a lo largo de su vida). Se vio obligada a llevar corsés de yeso, así como diversos estrafalarios mecanismos de "estiramiento" Se mantuvo postrada en cama durante largos periodos, y durante esta terrible convalecencia empezó a pintar, principalmente autorretratos en los que proyectaba  sus insoportables dificultades por sobrevivir con un cuerpo  aquejado de dolores constantes (poco antes de este accidente, había trabajado como aprendiz en el taller de grabado e imprenta de Fernando Fernández Domínguez, un amigo de su padre Guillermo Khalo (Roger Ress) que, en medio del trabajo, le enseñaba a dibujar copiando grabados del pintor impresionista sueco Anders Zorn (1860-1920), dado que creía haber detectado en ella dotes especiales para este arte). En cuantas obras pintó, más de 150, quedaron quedaron así reflejadas sus amargas vivencias psicológicas.

 
 
 
 
 
 
 

 

 
Durante la convalecencia del accidente, sin poder ni siquiera incorporarse, comenzó a pintar tomándose ella misma como modelo principal. Su padre le colocó  un espejo bajo el baldaquino de su cama y un carpintero le fabricó una especie de caballete que le permitía pintar estando acostada. Éste fue el inicio de una larga serie de autorretratos, tema que ocuparía el grueso de su producción, de carácter fundamentalmente autobiográfico. En una ocasión afirmó: "Me retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el motivo que mejor conozco." Cuando por fin pudo liberarse del yeso que cubría todo su cuerpo, junto a su familia, pintaba en el patio de la "Casa Azul" Uno de sus primeros cuadros fue plasmar el rostro encantador y bellísimo de su hermana Cristina (Mia Maestro) a la que comparó con una estrella de cine gringo. Y allí mismo tuvo lugar el día afortunado en que pudo dar los primeros pasos ante sus padres y hermanas emocionadas. Frida volvía a andar. A través de la pintura, que empezó a practicar en los largos meses de inmovilidad tras el accidente, Frida Kahlo reflejaría de forma soberbia la colisión entre su ansia de felicidad y la insistente amenaza de su destrucción, a la vez que conjuraba la dualidad irreductible entre los sueños (de amor, de hijos) y la realidad (dolor e impotencia).
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
Khalo estuvo presente, en 1922, durante la realización del primer mural de Rivera  en el "Anfiteatro Simón Bolívar" de la "Escuela Nacional Preparatoria" Siguieron viéndose sin mediar palabra en algunas veladas y reuniones de artistas de todo tipo. Un día lo visitó espontáneamente, mientras trabajaba en una serie de murales para el edificio de la "Secretaría de Educación Pública", deseosa de que el muralista más famoso de México viera sus trabajos de pintura y recabar así consejo sobre los mismos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 
 

 

 
Cuando Frida dejó a la vista  uno de sus cuadros, Rivera, impresionado, la visitó en la "Casa Azul" Ojeó todas las pinturas de Frida, y, convencido de su talento, a partir de entonces dio comienzo la que sería una admiración mutua, y una larga relación con los ambientes pictóricos y políticos del comunista Diego Rivera.
 
 
 
 
 







 
 
 
 
 
 
 


 

 
 
 
 
Frida  en realidad intimó con el muralista  Diego Rivera (Alfred Molina) a través de su amiga fotógrafa Tina Modotti (1896-1942) (Ashely Judd), italiana que se radicó en México. En los años 30, Frida Kahlo y Diego Rivera eran ya declarados trotskistas, así como la amiga fotógrafa de ambos Tina Modotti, y David Alfaro Siqueiros (Antonio Banderas) pintor y militar, y Guadalupe Marín (Valeria Golino), ex esposa de Rivera, cuyas celebraciones y fiestas con camaradas comunisas en su casa eran famosas. Frida y Diego asistían a las mismas. Todos los allí presentes habían seguido los acontecimientos de la Revolución Rusa de 1917 y el surgimiento del comunismo; veían en Leon Trotsky a un héroe que encarnaba los ideales que ellos seguían. El ascenso al poder de Stalin en 1924 cambió las cosas: Trotsky fue relegado a un segundo plano para acabar siendo desterrado en 1929. Sin duda, ambos artistas habían sido influenciados por la Revolución Mexicana de principios de siglo, creían en un gobierno de corte populista y que el poder político debía estar en manos de los trabajadores.
 

 
 
 
 








 

 
 







 
 
La pareja también defendió la mexicanidad, un movimiento revolucionario que exigió despojar al país de la influencia colonial y capitalista, y reemplazarlo con las expresiones de la cultura indígena.








 
 
 
 
 
 
 
 
A partir de entonces Diego Rivera y Frida Khalo se convirtieron, por el momento, en pareja de hecho, según exigencias de Rivera. Decidieron así compartir el apartamento estudio del muralista, hasta que no mucho después contrajeran matrimionio.