HOTEL PARADISO -1-

La decisiva consagración artística del sainete
o vodevil (en Francia), conematográfico y teatral radicó en la incorporación de una sinrazón corrosiva
que acabaría mezclándose en la contradictoria selva del instinto e ideales que
siempre han anidado en todo ser humano. Por ello mismo, el sentido crítico del
humor nació también de la reflexión y del cuidadoso estudio de la realidad. Una
realidad que, al tiempo que puede llegar a revelar su profundo conocimiento de la
estructura psicológica del hombre, lo sume en infinidad de ocasiones en la más
inextricable parodia del comportamiento frente a las calamidades que le puede
deparar la vida. La comicidad de la farsa se apoya, más que sobre cualquier
otra situación caótica, en poner ante
el público que ansía saborearla, ya sea en cine, teatro o literatura, una o
varias situaciones ridículas o difíciles. El genial Charles Chaplin expresó que
el sólo hecho de que un sombrero vuele, por ejemplo, no es risible. Pero lo es
y mucho, si quien vuela en un colosal batacazo es una obesa fémina al salir
despedida desde un coche de caballos por una parada en seco en medio del campo
–como así sucede con la extraordinaria cómica Peggy Mount en una de las
situaciones más disparatadas de este “Hotel Paradiso”. Así resulta
tremendamente risible ver a una obeso personaje, sea hombre o mujer, volar con
los cabellos al aire y los faldones de un vestido o levita flotando por un
instante cara al viento. Pero toda situación cómica no puede estar basada sólo
en eso, porque la visión divertida de las adversidades acaban provocando
también mayor deseo de reír en el público cuando los sufridos protagonistas del vodevil se tratan de simples ciudadanos. Y todavía más graciosa es la persona
ridícula que, a pesar de eso, se niega a admitir que le ocurran cosas
extraordinarias ya sea en su vecindario o en el ambiente de un estrafalario
hotel,. Y al cabo, se obstina en conservar su pundonor entre un sinfín de
percances graciosos a los que se enfrenta con risible dignidad. Por eso todos
los vodeviles teatrales o cinematográficos descansan en la idea de ocasionar
apuros tan grotescos como infrecuentes, y tratar más adelante, una vez
solventadas las trepidantes situaciones cómicas, de comportarse como una dama inocente
o un caballero sin tacha. Con todo esto se quiere decir que si una serie de
acontecimietnos absurdos pueden provocar por si solos cientos de carcajadas al
observar desde un balcón cualquiera a unos personajes domésticos y sus resortes
psicológicos descansando en diálogos irrisorios, a los que añadir una
vociferante dama robusta y furiosa que pueda recordarnos a la inolvidable Marie
Dressler, una criada casquivana y jocosa que se salta a la torera todas las
imposiciones sociales de su comportamiento, y un despistado visitante cargado
con una prole de hijas chillonas, bastará para poner en compromiso con su
actuación al resto de componentes que integran el grupo sainetesco para dar
paso también a los resortes psicológicos más importantes de la risa.

Basado en el vodevil francés de 1894 "L'Hôtel du Libre Échange" de Georges Feydeau y Maurice Desvallières


Pero dicho hotel se convertirá en lugar de encuentro adúltero entre Marcelle Cotte y Benedict Boniface,
ya que éste se siente tremendamente atraído por la bella vecina que ha
accedido a compartir con él una noche loca por el abandono sentimental
en que la mantiene su marido Henri.







La obesa Angelique Boniface tiene que abandonar por un día y una noche su domicilio conyugal para visitar a una hermana enferma, pero celosa y desconfiada de los actos de Boniface, lo encierra en su habitación, llevándose la llave de la misma. 









Antes de toda estas situaciones tan desmadradas, Boniface y Angelique han recibido en su casa la visita de Monsieur Martin (pronunciado "Marten") (Douglas Byng) con la pretensión de poder alojarse en el hogar de los Boniface con sus cuatro escandalosas hijas de 12 años. Monsieur Martin
padece una terrible alergia que le hace tartamudear ante los días de
lluvia, y como el día de su llegada está lloviendo a mares en París,
empieza a tartamudear. Pero Angelique y Boniface rechazan de plano dicha pretensión de Monsieur Martin de permanecer en su casa nada menos que un mes con semejante prole.