Los productores Cesáreo González y Benito Perojo no renunciaron tras aquella lanzada e impetuosa "Carmen la de Ronda" a que una nueva Sara Montiel se pudiera encontrar sin un flamante e inmediato proyecto artístico que volviera a triunfar por cuarta vez en taquilla, y recorriera las pantallas españolas e internacionales libre de los prejuicios de sus pasadas posturitas como cupletista ingenua y luego triunfal. La Montiel podía así acabar devorada por su propia fama y su ya indiscutible divismo inicial si no volvía a triunfar frente al empeño de sus productores, y recuperar novedosas ofrendas interpretativas y también de valoradísima cantatriz por cuarta vez. Tampoco se trataba de tener que alcanzar ya aura alguno de genialidad, porque las glorias de la Montiel estaban aseguradas, pero sí por lo menos reintegrarse a la pantalla con aquella flamante convicción contagiosa con que la recibiría otra vez la indeleble admiración del público que la aguardaba. Los guionistas Luis César Amadori y Jesús María de Arozamena, como descendientes directos de los pasados y románticos dramas con cuplés, debían por tanto buscar ahora una nueva revalorización de la actriz que pudiera llegar a resultar inusual a todas luces. Tampoco se trataba de anular tópicos y consecuencias románticas y dramáticas al uso como ya había sido tónica imprescindible en sus anteriores películas, pero sí por lo menos intentar que la Montiel volviera como la gran estrella que sin duda ya era sin dejar atrás la posibilidad de acabar convertida en el más importante mito artístico español que todos deseaban. Y Luis César Amadori asumió de nuevo como ya hiciera con "La violetera" la responsabilidad total como director de un nuevo proyecto atrayente a fin de que la Montiel volviese a triunfar con su ya incontrastable divismo. Y finalmente la barrera inicial abrió sus puertas ante la gran Sara para convertirla ahora en una nueva reina del tango argentino, aunque sin renunciar del todo a la copla hispana que siempre habría de hallarse presente en todos su siguientes films. Y que Sara Montiel, toda ella belleza y talento, se hallara teóricamente dispuesta a cantar tangos argentinos, como había hecho con los cuplés decimonónicos y las tonadillas andaluzas, se convertía en un gran intento por ganar un innovador terreno artístico, y sobre todo ahora consciente de que volvía a comprometerse con algo excepcional, y fácilmente potenciable porque las arcas de González y Perojo se hallaban indiscutiblemente dispuestas a correr con todos los medios necesarios para dar lucidez y fuerza a este "Ultimo Tango" que muy pronto vería sus luces triunfales a principios de la década de los 60.
















A partir de 1961, Sara Montiel convertida ya en la catapultada mujer-cine-tipo-estrella-cantante, bajo la tutela millonaria de sus productores Cesáreo González y Benito Perojo, nada podía ya ser más importante para ella que las imperantes experiencias de orden musical, que pasaron a constituir su única originalidad y concederle a la actriz el gran valor de enfrentarse una y otra vez a guiones de repertorio románticamente dramáticos y musicales, películas que, pese a todo, seguirían como los hits populares de mayor éxito en las pantallas españolas, y simultáneamente en las internacionales, porque como señaló un gran director francés de la década de los 40, Marcel Carné, una estrella cinematográfica encumbrada "veía cine", "pensaba en cine", y "vivía para el cine".
Jesús María de Arozamena y Luis César Amadori se integraron inmediatamente en una siguiente producción como guionistas, y Amadori de nuevo como director para dirigir ese año siguiente la nueva trama poco complicada para un sofisticado film como el que iba a ser "Pecado de amor"-"Magdalena"-. En dicho film Sara Montiel había dejado de ser una famosa cantante de un cabaret conocido por "El Molino de los veinte" y llamada Magda Beltrán. La cabaretera vio su vida arruinada por los amores impetuosos y destructivos de tres amantes,. Y a raíz de sus desengaños eróticos, acaba tomando los hábitos para convertirse en Sor Belén, y cumplir ahora una labor como guía espiritual y comprensiva en una cárcel de mujeres. La película sería una coproducción de España-Italia con un actor principal americano casi desconocido de nombre Reginald Kernan, además de Rafael Alonso, Gérad Tichy, y el italiano Mario Girotti (más adelante como Terence Hill) y la actriz también italiana Alessandra Panaro.


Naturalmente los resultados del guion vuelven a ser de una previsible corrección, pero el público del gran mito que era Sara no se mostraba dispuesto a renunciar a todos esos romances de amores más o menos puros y ahora redimidos como ya se han contado tantas veces y han sido vistos en tantas otras. Precisamente por ello, la Montiel seguía tan viva, tan importante y tan decisiva como el día en que decidió regresar al cine patrio. Por supuesto, no hay tampoco que dudar que la actriz y cantante daba ya por hecho ir convirtiéndose poco a poco en esclava de los personajes que ya había interpretado. Pero del mismo modo no se podía olvidar que, sin pretenderlo, y de haber seguido en sus antiguas etapas mexicanas y norteamericanas, como tantos otros actores y actrices, habría acabado igualmente convirtiéndose en víctima de fines mucho más descorazonadores frente al panorama que siempre ha ofrecido la historia del cine.

"Adiós Ninón", "Flor del mal", "El día que me quieras".
"Qué será el amor", "Los nardos", "Sueño de amor" "Madreselva"
No hay comentarios:
Publicar un comentario