Mountains of the Moon (Las montañas de la luna) -I-
"Finalmente, mi compañero Speke ha salido victorioso de la empresa. Su viaje relámpago le ha llevado a las ignotas aguas del Norte, y ha descubierto que sus dimensiones exceden con mucho de nuestras más excitables perspectivas. Hemos desayunado frugalmente antes de que me anunciara el prodigioso hecho de que él, John Hanning Speke, había descubierto las soñadas fuentes del Nilo. Quizás fue tan sólo una inspiración: en el momento en que vio el gran lago Nyanza, del que ya nos habían hablado las caravanas de esclavos, antes de nuestra vuelta a Tabora, no tuvo la menor duda que del inmenso lago que se encontraba a sus pies nacía ese atrayente río que ha sido objeto de tantas especulaciones y el objetivo estimulador de tantos exploradores anteriores a nosotros. La convicción del afortunado descubridor era fuerte; sus razones eran débiles..." (Richard Francis Burton).







La
aventura es un ensueño loco. Su significación, como si se acuñara
constantemente, semeja un enfebrecido y gratuito tiovivo que siempre
vapulea e impresiona al hombre. La aventura posee y ha poseído a todo
lo largo de los siglos en los que el ser humano se incautara de este
planeta, habitándolo y maltratándolo, una maquinal representación, un
continuo mascullar: "¡Hay que seguir, hay que seguir!",
una invocación de complicidad que, pese al abatimiento y angustia que
dicha connivencia tantas veces conlleva, nos ha infundido un
irresistible deseo (al que muchas veces también se le ha añadido el
aditamento quijotesco y por ello mismo literario) de intentar
constantemente experiencias nuevas, de crecernos en nuestras emprendidas
hazañas, como si en ellas el hombre llegara, en efecto, a realizarse
plenamente. El histórico reloj del riesgo nace, no nos engañemos, de
ideas casi siempre preconcebidas. Jamás invade la imaginación del hombre
(entelequia, desvarío, visión, o como quiera llamársele) sin dejar de
ofrendarle un estremecimiento directo, enérgico, decidido o de
precipitada avidez, unas veces en pequeña escala, otras casi
gigantescas, a ese embaimiento que lo absorbe. En torno al espejo de la
aventura suele formarse una especie de vehemente correspondencia: un
reflejo frenético de búsqueda, una asociación enfermiza de criaturas
sincréticas, que no cuestionan razas y lenguas, que a través de sus
hazañas, muchas veces fantasmagóricas y siempre arriesgadas, se sienten
unidos por una familiar característica de humanos rasgos psicológicos, y
cuya personalidad ofrece un inexplicable conglomerado de deseos e
impulsos demenciales; estímulos que, por ello mismo, y a simple vista
tantas veces se han mostrado como desorganizados e informes. Sin
embargo, al margen de todo ese escepticismo enloquecido con que muchas
veces se pueda juzgar el sentimiento de la aventura, ésta se nos revela
también al igual que una ciencia hermética; como tácita logia de una
gnosis humana impenetrable, de casta camaradería incomparable que
durante siglos ha tratado de desplazarse por el fatigoso laberinto del
mundo tratando de crear un sentimiento de intimidad casi amoroso con sus
semejantes, ansiosos por aprehender junto a ellos una extraordinaria
disciplina exploradora e interpretativa, o, lo que es más, reveladora de
un equilibrio inherente a este universo que nos ha creado.









UN SUEÑO, UNA AVENTURA: EL RÍO NILO
El Nilo y su nacimiento, desde nuestros orígenes
más remotos, ha generado en el hombre una trama emocional gigantesca. Su
misterio ha tejido a nuestro alrededor un ardid, cual invisible tela de
araña, capaz de atraparnos en el más pródigo fenómeno de fascinantes
preferencias investigadoras. Un nombre puede significar todo o nada. Y
cuando a una arteria telúrica, fuera montaña, valle o río, resultaba
imposible darle caza, pasaba a formar parte de la nomenclatura de la
tiniebla. Y si esa sombra se mostraba intensa e "indocumentada" es
porque ocultaba un probable misterio y sorpresa, y una emanación de
deleite morboso en ser turbada, en ser perseguida, en volverse más
deseable y atraer la vida hasta el rincón callado de su cuna, donde
mostrar, finalmente, su veracidad; el celo rabioso del acto aventurero
que concediera trascendencia de confesión a los misterios de este
planeta. La sombra que nos negó su nombre es como un niño en su origen:
sabe que para justificar su presencia, tras el arcano de su génesis, su
objeto no es más que el hombre, y que sin él, pese a ofrendarnos su
presencia, no "existiría".




Las aguas desfiguran sus secretos. Los silencios
del desierto ocultan los mil ojos de las fuentes. ¿Cómo descubrir los
velados hontanares milagrosos del Nilo que se vuelcan por entre las
margas moradas y perdidas de África, por las crucíferas de sus murallas
rocosas, por el fermento de sus selvas inextricables, por las quebradas
abruptas que acaban desmenuzándose en arenas? El Nilo bruñe la historia,
y en Egipto y Sudán se tiende lento y dócil, estruendoso y rítmico,
como un tapiz de jardín acuático que, nacido de lo hondo de los tiempos,
arrastra susurros recónditos, lejanos y muelles con el ímpetu de una
eterna juventud virgen. El Nilo reduce a servidumbre a esa humanidad que
besa la tierra; la deja en la soledad sensitiva de un terco misterio,
intacto entre los siglos, como un dios necesitado del culto, que muestra
la orla de su vestidura jerárquica a los ojos de los hombres, pero que
no evidencia la nube azul de la que mana, porque se goza de su belleza
no revelada como de un reino patriarcal que ostentara, caprichoso, un
sello de pureza y perennidad.




África prolífica, magna e inhóspita: lagos de confines cegadores, cumbres que la nieve cubre, llama de verdores magníficos, doradas desnudeces de aguas dulces que resplandecen, cordilleras de carnes polvorientas, oleajes de sonidos entre aromas vírgenes, desbordantes, que recorren las soledades anchurosas de sus selvas. Albergue gigantesco de despavorida e ingente vida animal, de amuletos de salvajes linajes humanos; lienzo infinito que parece desvanecerse, ya trastornadas sus incalculables raíces, a lo largo de desiertos desmesurados, ahora avivados por serpientes y escorpiones. Fraguas de espejismos que reciben las llamaradas del cielo y se agrietan podridos por el bochorno ardiente de sus vientos poderosos. Allí, sobre el más cincelado de los continentes, entre espectrales cabriolas solares, en medio de la Creación, canta su tonada la muerte, porque África huele a sangre; engulle avidez, roe sus entrañas, sacia su vientre abrasado, brama en sus noches de inocencia y ferocidad, se fortalece de su misma fragilidad y barbarie, talla imágenes de dioses mortificadores, y palpita tan suya que se cierra entre tierras deseadas. África aguija de ansiedad los corazones, arranca del firmamento una mirada de pureza, no concede más verdad que el misterio de sus criaturas, y posee un aliento de intemperies por entre las que crece un estrépito indefinido de imploraciones descubridoras. África vive doncellil por la maternidad de sus ríos que no envejecen, y se viste de montañas de trémula luna, mientras el silencio interior de su vida se eleva como una prometida gloria del mundo hasta las orillas mismas del cielo. De la vivacidad de sus estirpes, de grandes lagos entre eternas delicias, y de sus Montañas de la Luna, en el corazón del continente, el mayor de sus ríos nace. Lo contaron durante siglos los hijos extraviados de África, que también buscaron distancias bajo el aire nómada del mundo. Y entre ahogos, calenturas, ímpetus, terquedades, África, recóndita y convulsa, recogió, finalmente, los clamores afanosos de ilustres sombras suicidas que hollaron sus desiertos y sus lechos selváticos a la búsqueda de las fuentes del Nilo.

BURTON y SPEKE


Richard Francis Burton:
nacido en Torquay, Inglaterra, el 19 de marzo de 1821. Hijo de un
oficial británico, el capitán Joseph Netterville Burton y de Martha
Baker perteneciente a una acomodada familia de Hertfordshire. De dicho
matrimonio nacieron también Maria Katherine Elizabeth y Edward Joseph
Burton. Su infancia transcurre entre viajes. Desde Inglaterra parten
hacia Francia e Italia. En 1825 la familia se instala en Tours. Al joven
Richard nada le falta: es apuesto, culto, intrépido, soñador y
magnífico políglota. Había aprendido con increíble facilidad a hablar
latín, francés e italiano. Aunque es un punto muy discutido, se le
atribuye un romance con una gitana (romaní). Ello aclararía el hecho de
que el audaz conquistador se hiciera con los complicados rudimentos de
este lenguaje que le ayudarían más adelante en su aprendizaje, con
rapidez "casi taumatúrgica", de los idiomas "hindi" y variadas lenguas
indostánicas con las que el "romaní" se hallaba estrechamente
relacionado.

En 1840 se integra en el "Trinity College"
de Oxford. Llevado de su exceso de vitalidad, se muestra como un joven
turbulento con el resto de alumnos (reta a duelo a un compañero que se
había mofado de su bigote). Su carácter le crea de igual forma continuas
amonestaciones por parte de sus profesores. Estudia árabe y aprende
esgrima. Finalmente, es expulsado del "Trinity College". A partir de 1842, Burton se alista en el ejército de la "Compañía de India Orientales".
En dicha Compañía amonesta, amenaza y provoca, ganándose una reputación
de elemento insurrecto, exaltado y alborotador. En muchos escritos se
dedica a criticar con enorme dureza la política colonial inglesa.
Arremete también contra el pretencioso y dominante "modus vivendi" de los oficiales de la Compañía. Una de sus más famosas invectivas fue: "Qué se puede esperar de un Imperio sufragado por tenderos".

Destinado en el "Decimoctavo de Infantería Nativa de Bombay", Burton sigue dando muestras de un carácter autoritario e impulsivo, y se mantiene firme en sus posiciones sustanciales: la crítica constante y el desplante a la comunidad británica, a la que juzga insensata y frívola en su trato con la colectividad hindú. Su eventual estancia militar en Bombay fue muy significativa. Destaca como un genial experto en su dominio lingüístico de los idiomas "hindi", "guyaratí" y "maratí". Por su activa participación en las culturas y religiones de la India su profesor hindú le llega a considerar "ornado de conocimiento y experto en las más sobresalientes virtudes", y le convida a vestir el cordón brahmán o "janeu", bien que los detractores de Burton duden de que dicho honor se llevara a efecto, ya que ello habría requerido un excesivo período de estudios, ayunos y afeitado parcial de su cabeza. Naturalmente la adhesión del joven inglés a la cultura hindú provocaría graves repercusiones entre sus camaradas militares que, acusándole de haberse vuelto "indígena", lo excluyeron de sus círculos llamándole "el negro blanco". Fue apodado también como "Ruffian Dick" porque en sus pendencias personales sobresalía como un feroz luchador imbatible. Se inicia en cartografía y se convierte en un experto en el uso de los instrumentos de medición. Dichos conocimientos los emplearía con gran ductilidad en sus futuras empresas como explorador.

Viaja por la India disfrazado de nativo, y adopta el alias de Mirza Abdullah. Se implica como agente en una investigación encubierta sobre burdeles muy frecuentados por soldados ingleses, y en los que "jovencitos" de diversas edades ejercen la prostitución. Burton inicia un ataque inmediato contra estas prácticas sexuales "invertidas" y escribe informes detallados sobre las mismas. De nuevo sus detractores, dado el interés que siempre demostrara Burton
por la sexualidad, le acusan de haber tomado también parte activa en
las prácticas que describe en sus escritos como agente de su general Sir Charles James Napier
que le había encargado dichas indagaciones. Dado de baja del ejército
colonial por enfermedad, vuelve a Europa en 1849. En 1850 escribe una
guía hacia las regiones de Goa y a la estación balnearia de Ooty donde Burton estuvo
convaleciente a la espera de su recuperación de una enfermedad
contraída durante su estancia en Baroda, la antigua Chandravati. Su
primer libro se tituló "Goa, and the blue mountains".



Visita la escuela de esgrima de Boulogne. En dicha ciudad francesa conoce a su futura esposa Isabel Arundell,
joven católica y miembro de una de las más ricas familias
aristocráticas de Inglaterra. Su noviazgo con Burton se iniciaría cuatro
años más tarde, y el matrimonio se consumó diez años después, ya que,
pese a que Isabel declaró haberse enamorado locamente del futuro
explorador desde el principio, la boda tuvo que celebrarse con la
acérrima oposición de su familia. Mujer inteligente y profundamente
devota, estimuladora de la carrera literaria de su marido, no dudó, tras
su viudez, en quemar muchos de los manuscritos y obras inéditas de Burton
(entre ellas la traducción de la obra erótica árabe del siglo XV: "The
Perfumed Garden", no tan sólo trasladada al inglés por su esposo, sino
profusamente comentada con anotaciones del gran explorador como
acostumbrara a hacer en todas sus traducciones). Escribió una famosa
biografía de Burton: "A Rage to Live"
Isabel Arundell, escribiría en su biografía: "Me desprendí de dichos manuscritos y en especial de "The Perfumed Garden" ("El jardín perfumado") a despecho de las grandes sumas ofrecidas por editores. La obra de mi esposo, sus esfuerzos, así como el famoso libro erótico habría sido leído con verdadero interés científico por 15 de cada mil lectores, el resto únicamente lo habría hecho por satisfacer sus más bajas pasiones. Sé que mi actitud, al desalentar el pecado de dicha lectura, beneficiaría espiritualmente a mi marido en el más allá"


Entre 1851 y 1852 Burton logra sustraerse de la
estructura monolítica formada por el ejército merced a la autorización
que le concede el Consejo de Administración de la Compañía Británica de
las Indias Orientales. Interviene también la "Royal Geographical Society"
que accede a que el inquieto aventurero viaje a Medina y La Meca ("Hajj" o peregrinación) dada su familiarización con las costumbres musulmanas,
tras los siete años transcurridos en la India. Se hace circuncidar para
evitar el riesgo de ser descubierto y viaja disfrazado de árabe. Fue el
segundo europeo (el primero había sido Ludovico Di Barthema, viajero e
historiador italiano, en 1503) en conseguir llevar a cabo el "Hajj". Usó de todo tipo de disfraces, incluyendo el de pashtun o patán, por temor a que su dominio de la lengua árabe pudiera levantar sospechas. Burton escribió: "Nada podría salvar a un europeo de la ira del populacho o a alguien que tras efectuar la peregrinación se pudiera mostrar a sí mismo como un infiel" Durante el viaje su caravana fue atacada por bandidos. Burton narraría en 1855 su "Hajj" en "The Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah".

En
1854 es transferido al departamento político de la Compañía de las
Indias Orientales, y en septiembre de ese mismo año conoce a John
Hanning Speke, por entonces teniente del ejército, con quien efectuaría
su más famosa expedición. Una siguiente exploración (Burton sigue
ejerciendo el espionaje para su antiguo general Sir Charles James
Napier) le lleva al interior del País Somalí (Somalia). El Gobierno
Británico posee amplios intereses comerciales en el Mar Rojo y teme por
los mismos. Burton fue el primer europeo que logró llegar hasta la
capital, Harar, tras una larga expedición de cuatro meses. Consiguió una
entrevista con el Emir y permaneció como invitado suyo durante diez
días. Su regreso fue accidentado y estuvo a punto de morir por falta de
suministros.










En un siguiente viaje a Somalia, esta vez en compañía de los tenientes John Hanning Speke, G.E. Herne, William Stroyan, y cierto número de exploradores africanos, son atacados por una tribu de Somalíes (unos doscientos guerreros). Stroyan muere, Speke
es capturado sufriendo numerosas heridas en todo el cuerpo, pero
consigue escapar milagrosamente arrastrándose hasta el mar donde es
recogido por Burton, que, a su vez, había sido ensartado por una
jabalina somalí que le entró por una parte de la mejilla, y salió por la
otra, dejándole una terrible cicatriz, visible en muchas de las
fotografías y retratos que de él se conservan. El terrorífico ataque y
el fracaso de esta segunda expedición fue descrito por Burton en
"First footsteps in East Africa" (1856). El explorador fue víctima,
además, de una investigación que lo culpabilizó del desastre.







En 1855 se reincorpora al ejército y es enviado a
Crimea. Toma parte en el conflicto bélico entre Rusia y el Imperio
Británico, en la plana mayor de "Beatson's Horse", cuerpo de guerreros locales conocidos como Bashi-bazouks, comandados por el general Beatson en los Dardanelos. Se produjo un motín por parte de los "Baszhi-bazouks" que se negaron a cumplir órdenes, y el nombre de Burton, en detrimento
de su carrera, no fue eximido de la investigación llevada a cabo por los Altos Mandos Británicos. En 1856 la "Royal Geographical Society" financia
una nueva expedición hacia Zanzibar y un desconocido "mar interior" del
que se poseen insuficientes testimonios aunque se dé por cierta su
existencia. Burton formará parte de la misma junto con Speke. El viaje
tiene por objeto el estudio de las tribus locales, aunque en esencia se
trata de intentar conseguir nuevas rutas comerciales con las ignoradas,
atrayentes y misteriosas interioridades de África, e incluso tratar de
descubrir las fuentes del Nilo. Burton y Speke salen de la costa
oriental de África en dirección oeste en busca del misterioso "mar
interior" el 27 de junio de 1857.


Richard Francis Burton moriría de un ataque al corazón en Trieste el 19 de octubre de 1890.



John Hanning Speke:
nacido el 4 de mayo de 1827 en Bideford, Devon, Inglaterra.
Descendiente por parte paterna de una antigua familia del condado de
Yorkshire, situada al nordeste de la isla británica, y que había
emigrado a Somerset, zona sudeste inglesa en el siglo XV. Su madre, Georgina Hanning había nacido en dicho condado. Merced a las influencias maternas ejercidas ante el Duque de Wellington, el joven John obtuvo una importante puesto militar en la Armada India, a la que se integró en 1844. Formó parte de la división comandada por Sir Colin Campbell en el Punjab. Su permanencia en el ejército retrata bien el carácter de Speke:
soldado eficiente, deportista y naturalista entusiasta. Con el grado de
capitán explora grandes zonas de la cordillera del Himalaya, cruza las
fronteras del Tibet y traza importantes mapas de los amplios territorios
del sudoeste. Pero sus sondeos geográficos más acuciantes y
perquiridores impulsan su entusiasmo hacia el misterioso continente
africano.
Su nombre entra por primera vez en la historia en 1854, cuando
se une al capitán Richard Burton en una arriesgada misión
investigadora en el interior de Somaliland (Somalia). Atacados por una
tribu somalí cerca de Berbera, situada a 155 millas al sur de Aden,
tiene lugar una terrible matanza. Uno de los oficiales acompañantes, William Stroyan, muere en el ataque, una jabalina atraviesa aterradoramente el rostro de Burton, y Speke es torturado por los guerreros somalíes, logrando escapar cuando le dan por muerto, y es rescatado por Burton.


El joven Speke, de 27 años, regresa casi
inválido a su hogar en Inglaterra. Tras una penosa y no muy larga
convalecencia, se alista como voluntario en la guerra de Crimea
sirviendo con los regimientos turcos. En 1856 acepta una tentadora
invitación de Richard Burton para unirse a la más importante de
las expediciones de las que tomaría parte a lo largo de su breve vida:
verificar los vagos informes que se conocen así como la verdadera
existencia de grandes lagos (también llamados "mar interior") en la zona
este central del inexplorado continente africano. Como prioridad, una
vez la expedición se pone en marcha, se impone el hallazgo de un primer
lago, el Nyassa. Dicha ruta permanecía todavía completamente bloqueada
por los árabes cuando los exploradores se ponen en marcha. Ayudados por
los "Omani Árabes" de Zanzibar, salen de dicha isla el 27 de
junio de 1857 siguiendo hacia la zona norte o boreal, acompañados por un
ingente grupo de porteadores y guías avezados a dichas rutas (antiguos
itinerarios de caravanas).




En noviembre arriban a un poblado llamado
Kaze, en la región Unyamwezi, donde son informados por un comerciante
árabe de que, tierra adentro, se emplazan realmente tres enormes lagos. Speke llega
a la conclusión de que con el hallazgo de los mismos se podría
demostrar al mundo que se tratan de las misteriosas fuentes del río
Nilo.



Durante las largas jornadas los
expedicionarios se enfrentan a percances nefastos. Ponen rumbo al
sur-oeste a fin de evitar encuentros con los peligrosos Masai. Acosados
por enfermedades tropicales, Speke se queda eventualmente ciego,
y atacado por la noche por una plaga de pequeños escarabajos
depredadores, uno de ellos se introduce en su oído, destrozándole el
tímpano entre terribles dolores. Burton trata de atajar con aceite caliente la acometida interna del insecto así como la infección que se produce a continuación, y Speke ensordece definitivamente de un oído.
Burton sufre
unas atormentadoras inflamaciones en las piernas, e inhabilitado para
andar debe ser transportado en parihuelas por los porteadores, muchos
de los cuales acaban por desertar de la expedición: "Infinidad
de veces me pregunto por qué seguimos y no tengo respuesta. Me pregunto
y el eco nefasto me contesta: ¡pobres idiotas, el diablo os conduce!" -Burton-.

Alcanzan el lago Tanganyika (así bautizado por Burton y cuyo significado es "lugar de encuentro de las aguas") en febrero de 1858. La magnificencia del gigantesco lago (que Speke no puede apreciar por hallarse temporalmente ciego) conmociona a Burton.
En este punto, no obstante, gran parte de los equipos se han perdido,
arruinado o han sido robados por los porteadores. Permanecen en la zona
que no puede ser explorada con entera satisfacción por la falta de
recursos. Burton vuelve a enfermar:
"Aunque el lago era enorme no pudimos llegar a comprobar que fuera en
verdad la fuente del Nilo. Seguimos sus brazos de agua, pero o acababan
secándose o convirtiéndose en marismas impenetrables. Muchos de los
porteadores bebieron aguas fétidas, enfermando de disentería, malaria y
desesperación" -Burton-
Corre el mes de junio y la expedición se ve obligada a retroceder hasta Kaze. Una vez en la aldea, Speke, ya mejorada su visión e inducido por Burton
que no puede acompañarle por hallarse enfermo, explora la región norte
durante veinte días plenos de enormes dificultades dada su carencia de
suministros e instrumentos para el estudio de la zona.

El 30 de julio Speke descubre
un torrencial riachuelo. Moviéndose a todo lo largo del mismo, el 3 de
agosto comprueba que el mismo se desborda en un lago cuyo horizonte se
perfila hacia el norte. El explorador no duda ya de que se trata del que
sería bautizado como Lago Victoria o "Victoria Nyanza", y dibuja en un
mapa las montañas que encierran su inmensidad en la citada zona norte: "Las montañas de la luna".



El firme convencimiento por parte de Speke de que del gigantesco lago surte la no menos dilatada fuente del Nilo es tajante. Speke, entusiasmado y agotado, vuelve a Kaze el 30 de agosto y confirma a Burton
el éxito de su investigación, que ha reflejado en sus mapas,
vanagloriándose de haber descubierto, finalmente, el auténtico
nacimiento del Nilo. Burton no reacciona de forma tan
entusiástica como su compañero, se muestra un tanto irónico con respecto
a que del emplazamiento del gran lago fluya el perpetuado Nilo, y con
ello tal vez comete su mayor error, como si con dicha vacilación por su
parte ante las teorías expuestas por Speke buscase un ilógico pretexto para defender su propio mito.


De modo fulminante Burton decide regresar a
Zanzibar (por supuesto la expedición ha adquirido dimensiones de
auténtico desastre ante la total falta de recursos). Speke,
desencantado, no puede oponerse a tal decisión. Su resignación a sufrir
de forma pasiva la refractaria actitud de su autoritario compañero, que,
aunque es cosa que ignoramos, bien pudo dar lugar a ciertas pendencias
personales, tiñe de negro la amistad entre ambos exploradores. Arriban
en estado calamitoso a las costas de Zanzibar a primeros del año 1859.
La descripción de la expedición sería descrita por Burton en
"Lake regions of Equatorial Africa" en 1860. Speke narraría su propia
versión en 1863 en "The Journal of the Discovery of the Source of the
Nile".
Seriamente apesadumbrado por el proceder de Burton, que decide permanecer en África, Speke, reafirmándose en sus predicciones, regresa apresuradamente a Inglaterra. Allí cuenta con el soporte de Sir Roderick Murchison, presidente de la "Royal Geographical Society".


Las pruebas aportadas por Speke ante dicha sociedad ponen de manifiesto la probable veracidad del descubrimiento de las fuentes del Nilo. No obstante, el escepticismo de muchos componentes de la misma se mantiene ante las investigaciones y pruebas aportadas por el entusiasta expedicionario, entre ellos el propio Burton, que declarararía: "Estoy convencido que el Nilo nace de muchos lagos, no sólo de uno. He refutado en mi libro "Lake Regions of Equatorial Africa" los descubrimientos de Speke. La Royal Geographical Society acepta su versión aunque sea anticientífica y le ha enviado de nuevo a África". En efecto, una nueva exploración promocionada por Murchison partirá hacia Zanzibar al año siguiente. La incógnita sobre el "Victoria Nyanza" no admite ya más coacciones ideológicas.





Speke se halla esta vez al mando de la misma acompañado por el capitán J. A. Grant, único europeo junto a Speke que integrará el viaje. La comisión expedicionaria se compone de unos 200 hombres, porteadores y guías, y parte de Zanzibar en octubre de 1860.
El 24 de enero de 1861 alcanzan Kaze. Se
desencadenan las esperadas hostilidades nativas, extorsiones,
enfermedades y deserciones. J.A. Grant enferma de malaria
Finalmente, Speke y Grant, una vez repuesto de la malaria merced a la quinina, en octubre de 1861, consiguen alcanzar el "Victoria Nyanza" por
el recodo suroeste. Y siguiendo las orillas del oeste, el 16 de enero
de 1862, cruzan el río Kagera, la más remota corriente del Nilo. El 19
de febrero penetran en la capital de Uganda, donde la expedición es
retenida durante varios meses por el rey Mtesa.

Speke logra persuadir a
Mtesa con promesas de que su participación en la misma será recompensada
por el Imperio Británico, y acompañados por nuevos guías, Speke y Grant
ponen su pie en el venero del inmenso lago del cual surte el Nilo. El
misterio de las famosas fuentes, con sus 2000 años de incógnita, ha sido
resuelto por fin.
El siguiente paso es penetrar en Unyoro, reino de
Buganda, colindante con las zonas este y norte del Nilo Victoria y las
orillas orientales del "Nyanza". Se multiplican las complicaciones para
salir de Unyoro que impiden a Speke y Grant visitar otra
amplia zona del gigantesco lago (la denominada después "Albert Nyanza"),
que podría ratificar su conexión con el Nilo.
Con numerosas dificultades
la expedición avanza por lo que se prevé forma parte del curso del
Nilo, y el 3 de diciembre entran en contacto con una nueva zona
inesperada: un puesto avanzado a cargo de John Petherick, cónsul británico en Khartum, encargado de auxiliar a los expedicionarios.
El 15 de febrero de 1863 llegan a Gondokoro, el punto límite de Egipto que indica la última posibilidad navegable desde el norte del río Nilo. En Khartum Speke telegrafiaría a Londres las excepcionales noticias de que era portador: el curso del Nilo había sido trazado definitivamente desde sus fuentes primigenias.
Recibido con enorme entusiasmo a su regreso a Inglaterra, Speke
publicaría en ese mismo año 1863 su "Journal of the discovery of the
source of the Nile", un gran trabajo pleno de informaciones
geográficas, etnológicas y zoológicas, narradas con un estilo impecable y
atractivo y que aumentaría en gran medida la popularidad del
concienzudo explorador.



Pese a todo, gran parte de la aristocrática,
aislacionista, militar, y un tanto escéptica sociedad británica, que
posee su muy acreditado y cerrado círculo, dicta también sus términos
desmitificadores ante los descubrimientos aportados por Speke, poniendo sumo cuidado en rechazarlos con su ostentoso tradicionalismo "belicoso". Y, por supuesto, suscitaría lo que siempre se suscita con tales actitudes: una mezcla de antipatía y de envidia. Speke no había podido seguir la totalidad del curso del Nilo desde el "Victoria Nyanza" hasta Gondokoro, y el caudal que podría partir, sin haber sido demostrado por los expedicionarios, de la zona del "Albert Nyanza" sigue siendo todavía desconocido. Muchas de las "culturales corporaciones
ciudadanas" más prestigiosas de la sociedad británica siguen esgrimiendo
sus férreas normas de rechazo a todo cuanto no pueda ser demostrado.


Inexplicablemente Burton y el por entonces famoso educador disciplinario (capaz de asegurar que la correa era el mejor método didáctico para el alumnado) James McQueen se hallan también entre ellos, y ambos critican las "aventuradas" conclusiones de Speke en su obra conjunta "The Nile Basin", publicado en 1864. Burton no muestra el menor escrúpulo en precisar los supuestos errores que expone su antiguo compañero, asegurando empecinadamente que el lago Tanganyika es la verdadera fuente del Nilo. El punto crítico de la citada polémica sobre la autenticidad del nacimiento del gran río africano debía dilucidarse en un público careo de ambos expedicionarios; uno de los anualmente celebrados debates (esta vez sobre el candente tema de las famosas fuentes) que se celebraban en la sección geográfica de la Asociación Británica en la ciudad de Bath. El mismo había sido fijado para el 16 de Septiembre del año en curso 1864.
La tarde anterior Speke asistió a una
cacería en el distrito de Box, muy próximo a Bath. Apartándose del grupo
de cazadores se apoyó en un muro semiderruido, puso en tierra su
escopeta dejándola medio amartillada; dirigió la boca del arma hacia él,
detonó el cañón y el proyectil penetró en su pecho infligiéndole una
profunda herida de la que Speke moriría en pocos minutos. Burton
se enteró de la muerte de su compañero al día siguiente mientras la
sala de la Asociación Británica de Bath aguardaba el comienzo del
debate.
(Burton y Speke habían permanecido sentados cara a cara sin dirigirse la palabra en el hall de lectura del famoso edificio el día antes, 15 de septiembre. Burton,
de acuerdo con su esposa, que se hallaba presente, reconoció que tal
situación resultaba de una frialdad exasperante, se puso en pie,
exclamando: "No puedo permanecer aquí ni un minuto más", y abandonó bruscamente el hall).




Como era previsible se especuló sobre el posible suicidio de Speke.
Dos testigos supuestamente presenciales juraron, no obstante, ante la
investigación llevada a cabo por el oficial criminalista que la causa de
la muerte de Speke no había sido más que un infortunado accidente. El
obituario de "The London Times" aventuró la suposición de que a John Hanning Speke,
mientras trataba de saltar el pequeño muro junto al que fue hallado
cadáver, había levantado el percutor del rifle distraídamente, que la
detonación del arma fue motivada por dicho descuido, y el disparo
penetró en su pecho al doblarse sobre el muro y situarse por encima del
cañón. Alexander Maitland, biógrafo de Speke, lo dio por
cierto.

Pese a todo, la muerte del expedicionario y su esclarecimiento
no concluía ahí. Dado el trágico "cronometraje" de su muerte, la teoría
del suicidio nunca logró ser rebatida totalmente. Se adujeron varios
motivos posibles: Speke deseó evitar con su muerte aquel debate absurdo y humillante con su antiguo amigo; o bien, Speke se hallaba profundamente avergonzado por el trato que había conferido a Burton.
No existen evidencias documentales que puedan ofrecer su soporte a
ninguna de estas aseveraciones. No obstante, por cartas que se conservan
se da por cierto que Speke había padecido ya una latente paranoia de manifiesta contraposición hacia el impetuoso y despótico Burton
durante su primera expedición, lo cual aclararía que, al final de la
misma, recelara de él y que mostrara una total frialdad hacia su amistad
inicial, no permitiéndole intervenir en su segunda expedición. Sus
diferencias de carácter se centraban especialmente en las actitudes
moralistas, arrogantes e imperialistas hacia otras culturas, tan
patentes en aquella Inglaterra Victoriana, y muy arraigadas en la rígida
personalidad castrense y aristocrática de Speke.

Algunos biógrafos llegaron a sugerir que algunos amigos homosexuales de Speke, y muy particularmente Laurence Oliphant,
diplomático, viajero y autor literario, famoso por su novela satírica
"Piccadilly", hurgaron en ciertas llagas "inexpresables" acerca de los
sentimientos de Speke, en todo momento reprimidos por su fuerte ascendiente moral, y sobre los que el mismo Burton
abrigara sospechas durante la desastrosa expedición en la que ambos
exploradores permanecieran estrechamente unidos, obligados a compartir
todo tipo de calamitosas situaciones.
Sea como fuere, los comentarios
malintencionados "acabaron por afilar las espadas", enturbiando de manera definitiva la por otro lado no menos emotiva y admirable amistad que una vez uniera a Burton y Speke.