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sábado, 1 de noviembre de 2025

Eye of the Needle (El ojo de la aguja) -1-

 

 
Cualquier buceo es  bueno para que la era bélica, o  lo que es lo mismo los años de guerra sirvan de pretexto para componer angustiosos suspenses  en lo que concierne al espionaje y a la resistencia, destinados a narrar violentas manifestaciones a favor  y en contra de la situación política de los países en liza. Y así la II Guerra Mundial aparece de nuevo atrapada en uno de sus ropajes más ambiciosos: el del citado espionaje. Una truculenta e inquietante intriga que se mueve a través de los actos del espía sagaz y amablemente infiltrado en el devenir de una Gran Bretaña azotada por el miedo a una posible incursión nazi, aunque rigurosa guardiana del gran secreto que supondría la invasión aliada a través de Normandía en la Europa todavía en manos del ejército de Hitler. Por medio de esta espectacular “Eye of the Needle” asistiremos al diario recorrido, entre una población fielmente confiadas en el postulado militar inglés y de una próxima victoria contra Alemania,  del espía nazi, compañero amable y perfectamente integrado al habitat netamente londinense de la isla, pero emparentado con los héroes alemanes más demoníacos que, como explicó el escritor Graham Greene, “formaron la élite de los más sádicos criminales camuflados en Inglaterra por el nazismo, capaces de experimentar en su interior una  preocupante y fanática misión de destrucción y crimen” El personaje en cuestión, un falso ciudadano de raíz inglesa, pero nacido y criado en Alemania, de nombre Henry Faber, apodado “The Needle”-“la Aguja” a causa de su método preferido de asesinato: el estilete, es un sociópata frío y calculador, sin el menor asomo de conmiseración,  centrado tan sólo en su deber patriótico como espía del nazismo, superlativamente interpretado por Donald Sutherland,  (arrancado de una novela de Ken Follet titulada “Storm Island” -“La isla de las tormentas” , que fue incluida por el Mystery Writers of America en su lista de las cien mejores mejores novelas de misterio de todos los tiempos). Faber se mueve entre una Inglaterra en llamas, sin dejar jamás su falsa personalidad e innata violencia criminal hacia las gentes con las que ha estado conviviendo, mientras, en las sombras, remite por radio a Berlín los secretos británicos a los que pueda acceder, logrando finalmente hacerse con la información crítica sobre los planes de invasión aliados. Una vez descubierto por una simple ama de casa en donde se halla instalado como inquilino modélico, usará su estilete violenta y paroxísticamente contra la aterrorizada casera, y emprenderá una huida por el resto del país tiñendo de sangre este capítulo bélico de ficción, envuelto en ese atroz ropaje heroico del traidor y espía nazi. Tratando de llegar a Alemania, queda varado por una feroz tormenta en la isla del mismo nombre en cuya costa ha de ser recogido por un submarino alemán. Ocupa la isla un matrimonio formado David Rose (Christopher Cazenove), inválido por un accidente automovilístico (que el film ofrece entre imágenes retrospectivas), su mujer Lucy (Kate Nelligan), su hijo Joe, de corta edad,  su perro pastor, y Tom (Alex McCrindle), encargado del faro de la isla y del radioceptor. Se desarrolla un romance entre la Lucy y Faber, concediendo al film una inesperada dimensión sentimental. Más tarde defensiva y por supuesto llevada hasta un feroz enfrentamiento entre la mujer y el espía (que asesina a David y Tom), compensando el febril sentimiento de horror antinazi por parte de Lucy, en aquel momento única superviviente de la isla. Todo ello se convierte en una magnífica síntesis de suspense y apasionante aportación final del choque emocional entre espía y mujer, un desafío triunfal del más antagónico y definitivo acto de enfrentamiento de ambos amantes y el precio a pagar por sus conciencias patrióticas. Así, el balance histórico de la guerra más devastadora que ha conocido la humanidad seguirá siempre como un espejo infausto y amargo frente a la destructiva sociedad que lo originó. La Inglaterra machacada por los  bombardeos nazis, con su temática de defensa pasiva por parte del pueblo inglés, nunca desesperanzado frente a la consecución de una victoria final, que formada con una "V" de los dedos y una optimista sonrisa en los labios, anunciaba  Sir Winston Churchill a la nación británica,  vuelve a erigirse en un nuevo archivo especificativo, impregnado de la ficción novelística y cinematográfica, pero llevada a  la pantalla por y Richard Marquand como si de una historia casi real se tratase. Ciertamente, no hay que descartar tampoco que, en aquellas desesperadas jornadas que precedieron a la invasión de Europa por las tropas aliadas, el espionaje alemán intentó y casi logró extender en Gran Bretaña sus tentáculos por medio del inextricable artilugio mecánico inventado por Alemania denominado  “Enigma”, y cuantos recursos criminales pudieran conducir al potencial nazi de Hitler a descubrir los planes de invasión norteamericana del general estadounidense Dwight D. Eisenhower, nombrado comandante del Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada (SHAEF) y el general británico Bernard Montgomery comandante del XXI.er Grupo de Ejércitos, que aglutinaba todas las fuerzas terrestres que tomarían parte en la invasión de Europa desde el 6 de junio al 30 de agosto de 1944. “Eye of the Needle” abre ante el espectador un  nuevo tratamiento cinematográfico realista y angustioso del espionaje, adaptándose con gran fortuna al drama psicológico-policíaco que componen las maquinaciones de Faber, su asesino y espía nazi, para acabar moviéndose entre una aventura extra conyugal con la principal protagonista femenina. Una mujer que no dudará en asumir su total fidelidad a la causa defensora del país al que pertenece, cuando descubre la auténtica personalidad del hombre con el que ha compartido sus últimos instantes pasionales, y capaz de anteponerse abiertamente a la apología del mito de superioridad nazi, con un arrojo que no admite paliativos, hasta alcanzar un final memorable entre ambos personajes, artífices de un drama y thriller definitivo, como se dijo psicológico-policíaco, no menos apasionante y apetecible.

 

 


 


La catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, que arrojaría un pavoroso saldo de veinticinco millones de cadáveres entre ambos bandos, abrió un brusco paréntesis en la normal evolución económica y cultural de los pueblos en todo el planeta. El ataque de la aviación japonesa al poético Puerto de las las Perlas ("Pearl Harbour") en diciembre de 1941, sería el detonante que pondría en marcha la gran maquinaria militar de las mayores potencias del Globo. La industria del cine se sumó inmediatamente a la contienda, y especialmente concienciados,  los estudios de Hollywood darán un giro a su pasado cine de acción y violencia, transformando a sus sórdidos gángsters en heroicos soldados, que no dudarían en batirse tanto en las islas de Pacífico dominadas por los japoneses como en la Europa invadida por el Nazismo de Hitler, finalmente derrotados por la invasión aliada y las fuerzas rusas y la Bomba Atómica en Hiroshima y Nagasaki.
 

 
 
 
 
 
"The Counterfeit Traitor" ("Espía por mandato"), 1962, dirigida por George Seaton con William Holden, Lilli Palmer, Hugh Griffith, Klaus Kinski, y Carl Raddatz .Con la Meca del Cine, convertida en una nueva revelación volcánica del pasado bélico de tan terrible contienda mundial, haciendo partícipes al público de tantas películas de "hazañas bélicas", Hollywood y Europa van a articular sus nuevos caminos con historias de ficción de posguerra, como nuevos himnos a la combatividad aliada contra la terrible amenaza que supuso el nazismo y la sangrienta agresión y nipona. Así, para compensar los sentimientos anti bélicos nacidos en todos los continentes del planeta necesitando realzar el ropaje heroico de los combatientes, tanto de los caídos como de los supervivientes, y sin violentar tan honorables y patrióticos hechos, las pretéritas tramas del hampa que tanto florecieron con sus angustiosos ataques  a las sociedades más o menos civilizadas en las pasadas décadas de los 20 y de los 30, EE.UU. (Hollywood), Gran Bretaña, Francia e Italia y la menos vista cinematografía rusa encaminan sus situaciones políticas hacia nuevos conflictos  psicológicos, crisis de conciencia y problemas morales, todo ello desencadenado, por el neorrealismo en Italia, y  por la nueva guerra conocida por "fría" entre Estados Unidos y Rusia.  Se anuncia, por tanto, un nuevo torrente de ambiciosos ropajes, que, tras la paz mundial, serán trasplantados a la posguerra, pero que no dejarán de verse emparentados con nuevos héroes "casi demoníacos" entre los que se entremezclarán unas nuevas misiones de orden social destinadas, no sólo al rechazo del posible resurgimiento nazi en la vencida Alemania, con el espionaje y la búsqueda intensiva de los huidos dirigentes del nazismo que lograron escapar a los juicios de Nuremberg. Por tanto, Hollywood y la cinematografía europea, como un espejo de esas nuevas sociedades nacidas con el final de las hostilidades, y como, por desgracia,  resulta difícil rastrear la frontera entre el documento y la reconstrucción verídica, el cine palpa de nuevo el jugoso negocio de sus pías intenciones para meterse de lleno en producciones que recreen todo este ingrato período de posguerra, y ponga a disposición de los espectadores de todo el mundo obras artísticamente muy estimables en las que el espionaje, el antinazismo, el espionaje y la persecución a lo nazis infiltrados, antes y después de la guerra, pasen a ocupar un nuevo primer plano para las audiencias internacionales. 
 


"The Spy Who Came In From the Cold" ("El espía que surgió del frío"), 1965, de Martin Ritt, con Richard Burton, Claire Bloom, Oskar Werner  y Peter van Eyck. El espía dejó de ser un símbolo abstracto enmarcado en el desasosiego bélico, y se convirtió en una idea materializada destinada a aguijonear los centros nerviosos de un público fervoroso, que se dejaba atrapar con confesada voluntad admirativa por las iluminaciones anguladas del misterio y por sus siluetas y sombras inquietantes, capaces de mitificarse en los dramas mundanos de la política, en los marcos brumosos de las guerras, o en el vértigo heterogéneo de la sorpresa.
 
 

 

 


"Five Fingers" ("Operación Ciceron"), 1952, 
dirigida por Joseph L. Mankiewicz con James Mason, Danielle Darrieux, Michael Rennie, Walter Hampden, y Oscar Karlweis.  Un espía de origen albanés, Ulysses Diello-James Mason,  mayordomo de la Embajada Británica, se integra lucrativamente a la pantomima sangrienta que generan las guerras, las somete a un intenso fuego cruzado de humillación y astucia, negocia entre bastidores con la gran esperanza germánica: el desmantelamiento de la gran ofensiva aliada "Overlord" (que se produciría a primeros de Junio de 1945 entre las costas de Normandía y la península de Cherburgo), y como figura mítica con nombre clave de Cicerón, consigue eludir los inquietantes contornos de cuanta realidad arrolla el mecanismo siniestro de la, en este caso concreto, II Guerra Mundial. 
 



Descubierto en su último intento de fotografiar planos secretos de la embajada, cuando una limpiadora conecta los plomos de la alarma que Dielllo había desactivado previamente, el espía, aunque perseguido por la policía, logra materializar esa llamada "caza de sombras", y cierra, con su desaparición, un primer ciclo en la historia del espionaje y el progresivo despliegue intermitente que la vigésima centuria arrastraría consigo.



De nuevo la perspectiva del tiempo nos convierte en herederos afortunados del elemento narrativo cinematográfico más perfecto, dado que, vista y saboreada de nuevo, "Five Fingers" ("Operación Cicerón"), basada en la obra L.C. Moyzisch, y con un excelente guión de Michael Wilson, escapa de la mediocridad y logra superar todas las reglas habidas y por haber de la perfección más objetiva. De todas formas, el film de Mankiewicz no resultaba demasiado insólito en la ya lejana década de su filmación, cuando su factura, tan excelente y meritoriamente reconocida en su momento (no hay para que negarlo) como pueda serlo hoy, suponía, no obstante, un cómodo acercamiento a otras aportaciones cinematográficas que por supuesto rivalizaban entre sí y se consolidaban en la Meca del cine a través de técnicas narrativas muy similares, y firmemente asentadas sobre los pilares de una industria que conocía, por aquel entonces, momentos de enorme prosperidad. El siempre complejo acervo cultural del público que frecuentaba ingentemente los cines no acostumbraba a rendirse ante la superioridad de muchos de los productos que se proyectaban en la gran pantalla. Y así el diagnóstico cinematográfico no resultaba difícil: la cristalización de temas, "el chorro de imágenes" (como se les llamaba también a las películas), el confort para las posaderas que aportaba la butaca de la sala cinematográfica, los vestigios ensoñadores, fueran del tipo que fueran, que dejaban tras de sí los asuntos ofrecidos por la magia de la pantalla (no olvidemos que durante muchas décadas el cine fue despreciado por los intelectuales), padecían cierta crisis de crecimiento entre el espectador. Y en la próspera industria cinematográfica coexistía una cierta epidemia (visión del público totalmente contrapuesta a la crítica) de "fórmula idéntica" en cuantas películas eran digeridas desde su acostumbrado punto de vista "diletante", porque todo asunto ofrecido, al margen de su calidad, parecía llegar hasta ese polo tan atractivo y espectacular que representaba la sala cinematográfica consagrado ya por un éxito inicial. Y la zigzagueante masa de espectadores que abarrotaba los cines (en las décadas inolvidables de los 20, 30, 40, 50, 60 y 70) se limitaba a ojear, a aprobar, y adorar, sin estimular demasiado sus preferencias, cuanto tema "casi sagrado" (contaminación muy bien acogida en este sentido) batía todos los records de audiencia en las pantallas. Esta explicación de psicología colectiva, hoy en que los cines y la afluencia a los mismos escasea, podrá ser tan discutible como se quiera. Pero la inquietud que todavía late soterrada en el acervo cinéfilo, hoy añora también sus viejas glorias y determina la orientación que nos mueve por tanto a rescatarlas del gran enemigo en que se erige el tiempo. 
 
 
 
 
"Charlotte Gray", 2001, dirigida por Gillian Armstrong, con Cate Blanchett, Billy Crudup, Michael Gambon, Rupert Penry-Jones, Jack Shepherd. Charlotte Gray (Cate Blanchett) la audaz protagonista se lanza en paracaídas en la zona ocupada del sur de Francia. Sólo ella conoce la doble naturaleza de su misión. Ha sido reclutada oficialmente por el gobierno inglés para unirse a un grupo local de la Resistencia que utiliza tácticas de guerra de guerrillas para enfrentarse al ejército alemán de ocupación. Pero, de forma no oficial, lo que quiere es buscar a su novio Peter, un piloto inglés que ha desaparecido en acción cuando su avión es abatido por el enemigo. Charlotte se involucra en la lucha del comando de la Resistencia, que dirige Julien Levade (Billy Crudup), y pronto se da cuenta de que su amor por Francia y su pueblo va a cambiar su vida para siempre.
 
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"Notorius" ("Encadenados", 1946, de Alfred Hitchcock. En abril de 1946, Alicia Huberman (Ingrid Bergman), la hija estadounidense de un espía nazi, es condenado por traición contra los Estados Unidos. Alicia, después del juicio, conoce  Devlin (Cary Grant), un agente de los servicios de Inteligencia que reclama su colaboración para atrapar a Alexander Sebastian (Claude Rains) el cerebro de los nazis infiltrado en  Brasil. Al principio se muestra reacia, pero finalmente accede, sobre todo, porque se ha enamorado del atractivo agente americano. Una vez en Brasil, Alicia se gana a Sebastian, y se ve obligada a casarse con él. Alicia y Devlin descubren que Sebastian trafica con uranio para el Gobierno nazi, ocultándolo en botellas con etiquetas de vino que se guardan en la bodega que se guardan en la bodega. 
 
La intrigante madre de Sebastian, Madame Anna Sebastian (Leopoldine Konstantin) desconfía de su nuera y pocos meses después de la boda se descubre que también pertenece al servicio de Inteligencia como Devlin. Pero silencian lo que saben de ella y tratan de envenenarla lentamente. Devlin acudiera a la mansión de Sebastian y salvará a Alicia, mientras el infiltrado queda a merced de los agentes alemanes que se creen traicionados por Alexander y su madre.
 
Uno de los travellings más extraordinarios de la filmografía de Hitchcok conduce la cámara desde lo alto de una escalera hasta la mano de Bergman que oculta las llaves de la bodega donde se esconde el uranio.


 
 
"The Stranger" ("El extraño"), 1946, dirigida e interpretada por Orson Welles, y coprotagonizada por Loretta Young, Edward G. Robinson, Richard Long y Philip Merivale. Franz Kindler / Profesor Charles Rankin (Orson Welles). Mr. Wilson (Edward G. Robinson) es un miembro de la comisión de crímenes de guerra que está buscando a Franz Kindler,  uno de los cerebros del holocausto perpetrado por el nazismo, que logró huir de Alemania e infiltrarse en los Estados Unidos como profesor, logrando borrar el rastro de su identidad, aunque interiormente su fanatismo por el resurgimiento de una nueva Alemania y un nuevo Reich sigue latente en su mente. Es un hombre hermético, frío y calculador, que entretiene parte de su tiempo en arreglar un gran reloj de la ciudad en la que reside. Para encontrarlo, Wilson sigue a un antigu camarada de Kindler llamado Konrad Meinike (Konstantin Shayne) hasta Harper, en Connecticut, donde este último es asesinado por Kindler antes de que Wilson pueda identificarlo. La única pista que le queda es la fascinación del infiltrado y criminal nazi por los relojes antiguos. Kindler, el  mismo día de la llegada a Harper de Meinike, va a contraer matrimonio con Mary Longstreet Rankin (Loretta Young) El cuerpo de Meinike es olfateado por el perro de Noah Longstreet, hermano de Mary, (Richard Long) en un recodo del bosque próximo a la localidad donde su asesino lo enterró. Sabiéndose descubierto, mata al animal, y planea la muerte de Mary, invitándola a subir hasta el campanario donde está arreglando el reloj, y cortando una de las barras de la escalera que conduce hasta el mismo. Antes Wilson ha mostrado a Mary y a su padre, el juez  Adam Longstreet (Philip Merivale) unas películas sobre los horrores del holocausto, uno de cuyos campos estuvo dirigido por Franz Kindler. Mary no puede dar crédito a que su marido sea el criminal nazi infiltrado en Harper y buscado por Wilson. No ha acudido al campanario pidiendo a su hermano que vaya en su lugar. Pero Wilson acompaña a Noah y ambos descubren accidentalmente el tramo de escalera que Kindler ha cortado para que Mary muera en la caída.
Cuando Kindler acude a casa y se encuentra con Mary que le pregunta cual era el motivo por el que quería que acudiese al campanario, y que en su lugar ha enviado a Noah, Kindler exclama: "Si Noah ha muerto al subir por esa escalera será por tu culpa" Mary, aterrorizada, descubre que su marido es en realidad el frío criminal nazi buscado por Wilson, y cuando huye para refugiarse en el campanario, ella, después de saber que Noah no ha muerto, decide presentarse ante Franz con un revólver y con la intención de matarlo. Wilson también se presenta en la iglesia. Tras el disparo de Mary, Kindler sale hacia el exterior del campanario y tras ser atravesado por la espada que porta uno de los muñecos movibles del gran reloj, se desploma hacia el vacío desde los alto del campanario, ante la expectación de parte de la población de Harper que ha acudido hasta allí para contemplar que el gran reloj del campanario funciona de nuevo.  




El mundo dislocado del espionaje, como ya se indicó, había alcanzado, no obstante, el trampolín de la fama al ritmo frenético que le impusieran las dos grandes Contiendas Mundiales que ensombrecieron el siglo XX. Y tras ellas parecía haber de mantenerse indefinidamente merced al apoyo literario que habría de inyectarle cierto movimiento intelectual de la más variada procedencia, ya fuera europea o norteamericana, que seguiría estimulando decisivamente el desarrollo de dicho género. Un género que acabaría previsiblemente caracterizado por una desmesura en sus rasgos y situaciones, y que también finalizaría viendo su imagen reflejada en ese espejo deformante que crean, tarde o temprano, contrastes y disparates. Así la vieja mecánica del espionaje, inspiradora y promotora de una larga edad de oro, aunque hoy se la considere rebasada en su importancia histórica, dando su esquematismo casi épico por superado, y convertida en una especie de peón capital pero ya decrépito del tiempo o "paleofarsa" no sólo literaria, sino también cinematográfica, nos dejó un subyugante y bien tanteado camino, sólido e inolvidable, capaz de exponer con convicción las sutilezas más épicas de la inteligencia humana, y que se agigantaría a su paso por la gran pantalla. 
 

Night People (1954) Gregory Peck Broderick Crawford Nunnally Johnson movie poster



Night People (1954) John Leatherby (Ted Avery) Marianne Koch young love
 


 
 
 
 
"Night People" ("Decisión a Medianoche"), 1954, de Nunnally Johnson, con Gregory Peck, Broderick Crawford,  Rita Gam y Buddy Ebsen y Anita Björk. El cabo John Leatherby (Ted Avery), soldado estadounidense destacado en Berlín Occidental, en plena guerra fría, es secuestrado tras acompañar a su novia alemana a su casa. Los soviéticos niegan su implicación en el secuestro.  Charles Leatherby (Brodeick Crawford) padre del cabo e industrial de Toledo en EE.UU, se halla dispuesto a recuperar a su hijo aprovechando sus vínculos con la administración de Eisenhower y vuela a Berlín Occidental exigiendo un soborno a los soviéticos. Mientras tanto, el teniente coronel Steve Van Dyke (Gregory Peck), el excéntrico oficial a cargo del sector estadounidense, es contactado por su antiguo amor y fuente de Alemania Oriental, "Hoffy" Hoffmeir (Anita Björk), con la que había tenido un affair amoroso en el pasado. Hoffmeir informa que el cabo ha sido secuestrado por los soviéticos o alemanes del Este, que pretenden intercambiarlo por dos berlineses occidentales, el señor y la señora Schindler, huidos del Este. Van Dyke permite que Hoffmeir facilite el intercambio. Por medio del Capt. Sergei "Petey" Petrochinem (Peter van Eyck), Van Dyke descubre la falsa identidad de Hoffmeir, como espía de los rusos. La envenena y la entrega  a la ambulancia a regresar a Berlín Oriental antes de que su escolta pueda confirmar la identidad de la paciente.
 
Tras asegurar el regreso del cabo Leatherby, Van Dyke recibe una cálida felicitación de Charles Leatherby, quien parece conmovido por la experiencia. La repatriación del cabo Leatherby es presentada por los medios estadounidenses como una señal de la mejora de las relaciones con la Unión Soviética.

 
 
 

 
Uno de los agentes más letales de la Alemania nazi, "The Needle"-"La Aguja" (Donald Sutherland), se ha hecho pasar por Faber, un modesto inglés instalado en una casa de huéspedes cerca de Londres, durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Faber recibe instrucciones de uno de sus contactos, (al que no duda en asesinar por temor a que pueda ser apresado por la policía inglesa y lo descubra)  para reunirse con un submarino y volver a Alemania. Cuando es descubierto por la propietaria de su alojamiento, la asesina con su estilete






Faber, en su huida, primero roba una moto que debe abandonar por falta de combustible; luego logra alquilar una lancha y escapa por uno de los canales ingleses, y descubre un campo de aviones trucados, y logra escapar equipado con fotografías que demuestran la intención de los Aliados de asaltar Europa a través de Normandía. Cuando es sorprendido por dos militares, mientras trata de remitir un mensaje a Berlín, acaba con ellos y logra llegar a un pequeño puerto donde hacerse con una embarcación para llegar a la costa donde debe recogerlo  el submarino.
 
 








 

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