jueves, 19 de septiembre de 2019

BETTE DAVIS: una vida de cine -II-






Primera borrasca sentimental



Howard Hugues fue el invitado de honor en una fiesta que Bette ofreció en el Beverly Hills Hotel. Hugues se sintió fascinado por ella. Ham Nelson amenazado y enloquecido por la pasión que su esposa experimentaba por Wyler, y más exasperado aún por la intrusión de Hugues, perdió los estribos. Con la ayuda de un detective, instaló un sistema de grabación, y pudo oir a Bette y Hugues juntos. Hubo un conato de lucha entre ambos hombres. Ham amenazó con publicar las grabaciones. El adulterio era un "pecado" tan grave que podía truncar la carrera de cualquier actor o actriz. Ham, llegando al extremo del ridículo, chantajeó a Hugues, que, en realidad, estaba muerto de miedo. Era impresionantemente rico, guapo y famoso, y muy celoso de su vida íntima. Y tan cohibido que padecía de impotencia eyaculatoria con las mujeres. Ello supuso una gran sorpresa para Bette. También Katharine Hepburn había mantenido una sonada aventura sentimental con él, y era la única que, como es de cajón, estaba enterada (la siguiente hembra en disputa sería la temperamental Faith Domergue, que intentó atropellarlo con su coche). Hugues, aterrorizado ante la suposición de que sus viriles amigos se enteraran de su impotencia, contrató a un gángster profesional para que matara a Ham (quien se curó en salud previniendo a la policía de que si era asesinado, Hugues sería el responsable). Bette y Ham se divorciaron el 6 de diciembre de 1938.


Cuando Bette leyó el guión de "The old maid" ("La Solterona"), 1939, que iba a dirigir Edmund Goulding para Warner, la consideró una obra absurda y lacrimógena. Una empresa arriesgada, que además debía compartir con su enemiga mortal, Miriam Hopkins. Fue una guerra de campeones. Bette quería que Miriam se mostrara antipática, como marcaba el guión. Pero era todo dulzura y consideración. En los ensayos era vengativa y cortante, pero cuando empezaban a rodar, volvía de nuevo a sus mohines indulgentes, se servía de su acento de Georgia para que quedara en evidencia el dejo menos convincente y escueto de la Davis. Desesperada exclamó ante su director Edmund Goulding: "Darle pie a esa mujer es como lanzar una pelota de tenis contra una manta".

Basándose en la tormentosa relación entre Elizabeth I de Inglaterra y Robert Devereux, II Conde de Essex (interpretado por el siempre inconstante aunque no menos atractivo y cínico Errol Flynn), Bette, perfectamente caracterizada pese a su juventud, interpretaría en 1939, "The private lives of Elizabeth and Essex", dirigida por Michael Curtiz y rodada en espléndido Technicolor. La gran Davis codificaría de nuevo hasta los últimos extremos su mito, nutriendo su personaje con uno de los más esplendidos retratos de la Tudor que se han llevado a la pantalla. Fue, no obstante, un típico pseudo-drama-histórico al gusto hollywoodense, convertido en un dibujo de conductas exacerbadas, donde todo resultaba posible, menos el amor, entre un juego de codicia e intereses cortesanos. La trama se desarrolla así salpicada así de un romanticismo imposible entre Elizabeth y Essex, ( (las mejores escenas de amor se las lleva una bellísima Olivia de Havilland en su papel de la favorita Lady Penelope Gray), con momentos historicidas bien dosificados, pese a su falsedad, y donde sus personajes se doblan y desdoblan valiéndose del drama íntimo y moral que habrá de llevar a Essex hasta el patíbulo, enfrentados siempre a causa de los intereses eternamente sometidos a las necesidades de la corona.






Ese mismo año, 1939, Edmund Goulding dirige a Bette en "Dark Victory" ("Amarga victoria"), nuevamente emparejada con George Brent, además de contar en el reparto con Humphrey Bogart, una espléndida secundaria recién llegada Geraldine Fitgerald, y Ronald Reagan. Davis se enfrenta a uno de sus mejores personajes desde "Jezebel". Una enferma de tumor cerebral que, tras el aciago síntoma final de la enfermedad, que la  lleva a perder la visión, se refugiará en la completa soledad de su dormitorio para morir. La crónica científica, la relación amorosa entre doctor y paciente, los lazos afectivos, se aplauden en la película, amarga y complacientemente, como una realidad circunscrita a la moda de los años 30. Davis crea una perfecta conjunción interpretativa con el exigible aura pesimista del drama-folletín, y acaba dotándolo con un admirable nivel moral y psicológico. Finalmente, nos proporciona el gran momento de entrega sin límites al fatal destino de su dolencia, en el que, tras una maravillosa despedida entre Davis y Fitzgerald, se funden el amor y la muerte. La actriz se alzó con otra nueva candidatura al Oscar de Hollywood.


A los treinta años Bette Davis se hallaba en el cenit de su carrera. Pero su vida era reducida, sencilla, desprovista de todo atractivo, y además castigada por incesantes enfermedades, agotamientos y depresiones. Resultaba imposible seguir trabajando a aquel ritmo frenético y seguir actuando bien. Su relación con William Wyler resultó tempestuosa. Una noche recibió una carta. Tras la última disputa, no se decidió a abrirla hasta una semana después. Wyler le comunicaba que a menos que aceptara casarse con él inmediatamente, él lo haría el miércoles próximo, pero con la actriz Margaret Tallichet, que tan sólo había intervenido en dos films "A Star is Born", 1937 y "Girl's School", 1938. El desengaño fue terrible. 

"The Little Foxes"




No obstante,  volvería a rodar con Wyler: "The letter" ("La Carta"), 1940 y "The little foxes" ("La Loba"), 1941. Para esta última, una viperina Regina Hubbard Giddens, Wyler la obligó a que asistiese a la representación teatral de la obra de Lilian Hellman que estaba alcanzando un éxito tremendo merced a la interpretación de Tallulah Bankhead, una de las grandes divas del teatro de entonces, con escasa repercusión en el mundo cinematográfico. La representación la dejó anonadada. Bette decidió entonces que debía interpretar su personaje de forma totalmente distinta. En vez de la sexualidad y voluptuosidad reprimida que sugería Tallulah, Bette se propuso retratar a una mujer que ha destruido su sexualidad al competir con los hombres. Regina, el personaje, se ha vuelto frígida. Cuando recibe a su marido para intentar someterlo a su voluntad férrea, se limita a empolvarse la cara de blanco, lo que le da un aspecto de muerta. Pero Jack Warner se negó a cederla a Sam Goldwyn (¡su primer detractor!) que era el propietario de los derechos de la obra. Descartada Tallulah, Goldwyn pensó en Miriam Hopkins, que se mostró encantada de reemplazar a su más odiada rival, vengándose con ello del Oscar que, según ella, le había arrebatado por "Jezebel". Y lo cierto es que habría llevado a cabo una gran actuación en un papel que parecía hecho a la medida de su un tanto esquizoide personalidad. Wyler se negó a trabajar con ella, y Goldwyn aceptó a Bette. Su interpretación se resolvió en resoluciones impecables, apasionadamente maquiavélicos, dotada de tics y dosificados movimientos de corroido egocentrismo moral. Y Davis optó de nuevo al Premio de la Academia como mejor actriz principal. Pero la únicas nominadas a mejores actrices secundarias fueron Teresa Whright, como la joven Alexandra Giddens, y una inolvidable Patricia Collinge en el papel de la alcohólica Birdie.




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