martes, 10 de mayo de 2022

Gloria -1-

 

Recurrir a los conflictos más cotizados del cine negro, de los que muy reputados cineastas juzgaron como shocking, significó representar al cine americano en una nueva calidad de “producción de prestigio” que, ya desde la década de los 30, con títulos inolvidables, empezaron a interesar a sectores de  público tan amplios que llenaban entusiasmados las grandes salas cinematográficas del siglo XX. Los dramas respetables, por supuesto, no fueron nunca anatematizados por alejarse de aquella tendencia que los disociaba de estos argumentos anatómicos capaces de ofrendar el rostro más negro de la América gansteril. Así se adaptaron de forma atrayente los nombres más cotizados de autores  de novela negra como Dashiel Hammet o James.
M. Cain. Dichas exposiciones de violencia, crimen generalizado y conflictos perniciosos del hampa estadounidense también respondían por tanto a criterios intelectuales muchas veces más adultos y creíbles que los típicos melodramas lacrimógenos. Y también el retrato de la mujer se vio así acompañado de una acentuada transformación para compartir y competir con las audacias de aquellas batallas del mundo casi omnipotente que el gángster o el mafioso expusieron en sus terribles encontronazos con la justicia. Y fueron muchas (caso específico como el de Bonnie Parker o Ma Barker) las que se alejaron del arquetipo erótico, complejo y atormentado del melodrama, a la manera mítica o patológica de Erich von Stroheim, para penetrar en un nuevo Olimpo que también las pudo albergar como huéspedes quizás icomprendidas, pero también tiernas, coléricas y rebeldes contra un mundo roído por el crimen y manchado de sangre del que decidieron tomar parte. En la década de los 80, llegamos así al audaz temeridad con que el inolvidable John Cassavetes se valió de su esposa, la espléndida y no menos fascinante Gena Rowlands, para clarificar un  nuevo fenómeno de rebeldía y de valor inconmensurable capaz de enfrentarse a aquellos símbolos de la "furia de vivir" que imponía, con mucho menos romanticismo y más realismo, la violencia y la degradación humana, en este caso, del mundo de la Mafia. Su “Gloria" se moverá así por los barrios periféricos de New York en una lucha individual contra el terrorismo y la organización más nefasta del mundo del nuevo gángster, con ritmo y arrojo trepidante, sin recurrir a la policía, para acabar convirtiéndose en un inefable e inesperado vehículo femenino defensor de flamantes ideas sociales más humanas,  muy alejadas del sórdido retrato negro del crimen.
 
 

 



 
 







En este informe y ruidoso himno cósmico que es nuestro mundo, tejido de paralelismos y de contrastes inacabables, del que se desprende así una visión del hombre prácticamente zoológica, como si de hormigas se tratase, hubo un tiempo en el que lo que importaba mostrar era tanto las semejanzas como las diferencias del varón y la hembra, y por supuesto nuestro parentesco con los animales, pero incluyendo los vínculos que nos unen para tratar de liberarnos precisamente de las bestias o del medio ambiente en que se mueven y se movieron remotamente. El rabioso formalismo o mejor dicho la "etiqueta" es por tanto, lejos de los animales irracionales, una pedagogía de comportamientos que nos devora a todos. Y el Séptimo Arte, como lo fue la Literatura o la dramaturgia, nos convirtió en los entes necesarios para protagonizar en imágenes las tragedias de la vida. Y para que todos formáramos parte así de los registros populistas que implican el vivir.  

Por ello mismo, la pantalla cinematográfica se polarizó rápidamente hacia la tendencia documentalista, en representaciones arrancadas de la realidad urbana, que una vez se calificaron de neorrealistas, para aproximarnos mucho más a la vida cotidiana del hombre y de la mujer. Un libro nos puede sorprender por su veraz y penetrante observación de las costumbres y contratiempos humanos.  Pero una imagen puede poseer calidad poética, además de su valor documental.  

Y así el cine, desde su nacimiento, se convierte en la gran feria circense que va a dar vida durante un siglo y pico a un nuevo monstruo comercial de tipo Frankestein, no como quiso Mary W. Shelley, sino de percepciones en movimiento sobre una pantalla. Y en ella, nos guste o no, encontraremos por tanto todo tipo de alusiones visuales reveladoras de lo que en realidad somos. Fue ante todo la maquinaria comercial de Hollywood la que no dudó en crear estos productos a la mayor gloria del dólar valiéndose de una gigantesca producción en cadena que el mismo Stroheim llamó “máquina de hacer salchichas”, porque producir películas con una pasmosa regularidad  forzosamente tenían que hacerse tan parecidas como lo son las salchichas. Pero el ornamento expresivo de la imagen ciertamente posee una arrolladora pasión naturalista muy variada y un lenguaje de acción dramática a las que ya nunca podremos resistirnos. Y entre ellos emergen con poderosísima fuerza las obsesiones implacables con que nos abofetea a placer el cine negro. Precisamente un cineasta surrealista como Luis Buñuel lo calificó de arrolladora pasión de sentimientos liberadores y revolucionarios, y una aberración patológica de la perversión, que a fin de cuentas nos habla de la bajeza y mezquindad humana, la misma que desde tiempos inmemoriales ha limitado, por desgracia, las actitudes moralistas de los hombres.










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Una joven Jeri Dawn-(Julie Carmen) se dirige a casa, en el sur del Bronx con la compra. En el vestíbulo del edificio de apartamentos pasa junto a un desconocido. Jeri sube rápidamente al ascensor. Al salir del mismo un vecino, un joven de color trata de juguetear con ella. En el apartamento, su esposo Jack Dawn-(Buck Henry), un contable de una banda mafiosa de New York, la espera con marcado temor,  ya que irresponsablemente ha dado informaciones de dicha banda de mafiosos al FBI.


              La banda de mafiosos se ha reunido en el edificio para acabar con la familia de Jack Dawn.






Jeri Dawn se enfrenta a su marido. Desesperada decide que tienen que huir del edificio cuanto antes con su madre y sus dos hijos. Jack entrega un revolver a su mujer porque de repente han llamado al timbre de la puerta.
 



En efecto, una vecina del mismo rellano, una tal Gloria Swenson-Gena Rowlands, toca el timbre para que le proporcionen un poco de café.

Jeri, que se halla aterrorizada, le cuenta a Gloria que probablemente algunos miembros de la banda van a tomar represalias contra ellos, y le implora que proteja a los niños. Gloria es en realidad una exnovia de un mafioso. Y en un principio se niega a ayudarla ya que no le gustan los niños, en especial los de Dawn, que la recrimina, y no quiere correr riesgos con la banda a la que hace tiempo ha abandonado. 
 

Finalmente, a regañadientes, decide hacerse cargo de los niños. 


                     

 

La hija de los Dawn, Joan, se niega a irse y se encierra en el cuarto de baño.

Sus padres le ruegan que salga, pero la niña no obedece. Jack pide el libro de contabilidad de la Mafia a Jeri, y al despedirse del pequeño Phil-John Adames, se lo entrega como seguro de vida. 



El niño, algo reticente, se va con Gloria que, nerviosa, esta deseando huir del pasillo y refugiarse en su apartamento. Una vez en el interior del piso, trata de entretenerlo.


Gloria busca a su gato esperando complacer al pequeño Phil, mientras tanto la banda se dispone a entrar en el apartamento de Jack. Éste llama por última vez por teléfono para despedirse de su hijo. El niño se rebela contra Gloria, e incluso la insulta. Se oyen disparos de escopeta. Los mafiosos, que han asesinado a toda la familia, buscan en vano el libro de contabilidad. Gloria trata de hacer comprender al niño que debe tomar la situación comosi se tratara de un sueño.e incluso la insulta, mientras los mafiosos, que han asesinado a toda la familia buscan en vano el libro de contabilidad. Gloria trata de hacer comprender al niño que debe tomar la situación como si fuera un sueño.










Gloria prepara la maleta, recoge al gato y se dispone a salir del edificiocon el pequeño Phil, a trancas y barrancas, pegado a sus faldas, justo cuando un equipo SWAT de la policía está entrando en el edificio.




Una multitud de espectadores y reporteros, tras el suceso, se han reunido frente al edificio, y un camarógrafo captura una imagen de Gloria saliendo del edificio con el niño.

En cuanto logra escabullirse, toma un taxi y huye de allí con Phil que se queda dormido en el vehículo.
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