jueves, 3 de marzo de 2022

A Passage to India (Pasaje a la India) -3-


"La elefanta se dirigió directamente al Kawa Dol como si fuera a llamar con la frente para que la dejaran entrar, pero luego desvió su marcha para seguir una senda alrededor de la gran base de rocas. Éstas se hundían directamente en la tierra, como acantilados en el mar, y mientras Miss. Quested lo comentaba y decía que era impresionante, la llanura desapareció calladamente, se esfumó, por así decirlo, y no se veía a ambos lados otra cosa que granito, completamente muerto e inmóvil. El cielo lo dominaba todo como de costumbre, pero además daba la impresión de haberse acercado peligrosamente, adhiriéndose como un techo a las cumbres de los precipicios. Era como si el contenido del corredor no hubiera cambiado nunca. Emborrachado con su propia esplendidez, Aziz no se daba cuenta de nada. Sus huéspedes si advirtieron algo. No les pareció que se tratara de un lugar atractivo o que mereciera la pena visitar, y hubieran deseado convertirlo en un objeto islámico de mezquita, por ejemplo, que su anfitrión pudiera haber apreciado y explicado... El corredor se estrechó para ensancharse después, convertido en una especie de claro. Un aljibe en ruinas contenía algo de agua que serviría para los animales y cerca, por encima del barro, se abría un agujero negro: la primera de las cuevas. Tres colinas rodeaba el claro. Dos de ellas despedían calor con gran diligencia, pero la tercera quedaba a la sombra, y allí acamparon".


MRS. MOORE REHUYE EL ECO CAVERNOSO DE MARABAR

"La primera cueva quedaba relativamente a mano. Evitaron el charco y, con el sol cayéndoles a plomo. Inclinando la cabeza, desaparecieron uno a uno en el interior de la roca. El pequeño agujero negro siguió boqueando allí donde las variadas formas y colores de los seres humanos habían funcionado momentáneamente para ser luego absorbidos como el agua por un sumidero. Desnudas e imperturbables se alzaban las paredes. Para Mrs. Moore aquella primera cueva de Marabar había sido una horrible experiencia, porque estuvo a punto de desmayarse, y le costó trabajo no decirlo tan pronto como se halló de nuevo al aire libre. Entró en la cueva con todo el séquito de acompañantes, y abarrotada de aldeanos y sirvientes, la cámara circular empezó a oler mal. A causa de la oscuridad Mrs. Moore perdió a Aziz y a Adela, no supo quién la tocaba, no podia respirar. Trató de alcanzar el túnel de entrada, pero un nuevo flujo de aldeanos la arrastró hacia el interior. Se dio un golpe en la cabeza y por un instante perdió la calma, manoteando y jadeando como una loca. No sólo la asustaban el mal olor y las apreturas, también había un eco aterrador... Por fin, detrás de Mrs. Moore salieron todos los demás. Aziz y Adela aparecieron sonriendo y la anciana señora no quiso dar una impresión negativa, y también sonrió. En realidad, pronto se dio cuenta de que había estado rodeada de gente apacible. "¿Vio usted el reflejo de la cerilla? ¿No era bonito?"- Preguntó Adela. "No recuerdo. El eco es el que me ha asustado" "El doctor Aziz asegura que no es una buena cueva; las mejores están en Kawa Dol" "Creo que no iré hasta allí. No me gusta trepar" "¿Desea que le traiga algo para beber?"- dijo Adela -"Muy bien. Entonces sentémonos otra vez a la sombra y esperemos a que esté listo el desayuno" "No, Adela, tú debes continuar; a ti no te importa" "Querida Mrs. Moore me alegro mucho de que no venga. Ello se debe a que me trata usted con auténtica franqueza"... "Muy bien, ahora diviértanse y luego cuéntemelo todo cuando vuelvan"- expresó Mrs. Moore que se había dejado caer en la silla plegable. "Voy a ponerme enferma"- pensó Mrs. Moore que perdió todo interés, incluso por Aziz, y las afectuosas y sinceras palabras que le había dirigido no le parecieron ya suyas, sino dichas por el aire indiferente que la rodeaba. Sobre la roca se cernió una luna diurna, de claridad terrible"



















 




"Adela Quested tratará de vivir a fondo toda la turbación de tan particular experiencia como la que supone su pasaje a la India. "Debe ser horrible sentirse aquí emocionalmente desgraciada" (probable reflexión interna) La admiración de Adela no quería decir que Aziz le atrajera personalmente... Adela dio rienda suelta al tema del matrimonio y dijo con su habitual franqueza y espíritu inquisitivo: "¿Tiene usted una o varias esposas?"... La pregunta ofendió extraordinariamente a Aziz... Si Miss. Quested hubiera dicho: "¿Adora usted a uno o a varios dioses?", no le habría parecido mal. Pero preguntar en la India a un musulmán educado cuántas esposas tiene..., ¡desconcertante, terrible! Le costó trabajo ocultar su confusión. "Una; una en mi caso particular", balbució Aziz. Le había cogido la mano para seguir trepando. Pocos pasos más allá había un buen número de cuevas, soltó la mano de Adela, y pensando: "¡Malditos ingleses, hasta cuando tienen la mejor voluntad!", se introdujo por una de las abertura para recobrar la calma... Miss. Quested siguió adelante, sin la menor conciencia de haber cometido una equivocación; al no ver a Aziz entró en una cueva, pensando con la mitad de la mente: "El turismo me aburre", y haciéndose preguntas sobre el matrimonio con la otra mitad. Aziz esperó un minuto dentro de la cueva, y encendió un cigarrillo. Cuando salió al exterior, se encontró al guía, solo..."
 

                LA HUIDA IRRACIONAL DE ADELA QUESTED

 




"Frente a las Cuevas de Marabar se internará, de forma espontánea, por atajos y senderos lingüísticos de inconexo impudor inquisitivo. Pero, quizás, sin buscarlos, sin proponerse, a conciencia, ninguna pasional premisa indagatoria. Atraviesa en compañía de su guía Aziz la falda de la grandiosa loma, pasa del suelo apacible a la roca quebrada. Surgen a lo lejos las encendidas apariciones de la ciudad de Chandrapore, limitada, apenas distinguible junto al río Ganges. Luego, se esconde, de un brinco, del contacto ceremonioso de la mano de Aziz. "Usted es quizá la calentura pasional que recorre mi rubor sensitivo, mi belleza demacrada por el fuego de la emoción, devorada por el deseo que acabo de descubrir", golpea hinchadamente este pensamiento el corazón de Miss Quested, incluso sin articular palabra alguna. Es todo eso lo que promete aquella senda rocosa, lo que se desprende de ese mar perdido incorporado a la piedra, a cuantos viven en soledad sus conmociones voluptuosas, aunque no hayan de recorrerlas jamás. ¡Y precisamente por eso!... Del ocio aburrido de la excursión, Adela se enfrenta al muro roto de Marabar. Es un mar borrascoso en su raciocinio. Un frío mar, duro y ceniciento, que emerge de la piedra, y se queda quieto, observándola. Ella penetra en él. Lejos de este jardín de embriagadoras impresiones, tan abandonado como el suyo, se halla el amor que no siente... Aziz no la sigue, desaparece entre otra oquedad abrupta. ¡Nadie! De fondo, creado el paroxismo, y poseída por el gélido confín de su soledad concupiscente, una luz diminuta aguarda a que la "busquen", como un ojo infinitesimal que contempla los riesgos y aventuras que comportan las pasiones, no compartidas. ¡Ese viejo dolor humano de desear y no ser deseado! Adela inmóvil y llorosa... Aziz ni viene ni se acuerda de la cueva donde la llama busca un fugaz rescoldo a esa oscuridad de aislamiento que Adela provoca, y que conserva un silencio terrible; un silencio enceguecido, en crisis, frente al paisaje ancho, entre una inmensidad de peñones infernales, mordidas sus órbitas entre el pliegue vertical y oculto de la cueva de Marabar... Pero de pronto cruje la seroja que empasta la cuesta, y entre los pilares caídos y destrozados del entorno rocoso que cría el matojal, Adela se interna en una huída despavorida, como contradiciéndose en su ruta, dejando tras ella el grito angustiado de Aziz. Miss Quested, aterrorizada, entre el paisaje cavado de la montaña, escapa de esa intimidad imposible de cuantos lugares configuraran, de modo alarmante, en su mente, cierto desorden envilecedor. Su piel, como muros rotos, forman parte de la misma piedra del monte, que adquirirán un valor objetivo de fatalidad, de violencia, como barrenos que desgarrasen su virginidad. Este ámbito abrupto, tan emocional y delirante, pese a conservar la integridad de la joven "intacta", será así captado, con una suntuosidad misteriosa, sobrecogedora, de evocador y tortuoso concierto dramático, por el genio magnetizante de David Lean"
 

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"Adela se había metido entre los cactos. Miss. Derek, y su marido que habían acompañado en coche a Mr. Fielding le salvaron la vida, porque Mrs. Quested estaba empezando a perder el control de sus miembros. Fueron directamente a su bungalow, y allí se encontraba ahora, entre personas que desconfiaban de los indios. Adela permaneció varios días en cama en el bungalow de los McBryde. Tenía un principio de insolación y hubo, además, que extraerle cientos de pinchos de cactos"
 
 

 

MRS. MOORE ABANDONA LA INDIA Y FALLECE EN EL TRAYECTO MARÍTIMO QUE LA CONDUCE A INGLATERRA 

 
 


"Mrs. Moore se mantuvo a distancia. No parecía inclinada a mostrarse servicial. Una especie de resentimiento emanaba de toda ella. No había manifestado interés por la detención de Aziz. Apenas había hecho preguntas. Y cuando su hijo Ronny le comunicó que se acercaba el juicio contra el  doctor Aziz, exclamó: "¿Por qué tendría yo que que subir al estrado de testigos? Yo no tengo nada que hacer en vuestros ridículos tribunales de justicia. No me arrastraréis allí de ninguna de las maneras"  Siguió asegurando que en Marabar no había sucedido nada. Que todo había sido un acto de histeria de Adela, y no asistiría al juicio contra Aziz. "Volveré a Inglaterra... Pero no os voy a ayudar a que  torturéis a Aziz por algo que no ha hecho" Pero el caso tenía que verse ante los tribunales. No quedaba otro remedio. Adela lo había puesto en marcha, y ahora tendría que seguir hasta que terminara. Ronny cogió la lista de salidas de los barcos. Su madre debía irse de la India inmediatamente; se estaba haciendo daño a sí misma y a todos ellos por añadidura... Mrs. Moore se vió sorprendentemente despedida a la salida del tren hacia Bombay por el brahman Godbhole"
 




"Recibieron un telegrama comunicándoles la muerte de Mrs. Moore. En su decidido regreso a Inglaterra la anciana murió en el barco. Mrs. Moore quería a Aziz, y también a la India, y él la quería a ella..."

"Adela, tras la noticia, dio la impresión de transformarse en estatua: "Me gustaría tanto estar sola... Mrs. Moore era mi mejor amiga y significaba mucho más para mí que para Ronny. No soporto estar con él... No puedo explicarlo". Mrs. Moore había muerto nada más zarpar el barco de Bombay. Su cuerpo fue así arrojado al mar"



 
 

 


"A través de Mrs. Moore, hemos de resaltar su comprensiva nobleza, su honestidad particular contra los prejuicios raciales, y su postración mortal frente a la inmensidad coruscante de un universo cristalino, bajo el cual se refugia en su regreso a Inglaterra (a fin de no formar parte de las injustas maquinaciones judiciales que acusan a Aziz, tras el desequilibrio emocional de Adela). Se aflige, respira con ansia, y nos abandona con un temblor de párpados azulosos que se encienden en ráfagas de sensibilidad inolvidable"

 

"Y a Adela Quested, cuya resonancia estremecida, íntima y sollozantemente despaciosa, siempre encomendada a la absurda truculencia reaccionaria "del que dirán", una vez conocidos todos los abismos pasionales en que se debate a través de su sugestiva confesión final en el juicio, acabará por liberar al doctor Aziz de su desatinada denuncia por violación"
 




               EL REENCUENTRO ENTRE AZIZ Y FIELDING

"La vida transcurría agradablemente. El impulso que había llevado a Aziz a escapar de los ingleses era correcto. Le habían asustado de manera definitiva. Hubo una fisura entre él y Fielding, cuando éste no formó parte en el cortejo, inmediatamente después del juicio. Después de mucho tiempo de silencio, le esperaba una carta de Fielding: "Me caso con alguien a quien conoces..." Aziz no siguió leyendo. Y la arrojó. Las cartas posteriores las rompió sin abrir. Era el final de un estúpido experimento. Y, aunque a veces, en algún apartado rincón de su mente sentía que Fielding había hecho sacrificios por él, todo ello quedaba mezclado con un odio totalmente genuino hacia los ingleses. "Por fin soy indio", pensó Aziz. La visita de Fielding con su esposa fue inesperada: "¿Qué tal estás, Aziz, después de tanto tiempo? ¿Por qué no contestaste a mis cartas?  ¿Con quién demonios crees que me he casado? ¿No sabías que mi mujer era la hija de Mrs. Moore?"- le dijo presentándosela. Aziz  empezó a temblar y su rostro adquirió una tonalidad gris morada. "¿Cómo pudiste cometer semejante equivocación creyendo que me había casado con Miss. Quested?" 
 

"Otra vez amigos, pero conscientes de que nunca volverían a verse, Aziz y Fielding se dieron su último abrazo..."También Adela Quested recibió una misiva de Aziz eximiéndola de su odio y en la que le agradecía su valor al declarar la verdad ante los tribunales ingleses que lo juzgaron"


 



                          DAVID LEAN: LOVING INDIA


 



"David Lean esculpió con "A passage to India" su postrer trabajo, entre riesgos, vigilias y agonías, no es menester explicarlo, y no existió en su estilo contradicción ni modificación del concepto. Su escuela artística, henchida por la imagen monumental que formara el árbol mítico de su esencia cinematográfica, queda bien claro en este autor que era todo voluntad y sabiduría ilimitada. ¿Había, pues, sorprendido ese secreto de trazos personales, mágicos y espectaculares, proyectados desde la invención de la realidad literaria que también nos legara el autor de la novela, E. M. Forster? Lean adivinó cada latido, concedió a cada palabra escrita la más inesperada categoría de promesa sin antecedentes visuales, y la convirtió en cine: ¡sus imágenes alcanzarían la permanencia de la belleza y de la magnificencia de todo cuanto le circundó!"

                                                                                    
                                         

                                 SECUENCIA FAVORITA




 
"Judy Davis (Adela Quested) participa de un imaginado paisaje hindú, rebulle en su bicicleta entre el aliento amarillento del atardecer. Un camino, revelado en el aire inmóvil, diáfano, rasgado únicamente por la intimidad de un misterio, y que la impregna de un rumor preciso en el que parece hallarse encerrado el atractivo manantial de sus contenidas avideces pasionales. No sabe por dónde se mueve. Ni si se mueve siquiera. Aspira una especie de perfume, de temblores tortuosos, que van abriendo ante ella una emoción de jardines abandonados, de espacios vividos y muertos, a través del poder sugestivo y lúbrico de unas imágenes lascivas que muestran, con placentera sencillez, sus conceptos de supremacías libidinosas y sexuales. Una intimidad lujuriosa descortezada de las raíces de la tierra, que permanece allí, entre la eternidad abandonada de un templo alzado al calor del amor y el deseo, ahora extraviado entre atrayentes efigies inmóviles en la fugacidad del tiempo. En el interior del templo, dentro del ruido alto de sus enormes follajes y lianas, entre un grupo nómada de pequeños micos amenazantes, remedo de la malicia indolente y fogosa del hombre, Adela cree captar, mórbidamente ruborizada, el poder sugestivo de la posesión intemperante y obscena que reflejan los relieves licenciosos ocultos en el viejo jardín del templo abandonado. En sus fundamentos ruinosos se halla abarcada la verdad de la Naturaleza. Judy Davis-Adela Quested brilla con especial encanto, su hechizo, la agitación que conmueve sus miradas, suavemente filtradas por los tintes patéticos del deseo, alcanzan su máxima plenitud morbosa, confesada en la complacencia sublime, inquietante, de su bellísimo rostro, sin el menor decoro, escrúpulo ni vacilación, merced a la infinita sabiduría cinematográfica de David Lean, creador de esta secuencia sublime no contenida en la obra de Forster"
 
 

 


 
 
 
 
 
 


 




 















 

 





 


















 












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