martes, 7 de mayo de 2024

The Man Who Never Was (El hombre que nunca existió) -1-

 

Una trama rocambolesca frente a las aristas, siempre apetecibles, del espionaje, dirigida con mano maestra por Ronald Neame. II Guerra Mundial, suplantación de personalidad: un héroe cadáver que aparece en las playas  de Huelva, España. Situación límite de uno de los mayores "fiascos" sufridos por el ejército alemán en su enfrentamiento con el resto de Europa, y en especial con la Inglaterra de Winston Churchill. Una búsqueda de la verdad impecablemente diseccionada. Realidad y engaño. Hitler, para placer de los espectadores, será debidamente saboteado por la inteligencia británica con todos los ribetes de aquel suspense, por otro inglés inventado, que fue el gran Hitchcock. 





Fue conocida por "Operation Mincemeat" ["Operación Carne Picada"], y considerada una de las mayores tretas llevadas a cabo por la Inteligencia Británica durante la Segunda Guerra Mundial. Como gran golpe de efecto militar contra el alto mando alemán (OKW), Inglaterra iba a movilizar toda su capacidad estratégica, valiéndose en primera persona del cadáver de un joven escocés desconocido al que bien podría aplicársele las "crónicas policíacas" a no ser porque Europa se hallaba en plena II Guerra Mundial contra la paranoia Nazi que el monstruo ario -de probable ascendencia judía y a cuya etnia hizo objeto de su odio y apocalíptico afán de exterminio- Adolf Hitler y su Tercer Reich proyectara sobre la mayor parte de una todavía indefensa Europa. Y así de nuevo, tras la primera catastrofe bélica de 1914, el todavía maltrecho continente europeo viviría otra vez por medio de los fanáticos y sádicos  próceres militares de la resurgida Alemania, la que sin duda iba a ser una de las más flagrantes ofensivas contra el ser humano que, entre estremecedores horrores inenarrables, su ciclo historico recuerda.

Los medios defensivos y estratégicos de Inglaterra ya habían llevado a cabo en agosto de 1942, con gran éxito, un plan ficticio antes de la batalla en el Alam Haifa, en África, contra el ejército del mariscal Rommel.  Se utilizó a uno de los tantos soldados caídos en el desierto, dejándolo en un vehículo de rastreo que había explosionado en un campo de minas cerca de la zona alemana de Quaret el Badd. El cadáver desconocido portaba un mapa que señalaba los campos de minas de los aliados que luchaban en el continente africano y que eran inexistentes. Pero Rommel, conocido como "Desert Fox" ("El zorro del desierto") y sus Panzers hallaron el vehículo y cayeron en la trampa, ya que el mariscal, para evitarlos, no tuvo más remedio que hundirse en las arenas del Sahara donde quedó aprisionado junto a sus tanques.

                                "OPERATION TORCH"

El 25 de septiembre de 1942, aunque no se trató de un nuevo plan de engaño inglés, el hidroavión PBY Catalina había salido desde Plymouth a Gibraltar con diez pasajeros. Una terrible tormenta eléctrica derribó el avión sobre las aguas de Cádiz, en España, sin que ninguno de sus ocupantes se salvaran. En el hidroavión viajaba el teniente de navío James Hadden Turner de la Marina Real Británica, al que se daba el sobrenombre de "Paymaster". Éste era portador de una carta del general inglés Mark Clark  que debía entregar al gobernador de Gibraltar, el cual a su vez debía hacerla llegar al general norteamericano Dwight D. Eisenhower. El escrito era una lista de los agentes franceses que operaban en el Norte de África, anunciando a Eisenhower que el 4 de noviembre de aquel año se efectuaría un desembarco aliado conocido por "Operación Torch", que empezó el día 8 del mismo mes. Ocho cuerpos de las víctimas del hidroavión aparecieron en la playa de la Barrosa, en Chiclana de la Frontera, también provincia de Cádiz. Un almirante de la Armada Española  entregó al gobierno inglés el cadáver del teniente Turner con la carta al cónsul británico en Cádiz. Los expertos diseminados en la zona, británicos y alemanes nunca aclararon si la carta fue abierta o no por el consulado Nazi, aunque los alemanes tenían medios para poder llegar a leer el contenido de la carta sin necesidad de abrir el sobre. Lo hicieran o no, la información no fue aceptada como verídica y el ejército de Hitler no llegó a tomar ninguna medida en relación con la información de que era portador el teniente Turner

LA GARRA DEL NAZISMO Y EL FASCISMO SOBRE EUROPA

 




Con la desgarradora amenaza que el  nacimiento del Fascismo en Italia y el Nazismo en Alemania iban a significar para Europa con la declaración de la II Guerra Mundial promovida por el militarismo monstruoso de  Benito Mussolini y de Adolf Hitler, el por segunda vez torturado continente volverá a hallarse invadido por la barbarie de estos dos engranajes políticos que no dudarán en convertir, en el malhadado siglo XX, sus grandes ciudades, pequeñas poblaciones, campos, playas y hasta océanos en gigantescos cementerios de las atrocidades más representativas que la presencia humana pueda promover a su paso por este planeta único que es la Tierra. La oposición bélica aliada contra el pavoroso nacionalismo promovido por Alemania e Italia, y unos años antes por España, y en Asia por la nueva manifestación agresoramente beligerante del Japón, pasará entonces, mediante una colosal y equilibrada unión militar y de admirable resistentecia entre los paises invadidos, a imprimir, durante cinco años de terrorífica lucha, el necesario viraje en redondo de tal monstruosidad y la derrota definitiva contra aquel  implacable estruendo sanguinario e inhumano de cuanta ignominia e infamia se hicieron acreedores Alemania, la Italia Fascista y el Japón. La cinematografía europea había vivido una gran etapa documentalista con las anteriores lecciones de otro antecedente histórico como había sido la revolución rusa tras la primera Guerra Mundial, pero esta vez será el cine italiano el que, tras la caída definitiva del Fascismo y la derrota Nazi, nace al alba de la Liberación  para ofrecer casi de inmediato tras el fin de la guerra, un inesperado cine realista. Italia y su cine ciertamente necesitaba recobrar su libertad perdida desde 1922 hasta 1945, año en que se producirá el conmovedor estampido artístico de un film como "Roma, città aperta" ("Roma, ciudad abierta") con el que, a través de la orientación estilística que le iba a aportar un recién llegado director cinematográfico como Roberto Rossellini, va a demostrar su inimaginada potencia expresiva y la enorme vitalidad de esta nueva cinematografía revolucionaria nacida de una ruinas todavía humeantes por toda Italia. 



 
 
 

Títulos como "Roma, città aperta" fueron los que iban a forjar la grandeza del nuevo cine europeo como Arte con mayúsculas. No importaban las improvisaciones, la penuria de medios, la ausencia de actores consagrados. De estas limitaciones hace Rossellini virtudes al describir los últimos días de la ocupación alemana en Roma, con la lucha de la Resistencia que une en un destino común a un militante comunista, a un sacerdote católico, y a  una mujer del pueblo, que luchan por la misma causa, y que morirán por ella, ametrallada en plena calle por los soldados nazis la mujer Pina (Anna Magnani), bárbaramente torturado el militante comunista Luigi Ferraris (Marcello Plagier), y el sacerdote Don Pietro Pellegrini (Aldo Fabrizi) fusilado al amanecer, a las afueras de Roma (Aldo Fabrizi), mientras los alumnos contemplan su fusilamiento a través de unas alambradas. Son estos tres de los episodios más estremecedores de la historia del cine, de un realismo brutal que evoca, automáticamente, los grandes momentos del mejor cine documentalista ruso. Será por tanto a partir de esta inolvidable película, gran grito de protesta de un mundo más humanizado, que no se alza como ave solitaria sobre las ruinas calcinadas de Italia y de gran parte de Europa, incluida la misma Alemania punitivamente bombardeada sin la menor conmiseración por los países aliados contra el Nazismo, cuando ya puede hablarse de neorrealismo.



 

[Nacido en Roma, Italia, el 8 de mayo de 1906-Fallecido  en Roma, el 3 de junio de 1977 de infarto agudo de miocardio a la edad de 71 años]


Y de nuevo Rossellini, al año siguiente, 1946, lo corroborará con su enorme retablo de horrores cometidos por Alemaia con su casi documentalista y grandiosa "Paisà" ("Camarada"), retablo desgarrador de seis episodios que sigue paso a paso el avance de las tropas aliadas en la Liberación: Sicilia, Nápoles, Roma, Florencia, Romagna y el delta del río Po. Con actores naturales o apenas conocidos (entre los que aparecen varios soldados norteamericanos), Rossellinni consigue algo tan difícil como que la ficción organizada por el artista parezca documental, reportaje directo, y pavorosa página viva arrancada de la historia reciente de la Italia devastada. Será entonces la crítica francesa la que, ante la revelación del genio de Rossellini, llame la atención del mundo hacia aquel tan inesperado como brillantísimo brote artístico que nació como una rabiosa reacción antirretórica, como repudio contra el pomposo y falso arte Fascista. El motor de "Paisà" era un incontenible hambre de realidad, un deseo insatisfecho durante años de mostrar el verdadero rostro de los seres y del engranaje de sus vidas por muy terribles que pudieran ser, y mucho más en una guerra, años antes velado por la censura, como ya había sucedido en la España de Franco.




Este nuevo orden temático que supuso el neorrealismo, con su innegable voluntad documental y su exigencia verista, se centró también en el hombre considerado naturalmente como un ser social, poco antes destruido  por la maldad bélica, y examinando sus relaciones con la colectividad en que está inserto. Estos dos dramas de Rossellini se apoyaron como no podía ser de otra manera en el verismo documental: actores y escenarios naturales, ausencia de maquillajes, diálogos sencillos, sobriedad técnica, iluminación naturalista, abandono de estudios, decorados y toda clase de artificios en aras de la máxima veracidad. Todo ello representaría la cara más opuesta de las reconstrucciones de escayola y del estilo grandilocuente que tanto placía al Duce Mussolini. Es la realidad misma, sin adornos ni disimulos, en su implacable y conmovedora crudeza. Rossellini completó su trilogía con "Germania anno zero" ("Alemania año cero"), 1948, con el actor infantil Edmund Moeschke, Ernst Pittschau, Barbara Hintz, y Franz-Otto Krüger, sobre las viviencias no menos escalofriantes de los habitantes de un Berlín en ruinas, su destruido mundo social,  familiar y acomodado, el hambre, la pobreza y la desesperación vista y vivida a través de los ojos de un niño que acaba suicidándose. 



INGLATERRA BAJO LOS "BLITZ" -BOMBARDEOS AÉREOS


Mientras Gran Bretaña vivía bajo las amenazas de los bombardeos nazis, el cine inglés se mostró especialmente activo tratando de mantener alta la moral de la población y la esperanza de una victoria final: la "V" en los dedos y la sonrisa optimista en los labios de Winston Churchill habían formado parte, más de una vez, de los grandes documentales ingleses en los años del conflicto que lo enfrentaron a Alemania. Los llamados films of facts habían utilizado abundante material de archivo, gráficos explicativos, y entrevistas famosas ante las cámaras. Las películas británicas de ficción con tema bélico alcanzaron tal rigor documental, que muchas veces resultaba enrevesado rastrear la frontera que separaba el documento de la reconstrucción. Noel Coward, dramaturgo famoso durante aquella aciaga década, rehabilitó las posibilidades creadoras de un didactismo realista, aunque basado en la ficción. La presión verista de la corriente documental que impuso el nuevo cine italiano, llegó, pues, a penetrar en el comediógrafo Noel Coward que junto a un recién descubierto David Lean dirigió el film bélico "In Which We Serve"("Sangre, sudor y lágrimas"),1942, interpretada por el mismo CowardJohn Mills, Bernard Miles, y Celia Johnson, que se conviritó en la película oficial de la resistencia británica contra los ataques en el mar de los submarinos alemanes.
 
El cine inglés afrontó con optimismo su posguerra y en 1946, a diferencia de Italia, eleva al 40 por ciento su proteccionista cuota de pantalla. Sería Arthur Rank quien, al acabar la guerra, consolidaría su colosal imperio cinematográfico buscando firmes conexiones comerciales con Estados Unidos, y alejándose por completo de neorrealismo italiano y del recién nacido naturalismo francés en el país Galo. De todas formas, la gran autenticidad formal de otro film como "San Demetrio London", 1943, de Charles Frend, direcor que inició su carrera como técnico de montaje, que llevaba a la pantalla la historia real de este petrolero, torpedeado e incendiado por los alemanes, que fue abandonado en el Atlántico y recuperado más tarde por su misma tripulación, fue reconstruido íntegramente en los prestigiosos Ealing Studios. La película fue interpretada por Arthur Young, Walter Fitzgerald, Ralph Michael, Neville Mapp, y Barry Letts.

Dos directores como Humphrey Jennings y Stewart  McAllister fueron los artífices de un documental experimental que pretendía rehabilitar  las posibilidades creadoras de la banda sonora, como fue "Listen to Britain" ("Escuche a la Gran Bretaña"), 1941, significativo y exacto, porque lo que proponía era en realidad mostrar una especie de concierto de los ruidos de un país en pie de guerra. Pero la obra más conmovedora de Jennings fue, sin embargo, "A diary for Timothy" ("Un diario para Timothy"), 1945, carta dirigida al bebé Timothy que nace en el momento de la Liberación de París. Los últimos párrafos de esta carta eran de una lucidez estremecedora: "Te he mostrado, Timoty, el fin de una guerra. ¿Pero no nos tocará vivir ahora, como después de la otra guerra, la crisis, el desempleo, la carrera de armamentos y de una cadena de acontecimientos idénticos que conducirán a una nueva carnicerái?"  
 

 

El gran Carol Reed, nombrado ya director de la Army Kinematograph Srvice, realiza en 1944, con "The Way Ahead" ("Hacia adelante"), interpretada por David Niven, Stanley Holloway, James Donald, Peter Ustinov, y William Hartnell, un excelente retablo de la Inglaterra en armas. Y con material del frente efectuó luego el montaje de "The True Glory" -por encargo del Ministerio de Información-, ese mismo año, en colaboración con Garson Kanin.

La elogiable probidad documentalista  de los ingleses no dudó en ofrecer una imagen del sádico Adolf Hitler que en un vagón ferroviario en Compiègne, cuando tuvo lugar la capitulación de Francia, mostró un burlesco y risible paso de baile a sus fanáticos seguidores, que difundieron profusamente los documentales aliados y que en realidad fue "fabricado" por el director documentalista John Grierson, inmovilizando algunos fotogramas en el momento en que el Führer tenía levantada su pierna derecha.
 







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