lunes, 1 de julio de 2019

El "goyesco" CECIL B. DeMILLE


Cecil B. -Blount- De Mille, [Cecil Blount DeMille, nacido Ashfield, Massachusetts, EE.UU.,  el 12 de agosto de 1881- Fallecido en Hollywood, California, el 21 de enero de 1959) de insuficiencia cardíaca a la edad de 77 años], auténtico titán del espectáculo y reputado artífice fílmico supo plegarse al gusto de las grandes masas frente a los tiempos tormentosos que para el arte (en todas sus vertientes) se avecinaban. En 1898, durante la guerra hispano-yanqui, se presentó voluntario (había estudiado en la Academia Militar de Pennsylvania) y no fue admitido por su edad. Estudió Arte Dramático en New York y llegó a actuar en Broadway. Su llegada al cine se debió a un hecho fortuito. Jesse Lasky y Samuel Goldwyn ofrecieron a su hermano, William De Mille, director escénico, que odiaba el cine (lo cual era considerado de buen tono en los mundillos teatrales), que trabajase para ellos en "The Squaw Man", obra de Edwyn Royle, que tras triunfar en los escenarios, iba a ser llevada al cine e interpretada por el actor de moda, Dustin Farnum. Los derechos de la obra ascendían a la fabulosa suma de 24.000 dólares. William decidió confiar el film a las inexpertas manos de Cecil. Se rodaría enteramente en una granja de Hollywood. Cuando el film quedó concluido, la perforación del mismo se mostró incorrecta e imposible para la proyección. Lasky, Goldwyn y De Mille se creyeron arruinados. Afortunadamente, un reputado técnico de Filadelfia logró salvar la película, copiándola sobre otra correctamente perforada. El éxito fue enorme, y con "The Squaw Man" se inició una de las carreras de mayor prosperidad cinematográfica, y la cimentación de la fama de DeMille.


Eran, en efecto, los años en que triunfaban lo que se llamó el cine super espectacular italiano, apoteosis de la escayola, glorificación magnificente del cartón piedra. Y De Mille (como antes hiciera Griffith) se organizó con una maestría y destreza admirable para conseguir un cine "más grandioso todavía". Fue el nuevo peón capital de la industrialización de la cinematografía americana.  










Lasky, que quiso competir con las famosas vamps impuestas por William Fox, contrató a una de las cantantes más en boga, y sin experiencia en el mundo del cine, Geraldine Farrar, para que De Mille la dirigiera en "María Rosa", 1915. Siguieron "Carmen" y "Temptation".




Tanto se acrecentó su prestigio en Europa, que tras el grandioso triunfo de "The Cheat" ("La marca de fuego"), 1915, Rene Clair escribió: "He aquí la victoria del cine sobre el teatro". El terrible crítico Louis Delluc exclamó su célebre juicio: "Por primera vez vemos un film que merece este nombre" Y el compositor Paul Souday, impresionado por la sensibilidad que despedían las imágenes de "The Cheat", se inspiró en su argumento para escribir una ópera. En París el film batió todas las marcas: 10 meses consecutivos en el distinguido coliseo Select. Pero la película que tanto interés despertó en Europa no era en realidad más que un detestable melodrama policíaco, del que hoy no quedaría nada, a no ser porque, por primera vez, el cine, en manos de este artífice del espectáculo grandilocuente, trataba de desarrollar un drama en términos de conflicto psicológico.


Últimos Silent-Movies y alba sonora y espectacular de Cecil B.DeMille








































Los senderos estéticos de DeMille siguen siendo, no obstante, de una perspicaz intuición. Superó el esquematismo épico que hizo estragos en muchos directores, sobre todos en los seriales de aventuras, especialmente westerns. Trató de bucear en un nuevo campo de la acción: el de los grandes sentimientos y las motivaciones internas. Reiteró primeros planos muy elogiados por la crítica, y en los que ésta se basó para hablar de ruptura con el teatro. Su empleo de la iluminación artificial también marcó una fecha en el cine. Hay que añadir sus toques de exotismo y el lujo de sus ambientes, todo destinado a bombardear la retina del espectador con métodos que están tanteando un camino nuevo a sus actores, que no son ya símbolos abstractos, sino ideas bien materializadas en carne y hueso, movidos por todo tipo de sentimientos y pasiones. Su épica descansa sobre el drama psicológico, y su inmenso éxito abrió una nueva era en la moral de Hollywood. Sus sofisticadas, emprendedoras y magnéticas heroínas, capaces, no obstante, de ser inspiradas por un generoso aliento humanista, jugaban siempre sus cartas a la desesperada. Añádase a esto sus espectaculares desenlaces, que pueden resultar ingenuos, pero no menos regocijantes con el paso del tiempo. Sus saqueos a los temas de la Biblia y de la Historia, entre cuya espectacularidad pululan grandes actores y actrices, disfrazados de monarcas y mayestáticas reinas de la belleza, héroes increíbles, cortesanas fascinantes, profetas, esclavos y aventureros circenses, que lejos de resultar un vehículo incómodo, viven y acentúan todo tipo de exaltaciones románticas. Y dotados de todos los toques de la fantasía habida y por haber, se dejan engullir por conflictos raciales y opulentos entramados de una gigantesca bohemia histórica que no merecen ser tomados en demasiada consideración, pero que al centro nervioso del espectador acaban por exponérsele con gozosa convicción hermosas inspiraciones corales, entre un exótico simbolismo de siluetas que se mueven entre expresivas y maravillosas iluminaciones coloristas, impregnadas de un lirismo mítico, en las que toda vocación antropológica se transmuta en olímpicas pseudobiografias de seres primitivos movidos por sus más atrayentes instintos desencadenados.










































































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