















































HENRY JAMES: "THE TURN OF THE SCREW" ("OTRA VUELTA DE TUERCA")
La oscuridad total se impone a este difícil relato de Henry James. Se inmiscuye abusivamente en el planteamiento de un mito popular que jamás podrá ser demostrado: la existencia de fantasmas. Su esquema narrativo posee, pues, una estrategia fascinante: una realidad que juega con sus personajes, dos mujeres y dos niños, valiéndose del oportunismo desaprensivo en que nos envuelve e involucra la mentira. Una mentira que se aplica también, por medio de conflictivos "significantes y significados casi surrealistas" en los que nunca podremos llegar a creer, en explotar unos estudios de conductas y unas crisis de sentimientos, tanto infantiles como adultas, estimuladas en todo momento por el convencimiento de que para hallar cierto tipo de redención moral, probablemente tan imaginaria como innecesaria, resulte preciso recurrir a una no menos discutible investigación de incógnitas de origen fantasmal y a una nueva realidad apocalíptica pero indemostrable que se sirve del tradicional soporte de los ya indicados mitos subjetivistas del espiritismo.
















[Nacido en New York, EE.UU., el 15 abril de 1843-Fallecido en Londres, el 28 de febrero de 1916 a la edad de 72 años]







"Recuerdo el principio de todo aquello como una sucesión de altibajos, un ir y venir de esperanzas y miedos... En este estado mental pasé las largas horas de sacudidas y bamboleos de la diligencia. Recuerdo la agradable impresión que me causó la amplia fachada de la casa; recuerdo el césped y las brillantes flores y el crujir de las ruedas sobre la gravilla y las densas copas de los árboles sobre las que los grajos graznaban y trazaban círculos en el dorado cielo. Inmediatamente apareció en la puerta, con una niña de la mano, una persona muy educada que me hizo una reverencia como si yo fuera la dueña de la casa o una distinguida visitante... Flora era la niña más hermosa que jamás hubiera visto. Y otra cosa que me agradó mucho fue lo bien que congenié con la señora Grose. Vigilar, enseñar, "formar" a la pequeña Flora sería probablemente la tarea de una vida feliz y útil... "Y el muchachito, ¿se parece a ella? ¿Es también tan notable?..." "Oh, señorita, es de lo más notable. ¡Si le parece bien ésta... entonces se sentirá entusiasmada con el señorito!"... "Bueno, para eso precisamente vine..., para sentirme entusiasmada" Todavía puedo ver el amplio rostro de la señora Grose al oír aquello. "Bueno, señorita, no es usted la primera..., y no será la última" "Tengo entendido que mi otro pupilo vuelve mañana"... "Mañana, no, el viernes, señorita..."

















"... Me hallaba frente a una magnificencia y una responsabilidad para las que no estaba preparada y en cuya presencia me hallé ahora un poco asustada, además de un poco orgullosa. Pensé que mi primer paso sería lograr, con las artes más gentiles que me fueran posibles, ganarme a la niña... Pasé el día con ella al aire libre. Flora tenía que ser la única que me mostrara el lugar. Lo hizo paso a paso y estancia por estancia y secreto por secreto, con una deliciosa charla infantil sobre todo lo que veíamos, lo cual dio como resultado que en media hora nos hubiéramos hecho grandes amigas... Mi pequeña guía, con su pelo dorado y su vestido azul, danzaba delante de mí doblando esquinas y recorriendo pasillos... Tuve la visión de un castillo romántico habitado por un rosado duende travieso... No; era una enorme, fea y antigua pero muy conveniente casa, en la cual tenía la impresión de que nos hallábamos casi tan perdidas como un puñado de pasajeros en un gran barco a la deriva. Y, sorprendentemente, ¡yo me hallaba al timón! Dos días más tarde, me dirigí con Flora a recibir, como había dicho la señora Grose, al señorito... Había recibido una carta para mí que, aunque escrita de la mano de mi patrón, y sólo contenía unas pocas palabras que acompañaban a otra carta, dirigida a él... Llevé la misiva hasta mi habitación, y sólo la leí justo antes de meterme en la cama. Me proporcionó dos noches sin dormir. Finalmente no pude resistirlo más y decidí abrir mi corazón a la señora Grose: "El niño ha sido expulsado de la escuela" Enrojeció visiblemente. "¿No lo van a admitir de nuevo?" "Lo rechazan tajantemente" Vi sus ojos llenarse de lágrimas. ¿Qué es lo que ha hecho?... "No entran en detalles. Simplemente expresan su pesar de que les sea imposible seguir teniéndole en su institución. Miles es una afrenta para los demás... Usted dijo que nunca había visto que fuera malo. Le gusta que sea travieso. Miles contamina... Corrompe... Es lo que dice la carta" "Tiene miedo de que la corrompa a usted?" Dejé de lado el asunto. "¿Como era la anterior institutriz? ¿Vio ella algo en el niño?" Pareció que la señora Grose intentaba ser concienzuda. "Bueno, señorita..., ella ya no está. No quiero contar historias"... "¿Murió aquí?..."

























Miles y Flora lograrán liberarse únicamente de los
espíritus malignos que los poseen dando testimonio de su presencia y
reconociendo la esencia destructiva de los mismos.
"... Fue una tarde, durante el transcurso de mi hora personal; los niños se habían retirado, y yo había salido a dar mi paseo... ¡Estaba allí!, más allá del césped y en la parte superior de la torre a la cual, aquella misma mañana, me había conducido la pequeña Flora. Un hombre desconocido en un lugar solitario puede ser objeto de miedo para una mujer no muy habituada al mundo... Era como si, mientras miraba, todo el resto de la escena se viera sumida en un silencio mortal. Nos vimos enfrentados a través de la distancia el tiempo suficiente como para que yo me preguntara con intensidad quién era... Sí, mantuvo sus ojos intensamente fijos en mí, e incluso cuando se volvió siguió mirándome fijamente. Se dio la vuelta y desapareció... El rostro de la señora Grose había palidecido a medida que
yo hablaba: "Entonces, ¿lo conoce?" Intentó visiblemente contenerse.
"¿Lo conoce?"... "¡Peter Quint!",... el criado del amo, su ayuda de cámara, cuando él estaba aquí"... "¿Solo?"... "Bueno, con nosotros... a cargo de todo"... "¿Adónde se fue?" La expresión de la señora Grose se convirtió entonces en algo extraordinario. "!Dios sabe dónde! Murió"... "¿Murió?", casi chillé. Y expresó lo increíble: "Sí. El señor Quint está muerto"... Lo que acordamos aquella noche fue que creíamos que podíamos llevar aquella carga juntas; y yo ni siquiera estaba segura de que pese a su exención ella fuera a llevar la carga más ligera. Creo que entonces sabía muy bien, como sabría más tarde, que era capaz de enfrentarme
a cualquier cosa para proteger a mis pupilos... "Y el tiempo que
estuvieron con él, y su nombre, su presencia, su historia, lo que fuera.
Nunca han hecho la menor alusión a ello"... "Oh, la señorita no lo recuerda. Nunca ha oído hablar de ello ni lo ha sabido", pareció inmensamente asustada la señora Grove. "¿Las circunstancias de su muerte? Quizás no. Pero Miles debería recordarlo... Miles tendría
que saberlo"... "¡Oh, no intente hacerle hablar!", estalló la señora
Grose... Salí a pasear con Flora, habíamos dejado a Miles dentro, había
querido terminar un libro. Estábamos al borde del lago que llamábamos el mar de Azov. Me di cuenta de que al otro lado teníamos un espectador interesado. Había un objeto extraño a la vista, una figura cuyo derecho a estar allí cuestioné de forma instantánea y apasionada. Mi corazón se había detenido
por un instante con la incógnita y el terror de si Flora también lo
vería. Después de eso acudí de nuevo a la señora Grose: "¡Lo saben...,
es demasiado monstruoso: lo saben, lo saben!"... "¿Y qué demonios...?", capté su incredulidad mientras me abrazaba. "¡Todo lo que sabemos nosotras..., y Dios sabe cuántas cosas más! Hace dos horas, en el lago, Flora lo vio!"... "¿Se lo ha dicho ella?", jadeó. "Ni una palabra..., ese es el horror. ¡Se lo guardó para
ella! ¡Una niña de ocho años, esa niña!"... "Entonces, ¿cómo lo sabe
usted?"..."¡Yo estaba allí..., lo vi con mis propios ojos; vi que se
daba cuenta perfectamente"... "¿De él?"... "¡No, de ella! Apareció de repente, de donde sea que vienen"... "¿La señorita Jessel?"... "¡La señorita Jessel, sí. ¿No me cree?"... "¿Cómo puede estar usted segura?"... "Pregúnteselo a Flora...
¡ella está segura!... Pero dirá que no es ella,... ¡mentirá!"... De lo
que más me costaba librarme era de la cruel idea de que hubiera visto yo
lo que hubiera visto, Miles y Flora veían más..., cosas terribles e insospechables y que brotaban de terribles pasajes aterradores de relaciones en el pasado...
La siguiente revelación de la forma en que Flora se vio afectada me
sobresaltó mucho más. Nos hallábamos frente al lago: "¡Está allí, mi
pequeña cosa desgraciada, allí, allí, allí, y la ves tan bien como me
estás viendo a mí!"... "¡No sé lo que quiere decir. No veo a nadie.
No veo nada. Nunca lo he visto. Creo que es usted cruel. ¡No la
quiero!". Y entonces, tras pronunciar estas palabras, corrió hacia la
señora Grose y enterró en su falda su espantada carita. "¡Llévame lejos
de aquí, oh llévame lejos de ella!"... "¿De mí?", jadeé. "¡De usted..., de usted!", gritó... Miles, antes de sentarse, permaneció por un momento en pie con las manos en los bolsillos: "¿Es cierto, querida, que Flora está terriblemente enferma?"... "No tanto como para que no se encuentre ahora mejor. Londres le sentará bien. Bly ha dejado de convenirle."... "¿Bly empezó a sentarle mal de una forma
tan brusca?"... "Era algo que ya se veía venir"... "Entonces, ¿por qué
no se la llevó antes"... "El viaje disipará la influencia... y la
anulará"... "Bien, al fin estamos solos"... "Oh, más o menos". Imagino que mi sonrisa fue pálida. "No del todo. ¡Eso no nos gustaría!"... "No, supongo que no, por supuesto tenemos a los otros. Y bueno, creo que me alegro de que Bly me siente bien a mí... Se lo diré todo, querida. Quiero decir que le diré todo lo que quiera. Se quedará conmigo, y estaremos bien, y yo se lo diré todo, ... lo haré. Pero no ahora."... "¿Qué es lo que hacías en colegio?"... "Bueno, decía cosas!"... "¿Sólo eso?"... "Creyeron
que era suficiente"... "¿Para expulsarte?"... "Sí, era demasiado
malo"... Allí de nuevo contra el cristal, como para frustrar su
confesión y retrasar su respuesta, estaba el horrible autor de nuestra desgracia..., el blanco rostro de la condenación. Sentí un terrible vértigo. "¡No más, no más, no más!", le grité a mi visitante mientras intentaba apretar al niño contra mí. "¿Está ella aquí?, jadeó Miles. Entonces, mientras su extraña "ella" me hacía tambalear y, con un jadeo, le hacía eco: "¡La señorita Jessel, la señorita Jessel!", me empujó hacia atrás con una repentina furia... "¡No es la señorita Jessel! Pero está en la ventana, justo frente a nosotros. ¡Está aquí..., ese cobarde horror, aquí por última vez!" Miles se lanzó hacia mí con una feroz rabia, desconcertado, mirando en vano a todo su alrededor sin ver nada, pese a que ahora, para mis sentidos, su enorme y abrumadora presencia llenaba toda la habitación como el sabor de un veneno. "¿Es él?" Yo estaba tan decidida a obtener toda mi prueba
que me convertí en hielo para desafiarle. "¿A quién te refieres por
"él"?... "¡A Peter Quint..., diablesa!" Su rostro volvió a escrutar toda
la habitación, en una convulsa súplica. "¿Dónde?"... Todavía resuena en mis oídos aquella suprema mención del nombre."¿Qué importa ahora, cariño? ¿Qué importará nunca? ¡Te tengo!", le grité a la bestia, "pero él te ha perdido para siempre" Luego, para demostrar lo que había conseguido, le dije a Miles: "¡Aquí, aquí!"... Pero él ya se había dado la vuelta con una sacudida.
Dejó escapar el grito de una criatura lanzada al abismo, y la forma en
que lo sujeté hubiera podido ser para atraparlo en su caída. Lo cogí, sí, lo retuve..., puede imaginarse con qué pasión; pero al cabo de un minuto empecé a comprender qué era realmente lo que sostenía..."
[Nacido en East Sussex, U.K el 1 de marzo de 1921- Fallecido en Berkshire, U.K., el 26 de febrero de 1995 a la edad de 73 años]


































