James Ivory a
su paso por la pantalla y sus espléndidas adaptaciones de grandes
novelas y excelentes escritores, británicos, por lo general, pudo llegar
a provocar un sinfín de equívocos pero se aplaudió internacionalmente
la compleja belleza de todas sus películas. En un principio hubo un
público que aceptó sin reservas "A Room with a View" ("Una habitación con vistas"), 1985. Y los que lo aplaudieron supieron de pronto que se hallaban ante un director exquisito. Ivory
fue un hombre de tres culturas, la americana, la inglesa y la India, y a
lo largo de sus films pugnó por expresar el desafío del individuo por
asumir una escala de valores precisa, una emancipación íntima. Y se
enfrentó sin reparos al prematuro castigo que se le infligió por un "Maurice" que sólo se interpreta como la segunda parte de la "Habitación". Y si su apariencia externa tiene una perfección menos férrea, su "Maurice", interpretado por un juvenil, excitante, atractivo, y rubio como un dios griego James Wilby,
es, por el contrario, un ejercicio creativo de audacia sorprendente. La
historia de un joven homosexual que acepta descubrir su propio Yo en el
corazón de una sociedad impregnada de homosexualidad, pero que otorga a
su ocultación la categoría de una norma de urbanidad, se produce
paralelamente, y no tiene por qué ser casual, al decidido e inhibido
progreso del film hasta alcanzar su propio equilibrio. Asi la primera
mitad de la película acompaña las inexplicables pero excitantes
vacilaciones del joven Mauricecon ese punto de
indeterminación que ilustra perfectamente su capacidad de interpretar lo
que sucede ante él, y el film acumula con creciente confianza en sí mismo
las conclusiones y el impacto de un orden personal nuevo, asumido con
calma y felicidad. Hay en "Maurice" por tanto una primera parte de escenas
complementarias que resumen admirablemente la confianza indispensable de Ivory en
los recursos de la mejor cinematografía, su empleo liberador de ese
cine que, como "Maurice", necesita despejar la terrorífica
dependencia actual del efecto literario, en la enquistada urbanidad de
un consumo cultural que sigue midiendo su virtud a partir de los viejos
modelos de lo que sí es o no de buen tono (y sólo el prototipo literario
del novelista E.M Forster, autor de la obra, parece "ser de buen tono"). (Texto de Kentauro)
EL FIN DE LA JUVENIL COMPLICIDAD HOMOSEXUAL ENTRE MAURICE Y CLIVE
Durham
sigue la filosofía griega en el sentido de poseer además del amigo, el
compañero sexual deseado. Así, se enamora de su amigo y sorprende a Maurice al
confesarle sus sentimientos. Al principio, Hall reacciona con asombro y no acaba de creer lo que oye de labios de su amigo. Clive sale corriendo, sintiéndose avergonzado de haber expresado su nuevo sueño de compañerismo helénico.
Su amistad se rompe momentáneamente, aunque Maurice pronto
se da cuenta de que corresponde a los sentimientos de Durham.
Durante la noche, Hall decide acudir a la habitación de Durham, y hacerse perdonar sus dudas en un cálido abrazo.
"Maurice no
había tenido nunca ningún interés en ir a Grecia. Su inclinación por los
clásicos había sido superficial y obsceno ya durante sus estudios en
Cambridge, y se había desvanecido en cuanto se enamoró de Clive. Prefería entablar juegos y músivca con Clive antes que hablar de los clásicos griegos. Las historias de Harmodio y Aristogitón, de Fedro y del Batallón Sagrado de Tebas, estaban bien para los que tenían vacíos sus corazones, pero no podían sustituir a la vida. El que Clive las prefiriese en ocasiones, le desconcertaba. Pero en aquellos últimos días Grecia había florecido de nuevo"
"Durante
los dos años de Cambridge fueron los seres más felices de la tierra.
Eran cariñosos y firmes por naturaleza, y, gracias a Clive, extremadamente sensibles. Clive
sabía que el éxtasis no puede durar. Pero que puede marcar un canal
para algo más duradero, y proyectó una relación que mostró permanencia.
Si Maurice creaba amor, era Clive quien lo preservaba, y quien hacía que sus ríos regaran el huerto."
.
"Maurice odiaba
la palabra misma, y por una curiosa inversión la ligaba con la morbidez
y la muerte. Siempre que él quería planear algo, jugar al tenis, hablar
de cualquier cosa, intervenía Grecia. Clive advirtió esta
antipatía y se dedicaba a torturarle, con bastante crueldad.... Su
deseo de unión era, sin embargo, demasiado fuerte para dar cabida al
resentimiento..."
"No
podía permitir que se desperdiciase ni una sola gota, ni en amargura
ni en sentimentalismo, y a medida que el tiempo transcurrió se
abstuvieron de toda declaración. "Ya nos lo hemos dicho todo"Y
casi de caricias. Su felicidad era estar juntos; irradiaban algo de su
calma hacia los demás, y podían ocupar su lugar en la sociedad... Clive, amante del griego y de su cultura, se había proyectado en el amor que Sócrates profesaba a Fedón, amor apasionado pero lleno de equilibrio, que sólo las naturalezas más delicadas pueden comprender, y hallaba en Maurice
una naturaleza, si bien no realmente delicada, si encantadoramente
viva. Conducía al amado por las cumbres a lo largo de un estrecho y
bello sendero. Este sendero llevaba a la oscuridad final, no podía ver
ningún otro terror, y cuando ésta llegase ellos habrían vivido de todos
modos con más plenitud que santos y hedonistas, y habrían apurado hasta
el final la nobleza y la dulzura del mundo. Él educaba aMaurice, o más bien su espíritu educaba al de Maurice, para que fueran iguales."
"Ninguno de los dos pensaba:"¿Estoy dirigido? ¿Dirijo yo?".El amor había apartado a Clive de la trivialidad y a Maurice del desconcierto para que dos almas imperfectas pudiesen alcanzar la perfección".
"Así,
procedían en lo exterior como los demás hombres. La sociedad los
aceptaba, como acepta a miles de seres semejantes a ellos. Tras la
sociedad dormita la Ley. Después la prisión se cerró, pero sobre ambos a
la vez..."
"Clivedecidió
irse a Grecia. Ésta era la única cuestión en la que se mantenía firme.
Iría, aunque fuese en el mes de septiembre, e iría solo. "Es algo que debo hacer -decía- Es un voto. Todo bárbaro debe darle una oportunidad a la Acrópolis".Maurice no tenía ningún interés en ir a Grecia. "Habla como si Grecia no le gustara""Me parece impresentable. Un montón de piedras despintadas" "Es todo lo que uno puede desear cuando va a ver curiosidades-decía Clive. Su última conversación tuvo lugar en esta base. Era el atardecer del día antes de la partida de Clive, y éste tenía a toda la familia Hall invitada a cenar con él en el Savoy, y los había mezclado con otros amigos. "A la salud de todos"- brindó Clive- A su salud, y a la de las mujeres. ¡Maurice, vamos! Por las mujeres"A Clive en aquel momento le complacía ser ligeramente anticuado. "Por las mujeres" Se hizo el brindis y sólo Maurice detectó cierta amargura tras aquello"
"¿Duermes en casa?", le dijo Clive después del banquete. A Maurice le gustaba el alcohol y lo aguantaba bien. "Yo me voy a la cama... Cuídate. Que no te fatiguen las ruinas. A propósito -sacó un frasco del bolsillo- Sé que te olvidarías esto. Clorodina""¡Clorodina! ¡Tu contribución!" Maurice asintió. "Clorodina para Grecia... Tenía razón tu hermana Ada
cuando me dijo que pensabas que iba a morirme. ¿Por qué demonios te
preocupas tanto por mi salud? Si no hay miedo. No voy a tener una
experiencia tan limpia y clara como la de la muerte" "Sé
que debo morir alguna vez y no me gusta, ni que te mueras tú. Si
alguno de los dos falta, nada le queda al otro. No sé si es a esto a lo
que tú llamas claro y limpio""Sí, a eso es""Entonces yo prefiero ser sucio- dijo Maurice, después de una pausa.... "Me voy a la cama"...
"Maurice
no se había dormido, y mientras dormitaba tuvo una visión posterior del
amor. Sintió que golpeaban con los nudillos el tabique que dividía las
habitaciones. "¿Qué pasa?... Entra -pues Clive estaba ya en la puerta. "¿Puedo acostarme contigo?" "Ven" -dijo Maurice, haciéndole sitio. "Tengo frío y me siento mal. No puedo dormir. No sé por qué" Estuvieron tendidos hombro con hombro, sin tocarse. Al poco, Clive dijo: "No estoy mejor aquí. Me voy"
"Maurice no lo lamentó, pues tampoco podía dormir, aunque por una razón diferente. Tenía miedo de que Clive oyese los latidos de su corazón, y sospechase el porqué.
"Clive se hallaba ahora en el teatro de Dionisos.
El escenario estaba vacío, como había estado, durante muchos siglos, el
auditorio vacío; el sol se había puesto, aunque el teatro a su espalda
irradiaba aún calor. Veía llanuras secas que corrían hacia el mar,
Salamina, Egina, montañas, todo empapado en un ocaso violeta. Aquí
habitaban sus dioses: Palas Atenea en primer lugar. Podía,
si quería, imaginar su brillo intacto, y su estatua captando el último
resplandor. Ella comprendía a todos los hombres, aunque no tenía madre y
era virgen. Él había venido a darle las gracias después de muchos años
porque le había apartado del cieno. Pero sólo vio una última luz
moribunda y una tierra muerta. No murmuró ninguna oración, y no creía en
ninguna deidad, y sabía que el pasado estaba tan vacío de significado
como el presente, y era un refugio para los cobardes y donde una
esterilidad rozaba a otra. Para su regreso, embarcaría y viajaría
pasando
Sunion y Citera, desembarcaría y volvería a embarcar, y volvería a
desembarcar de nuevo. Una vez en Londres, se enfrentaría a Maurice, y le confesaría: "Contra mi voluntad, me he hecho normal. No puedo evitarlo"
Las palabras estaban ya en su mente."
"Pero Clive, antes, había recibido una carta de Maurice, y después de leerla, movió la cabeza, la rompió en pequeños pedazos en la cima del promontorio. Había dejado de amar a Maurice, y tendría que decírselo claramente: "QUERIDO CLIVE: Sigo
sin saber de ti, así que te escribo. Practico un régimen de severa
disciplina. Paso los miércoles y los fines de semana en Bermondsey con
chicos de los estibadores. Lejos de nuestros placeres metropolitanos.
Los instruyo en el noble arte del boxeo. Casi siempre recibo yo los
golpes. Mejores que los que me dabas en el Wigmore Hall. Otras noches
las paso con tu lista de libros. Clive, me preocupa no saber de ti. No
duermo pensando que hayas vuelto a enfermar. He calculado que llegarás
el martes. Telegrafía si puedes en Dover. Sabes que te echo de menos. MAURICE." Descendió
cansinamente del teatro ¿Quién puede evitar algo? No sólo en sexo, sino
en todas las cosas, los hombres se han movido a ciegas, han
evolucionado desde el polvo para disolverse en él cuando este azar de
circunstancias concluye. Sería mejor no haber nacido, habían declamado
los actores en aquel mismo sitio dos mil años antes. Hasta esta
observación, aunque más alejada de lo vano que la mayoría, era vana" [E.M.FORSTER]
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