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martes, 15 de mayo de 2007

Umberto D.

Un aura sombría, pesimista, nos permite comprender que al infortunio le gusta asomar la oreja por todas partes. Pero el nivel moral y psicológico del personaje, puesto a prueba por esa sociedad ominosa que lo rodea, demuestra que no es más desgraciado el pobre infeliz vapuleado por la malicia del mundo, sino el que tantas veces demuestra tener más razón. (Chaplin que lamentó no haber sido capaz de rodar la ejemplar transparencia humana que nos ofrenda el doliente "Umberto D") sollozó, como todos nosotros, viendo esta historia sencilla a primera vista, pero que el gran Vttorio De Sica convirtió en una obra maestra absoluta. Jamás existirá a nuestra disposición un retrato más perfecto de ese ser humano, envejecido, solitario, y maltratado por una posguerra que, ansiosa por conformar aquel nuevo mundo a los deseos de su flamante sociedad, "no llegaría a conocer más piedad que la de su maldad".













Hay simples imágenes (¡imposible resaltar con mayor excelencia la conjunción perfecta de este drama demoledor!) tan desgarradoras que todavía hoy ejercen efectos devastadores en nuestros corazones: Umberto limosneando, y volviendo su mano del envés al primer intento. El perrito Flike sombrero en boca; perdido luego en la perrera y a punto de ser gaseado. Su huida, casi humana, en el intento suicida de su amo. Revestido de humildad, yo conceptúo este film como sobrenatural. Y ahora cuélguenme todos los sambenitos del drama, pero pongan una lámina del Cristo, si quieren, sobre el rostro de "Umberto D". No existirá jamás criatura cinematográfica más digna de ser purificada. Como no hay ley divina o humana que nos impida llorar a moco y baba con esta maravilla, que es lo que pasa cuando los deberes del amor que nos debemos los hombres entre sí no hallan hueco en este mundo de imperfección. Visto desde ese prisma, ¡no lo duden!, ¡"Umberto D." es su película!


Y que no les remuerda la conciencia al igual que a Charles Chaplin, pensando en cómo no se le había podido ocurrir a él drama tan hermoso, tan irreprochable visión de la impiedad y del victimismo a que nos somete la sociedad, tan sublime disección de una conciencia desesperada, pero capaz de perdonar toda la inmundicia terrenal que nos rodea. ¿Se liberará nuestro hombre imaginando que a la hermosura del alma, la de entonces, siempre la supera la del amor?


Vean a Carlo Battisti, genial protagonista de la película (la única que interpretó), en la secuencia final, tratando de recuperar el cariño y la confianza de Flike. Quizás así obtengáis la respuesta. Os lo garantizo, como buen cinéfilo que soy. Una vez saboreado este "Umberto D." (¡y pongo la mano en mi pecho dolorido!), no obtendréis consuelo. ¡Jamás podréis olvidarla!












 







Evaluación: ¿Cómo evaluar la genialidad?