Jules Dassin fue uno de aquellos magníficos directores americanos que integraron lo que más tarde se calificó como "generación perdida" (Joseph Losey, Robert Rossen, Elia Kazan, etc. también formaron parte de ella). El senador Joseph McCarthy, de ingrata memoria para el mundo del cine, promovió una histeria colectiva anticomunista en los EEUU que desembocó en una verdadera "caza de brujas". Y tras esta Comisión inquisitorial sobre las ideas y creencias políticas, Dassin, comunista confeso, optó por abandonar aquella enfermiza democracia norteamericana, y emigrar a Europa, donde, además de conocer y casarse con la extraordinaria actriz griega Melina Mercouri, realizaría películas inolvidables: "La Ley", "Fedra", "Nunca en domingo", y la muy especialísima "Rififí". De que los europeos salimos ganando, no cabe la menor duda. También Joseph Losey dirigió su más importante, extensa y memorable cinematografía en nuestro continente.
"Mercado de ladrones" fue una de las últimas joyas filmada en Hollywood con que Jules Dassin castigó la conciencia norteamericana que alardeaba de poseer la Constitución más democrática del mundo. Entronca en esa saludable corriente del cine crítico, y tiene hoy todavía ese aura mítico porque en ella apreciamos cierta concomitancia con el Kazan de "La ley del silencio" ¿Casualidad? Lo dudo... Elia Kazan debió beber los vientos por el magnífico film de Dassin. Hasta le hizo repetir el mismo papel al gran Lee J. Cobb. Richard Conte no era Marlon Brando, pero cuando se metía a redentor no había dios que lo crucificara.
Finalmente, y como regalo último para este film negro, desasosegante alegato de corrupciones mercantilistas, e impecable documento social de aquellos sectores públicos que constituían los grandes mercados norteamericanos de los años 30 y 40, Valentina Cortese, renombrada actriz italiana, que ya había trabajado con Antonioni, y que el mismísimo Berlanga se traería más tarde hasta su impagable "Calabuch", emanando un erotismo de gata en celo por aquellos angares repletos de frutas, se merienda cada plano del film, y gana la batalla con ese rostro bellísimo, anguloso y su pelo rizado. Dassin nos descubre a la mejor Valentina Cortese, (que únicamente filmaría dos películas más en EEUU para volver luego a Europa), y en todos los aspectos, convierte a su personaje en el más genuino de todo el film: un espléndido retrato de heroína, difícilmente olvidable.
No es tan sólo una película especialmente negra, sino especialmente necesaria. ¡En inglés!