martes, 22 de septiembre de 2015

Fernando Trueba: El apátrida que recogió el 'Premio Nacional de Cinematografía Española 2015'

"Nunca he tenido un sentimiento nacional. Siempre he pensado que en caso de guerra, yo iría siempre con el enemigo. Qué pena que España ganara la Guerra de Independencia. Me hubiera gustado que ganara Francia. Nunca me he sentido español, ni cinco minutos." Fernando Trueba "dixit".



Fernando Trueba, no me quejo de tu mirada accidentalmente equívoca, siempre sumida en una especie de sopor; de tu pelo crespo, medio blanco, que parece haber concedido a tu aspecto una filosófica temperancia de mito artístico, aplaudido, capaz de mantener dignamente cualquier conato de fatuidad. Aplaudo tus tonos pausados, predicadores de la cultura, indefectiblemente opuestos a la trivialidad, y que, sin llegar jamás a demostrar emoción, solían arroparse en la necesidad de demostrar a tus admiradores cuán artificioso y mediocre puede llegar a ser el sentimiento de grandeza. 



Me encantaba que fueras poseedor de una familiaridad patria que, al margen de tu buen cine, a todos nos agradaba y reconfortaba, porque, aunque tan inconstante como la luna,  te creíamos, además de humilde y palpitante, hijo de nuestro teatro sobresaliente, de nuestro estaño ibérico, de nuestras fuentes que dieron de beber al genio. Y que, en consecuencia, disfrutabas convirtiéndote en el mago capaz de emplazarnos con sonrisas en esas memorias autográficas de tanto vandalismo dictatorial de “años con su luz tenebrosa”, de embriagarnos con “las niñas “cañís” de nuestros ojos hispanos”, y desposándonos con las ninfas deslumbrantes de una “belle époque” con aires de quijotada grotesca que, pese a todo, poseían vidrieras de deslumbrantes operetas.

Sabemos muy bien que el Arte, en cualquiera de sus exposiciones, pasa siempre a convertirse en una víctima inmortal, pero que, no obstante, casi nunca desea ceder a los chantajes de la medianía. Y que, frente a sus miserias, denota una terquedad de mulo, o un orgullo intratable. Sabemos que el Arte, en el fondo, cree que tiene el derecho de mostrarnos sus aciertos exagerando un poco su valor, como si la obra artística exaltara al suicidio, haciéndolo bello; u ofreciéndonos algunos de sus crímenes sin acompañarlos de un correctivo, porque su moralidad, según algunos sondeos, para todos aquellos que tratan de ejercerlo, sonríe como en un sueño o deja correr por la barbilla un hilo de baba en tanto en cuanto halague sus intereses. Y así acabar tarde o temprano por encogerse de hombros, y demostrar que sus esfuerzos, una vez recompensados, pueden dejar de lado toda clase de precauciones, y no enrojecer ya al convertirse en objeto influyente de las mayores impertinencias.

Fernando Trueba si cree usted haber abarcado toda la Extensión del Arte y que en ese todo de su Pensamiento no deberíamos ya juzgar ninguna contingencia atrabiliaria y grosera, nada accidental al parecer, como si su Arte cobrara ya los matices de una serie geométrica de términos vinculados entre sí por leyes necesarias de estupidez, de axiomas burlescos sin finalidad, como no sea la de marcar con una línea negra su trayectoria patria, que creímos bienhechora de los placeres artísticos que le acompañaban, hemos descubierto que su Extensión ¡sí tiene límites!. Y que de la atención arrebatada de su Pensamiento asoma ahora un rostro con el ojo que de verdad no ve, porque de su luna magnetizadora ha apagado su candela; que de esos efectos perdidos sólo quedan sus cataratas, y que de aquellas nociones innatas, facultades del Arte, que veíamos en usted, nace también la hipótesis sustanciosa con que ha "ninguneado" a sus admiradores. Se lo recuerdo por si lo ha olvidado, Fernando Trueba, “la imagen es una cosa finita”

Y como las facultades más intrínsecas del hombre, para algunos el alma, son: sentir, conocer y querer, y usted ¡ni nos siente, ni nos conoce, ni nos quiere!, le agradeceríamos que devolviera “El Premio Nacional de Cinematografía Española 2015” y los 30.000 Euros que, encima, enriquecen su demérito.  
 

                                                                            ¡QUE TE DEN...!