"King Rat" de 1965, dirigida por el también actor Bryan Forbes, con George Segal, Tom Courtenay, James Fox, John Mills, Patrick O'Neal, James Donald, Todd Amstrong, Alan Webb y Denholm Elliott, tiene
mucho del arma corrosiva de su precedente "The Bridge on the River Kwai", 1958, del genial director David Lean.








En esa cárcel sin rejas no se proyectan sombras
simbólicas enfrentadas a una dinámica visual de exotismo, sino hombres
cuyos apremiante alegatos naturalistas se internan en la contradictoria
selva de instintos y pasiones que anidan
en todo ser humano (como si la acción que relata se hallase ilustrada
por las célebres teorías espontáneas, a veces ingenuas, y
psicológicamente conflictivas, que impusieran los inolvidables destellos
condicionantes ofrecidos por el irrepetible "Free Cinema Inglés")
Sentimientos rudimentarios del hombre, que, movido siempre por su
incapacidad de comunicación, ejerce esa constante violencia psíquica
sobre sus semejantes cuando le mueven sus ineludibles intereses
privados. Muy alejados pues del cine épico, "King Rat" es dinamita
pura, truculenta, frente a esas instituciones terribles de los campos
de concentración, refrendados por el "Convenio de Ginebra" (que fue
estructurado, no hay por qué negarlo, con escrupulosa consideración, a
fin de salvaguardar cierto grado de dignidad humana, si ello fuese
posible, tras el cataclismo que iba a afectar
todas las facetas de la existencia del hombre al enfrentarse a la
absurda crueldad de la guerra), y que, frente a los acontecimientos
históricos, relativizaron la pirotecnia bélica, cuando
esta se tambaleaba en torno a sus batallas perdidas, integrando y
humillando al superviviente prisionero bajo el simbolismo, cerebralista,
despiadado y lacerante, de la gran araña vencedora.

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