En los Alpes, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), dos profesionales de varietés que se enamoraron en Omaha, se vuelven a encontrar después de transcurridos veinte años.
Estalla la II Guerra Mundial, pero ella finge no reconocer a su antiguo amor. Va acompañada por un odioso barón, que se dedica al tráfico de armas y que cree que ella es una exiliada rusa.
La Metro había ofrecido el papel de la heroina a la diva Greta Garbo, que no dudó en rechazarlo tras haber interpretado a la bolchevique "Ninotchka" ese mismo año. Otra aspirante a convertirse en la acrobata Irene a secas de la obra fue Joan Crawford, que podría haber posibilitado para la actriz un gran lucimiento individual, tras haber actuado ya junto a Gable en "Dancing Lady" ("Alma de bailarina"), 1933, de Robert Z. Leonard. Finalmente, elegidos Norma Shearer y Clark Gable,
la película se convertiría en una astuta radiografía del conflictivo
escenario en ebullición del militarismo fascista en que se estaba
convirtiendo la Europa del año 1939.
La
metáfora esperanzada de la obra era, en realidad, convertir la segunda
parte del film en un verdadero hotel de los líos, aunque cosmopolita y
esperanzado frente a aquella convulsa ascensión nazi. Así "Idiot's Delight" nos obsequiará con imágenes insólitas de una Shearer divertidísima en su encarnación de falsa aristócrata rusa y a un Gable
pacifista yanquee, entre un variopinto grupo de personajes, al que hay
que añadir como imagen inaudita la única escena de baile que el gran
galán de la Metro interpretó a lo largo de su carrera.
Harry se encuentra con el botones del hotel que le invita a ver el cada vez más amenazante movimiento aereo en el aeródromo.
En
efecto un coche de gran apariencia se dirige hasta el hotel. Y de él
baja una pareja al parecer bastante adinerado. La mujer se muestra como
una "glamourosa" rubia platinada. Lo cierto es que viaja como la amante de un rico empresario armamentístico, Achille
Weber. que habla con un exagerado acento
ruso, soltando sin parar cursiladas absurdas.
Y empieza a hablar con un exagerado acento
ruso, ponderando la magnificencia del hotel y soltando sin parar las excentricidades más rebuscadas y risibles.
Harry
no deja de elucubrar sobre la personalidad de la recién llegada. No
obstante, ya empieza a tener la certeza de que se trata de la acróbara Irene
que conoció hace veinte años. Y se pone al piano para entonar la
canción rusa que ella le enseñó. Llega junto a él el doctor alemán.
La insoportable y pretenciosa rusa señora Weber se dispone a descender al salón del hotel a fin de saborear una nueva velada con algunos de los clientes, en especial los militares y ofrecer sus aires amanerados hasta límites insospechados de delirios aventureros con los que asombrar a todo el que se atreva a escucharla y participar de sus ridículas cursilerías, que, mediante unas copas de vodka, alcanzarán los límites más inimaginables del artificio prepotente. En el exterior, gran cantidad de aviones empiezan a emprender amenazantes vuelos que los clientes del hotel observan con cierto estupor.
Harry Van
es invitado a brindar con la bebida por excelencia de la gran madre Rusia. Los despropósitos de la señora Weber alcanzan en
tales instantes, cuando al parecer la Segunda Guerra Mundial ya se
halla en marcha, las más altas cotas de indiferencia y necia
comicidad.
Harry Van sigue
escuchando los desvaríos de grandeza de la pudiente rusa, aunque sin
creer una palabra de cuanto dice, ya que todo ello es productor de una
absurda e incomprensible fantasía. Pero le divierte la teatral
exageración que aporta a su historia. Además de que interiormente sigue
convencido de que la tal señora Weber es la acróbata de varietés que conoció veinte años atrás
en Omaha, donde ambos se enamoraron y allí se separaron.
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