Estudia Derecho en Londres a partir de 1939, gracias a que su padre, Panayotis Loizou Cacoyannis, era abogado y miembro de los
consejos legislativo y ejecutivo de Chipre, y fue nombrado caballero por los
británicos en 1936. Pero se gradúa también en estudios clásicos.
Se da a conocer en programas radiofónicos durante la II Guerra Mundial,
los cuales dirige y transmite en su idioma natal, el griego, para la "BBC World Service". En Londres tuvo una corta carrera en el escenario del "Old Vic" bajo el nombre de Michael Yannis, antes de decidir que quería dirigir películas. En 1946, interviene en su primer papel como Herodes en la obra "Salomé" de Oscar Wilde. Herod: Michael Cacoyannis- Jocanaan (Prophet): Neville Bellew- Young man from Syria: Michael Kennedy- Young man from Rome: Charles Allington- Cappadocian: Brian Blains
Tras su paso por el escenario, Aspira con ello a alcanzar cierto renombre profesional de la cultura tanto inglesa como griega por medio de
la "British film industry". Pero son precisamente los factores de su origen griego los que influyen negativamente en su afan por convertirse en director
cinematográfico en Gran Bretaña. Desalentado, vuelve a Grecia. Y en 1953
rueda su primer film "Κυριακάτικο Ξύπνημα" ("Windfall in Athens"-"Ganancia inesperada en Atenas"), con Ellie Lambeti y Dimitris Horn, historia de una joven, Mina, una vendedora hermosa y
despreocupada de una sombrerería, es asaltada por dos pilluelos mientras
disfruta de un baño el domingo por la mañana. El billete de lotería que tenía
en su bolso termina siendo comprado por un joven músico encantador y sin un
centavo, y finalmente gana la lotería. Los dos se involucran en una batalla
legal por el dinero de la lotería, pero terminan enamorándose. La película fue presentada en el "Festival de Cannes" de 1954 sin demasiada repercusión.
En 1956 dirige "Το Κορίτσι με τα Μαύρα" ("A girl in black"-"Una muchacha de negro"), con Dimitris Horn y Ellie Lambeti, [La hermana de Marina muere ahogada. Su hermano es un joven débil, y la madre de ambos tiene fama de mujer fácil. Marina, cuya familia era rica antes de la guerra, es ahora objeto de la envidia y desdén de los jóvenes de Hydra, sobre todo de Christos, que la pretendía y ella lo rechaza. El acoso de sus correligionarios es constante. Pero cuando dos jovenes de Atenas llegan al hogar familiar para pasar unos días, Marina se enamora de uno de ellos, y él de ella] La película fue premiada con el "Golden Globe"
Ese año, 1956, conoce a
Irene Papas que se convertiría en suma y compendio de la estética
griega, mítica, capaz de sublimar las mayores apetencias de Cacoyannis
por documentar sus siguientes films en los grandes rotativos del drama
europeo y la ilustración clásica de la gran tragedia griega. Con grandes
adaptaciones de las obras de Eurípides "Ἠλέκτρα" ("Elektra"), 1962, e "Ιφιγένεια" ("Iphigenia"),
1977, (ambas interpretadas por Irene Papas), ofrendaría, a través del
Séptimo Arte, el que ha sido, hasta hoy, el mayor testimonio de
veneración por los grandes trágicos de la antigüedad (ambos films
tachados, no obstante, por la crítica, de excesivamete académicos). Es
indudable de que en las búsquedas y planteamientos dramáticos de Cacoyannis aparecen, a través de una prometedora personalidad, nuevas
formas expresivas y estéticas, que, si ser despojadas de su inevitable
artificio teatralizante, se incorporarán a la cinematografía europea
como una estimulante concepción de los afamados "mitos paganos" aunque
no por ello, sin alcanzar probablemente los resultados realistas
perseguidos, dejan de convertirse en soberbios poemas visuales a través
de esa fusión casi mítica de los seres humanos (imágenes-símbolo) con el
pathos trágico.
Definitivamente las tragedias de Cacoyannis contribuirían a prolongar
esa polémica ligadura teatral de la que siempre será tributaria la gran
pantalla. Ambos films fueron, no obstante, nominados al Oscar en la
categoría "Foreign Language film".
La mina se abre y comienzan a trabajar. Zorba advierte a Basil de que debe mantener las distancia. "El hombre es una bestia. Si usted es cruel con él, le respetará y temerá; si es amable con él, le sacará los ojos". En el pueblo, una bella viuda es deseada y amenazada por los vecinos.
Basil también caerá rendido a sus encantos, y la viuda lo acepta. Un joven marinero enamorado de la viuda se suicida porque ella lo rechaza. El padre del chico fallecido saca un cuchillo y degüella a la desgraciada mujer indefensa a la que Zorba no logra salvar.
"Bouboulina" enferma de neumonía, y Zorba la cuida. Pero fallece, y las embrutecidas aldeanas entran alborotadamente en el dormitorio de la muerta, la odiada Madame Hortense, para robar sus posesiones más valiosas.
Finalmente, la estructura elaborada por Zorba para transportar el lignito de a mina resulta ser un desastre. Luego le pregunta a Basil cuando piensa irse, y el joven responde que se irá a los pocos días. Zorba declara su tristeza sobre la inminente partida de su amigo a Inglaterra y le dice que le falta una pizca de locura. Basil le pide a Zorba que le enseñe a bailar. Ambos empiezan a reír histéricamente por el resultado catastrófico de la empresa. Y la historia termina con Zorba y Basil bailando el sirtaki en la playa.
Fue la última obra teatral de Antón Chéjov. La empezó a escribir a mediados de marzo de 1903. Había trazado el plan de la trama durante el verano de 1902, cuando se tasladó a Moscú para cuidar a su esposa, la actriz Olga Leonárdovna Knipper-Chéjova, gravemente enferma, pero que, no obstante, fallecería el 22 de marzo de 1959. Sería ella la primera en interpretar a Madame Ranévskaya en el estreno de "El Jardín de los cerezos", papel que volvería a repetir junto a Konstantin Stanislavski en 1943, para celebrar la tricentésima representación de la obra.
Chéjov acabó de escribirla el 26 de septiembre de 1902, y se estrenó el 17 de enero de 1904 en el "Teatro de Arte" de Moscú. El título de la obra no es exacto. No se trata en realidad de un jardín de cerezos sino de guindos. Un huerto de mil hectáreas según explica el personaje del mercader Ermolái Alexéievich Lopajin. Y como anécdota se tiene que aclarar que los cerezos no aguantan el clima riguroso de la franja central de Rusia. Pese a todo, ahora ya sería tarde para enmendar el error sobre el fruto que da nombre a la obra.
El tema que Chéjov trata en su obra no es nuevo. Los personajes y sus circunstancias vuelven a convertirse en otro de sus famosos nidos de hidalgos terratenientes que imperaba en Rusia por los años 80. Pero asistiremos a su descomposición lenta pero imparable, que se fue acentuando conforme se desarrollaba el capitalismo en la Rusia decimonónica, y ya abocada al siglo XX. El capitalismo iba a generar una nueva clase dominante muy diferente a la de los caballerescos y ya trasnochados terratenientes rusos rodeados de siervos esclavizados. Se trataba de una inminente burguesía pronta a crear una psicología de desánimo sobre aquella vieja nobleza, cuyo status social preeminente iba a alcanzar muy pronto su periodo de total caducidad. En efecto, en "El jardín de los cerezos" aparecen casi predominantes otros grupos que irrumpen en la sociedad parásita de los hidalgos rusos. Es por ello que en esta última obra nos ofrenda, en comparación con las anteriores, una perspectiva pionera, sin precedentes en el inmenso país de vergonzosas servidumbres rurales; un nuevo viento innovador que se podría definir como "largamente deseado optimismo social". Se vislumbran ya muy claramente los nuevos horizontes sociales y políticos que van a acelerar los tremendos cambios que van a componer la sociedad de principios del siglo XX.
A finales de los 90, ante la evidencia del desarrollo del capitalismo y del auge del movimiento obrero revolucionario muchos amigos que trataban con Chéjov le oyeron decir: "Pronto tendremos una Constitución", o "Es imposible que este país siga sin una Constitución", y finalmente: "Dentro de diez años habrá una Constitución en Rusia" Chéjov expresa elocuentemente en "El jardín de los cerezos" sus simpatías por la democracia, pero a su democratismo le falta empuje, y se ve impedido por ello de subrayar con fuerza el nuevo enfrentamiento entre las clases aristocráticas que aún perviven y la nueva burguesía naciente.
En "El jardín de los cerezos" lo único que sucede, por tanto, es que una finca rural, en estado totalmente lamentable debido a la total incapacidad de su aristocrática dueña para administrarla, va a ser vendida en pública subasta a causa del impago por las muchas deudas que pesan sobre ella. Ante la inminencia de la subasta, Liubov Andréievna Ranévskaya, propietaria de la hacienda heredada de sus prepotentes ancestros, y su ineficaz y ocioso hermano Leonid Andréievich Gáyev, se sienten destrozados por la pérdida de lo único que poseen, su finca, y vierten torrentes de lágrimas mientras se entregan, ya inútilmente, a la búsqueda de salidas ilusorias. Pero su orgullo les impide aceptar el plan del mercader Ermolái Alexéievich Lopajin, quien propone, como posible solución para impedir la ruina total, parcelar el enorme huerto de casi mil hectáreas.
Pero la falta de sentido práctico de los hermanos Andréievich Gáyev es, quizá, el único rasgo de simpatía que nos provocan. Pero, cuando la venta se ha consumado, con su total falta de capacidad para enfrentarse a situaciones que siempre han ido más allá de su vida, más o menos acomodada, aceptan el hecho de que la venta no ha sido tan traumática. Y ya con dinero nuevamente Liubov Andréievna Ranévskaya decide, movida por su incongruente sentido aristocrático, que debe volver a París, a su absurdo "amor", al que de todas maneras hubiera vuelto aunque llorara repetidamente, asegurando ante los suyos de que no podría vivir sin su hermoso huerto de guindos, y que lo que más ha amado en su vida, de todo corazón, es también su patria rusa. Leonid Andréievich, su superficial hermano, también acepta con bastante frivolidad la nueva situación de la pérdida de la finca. Ha recibido la oferta de un empleo en un banco y, como recuperando su sentido de prepotente hidalguía, se considera ya un financiero ante la nueva sociedad capitalista que empieza a fructificar en Rusia.
Ese drama traumático de la pérdida de la finca, que al principio se muestra como una tragedia entre ellos, no tiene nada de dramático ni de trágico. Más bien posee una especie de base vodevilesca, aunque, entre líneas, posea un gran tema social profundo. Porque el personaje central de la obra es en realidad Ermolái Alexéievich Lopajin, hijo y nieto de siervos de la familia Liubov Andréievna Ranévskaya, que ha mostrado una gran eficacia en su nuevo status burgués, y empuje suficiente para enriquecerse comerciando. Y ahora "viste con cierta elegancia, usando chaleco blanco y zapatos amarillos". Lopajin no carece tampoco de atractivo, es inteligente, correcto y educado, y sabe comportarse ante esa aristocracia rural venida a menos, sin mostrar excesivo desprecio por ellos.
Varia, de 24 Años, hija adoptiva de Ranévskaya (que tiene una hija biológica, Ania, de 17 años), muchacha seria y piadosa, ama en secreto a Ermolái Alexéievich Lopajin, aunque siempre se ha repetido a sí misma que nunca podría amar a un hombre tosco por el simple hecho de que tuviera dinero. Lopajin, salido del pueblo, convertido ahora en gran negociante, no se muestra, sin embargo, satisfecho con su nueva posición. Interiormente, sigue sintiendo una imperiosa necesidad de realizar grandes cosas, y sueña con crear empresas de gigante. Y será precisamente él, Lopajin (criticado constantemente por el estudiante amigo de la familia Piotr Serguéievich Trofímov) quien ha comprado la finca. Trofimov, por ello, no deja de expresar que todo lo que el, ahora, burgués Ermolái Alexéievich se propone en la vida resulta profundamente vulgar, contrario a cualquier poesía. Aquella poesía de la vieja vida aristocrática que ya, con los hachazos que sus obreros pegan contra los guindos en el último acto de la obra, echándolos abajo, arrastra consigo la belleza de los viejos tiempos de la aristocracia rural, que ahora, con la desaparición de los guindos, ha degenerado en total farsa. Pese a todo, reunidos en el salón de la casa, Liubov Andréievna Ranévskaya aún tiene la esperanza de que la subasta que se está realizando en aquel momento y a la que ha acudido su hermano Leonid con una cantidad de dinero prestada para poder recuperar el huerto, éste no llegue a subastarse y que puedan recuperarlo.
Los Liubov se disponen a abandonar definitivamente la finca, con total indiferencia hacia Varia, que ha estado gobernándola durante años, y ahora se queda sin hogar. Su única opción, ante la insensibilidad de la familia Ranévskaya, es la de tener que buscar refugio en otra casa, la de la familia rural llamada Ragulin, que la ha aceptado "de ama de casa", o sea "de criada". Liubov Andréievna Ranévskaya se ha marchado pero esperando (para tranquilizar su desagradecida conciencia), que Ermolái Alexéievich Lopajin, ahora que se van de la finca y se ha quedado como dueño de la misma, iba a pedir en matrimonio a su ahijada Varia. Lopajin, en efecto, ha permanecido en la casa mientras los Liubov se van, pero aprovecha que alguien le requiere desde el exterior para marcharse también y eludir así el compromiso. Porque Varia sería a partir de ahora un estorbo para los proyectos que tiene en mente.
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