
Dejando atrás la primera mitad de "Maurice" en la que Clive Durham [Hugh Grant] mostraba una personalidad atractiva de homosexual convencido y convincente, lleno de fascinantes recursos intelectuales tomados del clasicismo griego en su época de esplendor, aquí apenas está ya esbozada, y James Ivory se limita a presentar su cambio sexual como el producto de una presión social. Hablando por tanto del sacrificio de matices de la obra novelística, hay que aclarar, sin embargo, que Ivory muestra por otro lado magníficas sutilezas. La película se detiene más en la pintura del medio hostil (el episodio ya contado en el capítulo II del proceso por indecencia moral e intento de abuso homosexual del presuntuoso dandy Lord Risley [Mark Tandy] (que se dedica a buscar emociones en los bares londinenses, y que no estaba en la novela) que en la lucha de los temperamentos. Pero el director, en un planteamiento magistral, vela en esa primera mitad la relación carnal de Clive y Maurice para hacer estallar la sensualidad cuando el criado Alec Scudder [Rupert Graves] se mete en la cama de Maurice, y en sus encuentros amorosos siguientes. También hay que poner en el crédito de Ivory la elección de actores desde James Wilby en un perfecto Maurice, apuesto, sano, atractivo de cuerpo, mentalmente algo torpe, como lo quiso Forster, hasta los endiablados Graves (Alec) y Grant (Clive), éste, claro, en su primaria personificación, pues cuando se deja bigote -al afeitárselo Maurice, hermoso tropo inventado por Ivory- entra en los dominios de la banalidad. La novela tenía que acabar, al ser de tesis, con un happy end. "Si no - dijo su autor- no me hubiera molestado en escribirla". La cinta por supuesto también. Pero es un hallazgo añadido, además de esa segunda
parte en que Maurice, que no ha sabido encauzar sus sentimientos y apetencias
corporales, y se deja empapar el cuerpo por la lluvia, desesperadamente,
asomándose a la ventana de su cuarto, y será entonces cuando el pequeño y salvaje criado, no menos
atractivo, Alec le observe regocijado
desde la sombra y se deje prender por este acto secreto y carnal. En la
segunda, y después de la lógica aparición de Alec a través de la
ventana la noche en que descubrirá a Maurice la posesión íntima, otra
ventana será cerrada por el apolíneo y clasista amante de Grecia y sus
tradiciones uranistas, Clive, ahora
probablemente arrepentido del amor que suscitó en su ingenuo compañero de
Cambridge, pero "reconvertido" por la presión social
heterosexual que impera en la buena sociedad inglesa, y que trata de olvidar su
antiguo y mentiroso amor platónico por Maurice a fin de que su
mojigata y no menos convencional esposa Anne [Phoebe Nicholls] -que no se atreve ni a mirar a su marido cuando se desnuda en la habitación contigua- no pueda ser testimonio de aquel pasado Amor Absoluto, o para que el
mismo Clive cierre los ojos para siempre a su fantasma -Maurice-, que
fue con toda seguridad el verdadero amor homosexual de su época estudiantil.
Esto es cine. (Texto de Kentauro)

MAURICE ASISTE A LA BODA DE SU REGENERADO COMPAÑERO CLIVE, Y VUELVE POR SEGUNDA VEZ A PENDERSLEIGH PARK, RESIDENCIA DE LOS DURHAM


































"A partir de entonces, Maurice no sabía que podría ya esperarle en la vida. Ciertamente, Clive había influido como siempre, terriblemente, en aquel sentimiento de desgracia ante el futuro. Desde un principio había quedado sobrentendido entre ambos que su amor, aunque incluía el cuerpo, no implicaba ninguna gratificación a través de él, y la idea de este pacto había partido -sin que dijera una palabra- de Clive. Mas para Maurice, pese a su felicidad por creer en el amor de su compañero, había existido algo hipnótico respecto a ello. Aquello expresaba a Clive, no a él, y ahora que estaba solo explotaba odiosamente, como una vez en su época escolar, de niño. Y no fue Clive quien le curó. Aquella influencia, aunque la hubiese ejercido, habría fracasado, pues una relación como la de ellos no podía quebrarse sin transformar a ambos para siempre. Pero él no podía comprender todo esto. Aquel etéreo pasado le había cegado, y la felicidad más sublime que podía soñar era un retorno a él. De todos modos, al perder a Clive, se veía totalmente necesitado de que en definitiva la carne educase su espíritu... Entonces Maurice oyó el teléfono. Se lo llevó al oído -"¿Diga?"-, y después de seis meses de silencio, oyó la voz de su perdido amigo. "Hola, Maurice" -comezó Clive- "Ya te habrás enterado" "Si, pero como no escribes, yo tampoco" "Claro. La boda es el mes que viene" "Mucha suerte" Clive prosiguió, evidentemente aliviado por el tono de Maurice. "Anne está aquí. Quiere hablar contigo" "Oh, muy bien, cuéntame tus planes" "La boda será el mes próximo" "Buena suerte" A ninguno de los dos se les ocurría nada qué decir. "Soy Anne Woods"-dijo una voz de muchacha. "Me llamo Hall, Maurice Christopher Hall" "Yo me llamo Anne Clare Wilbraham Woods. No se me ocurre nada qué decir. Es el octavo amigo de Clive con el que hablo" "¿El octavo?" "Sí, el octavo. Le paso a Clive. Adiós" Clive continuó. "Anne tiene cien libras. ¿Podrías invertirlas" "Sí, ¿en qué?" "Eso decídelo tú" "Se supone que no me tocará más que un 4%" "Barclay Perkins. Cervezas y destilerias. Están al 5%. O Argentine Northern Land. Ha subido seis enteros. Son terrenos y..." "Prefiero el último" "Bien. Ya mandaré el cheque" "¿Puedes venir la próxima semana? Después esto será un caos" "Lo siento, no puedo. Hill se casa también Estaré muy ocupado. Después se casan Chapman y Ada" "Pues ven en septiembre. En octubre habrán elecciones. En septiembre nos ayudarás en el partido de criquet" "De acuerdo. Recuérdamelo por carta" "Bien. Adiós, Maurice" "Adiós"...
"Su relación a partir de ahora debía desenvolverse en esta base. Por muy amables que Clive
y su mujer fueran con él, siempre sentía que estaba al otro lado del
teléfono. Maurice no tuvo entonces más remedio que preguntarse: "¿A quién consultar?" Cuando acabó la primavera, decidió consultar a un médico desconocido La decisión -era lo más ajeno a su temperamento- se la impuso una espantosa experiencia que tuvo en el tren que tomaba cada día. Había estado cavilando con aire desventurado, y su expresión despertó las sospechas y las esperanzas del único pasajero que compartía con él el departamento. Este individuo, grueso y de rostro grasiento, le hizo un gesto lascivo. Inmediatamente ambos se levantaron. El oro sonrió, y entonces Maurice lo tomó por las solapas del abrigo empujándolo hasta el asiento, propinándole un puñetazo. Esto fue muy duro para el individuo, que era más viejo, y sobre todo porque le asediaba el miedo de que Maurice tocase la alarma. Pero abandonó inmediatamente el departamento con el rostro ensombrecido, y se vio a sí mismo en aquel viejo repugnante e indigno. Todavía detestaba la idea de acudir a su medico, el doctor Barry, pero había fracasado en su intento de desterrar la lujuria de su mente, que bramaba en su alma vacía. Podía apartarse de los jóvenes, como había resuelto ingenuamente, pero no podía apartarse de sus imágenes, y éstas le hacían pecar constantemente en su corazón. Cualquier castigo era preferible, porque el daba por hecho que su médico, al confesarle su mal, le castigaría" 









"Al día siguiente del incidente del ferrocarril, se atrevió a visitar al doctor Barry. Sabía que sería un mal trago, pero el viejo, aunque fanfarrón y fastidioso, era totalmente digno de confianza, y se hallaba mejor dispuesto hacia él aunque no fueran en modo alguno amigos, lo cual hacía más fáciles las cosas, y Maurice iba tan pocas veces a su casa que poco importaba si tenía que dejar de hacerlo para siempre. Fue allí un frío atardecer de mayo. Lo encontró de buen humor. "Vengo a hablarle como médico", aclaró Maurice. Pero el doctor Barry aclaró: "Ni siquiera tengo consultorio" Hacía exactamente tres años del día que fue allí para recibir su lección sobre Cambridge, y su corazón latía agitado, recordando lo severo que había sido entonces el anciano. Lo encontró de buen humor. Qué sólido ciudadano parecía ahora a los ojos del doctor Barry:: joven, tranquilo, digno, próspero sin
vulgaridad. En personas como él confiaba Inglaterra. ¿Podía concebirse
que en un reciente pasado universitario hubiese aprendido lo que sin
duda había sido un Amor Absoluto por un compañero de su mismo sexo? "Es una enfermedad demasiado íntima", insistió Maurice. "Sólo me atrevo a contársela a usted" "Un problema secreto. Bien, adelante. Vamos, pues" Maurice lanzó un sollozo. "No, no. Tranquilízate. Esto es profesional. No llegará a oídos de tu madre" "Es sobre las mujeres", dijo Maurice. "Bueno, eso lo arreglamos enseguida" "Ayúdeme, por Dios. Estoy hundido" 



"No tengas miedo. ¿Cuándo cogiste la infección", conjeturó el doctor. "No es esa clase de suciedad. A mi manera, me he mantenido limpio" "Oh, vaya. Echemos un vistazo" "Está ahí, Dr. Barry" "Todo va bien, Ettie. Estoy aquí"..."Perfecto" "¿Qué quiere decir, señor?" "Pues eso. Eres normal. No te pasa nada ahí. Podrías casarte mañana. Y te aconsejo que lo hagas. Vístete ya, Aquí hay corriente. ¿A qué viene tanta inquietud" "Ni se lo imagina. Soy como Lord Risley. Soy un "innombrable. Al estilo de Oscar Wilde" "Tonterías"























"Quizás no me haya explicado" "No dejes que esas tentaciones del diablo se apoderen de ti. ¿Quién te ha mentido. Te conozco y sé que eres decente" "Dr. Barry, quiero..." "Basta. Lo peor es hablar de ello" "Soy así desde que recuerdo. No sé por qué, ¿Soy un enfermo? Si lo soy, quiero curarme" "Búscate una mujer, ella te curará" "Es increíble" "Vamos. Vístete ya" "Sí, perdone. Desde luego" "Ettie, whisky" El doctor Barry le había dado el mejor consejo que era capaz de darle. No había leído ninguna obra científica sobre el problema de Maurice. Sostenía que sólo los más depravados podían mirar hacia Sodoma. Estaba convencido que Maurice había oído alguna observación por casualidad sobre el asunto, que había generado en él pensamientos morbosos. Clive se había vuelto hacia las mujeres poco después de cumplir veinticuatro años. El propio Maurice cumpliría veinticuatro a primeros del otoño. Era posible que también a él le sucediera lo mismo..."









"Ahora
que todas las vías parecían bloqueadas, y en su desesperación, volvió
a las prácticas que había abandonado de muchacho y halló que le traían
un degradado género de paz,
que silenciaban la urgencia física en la que todas sus sensaciones
estaban embotadas, y le permitían hacer su trabajo. Finalmene, asistió a
la boda de Clive -que se había dejado bigote al mismo tiempo que Maurice había prescindido del mismo- y Anne.
Cuando hablaron por teléfono, oyó la voz de un hombre aburguesado, muy
diferente al acendrado y atractivo clasista del mundo griego que había
sido durante sus estudios en Cambridge, pero al que podrían respetar al
otro extremo del hilo; un camarada que parecía desear dar lo pasado por pasado y ver la pasión como una amistad que aunque Maurice no lo quisiera, podría acabar detestando.
Y aunque durante el día de la boda mantuvo una sonrisa de
condescendencia hacia su amante de tiempo pasado, la sensación de
decadencia seguía aumentando. La señorita Woods no había traído dinero a su matrimonio. Era distinguida, y pertenecía a la misma clase social que los Durham, e Inglaterra se sentía cada año menos inclinada a rendirles pleitesía" 











"A principios de otoño, Maurice
se tomó unas vacaciones de una semana y acudió a Pendersleigh de
acuerdo con la invitación, tres días antes del partido de criquet. Llegó
con un humor extraño y amargo. El primer día acudió a una pequeña caza
de conejos con Archie London, el prometido de Pippa, y el joven criado de los Durham, Alec Scudder. El muchacho les animó por unos instantes: "Diana, un conejo menos que molestará a los Durham" Y London trató también de estimular a Maurice: "Anímate, hombre. Corpore Sano" "Seguirán disparando. La niebla está baja", indicó Escudder. "Creerá que es culpa nuestra", se mostró displicente London, como acostumbraban a tratar a la servidumbre" 

"Bien Scudder, lo dejaremos. Trae la lista de piezas" Archie London se dirigió de nuevo a Maurice: "Anímate, muchacho. ¿Qué te pasa?" "No lo creerás. Es mi cumpleaños", repuso Maurice. "Vaya, ¿en serio? Pues felicidades. Durham no me lo dijo" "Durham está muy ocupado", repuso Maurice. "Brindemos por ello" "Eso es" En el apartado de caza apreció Simcox, el mayordomo de los Durham con un telegrama para Maurice: "Un telegrama para usted" "Gracias, Simcox"

"Ves, Durham se ha acordado", aseguró dijo London "¿Tomamos esa copa?" "Dos whiskis largos" Maurice no contestó, se limitó a leer el misterioso telegrama: "CONFIRMO VISITA PARA MAÑANA JUEVES. SUYO LASKER JONES"






"Mañana iré contigo a la ciudad", dijo Maurice tras leer y guardar el telegrama. "Lástima, te perderás la cacería. Nada grave, ¿no?" "No. Negocios" Entonces Alec Scudder felicitó amablemente a Maurice que le observó con displicencia, aunque con un ligero gesto de aceptación, ante la inesperada felicitación del muchacho: "Feliz cumpleaños" 





"Cuando volvieron a la mansión Durham, Anne estaba sola y preguntó: "Hola ¿qué tal la caza?" "Horrible" "Lástima que Clive no esté aquí, pero trabaja mucho. Será bueno para los pobres si sale elegido" "Los defenderá mejor que nadie. Debemos ayudar a los pobres para levantar el país, pero no sufren como nosotros" "Estamos en manos de un buen agente de bolsa""Se queja de cómo viven los campesinos. Según él, necesitan amor" "No lo dudo, pero no lo tendrán" "Señor Hall. Riño a Clive por cínico, pero usted es horrible" "Uno se acostumbra. Y los pobres, a sus chozas. Tras lamentarse, uno se habitúa a su agujero. Al principio todos ladran" Maurice acaricia al perro de la casa. "Mañana vuelvo a la ciudad" Anne exclama: "No será por naa grave" "No" Miss. Durham se alegra, y aventura: "En ese caso será un asunto amoroso" Pero Maurice guarda silencio ante el conato de curiosidad femenina"
"Anne, aquella noche comunicó a su marido la decisión de Maurice de marcharse por la mañana de Pendersleigh: "Maurice va a Londres mañana" ¿Qué?" "Eso me ha dicho" "Acaba de llegar" "Ha recibido un telegrama secreto" "Está imposible. ¿Y el criquet?" "Me cae bien. Me parece que está enamorado". Miss. Durham hace cábalas románticas ante el asombro disimulado de Clive. "Creo que tiene una chica en Londres"
"Esa
noche arreció la lluvia con tal fuerza que se produjo una gotera en el
gran salón de la casa donde la familia juega al bridge, cayendo sobre el
piano. "El fantasma de la familia", dijo Miss. Durham refiriéndose a la gotera del techo. "Hay un agujero en el techo" "Clive, dejémoslo ya" "Sí, pero debemos apartar el piano. No aguantará mucho más. ¿Y con un plato?" "Clive , ponemos un plato. Pasó en el club, llamé al timbre y el criado trajo un plato" Yo llamo y no me traen nada. Este regalo horrible será útil" "Pobre Pendersleigh"
"Milly, trae una palangana y que vengan a mover el piano" "Hemos llamado dos veces", recrimina la señora Durham a la criada con la acostumbrada altivez de la alta burguesía británica. "Se ha mojado la caja de resonancia. No sonará peor" "¿Pongo aquí la lámpara?" "Ah, Scudder. Empuja el piano y levanta la alfombra. Mañana repara el tejado. Todo arreglado" "Vámonos para que trabajen. O nos arrastrará el aguacero. Pippa, que Simcox me traiga una copa" "La bodega estará inundada. Se cae la casa. ¿No subes?", pregunta Clive a Maurice, que se dispone a ayudar a Scudder a mover el piano "Un plato habría valido..."Tire. Tire. Un poco más. Más, un poco más. Tire" "Habrá que vaciar la palangana"










"Durante
la noche, recluido en su habitación, la misma lluvia, la misma
desesperación. Aquella visita había sido un fracaso, conjeturó Maurice.
La vida le seguía pareciendo un callejón sin salida con un montón de
estiercol al fondo, y debía volver atrás y comenzar de nuevo. Antes de
entregarse al sueño, decidió escribir sus negativas reflexiones sobre sí
mismo como si se tratasen de un diario íntimo: "Al
desarrollarse mi cuerpo empezaron los pensamientos obscenos. Pensé que
sobre mí había caído una especie de maldición. Mis años escolares fueron
puros. Por un escándalo antes de mi llegada nos controlaban de día y
nos vigilaban de noche. Tuve pocas ocasiones de tratar estas
experiencias con mis compañeros. Soy el único varón...



"De pronto se entreabrió la puerta de la habitación y por la misma asomó la mirada sonriente del nuevo Clive. Probablemente se sentía mal por haber olvidado el cumpleaños de Maurice, y para él, como buen burgués, resultaba ahora muy importante que su huésped ante todo les ayudase en el partido de criquet. "Maurice", dijo. Se mostraba con una amplia sonrisa, como si de nuevo asomasen los antiguos gestos de la época universitaria". 





"Me alegro. Es una noticia estupenda. Tal vez la única. Anne lo adivinó. Las mujeres son extraordinarias... -Hubo un silencio, pero Clive continuó: "Es lo que deseaba para ti" "Me lo imaginaba", contestó Maurice de forma un tanto evasiva. "¿Se lo puedo decir a Anne?" "Díselo a todos", respondió Maurice empleando un tono de aspereza que pasó inadvertido para Clive..."
"En el exterior, bajo la lluvia, se movía el joven criado Scudder a la caza de conejos, se detuvo un instante, y observó la luz de la habitación donde dormía Maurice que enviaba sus reflejos sobre la noche lluviosa..." 
"Clive estaba demasiado alegre para ser escrupuloso. Estaba contento en parte por Maurice, pero también porque aquel hecho imaginado por Anne
afirmaba su propia posición. Ahora odiaba la anormalidad, Cambridge, la
habitación azul donde habían retozado durante la primera visita a
Pendersleigh. Nada indigno había sucedido, pero todos aquellos momentos
resultaban ahora terriblemente ridículos. Había encontrado un poema
escrito por Maurice en aquella visita: "Sombras de los viejos barcos helenos" Le
resultaba fatuo y perverso Y ahora el conocimiento de que Maurice había
prescindido también de tales sensiblerías lo purificaba todo" "Entonces
tomó la mano de su amigo, e inesperadamente besó su dorsal: "¿No te importa?", dijo Clive. "No" "Sólo quería mostrarte que no he olvidado el pasado."




"Pero es cierto. No hablemos más de ello" "Muy bien" "¿Te alegras de que acabe bien?" "¿Bien, cómo?", repuso Maurice con cierta brutalidad." 

"En vez del lío del año pasado" "Es verdad" "Estamos en paz", extendió entonces Clive el dorsal de su mano para que Maurice se lo besara como había hecho antes él. Maurice lo besó, y Clive, habiendo cumplido su propósito, se iba, le revolvió un momento su rubio cabello, imaginando que dejaba a Maurice más amistoso que nunca. "Vuelve en cuanto puedas", se despidió con la misma sonrisa de satisfacción." 











"Cuando Clive llegó a su habitación, Anne
le esperaba ya en la cama. Desde su noche de bodas se unían en una
especie de mundo que no guardaba ninguna relación con lo cotidiano.
Ninguno de los dos había deseado llamar las cosas por su nombre, y
aunque valoraba el cuerpo, el acto sexual en concreto le parecía falto
de imaginación y propio de la oscuridad de la noche. Entre hombres era
algo inexcusable; entre mujer y hombre debía practicarse, puesto que la
naturaleza y la sociedad lo aprobaban, pero jamás hablar de ello ni
cacarearlo. Y aquello, lo pasado, no podía mencionarse. Él jamás la vio
desnuda, ni ella a él. Ignoraban el proceso reproductivo y las funciones
digestivas. Su secreto no podía ser mencionable jamás. Y ahora Clive estaba contento pues aunque no desgraciado, su episodio con Maurice le parecía un tanto sensiblero y merecía el olvido. El secreto se ajustaba
a él así, perfectamente a él. ahora su ideal de matrimonio era
equilibrado y grácil, como todos sus ideales, y encontraba en Anne una compañera adecuada, refinada también. Se amaban tiernamente entre sí. Bellas conversaciones los recibían: "He hablado con Maurice. Tenías razón" "Ya sabía que escondía algo" Clive besó a Anne, Se mantuvo pensativo antes de conciliar el sueño. Quizás la imagen de Maurice, que ahora se hallaba al otro lado de la barrera, abrazando el aire, seguía
sin disiparse por completo, como un extraviado sentimiento que, a pesar
de todo, aún deambulaba dentro de su propio cuerpo" 



"La lluvia seguía gorgoteando con fuerza sobre su dormitorio. Y cuando Clive se hubo ido, Maurice se acercó a la ventana, y alzó el cristal. Luego se asomó salvajemente. Alec Scudder seguía en el exterior con la vista fija en aquella ventana. Maurice se había asomado de espaldas dejando que
el agua cayera sobre su rostro, empapase sus cabellos y hasta su ropa.
No pensaba en nada pero en su mente sonaba un grito "¡Ven!"
que cobró la misma fuerza salvaje bajo la lluvia y escapó hacia el
exterior donde nadie pudiera escucharlo. Se asombraba de sí mismo "¿A quién había llamado?"
"Qué
estupidez, tanta lluvia. Aquel aguacero insoportable no era más que la
indiferencia del universo hacia el hombre. Y la burla de la Naturaleza.
Se había situado de espaldas fuera de la ventana, empapando su rostro sin cesar.
Se sentía mutilado desde que había llegado a Pendersleigh, y ahora
aquella visita absurda le irritaba"
"Por ello mismo, vacilaba enloquecido
bajo la lluvia como en mundo de sombras desde su ventana. Pero lo que Maurice no pudo llegar a imaginar era que el joven salvaje de Alec Scudder se hallaba observando aquella sorprendente acción del atractivo huésped, como si el grito de Maurice fuese en realidad una llamada desesperada y anhelante de compañía que aplacase su latente lujuria solitaria. Y entonces Scudder
lanzó una profunda carcajada, que se combinaba perfectamente con otro
pensamiento de intensa inquietud concupiscente que le impulsaba hacia
aquel cuerpo como si hubiera recibido de su parte una invitación a
fundirse con él"
Archie London también volvía a Londres, y al día siguiente, muy temprano, ambos estaban en el vestíbulo, esperando la berlina, mientras el joven Scudder, que les había guiado hacia los conejos, parecía aguardar una propina. "Que se vaya al diablo", dijo Maurice enojado.

"Me ha rechazado cinco chelines" London estaba escandalizado. ¿A dónde querían llegar los criados?¿No iban a aceptar más que monedas de oro? De todos modos, London le preguntaba si en realidad
nobleza obligaba. "¿Le has dado más?", preguntó Maurice. Con vergüenza
Archie London confesó que así era. Había aumentado la cuantía de
la propina por miedo al desaire. Pero Maurice se sentía enojado,
cansado e inquieto por su cita en la ciudad, y consideraba el episodio parte de
la atmósfera desagradable de Pendersleigh. Como movido por un espíritu de
venganza, se dirigió a Scudder y le dijo de un modo familiar en él,
pero alarmante: “¿Cinco chelines no basta? ¿Sólo aceptas oro?"Fue
interrumpido por Anne, que había venido a despedirles. “Suerte”- dijo a Maurice con una expresión muy dulce, haciendo después
una pausa como invitándole a hacer confidencias. No llegó ninguna, pero ella
añadió: “Me alegro de que no sea horrible"


"Yo la llevaré", cogió Scudder el equipaje de Maurice, evidentemente avergonzado, convencido de que lo había ofendido al no aceptar su propina. "Clive" "Volverás muy pronto. Buena suerte" "Gracias""Hasta pronto", Archie, adiós"
"Adiós""Adios" "Adiós, Maurice" En medio de los adioses de Anne, Clive y Pippa partieron. "¿Cómo se llamará la chica?", comentó Anne con vivo interés abrazada a su marido.
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