El resultado de estas "voluptuosas escaramuzas" liberadoras de los intransigentes arquetipos eróticos que durante siglos atormentaron la vida interior de un mundo socialmente monocorde y tan sólo familiarizado con lo que podría denominarse "psicología plana" en lo referente a las relaciones humanas, son aquí sincronizadas a la hora europea magistralmente en "Maurice" por la gran dirección cinematográfica de James Ivory. Su película derriba sutil y elegantemente el tabú del sexo entre dos hombres como lo podría haber hecho entre dos mujeres, y decide coronar la historia, lo mismo que hizo E. M. Forster en su novela, con un final feliz en el que el joven y desesperado Maurice se libera de ese veto tan expresamente prohibido por una intolerante y quizás no menos ambigua sociedad como fue la británica (y por extensión también gran parte de las del resto de Europa), como ya lo hizo con el genial dramaturgo Oscar Wilde, ahora ya inmersa en pleno siglo XX, y poco antes de la I Guerra Mundial. Forster ya fue considerado un autor especializado en asuntos "fuertes" como fueron casi todos sus libros: "Where Angels Fear to Tread" ("Donde los ángeles no se aventuran"), 1905, "A Room Whith a View" ("Una habitación con vistas"), 1908, "Howard's End" ("Regreso a Howard's End"), 1910, "A Passage to India" ("Pasaje a la India") 1924, y su "Maurice", escrita entre 1913 y 1914, pero cuya publicación el mismo Forster prohibió, y que no fue publicada, siguiendo su postrer dictado, hasta 1971, un año después de su fallecimiento, así como lo fue su novela realmente póstuma "Arctic Summer" ("Verano Ártico"), escrita también poco antes de 1914 y publicada en 1980 [Obra inacabada que también planteaba el choque entre dos mundos opuestos: la valentía instintiva del héroe tradicional junto a la tolerancia del hombre moderno, poniendo en tela de juicio la esencia misma del código caballeroso. Martín Whitby, su protagonista, se embarca en un viaje a Italia con su esposa y suegra, y por un absurdo accidente cae debajo de un tren, y su rescate se debe a la rápida reacción de un joven soldado. Whitby, aunque no desea hacerlo, se siente obligado a agradecerle el haberle salvado la vida, e inicia una ambigua persecución del joven soldado. Sin embargo, los dos hombres difieren profundamente en perspectiva y opinión, y se produce entre ambos una separación irritante y grosera. Pero una vez de regreso en Inglaterra, Martin se encuentra con el soldado que lo llama con una urgente solicitud de ayuda. Forster la reanudó poco antes de morir y la obra quedó inconclusa, abriéndose así un horizonte de heterogéneas posibilidades a la curiosidad del lector. "Si Forster lo hubiera terminado, habría sido su mejor libro", escribió la critica británica de "El Guardian"] Las obras ya citadas anteriormente han tenido la suerte de ser magníficamente adaptadas cinematográficamente por James Ivory, Charles Sturridge y David Lean. Maurice, el joven personaje del libro y su adaptación a la pantalla, es, por tanto, un "producto" del inexorable medio social casi decimonónico (todavía época británica "edwardiana" que se extendería desde 1901 a 1910) en que se halla inmerso. Ante él se abre así el gran trecho que va desde los barbilindos y seductores aventureros de románticas damiselas de antaño [a lo Walter Scott] hasta este cándido estudiante de Cambridge, nada rebelde, de mirada dulce y hermoso semblante, idóneo para pasar por víctima propiciatoria del correcto y burgués entorno social y familiar de su patriotera Inglaterra de principios de siglo. Y careciendo por completo de la llamada "furia de vivir" juvenil, será otro compañero de estudios, impulsivo, sofista, de firmes convicciones sensuales en el trato con otros hombres, adelantadas a su tiempo, aunque retrotrayéndose a la adelantada sociedad griega de Sócrates, Platón y Aristóteles, y que se siente como un inadaptado en ese baqueteado mundo generacional regido por la moral social y familiar más estricta, quien ponga al retraído Maurice ante un espejo de emociones ocultas donde por primera vez verá proyectado su auténtico "retrato íntimo y voluptuoso", hasta ese momento desconocido. El fenómeno es el mismo que puede tener lugar entre "chico ama a chica". Pero aquí el héroe juvenil, [desde su infancia atrapado en la red inquietante, irónica y desmitificadora del sexo tan respetado por encorsetadas generaciones de un púdico primitivismo paternalista, inglés, francés o de cualquier otra latitud europea] ha cambiado repentinamente de piel. Y para su inicial contento y posterior dolor pasional, cuando su tentador compañero "rebelde sin causa" lo abandona porque como dice "se ha vuelto normal", emprenderá una lucha existencial denodada frente a la conducta heterosexual que prevalece en la sociedad inglesa. Y desde un ventanal nocturno y en una noche solitaria, ante la sensualidad desplazada de Maurice, será un nuevo Hefestión quien ahora se atreverá a perder junto a él los últimos velos de misterio desmitificadores de la nueva sensualidad. Ya lo dijo el mismo Forster con todo desparpajo, "que si no, no me habría molestado en escribir la novela". Es como si Forster al escribir "Maurice" en vano hubiese querido ahondar en una de las tan jactanciosas simplicidades épicas de antaño para dar cabida a una nueva, tolerante y fresca ingenuidad con la que poner fin al monopolio concupiscente del ayer, gritándonos desde las páginas de su libro que los tiempos, para gusto de los que lo quieran ver o disgusto de quienes prefieran ignorarlo, si no han cambiado aún del todo están a punto de hacerlo. Y esto también es cine. (Texto de Kentauro)
MAURICE SE ENTREGA A UNA SEXUAL AFINIDAD SECRETA PERO DESEABLE Y POSITIVA CON EL JOVEN CRIADO ALEC SCUDDER DE PENDERSLEIGH PARK, RESIDENCIA DE CLIVE DURHAM.

















"Maurice dudó instante y aún quiso saber si se podría hacer algo contra aquel mal, y Jones le hizo tenderse en una camilla al uso y le contestó que sí, siempre que él accediera. Había que intentarlo"



"Jones empezó a hablarle moviendo su dedo índice frente al rostro de Maurice, que oía la voz del médico pero todavía no caía en trance. "Todavía no está dormido" "No, no lo estoy. Ahora casi" "¿Qué le parece el consultorio" "Es agradable" "Muy oscuro"













"Edna May es preciosa. Es muy atractiva" "A mí no me lo parece" "Qué poco galante. Sr Hall. Mire qué pelo más bonito" "Prefiero el pelo corto" "¿Por qué?" "Porque..." Maurice no pudo contestar y lanzó un sollozo"



"¿Ha averiguado algo?" "Acepta la sugestión. Ha visto un cuadro en una pared vacía" "Deme visita para otro día" "Llámeme dentro de 15 días"




"Haga ejercicio con moderación. Un poco de tenis. Pasee con la escopeta. Vuelva al campo" "Es absurdo hacer el viaje dos veces el mismo día"
REGRESO A PENDERSLEIGH













"Sentía
una anormal inquietud. La lluvia había cesado mientras estuvo en la
ciudad y quiso dar un paseo al atardecer y contemplar la puesta de sol.
Le gustaba estar allí, al aire libre. No, él no era ahora el mismo. Se
había iniciado sin duda alguna un reajuste en su ser, y todo se debía al
señor Lasker Jones. Mientras paseaba, oyó un ruido, encendió un cigarrillo, y apareció Alec Scudder, el joven al que había reñido por la mañana"
"No. No, tenemos el partido de criquet" "Siento no haberles dado completa satisfacción a usted y al señor London" se excusó Scudder. "No te preocupes"


"Lo de cenar con esmoquin- no frac, porque sólo serían tres-. y aunque Maurice
había respetado tales nimiedades durante años, las encontró de pronto
ridículas. ¿Qué importaba la ropa si uno tenía su comida, y los demás
eran personas respetables? ¡Qué cursi parecía la señora Durham! Era Clive con la vitalidad agotada. Y el reverendo Borenius... ¡Qué absurdo con sus obsesiones católicas! Por menospreciar a todos los eclesiásticos, Maurice había prestado escasa atención a aquél. Durante la cena lo primero que salió a colación fué el tema de Alec Scudder que pronto emigraría a Argentina: "Scudder se lo ha notificado a Clive", comentó la sra. Durham. "Su hermano le ha encontrado empleo en la Argentina y le paga el pasaje" Simcox se dirigió a Maurice: "Perdone, señor. El guarda pregunta si ordena algo más""Le he visto antes. Nada, gracias" "Mañana es el partido. Me pregunta si querrá bañarse entre juego y juego. Ha sacado el bote" Intervino el reverendo Borenius: "Dígale a Scudder que luego hablaré con él" "Muy bien. señor"
"Alec Scudder, según acostumbraba cada noche andaba rondando por el exterior. Maurice
también salió de nuevo a pasear un rato por el jardín. La comida y el
vino le habían excitado y pensaba, con cierta inconsecuencia. Los olores
lo invadían todo aquella noche, pese al frío. Y Maurice siguió
por el jardín, como recogido en el secreto íntimo y excitante que
proporcionaba la oscuridad.. De nuevo oyó el circunspecto: "Buenas noches"
"Era el joven Scudder, y Maurice, sintiéndose amistoso con el guarda, replicó: "Scudder. Buenas noches"
"Bien. Buena suerte" "Gracias, señor. Me resulta extraño" "A la Argentina" "Así es señor. ¿Ha estado allí, señor?", se interesó Scudder"


























"Pero
una vez dentro, soñó un pequeño ruido, un ruido tan íntimo que podría
haber sonado dentro de su propio cuerpo. Entonces observó que la parte
superior de la escalera se balanceaba. La cabeza y los hombros de un
hombre brotaron, pausadamente, y vio que con todo cuidado alguien a
quien apenas podía distinguir, avanzaba hacia él"

"Y que apoyándose junto a su cuerpo murmuraba: "¿Me ha llamado, señor"


"Lo sé, señor. No se preocupe. Lo sé. Vamos. Tiéndase"" Y
que las manos de aquel hombre le acariciaron. ¡Ah sorpresa! Era como si
su llamada silenciosa hubiera sido atendida, y el atractivo muchacho
que sin duda era Alec Scudder la hubiera escuchado en la penumbra nocturna y llegase en su auxilio, y que sus manos le acariciaban para calmar su ansiedad"






























"Lástima. Es mejor que sea un caballero" "Que me coloque al fondo. No batearé el primero. El octavo. Bajaré cuando sea la hora" "Muy bien. Oh, vaya, señor. Hay barro. Mandaré que la limpien. Muy bien, señor"



"Una de las invitadas, muy joven y algo engreída (Helena Bomham Carter), amiga de los recién casados y de Pippa y London, que también jugaba, dijo: "El capitán se ha puesto el primero. Clive no lo habría hecho. Los detalles importan" Maurice repuso: "Es nuestro mejor hombre" "Ha aguantado bien. Este año se fija mucho", fue otro comentario femenino, esta vez de Pippa. El arbitro era el clérigo Borenius"






"Una tormenta de inquietud estaba formándose en el interior de Maurice, y no sabía contra qué dirigirla. Si las damas hablaban, si Alec bloqueaba
los tiros, si los pueblerinos sacaban ventaja o no la sacaban, se
sentía inexplicablemente agobiado. Era como si hubiese ingerido una
droga desconocida que había perturbado su vida hasta las raíces. Le tocó
el turno de jugar, se inició una nueva serie, por lo que Alec recibió la primera bola"
"Alzando los ojos se topó con los de Maurice y sonrió. Llevaba el criquet dentro y el juego adquirió un aire de autenticidad"
"Ya empiezo a comprender", comentó la invitada de Pippa, y ésta a su vez: "Si se cortara el pelo"
"Maurice
se puso también a tono. Su mente se iba aclarando, y tenía la sensación
de que los dos estaban contra el mundo entero. Jugaron uno para el
otro, y en honor de su frágil relación; si uno caía, el otro le
seguiría. Debían demostrar que cuando dos se unen, las mayorías
triunfan. Y a medida que el juego transcurría, se conectaba más y más
con lo que había vivido durante la noche junto a Alec. Pero la aparición de Clive, que llegó aplaudiendo, acabó en seguida con aquello: "Seguid así"


"Cuando llegó al campo, Maurice y Alec dejaron de ser la fuerza principal: todos volvieron la cabeza. El juego languideció por momentos. Clive, que llegaba con su traje de parlamentario, recogió la pelota, la lanzó a Maurice, que la recogió y todos aplaudieron: "¡Muy bien, Hall!", gritó London, y le siguió Pippa: "Bravo. Bien hecho" "Scudder se defiende", comentó la Sra. Durham a su hijo. "No lo hace mal" "Bueno, jugaré un poco, para complacerlos". "Cambio" dijo Clive dispuesto a relevar a Alec y tomar su puesto de capitán. Maurice saludó a su amigo: "Clive", "Maurice" "Estarás agotado". "Harto de reuniones. Esta noche tengo otra. Por la noche disfrutaremos" Acudió Borenius para que reanudaran el juego: "Cuando quieran" "Nos riñen. A la Olimpiada, Maurice" Y Clive se dispuso a batear. "No, espera. Perdona, Maurice" "¡Cógela, Andy! Cuidado"
"Lo siento" Alec se había reunido con su grupo de amigos, una vez expulsado del juego por Clive, y observaba con atención la mala jugada del capitán Durham que fue vencido por su amigo. Y cuando Maurice abandonó el campo dirigiéndose hacia donde se hallaba el público lo siguió con una extraña mirada impertinente que alarmó a Maurice. La Sra. Durham felicitó a Maurice, y Scudder le miró de reojo y cuchicheó algo al oído de su compañero, estallando los dos en risas"






"Clive se ofreció para llevar a su amigo con su automóvil de vuelta a la estación para que tomase el tren de Londres. Maurice iba considerando detalladamente durante el trayecto si aquella mirada irónica de Alec y sus risas eran ahora producto de una burla cruel por parte del guarda como había imaginado en el campo de criquet.
Pero estar seguro de una situación no era estar seguro de un ser
humano. Se sintió muy enfermo, pero una vez fuera de Pendersleigh quizás viese claro; y de todos modos estaba el señor Lasker Jones. Se dio cuenta de que Scudder venía por la carretera detrás del coche. "¿Qué clase de individuo es el guarda?", preguntó a Clive. "¿Scudder? Demasiado asturo, pero... Anne diría que soy injusto"
"Un criado no tiene nuestra honradez" "¿De qué familia procede?¿No era hijo del carnicero de Osmington?" "Sí, eso creo. ¿Tienes dolor de cabeza?" "Horroroso"
"Considera Pendersleigh como tu casa. Como si fuera un hotel. Ven cuando quieras. Da igual que yo no esté. Anne piensa lo mismo"
"Hasta que no se presentó la duda con respecto a la incongruente actitud de Scudder, Maurice no vió su error al confiar en aquel astuto guarda como lo había llamado Clive. Pero le pareció que era ya demasiado tarde para desenredar aquel embrollo, tan diferente al de Cambridge con Clive.
Pero Cambridge le había dejado en la postura de héroe y Pendersleigh en
la de traidor o más bien traicionado. Pero su cuerpo seguía deseando al
de Alec, a pesar suyo. Abandonó Pendersleigh ignorando
que el joven guarda, aquella noche, se había refugiado en la cabaña del
embarcadero y que no había proyectado contra él ningún acto amenazante,
sino que muy al contrario deseaba su compañía con la misma fuerza que Maurice. Allí, en la soledad del atardecer, creyendo que Maurice aún se hallaba en la casa, escribió una nota para Maurice con la esperanza de que llegara a leerla y volviera a su lado antes de embarcar para la Argentina: "Diga
a los demás que va a dar un paseo. No le será difícil. Luego venga al
embarcadero. Señor, déjeme estar con usted antes de abandonar
Inglaterra. No pido demasiado"
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