Franz Kafka trabaja como empleado en una compañía de seguros. Sus ratos libres los
dedica a desarrollar sus cualidades como escritor. Un día su amigo y
compañero de empresa Edouard Raban {Joseph Abrhám} aparece muerto, aparentemente
ahogado. Empezará a sospechar que algo extraño sucede cuando entra en
contacto con un grupo de anarquistas, entre los que se encuentra su rebelde compañera de oficina, Gabriela,{Theresa Russell} que será despedida.
Todo el film está, pues, impregnado de negrura y sangre, del constante sacrificio frente a los más naturales apetitos humanos. Jeremy Irons,
actor inconmensurable, se entrega perfectamente a su personaje. Nos
convence de ese sarcasmo retorcido, dantesco, que preside el mísero
destino de un Kafka temeroso, enfermizo, moribundo, que jamás
saboreó la posibilidad de ver sus escritos publicados. La película
parece una prolongación de aquella cuerda lóbrega de agonizantes reos
que vivieron y murieron en aquellos jaulones miserables de sus oficinas, en el film presidido por el severo Chief Clerk {Alec Guinness}.
Pero tras este argumento desgarrador, los conceptos airados y rebeldes
de una espléndida Theresa Rusell nos ilusionan por momentos. No
es la mujer seducida, como el Kafka hombre, por aquella oficinil familia
de insensatos, y presidida por el chivato repugnante que compone (y
borda) Joel Grey.
Pero la policía ronda, con su jefe a la cabeza, el inpsector Grubach {Armin Mueller-Stahl}. La colmena revolucionaria desaparece. Praga se asemeja a una ciudad olvidada en el tiempo, de carbón piedra, de sangrientos charcos dictatoriales, que jamás podrá reconciliarse con los hombres y mujeres que la habitan, y únicamente comprensible en ese laberinto siniestro que fue la mente de Kafka..
Pero la policía ronda, con su jefe a la cabeza, el inpsector Grubach {Armin Mueller-Stahl}. La colmena revolucionaria desaparece. Praga se asemeja a una ciudad olvidada en el tiempo, de carbón piedra, de sangrientos charcos dictatoriales, que jamás podrá reconciliarse con los hombres y mujeres que la habitan, y únicamente comprensible en ese laberinto siniestro que fue la mente de Kafka..
El barniz coloreado de su secuencia intermedia no cuadra con el resto de la película. Pero sigue siendo un cromo para lunáticos recalcitrantes como Steven Soderbergh, cuya parte final concede protagonismo, en el terrorífico Castillo de Praga, al mismísimo criminal y diseccionador de cadáveres Doctor Murnau. {Ian Holm}
La cítara de Cliff Martínez nos recuerda a la de "The Third Man" ("El tercer hombre") de Anton Karas. La concomitancia Praga-Viena late en cada secuencia.
¡Ficción con el "touch" metamorfoseador del propio Kafka! ¡Glacial como la misma Praga! ¡Furiosa y cerrada! ¡Pero a galope de la total alienación! ¡Se disfruta, malgré tout!