En este informe y ruidoso himno cósmico que es nuestro mundo, tejido de paralelismos y de contrastes inacabables, del que se desprende así una visión del hombre prácticamente zoológica, como si de hormigas se tratase, hubo un tiempo en el que lo que importaba mostrar era tanto las semejanzas como las diferencias del varón y la hembra, y por supuesto nuestro parentesco con los animales, pero incluyendo los vínculos que nos unen para tratar de liberarnos precisamente de las bestias o del medio ambiente en que se mueven y se movieron remotamente. El rabioso formalismo o mejor dicho la "etiqueta" es por tanto, lejos de los animales irracionales, una pedagogía de comportamientos que nos devora a todos. Y el Séptimo Arte, como lo fue la Literatura o la dramaturgia, nos convirtió en los entes necesarios para protagonizar en imágenes las tragedias de la vida. Y para que todos formáramos parte así de los registros populistas que implican el vivir.
Por ello mismo, la pantalla cinematográfica se polarizó rápidamente hacia la tendencia documentalista, en representaciones arrancadas de la realidad urbana, que una vez se calificaron de neorrealistas, para aproximarnos mucho más a la vida cotidiana del hombre y de la mujer. Un libro nos puede sorprender por su veraz y penetrante observación de las costumbres y contratiempos humanos. Pero una imagen puede poseer calidad poética, además de su valor documental.
Y así el cine, desde su nacimiento, se convierte en la gran
feria circense que va a dar vida durante un siglo y pico a un nuevo monstruo comercial de tipo
Frankestein, no como quiso Mary W. Shelley, sino de percepciones en movimiento sobre una pantalla. Y en ella, nos guste o no,
encontraremos por tanto todo tipo de alusiones visuales reveladoras de lo que en
realidad somos. Fue ante todo la maquinaria comercial de Hollywood la que no dudó en crear estos
productos a la mayor gloria del dólar valiéndose de una gigantesca producción
en cadena que el mismo Stroheim llamó “máquina de hacer salchichas”, porque
producir películas con una pasmosa regularidad
forzosamente tenían que hacerse tan parecidas como lo son las
salchichas. Pero el
ornamento expresivo de la imagen ciertamente posee una arrolladora
pasión naturalista muy variada y un
lenguaje de acción dramática a las que ya nunca podremos resistirnos. Y
entre
ellos emergen con poderosísima fuerza las obsesiones implacables con que
nos abofetea a placer el cine negro. Precisamente un cineasta
surrealista como Luis Buñuel lo calificó de arrolladora pasión de sentimientos liberadores y revolucionarios, y una aberración
patológica de la perversión, que a fin de cuentas nos habla de la bajeza y
mezquindad humana, la misma que desde tiempos inmemoriales
ha limitado, por desgracia, las actitudes moralistas de los hombres.
Una joven Jeri Dawn-(Julie Carmen) se dirige a casa, en el sur del Bronx con la compra. En el vestíbulo del edificio de apartamentos pasa junto a un desconocido. Jeri sube rápidamente al ascensor. Al salir del mismo un vecino, un joven de color trata de juguetear con ella. En el apartamento, su esposo Jack Dawn-(Buck Henry), un contable de una banda mafiosa de New York, la espera con marcado temor, ya que irresponsablemente ha dado informaciones de dicha banda de mafiosos al FBI.
La banda de mafiosos se ha reunido en el edificio para acabar con la familia de Jack Dawn.
Jeri Dawn se enfrenta a su marido. Desesperada decide que tienen que huir del edificio cuanto antes con su madre y sus dos hijos. Jack entrega un revolver a su mujer porque de repente han llamado al timbre de la puerta.
En efecto, una vecina del mismo rellano, una tal Gloria Swenson-Gena Rowlands, toca el timbre para que le proporcionen un poco de café.
Jeri, que se halla aterrorizada, le cuenta a Gloria que probablemente algunos miembros de la banda van a tomar represalias contra ellos, y le implora que proteja a los niños. Gloria es en realidad una exnovia de un mafioso. Y en un principio se niega a ayudarla ya que no le gustan los niños, en especial los de Dawn, que la recrimina, y no quiere correr riesgos con la banda a la que hace tiempo ha abandonado.
La hija de los Dawn, Joan, se niega a irse y se encierra en el cuarto de baño.
Gloria busca a su gato esperando complacer al pequeño Phil, mientras tanto la banda se dispone a entrar en el apartamento de Jack. Éste llama por última vez por teléfono para despedirse de su hijo. El niño se rebela contra Gloria, e incluso la insulta. Se oyen disparos de escopeta. Los mafiosos, que han asesinado a toda la familia, buscan en vano el libro de contabilidad. Gloria trata de hacer comprender al niño que debe tomar la situación comosi se tratara de un sueño.e incluso la insulta, mientras los mafiosos, que han asesinado a toda la familia buscan en vano el libro de contabilidad. Gloria trata de hacer comprender al niño que debe tomar la situación como si fuera un sueño.
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