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domingo, 30 de mayo de 2021

Boys and Girls: "Los pequeños grandes actores del Séptimo Arte" -1-

En cuanto a reflejar la complejidad original de las grandes obras literarias sobre el mundo de la aventura se refiere, pervivirá siempre en el Séptimo Arte una mal llamada "evasión psicológica", que, no obstante, acabaría generalmente por cimentar una nueva dimensión mítica del texto en que se documenta. Los elementos figurativos de la épica, al alimentarse así de las imágenes cinematográficas, crearon un ensoñador torbellino emancipador de la palabra escrita, y acabaron formando un reclamo fascinante e imperioso de dominante plástica en movimiento que naturalmente fue percibido con gran placer por el heterogéneo público internacional al verlo plasmado en el blanco lienzo de la gran pantalla.  La vitalidad artística del cine pasó a adquirir también, frente a la literatura, una nueva violencia psíquica, puesto que las imágenes se desbordarían en expresividad y en capacidad de comunicación con los millones espectadores que se enfrentaban a la avalancha documental plasmada en el celuloide. En consecuencia, que la gesta heroica, durante casi veinte siglos cantada en los libros, alcanzara también sus cartas de nobleza en el recién nacido arte cinematográfico no es cosa que deba sorprendernos.













 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

A lo largo del siglo XX, la explicitación del lenguaje de toda clase de sentimientos y pasiones se fue afinando en el cine hasta extremos de una sutileza embelesadora en lo que a captación de escenas épicas y grandilocuentes se refería. Y pese a que guardara cierta proporción pueril frente al realismo y al drama más conspicuo igualmente propuesto por el Séptimo Arte en sus múltiples facetas sociológicas, no podemos obviar que estas hazañas colectivas, ya fueran aventureras y pseudohistóricas, también se hallarían a medio camino entre los cantos homéricos y las patriarcales visiones bíblicas. Con todo y ello, y entre sus muchas virtudes, la aventura, plasmada en cine o en literatura, no tiene por cierta la objetividad, y siempre ha resultado difícil separar el grano de la verdad de la hierba parásita de la mixtificación.




 

 
 
 
 
 

 

 
Cediendo a la tentación de probar fortuna en la apabullante feria del Séptimo Arte, la lírica espiritualidad del niño se acomodó irregularmente a los métodos superindustrializados de la producción cinematográfica. Y aunque su balance histórico no fuera del todo desdeñable, se desarrolló en un principio con dudosa pericia, y fue dando  traspiés y pasos en falso por los múltiples estudios internacionales de la industria del cine. Y en Hollywood muy especialmente acabó luchando a brazo partido para imprimir siquiera sea un sello personal a cuantos productos se orientaron por conseguir dotar de una brillante factura y hasta de un desenfrenado refinamiento estético el mundo fantástico y curioso de una épica encabezada por el universo infantil. Un universo capaz de rehuir la triste y tediosa realidad cotidiana del niño, para adentrarse, merced también a los inagotables recursos de la inventiva literaria, en evocaciones que pudieran llegar a despertar la fantasía dormida de los adultos, a través de atractivos acontecimientos, alegres, descarados, picarescos, provocadores de grandes peripecias. Y capaces incluso de ofrendar lecciones de gran heroismo sobre un fondo aventurero y muchas veces emotivo en la que el niño dominara la escena desde la primera hasta la última imagen que se proyectaba en la pantalla, llegando a requerir sobre sí la luz de todos los reflectores.








 




"A High Wind in Jamaica" ("Huracán en Jamaica") de Richard Arthur Warren Hughes, caballero de la "Orden del Imperio Británico", [Surrey, 19 de abril de 1900- Ynys, Gwynedd, 28 de abril de 1976], escritor inglés autor de poemas, relatos breves, novelas y obras de teatro.  Hughes escribió sólo cuatro novelas, entre las que destaca la primera de ellas, "A High Wind in Jamaica", 1929, llevada al cine con perfecta adaptación por Alexander Mackendrick en 1965.
 
[En España "Viento en las velas", dirigida por
Alexander Mackendrick, 1965, con Anthony Quinn, James Coburn, Deborah Baxter -genial protagonista infantil-, Isabel Dean, Nigel Davenport, Lila Kedrova Gert Fröbe, Dennis Price, Kenji Takaki, y el resto del elenco infantil: Vivienne Ventura, Martin Amis, Jeffrey Chandler, Karen Flack, y Henry Beltran]

 


 
 
 
 
 



[Ambientada en 1860, un grupo de niños ingleses, tras un terrible huracán en la isla de Jamaica,  son embarcados en la nave Clorinda, que dirige el capitán Marlope, con el fin de ser repatriados desde allí a Londres para continuar con una educación más civilizada. Durante la travesía, el barco es abordado por unos piratas al mando del capitán Chavez que tras el asalto y con gran sorpresa, descubrirá que los niños se han quedado en su barco. A lo largo de una travesía de muchos meses de huida el grupo de niños ingleses capturados accidentalmente por los piratas, contra lo que podría pensarse,  resultan ser más amorales que los piratas] 
 




 

[En un nuevo abordaje a un barco holandes, el capitán trata de huir y esconderse. La pequeña Emily se halla con fiebre y creyendo que es un fantasma, lo hiere con un cuchillo por la espalda causándole la muerte]
 



[Cuando los niños son por fin rescatados y se les pregunta sobre los hechos sucedidos en el barco pirata ninguno de ellos puede dar respuestas concluyentes pues en su imaginación todo ha sido como un sueño]

["Quienes contemplaban en ese momento a la reservada Emily la vieron palidecer sobremanera y echarse a temblar. De repente dio un chillido: un segundo después comenzaba a sollozar. Todos escuchaban, en helada inmovilidad, con un nudo en la garganta. A través de las lágrimas de Emily, se escaparon estas palabras: ... “Estaba allí, tumbado en su sangre... ¡Qué horrible estaba!... Y... y se murió... ¡dijo algo y luego se murió!”... Esto fue lo único articulado que pronunció la niña.... Dejaron a su padre que la sacara de allí... Vio por primera vez –desde hacía tantos meses- al capitán Jonsen y a la tripulación, amontonados en una especie de jaula. ¿Qué le recordaba aquella terrible expresión en el rostro del capitán, cuando sus ojos se encontraron con los de ella?...]
 

[Los piratas acabarán en la horca a causa de las incongruencias de la niña Emily tras declarar en el jurado que los enjuiciaba


 
 
 

Sustentada por unos actores infantiles, en especial Deborah Baxter, que bordan literalmente cada una de sus apariciones, frente a adultos por cuya supervivencia pagarán un alto tributo, "A High Wind in Jamaica" se convirtió en uno de los mejores ejemplos de adaptación novelística y de gran performance cinematográfica de la década de los 60. La película en manos del gran Alexander Mackendrick se convierte, pues, en un festival para fans de las grandes aventuras. Y vista y disfrutada hoy de nuevo se ha convertido en una espléndida, brillante y delirante obra de culto. ¡Tan memorable como iImprescindible !



No obstante, el prototipo del trotamundos infantil puede llegar también a gozar de cierto genio y gran valentía, y, claro está, de un no menos evidente desorden y bravuconería. Y no es menos truhán y dinámico que el paladín por el que siente devoción, el cual puede llegar a colmarlo de favores y perdonarle muchas de las travesuras y desaguisados que también comete (caso específico de "Moonfleet" o de la archifamosa "Treasure island"). Así se puede mostrar paciente a pesar de que su existencia se vea atrapada en una red de disipadas aventuras adultas, y enfrentarse, temeroso de perder el favor del héroe, tanto a la sordidez moral del mismo como a su honestidad y valentía. Y una vez convertido en uno de ellos, es capaz de poner al descubierto, incluso con gran lucidez, las inmoralidades criminales en que se ve inmerso, y no tolerar las medias figuras humanas de los villanos ni los términos medios, ora en el bien, ora en el mal. En el juego de la aventura, los ídolos humanos, como es bien sabido, casi nunca sienten remordimientos, porque todos acabamos convencidos de que la razón siempre está de su parte. Y cuando ejerce un derecho elemental de venganza o revuelta, es porque antes ha sido víctima de la fatalidad o de la crueldad indiscriminada de algún villano. Y el niño, al igual que su denodado modelo épico, siempre debe salir impune de estas aventuras, y vanagloriarse, en su contribución a la defensa del aventurero, de haber participado en sus gestas, admitiendo felizmente que por supuesto la culpa es siempre del "asesinado, nunca del asesino".




"Lord of the Flies
" ("El señor de las moscas") es la primera y más célebre novela de William Gerald Golding [Newquay, 19 de septiembre de 1911-Perranaworthal, 19 de junio de 1993]  Publicada en 1954, se considera uno de los más importantes clásicos de la literatura inglesa de posguerra. Fue galardonado con el Premio Nobel  en 1983.
 


    [Dirigida por Peter Brook, 1963, con James Aubrey, Tom Chapin, Hugh Edwards, Tom Gaman y Roger Elwin]

 
[Un avión que transporta a unos estudiantes británicos es derribado en periodo de guerra a causa de una fuerte tormenta, estrellándose contra una isla desierta en donde los únicos supervivientes son los niños pasajeros, quienes se ven obligados a sobrevivir sin ningún adulto pues el único adulto era el piloto del avión y murió en el accidente. La ausencia de normas y límites hacen que la lógica y la serenidad de los jóvenes vayan desapareciendo al dejar paso a la faceta más salvaje del ser humano, provocando que la utopía insular de Ralph, Piggy, Jack y los demás no tarde en transformarse en un caos gobernado por la locura, la lucha de poder y la muerte













 
 
 
 
 


 









El intento apologético de la novela de aventuras con protagonistas infantiles casi siempre ha resultado evidente. El personaje, que todavía no ha alcanzado la edad adulta, es así mucho más significativo y conmovedor que el semidiós-hombre cuyos heroísmos se exaltan al entrar en liza su periplo de correrías comprometidas con el peligro. Pero los encantamientos de la fantasía que deberían acompañar a los niños en los cientos de ejemplares literarios publicados, obras serias, alejadas del cuento una ingente cantidad de ellas, y que los tienen por personajes principales, suelen ir acompañadas de una especie de delirios trashumantes circunstanciales por entre el mundo en que se mueven, donde se polarizan cierta violencias muchas veces igualmente sociológicas, cuyas atmósferas opresivas son las que acaban por ingerirlos en la aventura, pronta siempre a desencadenarse a su alrededor.






Que duda cabe que la cinematografía de aventuras protagonizada por niños, a pesar de los pesares, se constituyó, pues, en un agente estimulante, si no de primer orden, sí como flamante medio de expresión dispuesto a abordar ambiciosos proyectos que narraran con acento heroico impensables tomas de posición frente a hazañas apasionantes y espectaculares en las que el mundo infantil, como ya sucediera en infinidad de afamadas novelas, adquiriría  también en la pantalla grande un valor de momento histórico destinado a tantear pasiones y sentimientos ahora expuestos con convicción y sutileza en el cine épico, e incluso entre las miserias y grandezas del melodrama, como nos mostraría el gran genio de "Silent Screen", Charles Chaplin. Efectivamente, en su primer largometraje "The kid" ("El chico"), 1921, el extraordinario cómico, al imponer el nombre del niño Jackie Coogan, personaje entrañable del film, nos ofrecería una fascinante interpretación de Jackie, al evocar los recuerdos de una infancia miserable, llena de estrecheces y privaciones como las que viviera el mismo Chaplin, convirtiéndolo en protagonista casi absoluto de la película, y evidenciándolo como imprescindible elemento infantil de una nueva forma embrionaria en la mitología del recién nacido Séptimo Arte.



También la aventura de "Peter Pan", dispuesta a cotizarse en el mercado de nuevos valores cinematográficos, trataría de incendiar con su fabulador mundo poético el corazón de los espectadores adultos y niños, transformándose por primera vez en un auténtico mito visual tras ser trasladada a la pantalla en 1924 por Herbert Brenon y Paramount Pictures. El descubrimiento del personaje de James M. Barrie resultaría no menos decisivo para el público, bien que el personaje infantil fuese interpretado por Betty Bronson, una actriz que a la sazón contaba ya 18 años, y que al año siguiente, 1925, se haría con el principal rol femenino de la monumental "Ben-Hur" de FredNiblo, junto al remilgado actor latino Ramón Novarro. Los esquemas fundamentales de la aventura infantil fueron así enriqueciéndose de acuerdo con las exigencias que había creado el nuevo arquetipo de héroe protagonizado por niños.









 
 
 
 
 
 



 
 
 
 









 
 
 
 









 

 
 
 
 















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