Un niño, como héroe individual, va a acaparar la
pantalla desde el primer instante en que se integra de modo casi incoherente en el misterioso lenguaje conceptual de cuanta pirotecnia alquimista poseer puede ese
gran laboratorio de imágenes conocido
por Séptimo Arte. El juvenil personaje, que vagabundea entre las soledades
costeras del brezal de Dorsetshire, lugar indeterminado de la Inglaterra del siglo XVIII, tras leer el nombre de la aldea a la que se dirige en el señalizador de camino: "Moonfleet" "3 millas", se
enfrentará repentinamente a una visión insólita, casi pueril, pero dotada de una
significativa alegoría del expresionismo más barroco: en el cementerio situado frente a los muros de la vieja e
inquietante iglesia de la región se alza la figura de un ángel de piedra. Y su
mirada, de aspecto siniestro y conminatorio, de fosforecentes ojos fantasmagóricos, tras penetrar la oscuridad, parece desafiar los cielos de la piedad, las hieles de los hombres, la casta harapienta de sus conciencias, que tarde o temprano acabarán bajo los horizontes perdidos de las costas abatidas por los oleajes.
El campo santo se convierte así, de inmediato, y como no podía ser menos, en una especie de onírico museo de la muerte, desde el cual el protagonista, bruscamente inmovilizado por la aparición del tremebundo ángel de piedra, reaccionará un tanto espantado por el pavoroso simbolismo de aquella mirada sin vida, híbrido tan imaginativo como apocalíptico entre el hombre y su alma. La exposición terrorífica del ángel, personificadora de nuestro final en este mundo, y como guardián siniestro de las sepulturas entre las húmedas hierbas del cementerio, impregnará desde ese instante al espectador de un inquietante paseo por el turbio y estremecedor paisaje, ahora transmutado por la etnología inhumadora de los humanos, donde tan sólo las sombras parecen detenerse. Y en el cual la compulsiva avidez del hombre puede ya aparecer en todos sus matices: su mendicidad vagabunda, el bramido cruel de sus voluntades confusas, el trastorno enfermizo de sus emociones, sus deleites de perdición, sus voluptuosidades desconocidas, sus temores frente a la ira divina, sus ímpetus desesperados por retarla, y el ineluctable desamparo ante su señera verdad, que es la muerte. Pero de nuevo será la infancia la única que en cierto modo podrá amar lo intacto de la hermosura, como si, por un tiempo, la providencia la hubiera predestinado para convertirse en sierva inocente de su templo, donde los hombres ya no tienen cabida, y fuera su pureza aniñada la original salvaguarda de esta existencia nuestra tan maltratada. El niño se aupará en la tapia del callejón turbador de los túmulos, con sus fuegos amoratados de la noche, porque seguramente en los ojos encendidos del ángel haya visto tan sólo arder la estrella de una lámpara de piedad de cuantos allí reposan para toda la eternidad. Pero de pronto una mano terrorífica y engarfiada surge de la tierra. Sobrecogido cree ver en ella la aparición de un difunto que trata de huir de su tumba. El muchachito se retuerce en un grito de asombro y horror, participando del pavor del lugar. La huida y un desmayo súbito detendrá su andadura...
Escritor inglés famoso especialmente por su novela de aventuras "Moonfleet" ("Los contrabandistas de Moonfleet"), 1898. Escribió dos novelas más "The Lost Stradivarius" ("El Stradivarius perdido") 1895, y "The Nebuly Coat" ("El abrigo de Nebuly"), 1903. Además fue un hombre de éxito en los negocios, llegando a ser ejecutivo de una empresa armamentística durante la Primera Guerra Mundial]
"Moonfleet" cronológica y geográficamente no nos dice nada, pero como tema cinematográfico pasará a ejercer ya un poder magnético cual elemento instintivo que nos va a mover en un círculo cerrado de misterios. Probablemente una historia ilustrada por los grandes rotativos del legendario ciclo aventurero, ya presente durante siglos en la Literatura, a veces, es cierto, harto simplistas, y tendentes a falsear la compleja realidad de la vida o a camuflar las razones objetivas que condicionan la felicidad o infelicidad de los hombres. No obstante, los eventos de la fábula no suelen tampoco apartarse de ese famoso esquema que suele plantear, en toda su elementalidad, el combate entre las fuerzas puras del Bien y del Mal, que también se muestran siempre como dos polos en los que se subliman y condensan las apariencias más irracionales y secretas del hombre. Y "Moonfleet", sin llegar a significarse entre los valores catárticos de la tragedia, sí recuperará, a través de las imágenes hechas celuloide, esos esquemas fundamentales que han ido enriqueciendo y tornándose más complejos a lo largo de la historia del cine. Valores éticos y estéticos que desde sus inicios condicionaran las necesidades dramáticas más primitivas de la aventura.
Las gestas, verdaderas o falsas, siempre han gozado en el Séptimo Arte de una gran libertad creadora y por lo general han logrado enmarcarse con éxito en las rigurosas estructuras de las presiones industriales. La hazaña heroica o fabuladora posee así en la imagen cinematográfica una de sus más inflamadas proclamas. Sin renunciar casi nunca a ciertos registros poéticos y tendiendo también sus más amplios puentes a las páginas brillantes del amor, ha logrado transportar al espectador hacia mundos de ensueño, abarcando, en lo que a la aventura se refiere, films esthétiques, bíblicos, dramas mundanos reservados (como primitivamente se llamaron) "para caballeros y damas", y hasta ahondar en incontables ocasiones, insólita y atrevidamente, en fabulosas adaptaciones literarias e históricas críticas sociales, más o menos veraces.
Pese a todo, era casi siempre la solución romántica la que acababa cerrando aquellas ficciones alusivas al mundo de aventuras. Las anotaciones críticas de la Historia con mayúscula solían, las más de las veces, tomar cuerpo entre pinceladas festivas e irónicas, entre chauvinismos prodigados por el protagonista bizarro que solía campar por sus respetos, sorteando toda clase de peligros, a través del pintoresquismo paisajístico de la época que se pretendía reflejar, y donde el amor, la mejor mercancía del celuloide, como ya se dijo, era el que acababa siempre por triunfar por entre ingentes galerías inolvidables y atractivas y hasta caricaturescas
Géneros que se volcaban constantemente en las pantallas con sus crónicas, ya que no de vocación realista, sí por lo menos justicieras e investigadoras, dispuestas en todo momento a rendir culto a peligros inverosímiles en los que sus héroes y heroínas (muchas veces de gran categoría), eran capaces de enfrentarse a villanos de gran calibre, constituyendo un inapreciable testimonio llamémosle "casi moral", atizado por su aterciopelado surrealismo aventurero. Una atribulada concepción del mundo en sus épocas pretéritas casi desconocidas para las masas de espectadores que se dejaban así electrizar por aquella "corporeidad descriptiva de prodigiosos extravíos históricos" en todas las salas cinematográficas del mundo. En las reconstrucciones ambientales entraban también los grandes decorados, muchas veces inspirados en los incalculables testimonios pictóricos que nos ha legado la historia. Y los rodajes en exteriores, repetidos hasta la saciedad, poseían un irresistible estilo fotográfico de reportaje primitivo, al cual se unía la seducción por ambientes de cuento y ensoñación en los que se enclavaba la visión populista de la mascarada aventurera. En consecuencia, los héroes, heroínas y villanos raras veces escaparon a la excepcionalidad mítica que les concediera su turbadora presencia, ya que inmersos en aquella especie de pseudo-realismo, simple y fabulador, que nos proponía el celuloide, sus perfiles navegaban casi siempre embellecidos y muy alejados de las revueltas corrientes de la tragedia, o de los retablos desarraigados y asociales de un "determinismo" pesimista. Muy al contrario, rememoraban la historia entre un detonante melodramático de fastuoso ropaje literario, y ventilaban las tormentas humanas con aliento de grandes epopeyas de las que, generalmente, salían vencedores.
Hoy, merced al avance tecnológico, la aventura ha sufrido una enérgica renovación, pero no ha prescindido de la clásica continuación lógica de la acción que una vez se alimentó de la mejor uniformidad técnica del cine del siglo XX y de los grandes alardes de producción puestos al servicio del Séptimo Arte por los más poderosos estudios cinematográficos de todas las latitudes del planeta. Hollywood, muy especialmente, dada su filosofía conservadora y su potencial industrial, jugó sus mejores bazas convirtiendo a sus largas retahilas de grandes estrellas en los más afamados héroes, heroínas y villanos de los que hoy se tiene memoria; los cuales, una vez liberalizados del "shocking" impuesto por los dramas "fuertes", no dudaron en involucrarse en las fórmulas espectaculares del género aventurero, cuya vastedad jamás ha acabado divorciándose del público como producto de gran consumo.
Una lectura compleja aunque fascinante, por muchos críticos reprobada, lograría emparentarse también a las estructuras tradicionales del mundo de la aventura: la creciente incorporación del niño y del adolescente, como testigos de insólita vibración casi lírica ante los desmanes de los héroes adultos, a la experiencia narrativa de aquel híbrido cruce artístico que se nutrió de la savia historia-fábula en el Séptimo Arte.
Su más deslumbrante eclosión, esta vez en la literatura de principios del siglo XX, y merced a la pluma de James Matthew Barrie, se significó con el nacimiento del controvertido fauno-niño-semidiós "Peter Pan", a la que el Nobel británico George Bernard Shaw consideró como "un vacacional entretenimiento para niños pero que en realidad no será sino una obra claramente encaminada hacia el mundo adulto", por cuanto se erigía en una inteligente meditación satírica de las realidades domésticas marcadas por aquella restrictiva sociedad de clase media, de manifiesta rigidez reaccionaria, que, pese a todo, empezaba a cambiar a finales de la época victoriana en Inglaterra.
Su más deslumbrante eclosión, esta vez en la literatura de principios del siglo XX, y merced a la pluma de James Matthew Barrie, se significó con el nacimiento del controvertido fauno-niño-semidiós "Peter Pan", a la que el Nobel británico George Bernard Shaw consideró como "un vacacional entretenimiento para niños pero que en realidad no será sino una obra claramente encaminada hacia el mundo adulto", por cuanto se erigía en una inteligente meditación satírica de las realidades domésticas marcadas por aquella restrictiva sociedad de clase media, de manifiesta rigidez reaccionaria, que, pese a todo, empezaba a cambiar a finales de la época victoriana en Inglaterra.
[James Matthew. Barrie, Kirriemuir, Angus, Scotland, nacido el 9 de mayo de 1860- Fallecido en Londres, 19 de junio de 1937 de neumonía a la edad de 77 años]
En efecto, James M. Barrie supo relajar en parte, por medio de la fábula, algo de aquella intransigencia e intolerancia mantenida por la moralista y adinerada sociedad inglesa frente a los conflictos generacionales que tarde o temprano acaban por soportar más mal que bien cualquier ceño dictatorial. Esta abierta rebelión entre padres e hijos a la que nos tiene habituada la historia no tiene en realidad nada de nuevo, pero sabemos que facilitan el camino a ordenaciones más estables y consistentes entre la siempre fluctuante marea de miles de jóvenes alérgicos a las normativas sociales y sus casi burocráticos estamentos educativos, que se reservan el monopolio de la enseñanza en sus naciones respectivas. Escribió entre otras muchas obras, las dedicadas al fauno Pan: "The Little White Bird or Adventures in Kensington Gardens" 1902; "Peter Pan", 1904; "Peter Pan in Kensington Gardens" 1906; "When Wendy Grew Up: An Afterthought", 1908, y "Peter and Wendy", 1911.
James M Barrie derribó ciertas puertas represivas del empingorotado mundo de los adultos, escasamente tolerantes con la fantasía, y puso en práctica, por medio de su labor literaria, nuevas ensoñaciones que entraban de lleno en el mundo de la fábula y de la aventura más disparatada. Y sin dejar atrás las alegorías sociales que tan bien conocía, avivó una fascinante y tierna moralidad más ambivalente.
En su "País de Nunca Jamás", isla fantástica situada en una perdida estrella de nuestra galaxia a la que se accede, según la leyenda explicitada en su libro, "girando bajo el cielo nocturno, y dirigiéndose hasta la segunda estrella a la derecha, en un vuelo hacia el amanecer", los niños no crecen; la diversión, la fantasía y la felicidad se prodigan entre ocasionales aventuras, a veces un tanto peligrosas, aunque siempre acaban arrebatadas por el prodigio optimista del hechizo que poseen los finales de los cuentos carentes de crueldad."Peter Pan" será también conocido por "El niño maravilloso", "El hijo único
de Nunca Jamás" o "El líder de los Niños Perdidos". James M. Barrie postularía que,
antes de nacer, todos los bebés son aves. De aquí nace la figura de
Peter Pan, un niño que salió volando por la ventana de su cuarto
mientras sus padres dormían, porque les había oído hablar de las cosas
que tenía que hacer cuando fuese adulto.
Creyendo por tanto ser ave, voló directo a
los Jardines de Kensington, y allí lo encontraría el hada Campanilla, llevándoselo al "País de Nunca Jamás". Esta isla de ensueño se hallaba habitada por una población de "niños perdidos": Nibs, Curly, Slightly, Tootles y los Gemelos, siempre ocultos en una cueva secreta, y a quienes acabaría liderando nuestro héroe infantil, de 13 años.
Peter es delgado y ágil, pelirrojo y de ojos verdes; viste un traje hecho con materias vegetales, porta consigo un puñal como arma defensiva, una flauta de Pan, y es ayudado en todo momento por su incondicional, diminuta y portentosa hada Campanilla, eterna compañera de todas sus aventuras. Mas, como niño que es, Peter puede en consecuencia llegar a ser cabezota, terco,
egoísta y muy vanidoso. Sin embargo tiene buen corazón, y jamás duda en ayudar a todos sus amigos.
Los tres niños muestran una especie de voracidad épico-heroica cuando
deciden abandonar a sus tradicionalistas y responsables padres
británicos, George (quien, finalmente, recordará también haber conocido a Peter Pan en su infancia) y Mary Darling, a fin de disfrutar, desde su infantil perspectiva personal, de la gran aventura que les ofrenda la visión del mágico mundo de "Nunca Jamás",
y de su "Sociedad" marcada naturalmente con el sello propio de la fantasía.
En esa galaxia perdida que acoge tan mágica isla, el
ofrecimiento del fauno Pan patrocina la inquietud renovadora de esos sueños no menos heroico-aventureros que siempre contaminan la infancia.
Y en este orden propuesto por la fábula, prevalecerán primero los celos de Campanilla, vanidosa y sobre protectora, capaz de animar a
los Niños Perdidos a que ataquen a Wendy, diciéndoles que es un ave que
Peter quiere que eliminen. No obstante, las hadas nunca son malas, únicamente son
tan pequeñas que sólo tienen espacio para un sentimiento a la vez, y Wendy pide a Pan que la perdone. Y Peter destierra a Campanilla por una semana.
En ella resucitan oportunamente, además de las femeninas quimeras de Wendy, tales como la de una laguna de bellas sirenas, igualmente embelesadas por Peter Pan, y que tratan de arrastrar a Wendy al agua con ellas, riendo divertidas y asegurando que sólo querían ahogarla un poquito.
A la devoción por las proezas fabulosas que propone "El País de Nunca Jamás" se halla unido un feroz pirata, llamado James Hook (Garfio), quien capitanea su nave conocida por "Jolly Roger", con su tripulación de crueles, sanguinarios y aburridos corsarios, que acusan sin cesar a su capitán de haber olvidado las actividades propias de los piratas, como robar y saquear, y un zalamero protector de Garfio, tan cómico y pegajoso como mosquita muerta: el inefable Mr. Smee.
Más tarde, los desesperados esfuerzos vindicativos del enfebrecido y encocorado capitán pirata moverán su golpe de gracia, a fin de interceptar el refugio de su encarnizado enemigo, hacia el rapto de Tigridia, una bella y gentil princesa india, eternamente enamorada de Pan, e hija del jefe de una tribu de nativos norteamericanos, los Picanny (como rememoración de las grandes epopeyas del Western) que llegaron a "Nunca Jamás" por medios desconocidos. Wendy, mientras Pan disfruta de la derrota contra Garfio le recuerda que Tigridia se está ahogando.
Smee captura a la desterrada Campanilla para lograr descubrir el refugio de Peter Pan. Y acaban convenciéndola con engaños, apelando a los celos que siente por Wendy. Pero cuando descubre que le envían una bomba a Peter Pan acude en su ayuda para salvarlo.
Los indios son grandes amigos de
Peter Pan y enemigos jurados de los piratas. Tigridia que, una vez raptada por Garfio y Smee, preferirá la muerte antes que descubrir ante el capitán Garfio el paradero secreto de su héroe, será salvada también, como no podía ser menos, por el héroe Pan.
Cuando vuelven al refugio Wendy de todo lo que representa tener una madre y propone que es hora de volver a casa en Londres, y Peter Pan les advierte que si crecen nunca más podrán volver. ¡Jamás!
Mientras que Garfio, tras acabar en el agua, se está reponiendo de un terrible resfriado.
Y dado que nuestro pequeño héroe le cortó la mano derecha y se la
dio de comer a un cocodrilo gigante, y a éste le gustó tanto el sabor
del capitán que lo sigue a todas partes ya que le gustó tanto su mano derecha, ahora con garfio, que se muestra ansioso por devorar el resto de su atormentado cuerpo. Los intentos de sedienta venganza por parte de Garfio y la audacia descarada del enorme cocodrilo que no ceja en su persecución carnívora, se verán, pese a todo, constantemente frustrados.
"Adiós, James Garfio, personaje no sin heroismo. Pues hemos llegado a sus últimos momentos, después de haber hecho prisioneros del barco a Wendy, a sus hermanos y a los niños perdidos"
"Al ver a Peter que avanzaba despacio sobre él por el aire con el puñal dispuesto, saltó a la borda para tirarse al mar. Tuvo
un triunfo final, que no debemos quitarle. Mientras estaba de pie sobre
la borda volviendo la vista hacia Peter, que flotaba en el aire, lo
invitó con un gesto a que empleara el pie. Esto hizo que Peter le diera
una patada en lugar de apuñalarlo"
"Por fin Garfio
cayó hacia el satisfecho cocodrilo. Así pereció James Garfio"
"Por la mañana, al dar las dos campanadas (alusión a los toques de campana en un barco para indicar cada media hora, en el curso de las guardias, a contar desde medianoche), ya estaban todos en marcha... No hace falta decir quien era el capitán. Peter ya se había atado al timón, pero llamó a todos a cubierta y les dirigió un breve discurso, en el que dijo que esperaba que todos cumplieran con sus obligaciones como unos valientes, pero que sabía que eran la escoria de Río y de la Costa de Oro, y que si insubordinaban los haría trizas. Sus bravuconas palabras eran el lenguaje que mejor entienden los marineros y lo aclamaron con entusiasmo. Luego se despacharon unas cuantas órdenes e hicieron virar el buque Jolly Roger, poniendo rumbo al mundo real"
... La señora Darling había estado esperando en el cuarto de los niños a que George volviera a casa. Supongamos que para hacerla feliz, le susurramos en sueños que los mocosos están en camino.
En realidad están ya a dos millas de la ventana y vienen volando fuerte, pero lo único que hace falta que susurremos es que vienen de camino. Vamos.
-¡Dios mío!- exclamó Wendy. con sus primeros
remordimientos auténticos- Desde luego, ya iba siendo hora de que
volviéramos... Y por eso cuando la señora Darling volvió al cuarto
de los niños y éstos se vieron acompañados de sus padres, asomados en la ventana, vieron alejarse entre las nubes el "Jolly Roger" Y papá George recordó haber visto aquella nave en su infancia y haber vivido ciertas aventuras olvidadas en una estrella lejana.
"-Has cambiado", recriminó Peter
A medida que observéis a Wendy podéis ver como se le va poniendo el pelo blanco y su figura vuelve a ser pequeñita, pues todo esto pasó hace mucho tiempo...Y así seguirán las cosas, mientras los niños sean alegres, inocentes e insensibles.
"... Ya no era una niña desolada por el héroe de su infancia: era una mujer adulta que sonreía, pero con una sonrisa llorosa. Encendió la luz y Peter la vio: -¿Qué pasa?"
"-Has cambiado", recriminó Peter
Ella tuvo que decírselo.
-Soy mayor, Peter. Tengo más de veinte años. Crecí hace mucho tiempo.
-¡Prometiste que no lo harías!
-No pude evitarlo. Soy
una mujer casada, Peter. Y tengo dos hijos. Y además a Nana, que también
ha envejecido un poquito.
A medida que observéis a Wendy podéis ver como se le va poniendo el pelo blanco y su figura vuelve a ser pequeñita, pues todo esto pasó hace mucho tiempo...Y así seguirán las cosas, mientras los niños sean alegres, inocentes e insensibles.