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sábado, 4 de noviembre de 2023

A Ciascuno il Suo (A cada uno lo suyo)

 

 

Crear climas de inestabilidad y angustia cuando la esencia sutil del aburrimiento vive por entre la condescendencia de las murmuraciones a través del relumbre abrasador de los veranos, y la estricta hipocresía y crueldad de las gentes sigue habitando intacta, como un rango distintivo, entre sus muchas sombras de encierro y oscuridades de ceniza, puede resultar también campo abonado para que los sahumerios vengativos de los humanos santifiquen con sus horrores las dimensiones profundas que abren los surcos a la muerte. Y es que la polémica que se deriva de hurgar bajo la piel que esconde la perversidad de los hombres (y también la de las mujeres) no tiene porque sobrecogernos, ya que naturalmente siempre aparecerá señalada por las expansiones más diabólicas de la malignidad. Marco Bellocchio, director cinematográfico y autor polémico que instauró una especie de “cine de crueldad” con sus dos  primeras y sorprendentes realizaciones "I pugni in tasca" 1964, y la “La Cina è vicina”, 1967, la primera como muestra de una violenta demolición de la institución familiar, y la segunda  como una durísima sátira hacia al Partido Socialista Italiano, no dudó en exclamar ante las críticas: “A mí lo único que me importa es deciros: vosotros sois así y sois responsables de serlo” Esta misma reflexión puede conceder su dimensión más exacta a las miserias y a las escasas alegrías con que el escritor Leonardo Sciascia quiso captar la complejidad de una criminal e inamovible realidad social instaurada en su Sicilia natal. Y es que, según Sciascia, cuando la crisis de conciencia nace en alguno de sus habitantes mediante una ocasional aventura amorosa (quizás, como probabilidad, una de las más frecuentes), enmarcada entre imágenes veraces de la vida cotidiana en la polémica isla, provoca de inmediato el corrosivo criticismo en sordina, polariza el avatar vivencial del hombre y de la mujer sicilianos, y el intimismo pasa a convertirse en un prolongado desequilibrio de sexos (¿es él quien busca la fragilidad de la verdad, o es ella la que propicia la nociva aniquilación de la mentira?), que descansará en la incertidumbre del negro destino que, en realidad, aguarda a estos dos protagonistas, fugitivos fugaces de la opresiva, inquietante y destructiva comunidad a la que pertenecen. Sicilia, en consecuencia, se dinamita a sí misma, aliena sus atractiva estirpe mediterránea con tópicos casi surrealistas, convierte en sádicos desequilibrios inestables sus trayectorias eróticas, y acaba pulverizando con el arma de su puritanismo cruel y santurrón la casi siempre frustrada mediocridad de la vida cotidiana de sus habitantes. “A un siciliano, dice el escritor  Leonardo Sciascia, le bastará un anónimo con amenaza de muerte hacia un correligionario para que la realidad disparatada de la astucia, de la envidia, de los celos (ya sean con respecto al amor o a la prosperidad), y de la crueldad criminal siga mitificándose en la isla” 



 

EL HOMBRE FRENTE A FRENTE CON EL "OMNIMODO ABSOLUTO"



Cuando cineastas tan renombrados como llegaron a ser Roberto Rossellini {inmortal "Roma Citta Aperta"- "Strombol"} y Vittorio De Sica {inmortal "Umberto D" - "La Ciociara"} lograron superar el simple testimonio de tan multiforme vitalidad como la que conforma la vida humana en este planeta nuestro, convirtiéndolo, por medio de la imagen cinematográfica, en una aseveración apasionante que postularía uno de los más ambiciosos realismos críticos o espejo de realidades en las que vivimos inmersos los hombres y mujeres, y por todos los amantes del Séptimo Arte conocido por neorrealismo, comprendimos otra vez (y conste que no nos venía de nuevas,  pero como ya se indicó, gracias a la recién llegada cultura de la imagen en movimiento), que la exigencia verista del drama de la existencia humana, (navegara por su sentido histórico-político o por los vastos retablos sociales de las clases más desamparadas, sin obviar la opuesta ontología que, desde que el mundo es mundo, y como contrapunto a las maltratadas vivencias de los eternamente humildes, ha generado el bienestar de otras sociedades mucho más favorecidas y engendradoras por tanto de cuantos estallidos de rebelión contra esta explotación de las élites más depauperadas han tenido lugar en la historia del ser humano), seguía y seguirá siendo una larga e inacabable marcha de reconquista por una tierra prometida sobre la que, por supuesto, tan sólo desempeñaremos un examen pasajero, de vez en cuando imaginariamente feliz, y las más de las veces abominable, doloroso y cruel.
Y así continuamos siendo los hijos de una ilusión que nos invita a un asedio e invasión tan eternos como de escasa fortuna, porque, por muy inquietante que nos parezca, jamás seremos capaces de ejercer control alguno sobre nuestra vida. Y a lo más que podremos aspirar es a convertirnos en supervivientes de esa emigración constante hacia la ilusión y la esperanza. Monumentos perennemente decapitados a los que, como en un sueño infinito, creímos convertir en reinos independientes con total predisposición a imaginar que gobernábamos nuestras libertades. Pero los indefectibles cataclismos que nos acechan por doquier se encargan de curarnos dolorosamente de nuestra ceguera, puesto que en realidad no somos más que una perpetua tierra de conquista entre tiranías, perfidias y rapiñas, frente a frente con el "omnímodo absoluto",... todos a merced de todos.


              SICILIA ÍNTIMA ESA GRAN DESCONOCIDA

[
Leonardo Sciascia, nacido en Racalmuto,Agrigento, Sicilia, el 8 de enero de 1921 – Fallecido en Palermo, Sicilia, 20 el 20 de noviembre de 1989 de mieloma múltiple a la edad de 68 años-Escritor, periodista, ensayista, dramaturgo, poeta, político y crítico de arte italiano.
 
"El crimen perfecto es aquel que jamás es resuelto, aquel en el que el criminal nunca es descubierto, idealmente, aquel en el que ni siquiera el propio crimen lo parece".  Sciascia propone como alternativa el crimen que siéndolo sin duda, oculta el objetivo y la motivación hasta hacer absurdo el propio acto, y en ese absurdo, irresoluble. 


[Nombre real Irini Lelekou-Ειρήνη Παππά, nacida en Chiliomodi, Corintia, Peloponeso-Grecia, el 3 de  septiembre de 1926- Fallecida en
Chilimodi, el 14 de septiembre de 2022 de enfermedad de Alzheimer a la edad de 93 años]

(Luisa Roscio) Belleza y carisma de indolente e inquietante mirada y gestos fieros. Capaz de cumplir con el rito secular que a la mujer siciliana le impone el pueblo. Así, soporta el dolor de su impuesta viudez, por medio del crimen, sin proferir palabra de queja; su aflicción, falsa o cierta, se mantiene ajena a las manipulaciones vindicativas que en Sicilia tan sólo se atenúan con la violenta penitencia de la muerte. Pero Luisa Roscio, asediada pasionalmente por su conciudadano y profesor en el Liceo de Palermo, Paolo Laurana, acepta complacida la promesa por parte del maestro de llevar a cabo una minuciosa investigación que pueda llegar a aclarar el homicidio del que ha sido víctima inocente su marido Antonio Roscio. Tal connivencia con su inesperado amante a quien, pese a todo, no otorga sus favores, puede acarrearles innumerables y agitadas complicaciones. La devoción de Laurana hacia Luisa  alcanza el paroxismo cuando, finalmente, la única e irrefutable fuente de información sobre el crimen llega de manos de su suegro, anciano invidente que la odia. Descubierta la conjura de “Cosa Nostra”, Luisa Roscio será capaz de actuar  con un tacto sutil, sin prejuicios e intrigante. Paolo Laurana no podrá, finalmente, paralizar el riesgo emprendido. Y no recogerá más que el latido frío de un  cruel rechazo por parte de la mujer que ama. Luisa Roscio acompaña sus últimos actos con el sigiloso ritual del escorpión. Es la asalariada apetecible de la impureza legalista que impera en la isla. La sierva que se vende al poder, al engaño, y a la promesa fanática de quien rige cualquier pueblo siciliano con su agorero yugo de muerte. 

Irene Papas: actriz insigne dotada de una sensual dureza nunca sofocada. Trágica solemne, de inquietante imagen, dotada de una belleza desbordante, vampírica y cargada de temibles presagios, cuyos personajes complejos y atormentados se ajustan a un inconformista arquetipo de “femme fatale”, pero cuyas sugestivas mutaciones de valor “catártico” frente al drama, se hallará, en cada uno de los personajes que ha encarnado, en perpetuo duelo con los placeres y emociones eróticas que condicionan la felicidad o infelicidad de los hombres. Pese a todo, su espléndida imagen, no menos inspiradora de una aniquiladora pasión carnal, y que suele asistir a procesos de autodestrucción, hipocresía y malignidad, como su Luisa Roscio, desde una perspectiva ética, arropa, no tan sólo sediciosos, sino igualmente tiernos alegatos de amores  prohibidos frente a los prejuicios libidinosos de la moral mediterránea de la cual es fascinante heredera. Tutelada por directores de todas las nacionalidades que han sabido potenciar su erotismo de gran dimensión sexual, aunque muy lejano del soporte físico que mitificaran sus vecinas, la“maggioratas latinas”, y que recogería turbulentamente su compatriota, la sugestiva Melína Merkoúri,  la transferencia emotiva que la lanza como una llama sagrada desde su Grecia natal hasta reencontrar su verdadero "Yo" más complejo, surgido también de los mitologías mediterráneas, en cada una de sus inolvidables interpretaciones, se enzarza definitivamente en un forcejeo moral entre Eros y Thanatos, entre el deseo y la frustración.
 
 


[Nacido como Pasquale Ferzetti, en Roma, Italia, el 17 marzo de 1925- Fallecido en Roma el 2 de diciembre de 2015 a la edad de 90 años] 
 
Su personaje como el "Avvocato” Rosello, posee la arquetípica aptitud conciliadora del prócer siciliano, siempre amistoso, tolerante, algo ambiguo, favorecido por esa coraza protectora que en la isla se erige como patrimonio exclusivo de los varones de buena posición. Rosello siempre se complace en adoptar una actitud teatral, irónicamente respetuosa hacia sus conciudadanos, como en el caso de Paolo Laurana, cuya aversión hacia la violencia imperante en el “paese” examina carente de todo entusiasmo,  aunque en su dicharachera, cultivada y atenta conversación planee cierta  apesadumbrada connivencia,  como reacción normal de todo hombre que defienda los valores  culturales y sociales del raciocinio humano frente al primitivismo sanguinario que en Sicilia cobra su más infamante pontificado. Rosello posee también el tono firme y dogmático que el amo emplea frente al siervo. Su rostro nunca se congestiona. Detenta ese racionalismo admirable que jamás apoyaría la menor actitud criminal. Y representa esa peculiaridad tan mediterránea del taumaturgo que despierta la más fervorosa de las devociones entre los hombres y ciertas emociones encubiertas en las mujeres. Pero sus actos adquieren un protagonismo ancestral cuya ambigüedad moral nadie conoce en realidad. Una orgía liberadora de peligrosos anhelos soterrados, de prejuicios y sinrazones, arropan las apasionadas  “relaciones íntimas entre el ”avvocato” Rosello y su Sicilia natal.
 


Gabriele Ferzetti: patrimonio del clasicismo cinematográfico italiano a finales ya de la década de los 40, y uno de los galanes más importantes que engrosarían la galería de actores masculinos en los años 50 y 60. Ferzetti cimenta una reputación de intérprete prestigiosamente sobrio, naturalista y de elogiable contención, capaz, no obstante, de dotar a sus personajes de una atractiva e inextricable matización psicológica, y por ello mismo casi siempre marcados por cierta penumbra inquietante. Un director fuertemente individualizado, postneorrealista y que, pese a todo, no ocultara su admiración por el naturalismo negro francés, como Michelangelo Antonioni, adscribe a Gabrielle Ferzetti a un medio y a un ambiente social de porte elegante que estimularía decisivamente su desarrollo interpretativo ("Le amiche", 1955, "L'Avventura", 1960), y su gran atractivo popular. No obstante, la acusada personalidad del actor aprovecharía la gran tradición agresiva, sarcástica y crítica del cine italiano, y rehuiría las no menos tradicionales y populares del melodrama, encarnando todas las virtudes del silencio, de los deseos inconfesables y perversiones entre turbios ambientes belicistas, mafiosos, o de cuanta dureza impondrían las nuevas luchas sociales de Europa.
 




[Elio Petri, nacido en Roma, Italia, el 29 de enero de 1929-Fallecido en Roma, el 10 de noviembre de 1982, de cáncer a la edad de 53 años]


Curtido en los sinsabores de pertenecer a una familia humilde, siendo ya niño expone su insaciable ansia de justicia social que revela la dimensión más genuina del futuro director cinematográfico, quien no dudaría en tratar de arremeter con violencia contra los convencionales cánones establecidos por la civilización burguesa, capitalista y corrupta de la nueva Italia; y ante la cual se rebelaría, con la más viva de sus inquietudes, por medio de aquel nuevo vehículo cultural que sería el cine. Expulsado por sus razones políticas de la escuela San Giuseppe Merode, situada en un barrio obrero próximo a la Piazza di Spagna, y regentada por sacerdotes, no tarda en involucrarse en la organización juvenil del "Partido Comunista Italiano". Petri, gran observador de esa sociedad de posguerra maltratada por el automatismo de una clase media que se ve sometida a los mecanismos sociales con que un corrupto capitalismo empieza a imponerse en toda Europa, se entrega con pasión a proyectos culturales que le abocarán al periodismo y a la cinematografía. Medios de los que se valdrá para dinamitar los protocolarios discursos de una nueva política desencadenadora de todo tipo de escándalos y de una flamante y dura degradación moral de la sociedad. Tras el fracaso de la Revolución Húngara de 1956, y el sometimiento de dicho país a las directrices soviéticas, abandona su militancia aquel mismo año. Irresistiblemente atraído por el Séptimo Arte, en 1949 sus primeras críticas cinematográficas se publican en el periódico comunista “L’Unitá”.

A los 23 años colabora con el famoso director italiano Giuseppe De Santis, para quien efectúa una serie de entrevistas con las que poder documentar la película “Roma ore 11”, 1951, en la que intervienen Raf Vallone Lucia Bosé, Carla del Poggio, Lea Padovani, Massimo Girotti, y Delia Scala. Contratado ya como guionista por De Santis, Petri dirige 2 documentales: “Nasce un campione” , 1954, y “I sette contadini”, 1957.


Con 30 años, Petri frecuenta la famosa "Osteria Fratelli Menghi" situada en la bohemia Via Flaminia, 57, de Roma, una especie de cenáculo artístico que recordaba al ambiente parisino de Montmartre, y en el que se daban cita escritores, poetas, pintores, guionistas y directores de cine. Dispuesto a elegir entre las actividades artísticas de las que allí empieza a formar parte, decide consagrarse definitivamente al Séptimo Arte, y con 32 años, en 1961, dirige su primer largometraje "L'assassino" ("El asesino"), de tema policíaco, y al que se añade, con gran audacia experimental, un analítico estudio psicológico de su controvertido, solitario y no menos sospechoso protagonista. Un inquietante Marcello Mastroianni presta su gran hacer interpretativo a la primera película de Petri. Coprotagonizado por Micheline Presle, Cristina Gaioni, Salvo Randone, Andrea Checchi y Enrico Maria Salerno. El film, que fracasó en taquilla y hoy ha sido revalorizado por las grandes filmotecas europeas, tuvo que enfrentarse a la incompetente intolerancia de la censura que consideró el simbolismo homicida escasamente coherente y falto de toda lógica en la acción. Tras contraer matrimonio en 1962 con Paola Pegoraro, y pasando así a convertirse en yerno del productor cinematográfico Lorenzo Pegoraro, dirigiría aquel mismo año "I giorni contati" ("Los días contados"), film demoledor, de oscuros simbolismos, cuyas imágenes, como metáforas del angustioso "determinismo" al que parece abocarnos en más de una ocasión la existencia humana, alcanzan un gran valor conceptual en su dura exposición de la crisis existencial que vive su protagonista, un pobre soldador de la ciudad de Roma, magníficamente interpretado por el famoso actor de reparto Salvo Randone, en el que sería su primer papel como protagonista absoluto, además de Franco Sportelli, Vittorio Caprioli y Regina Bianchi.
En su tercera realización, "Il maestro di Vigevano" ("El maestro de Vigevano"), 1963, basado en una afamada novela de Lucio Mastronardi, asistimos por primera vez de la mano de Petri a uno de los elementos más perseverantes de la cinematografía italiana de los 60: la concepción destructiva del popular universo doméstico con sus miserias y tantas veces escasas grandezas. La estabilidad económica de un vulgar maestro de escuela, amante de su poco remunerado trabajo, se verá constantemente atenazada por la ambición materialista de una esposa egocentrista y por ende escasamente comprensiva. Con ese toque casi neorrealista, el que debería ser estadio racional y adulto del barómetro socio-familiar se deshumaniza entre la debilidad y la servidumbre de las no menos complejas realidades que los problemas económicos imponen en el hogar. La gran interpretación de Alberto Sordi polariza todas las frustraciones albergadas en su mísera existencia como maestro de Vigevano. Y el inconformismo que espolea y estimula la rebeldía femenina como esposa ególatra, dispuesta a todo para huir de su humillante vida doméstica, que casi alcanza el valor catártico miserabilista que impuso, como ya se citó, el neorrealismo, se centra esta vez en el virtuosismo interpretativo de la extraordinaria actriz inglesa Claire Bloom (que ya afianzada en la pantalla grande gracias al Free Cinema Inglés) se concreta de nuevo como gran protagonista, esta vez por medio de Elio Petri, en la cinematografía italiana, revestida de todas las cualidades que dieran soporte físico al mito.


En 1965 realiza "La decima vittima" (" La víctima número 10") con Marcelo Mastroianni, Ursula Andress y Elsa Martinelli, basado en un relato fantástico de Robert Sheckley, con decorados de toque futurista. Los conflictos estilísticos de su puesta en escena resultan casi grotescos y empalagosos, y el film fracasa estrepitosamente. Muchos de los productores que habían financiado sus últimas películas empiezan a mostrarse disconformes con las inquietudes experimentales de Petri, por lo que éste decide reemprender los derroteros tradicionales del cine político que tanto le atrajera en los inicios de su carrera. Su vocacional renovación política se verá recompensada con la extraordinaria adaptación de la novela de Leonardo Sciascia "A ciascuno il suo" ("A cada uno lo suyo"), 1967, que produce Giuseppe Zacariello, dueño de la empresa Cemo Film. El vigor realista del gran actor Gian Maria Volonté imprimirá su sello más personal en muchas de las siguientes realizaciones de Elio Petri: "Indagine su un cittadino al di sopra di ogni sospetto" ("Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha") 1970, coprotagonizada por Florinda Bolkan, Salvo Randone y Gianni Santuccio, con la que conseguiría el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes en su XXIII Edición 1970, y el Öscar de Hollywood a la Mejor Película Extranjera

Además, con el citado film se iniciaría la que Petri denominó su "Trilogía del Poder", a la que seguiría, también con Volonté, "La classe operaia va in paradiso" ("La clase obrera va al paraíso"), con Mariangela Melato, Luigi Diberti, Gino Pernice, y Salvo Randone, que ganaría la Palma de Oro en Cannes 1971, ex-aequo con "El casso Mattei" de Francesco Rosi. El film de Petri fue estrenado en la Muestra Internacional de Cine Libre Porretta Terme.Volonté y Petri, al término del la proyección debatieron con los operarios de la factoría DEMM, dada la polémica que suscitó la película al subrayar la rigurosa concepción sociológica de una infamante explotación fabril y la alienación a que se veían sometidos los obreros. El director francés Jean-Marie Straub, que había asistido al estreno del film, indignado por el azote reivindicativo en favor de la maltratada clase proletaria que mostraba la película de Petri, opinó que todas las copias de dicho film debían ser quemadas. Con "La propietà non è più un furto" ("El amargo deseo de la propiedad"), 1973, esta vez interpretada por Ugo Tognazzi, Flavio Buzzi, Daria Nicolodi y Gigi Proietti, Petri finalizó su Trilogía.

En 1976 dirigiría, volviendo a adaptar una novela de Leonardo Sciascia, rueda  "Todo modo", de nuevo con Marcello Mastroianni, Gian Maria Volonté, Renato Salvatori, Francesco Citti y Mariangela Melato. "Buone notizie" de 1979, Giancarlo Giannini y Ángela Molina, sería su última película. Durante los preparativos de su próxima realización "Chi illumina la grande notte", con Mastroianni, enfermó de cáncer, muriendo en Roma a los 53 años, el 10 de noviembre de 1982.
 
Elio Petri: « Feci il film per quest'essere "A ciascuno il suo" il sensuoso e ironico ritratto d'un intellettuale umanista e sessualmente incompetente.» [«Hice la película para que fuera "Cada uno lo suyo", el retrato sensual e irónico de un intelectual humanista y sexualmente incompetente.»]



Toda concesión a la violencia nos abre caminos muy diversos. "Cosa Nostra" se convierte, gracias a la pluma de Sciascia y al rigor descriptivo con que Elio Petri la traslada a la gran pantalla cinematográfica, en testimonio escalofriante de una realidad social y delictiva asfixiante. Sus resonancias fascistas cobran la imponente solemnidad formal de un cáncer maligno y el himno panteísta a su único dios: "la Naturaleza del poder". La irascibilidad homicida que encubren las conciencias petrificadas por los estamentos mafiosos siguen latiendo y perviviendo, pues, como una lacra social que jamás será extirpada. En el nutrido círculo de sus misteriosas causas y razones pocos hombres se han atrevido a bucear, ya que el diagnóstico e investigación de su inquietante fenómeno no posee más raíz social que el de un trasfondo de desatada virulencia jamás superada, y una postura hostil siempre encaminada hacia el asesinato. Un héroe sencillo como Paolo Laurana capaz de fraguar planes que pongan al descubierto los resortes delictivos y elementos sádicos de "Cosa Nostra" deberá, por tanto, resucitar al viejo mito de Prometeo, que por intentar robar el fuego sagrado caerá abatido por el terrible castigo divino que le impone ese mismo fuego. Asimilada la ominosa lección que ofrenda Sciascia, "A ciascuno il suo", como factor dramático determinante y vindicativo de tan patético "paese" como puede llegar a ser el siciliano, las imágenes cinematográficas cobran en manos de Elio Petri un inquietante y nocivo acento de veracidad como gran ventanal abierto a la cruel irracionalidad que en Sicilia han impuesto siempre los artífices de la mafia. Así, pues, una lúcida amargura, de ribetes escabrosos, engrandece este soberbio espectáculo cinematográfico, realzado además por la contundente y privilegiada naturalidad de sus inolvidables intérpretes. ¡Impactante e imprescindible!

 








 














  



















































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