Vistas de página en total

sábado, 9 de agosto de 2025

HOTEL PARADISO -3-

 


Un conglomerado humano que sea capaz de desafiar las leyes de la racionalidad puede perfectamente metamorfosearse en estrafalarias a la vez que en divertidísimas caricaturas de unas comunidades que, pese a gozar de un bienestar crematístico, (en el caso de este “Hotel Paradiso” nunca especificado de forma conveniente), sean por ello los tipos más representativos de esa sociedad cuyo completo confort nunca resulta fácil aceptar sin orden y medida. Y no han de doler prendas cuando dicha amalgama humana sea también capaz de ofrecerse vivencialmente entre los virajes de un absurdo modo de entender la vida mutilando así su existencia unas veces desaforada, y otras tan ridículas como incongruentes. Y es muy especialmente irrisorio si a este batiburrillo humano se les sitúa en una época entroncada con la gran tradición del más demencial de los vodeviles, al que se pueda añadir también hasta un ápice de humor negro. Y tampoco es de extrañar que a este humor de un sólo color se le puedan abrir puertas a ciertos grados de romanticismo satírico que se vincule a la hipocresía, las frustraciones y los despropósitos que tantas veces se sustentan en el matrimonio. Pero llega el turno de que con este caótico “Hotel Paradiso” volvamos a dar la bienvenida a aquellas décadas casi extraviadas de las mejores ráfagas vodevilescas que se han mantenido en el recuerdo; y que fulguraron con la extraordinaria capacidad de lanzar por los aires la muy a menudo anquilosada cultura del melodrama más vocacional, y cuya retórica áspera y lacrimógena  lo sustentaran durante siglos, ya fuese en teatro, literatura y por fin en el Séptimo Arte. Así volvemos a aceptar (y no es novedad que pueda sorprendernos) que el vodevil decimonónico no dudara tampoco en desencadenar un ciclo humorístico inspirado ante todo en la comedia más frívola, exorbitada y hasta desproporcionadamente erótica. Por ello, una perspectiva artística que no deje nunca de perder de vista la comicidad, como lo hace el drama, está perfectamente capacitada para recopilar también a través de dicho humor ese otro ciclo histórico que entronque con las sociedades instaladas en un inextricable confort ya mencionado. El vodevil, por tanto, y sin excesivo esfuerzo, llegó a convertirse en una de las más vigorosas parábolas del desenfreno humorístico, y rozando hasta el surrealismo del ridículo se volcó felizmente sobre las costumbres y tabúes de la sociedades más puritanas que han protagonizado la civilización en este planeta tan variopinto como secularmente arbitrario y mezquino. Pero el humor y la risa, como propiedades exclusivas de nuestra naturaleza como seres racionales, han sido y seguirán siendo, (muy especialmente en nuestro recién estrenado siglo XXI), las enemigas más acérrimas de aquellas  arcaicas características intransigentes de unas épocas enrarecidas por la más devoradora hipertrofia inherente a una obcecada moral severa, intransigente, y tantas veces grotesca. Debemos a la cinematografía, durante su imperecedera etapa del silent movie, que se erigiera también en una de las más fervientes industrias dispuestas a resucitar los centelleos más extraordinarios de la creatividad cómica, que tan aplaudida fue y caminó apoyada en aquella simbología inolvidable a la que se denominó dadaismo. La cámara tomavistas en movimiento aprendió así a sorprender y a descomponer los procesos espacio-temporales del humor, convirtiendo el vodevil y a los cómicos que formaron parte del mismo en fenómenos biológicos más y hasta menos racionales de lo previsible, pero gracias a los cuales ese proceso creador e interpretativo de la aventura humorística quedó plástica y perdurablemente captada en la fragancia de una materialización tan inolvidable como de la que nos provee la risa..

 
 

 



Basado en el vodevil francés de 1894 "L'Hôtel du Libre Échange" de Georges Feydeau y Maurice Desvallières

 

Al hotel, que funciona por horas como una especie de cottolengo y picadero de citas prohibidas regentado por otro italiano llamado Anniello (Akim Tamiroff), que recibe la visita de Monsieur Cotte, para mostrarle una habitación embrujada de una condesa que murió en ella y en la que según indica el gerente del hotel se oyen ruidos raros durante la noche. 

En el número 22 hay una inquilina muy gorda, solitaria y probablemente conyugalmente abandonada por su obesidad, que pide naipes al despistado botones, que la ve, según su imaginación, desnuda. Hay que echar también de su habitación a un inquilino turco que no paga.

También llega una pareja ocasional: la Gran Antonieta, una reina de la canción en París, acompañada de un asustadizo Duque que vive una aventura extramatrimonial con la cantante.
El turco a quien quieren desahuciar de la habitación, baja a recepción despechado por ser desalojado de su habitación y exigiendo que le devuelvan la maleta que el botones le ha arrebatado. El turco amenaza con la policía y el pobre Duque se aterroriza pensando en que su aventura pueda ser descubierta.
En ese momento, también aparece en el hotel el escritor teatral Georges Feydeau (Peter Glenville) que al parecer no quiere perderse todo el galimatías amoroso que va a tener lugar en el Hotel Paradiso y que utilizará para su próxima obra de teatro.
 
 
 
 
 
 

En esos instantes, aparecen Marcelle y Boniface, que se las prometen muy felices en un hotel tan poco concurrido, lejos de sus hogares, para poder vivir la ansiada aventura nocturna de Boniface, aunque Marcelle no está muy convencida de que dicho hotel sea demasiado adecuado, y exclama: "¡Es horrible su hotel!"... Cuando el gerente les ofrece la habitación número 11, en la de enfrente se oyen unos golpes. Mr. Cotte está comprobando las tuberías, y Marcelle, asustada, exclama: "¿Qué fue eso?" "Nada, no preste atención"



Al Hotel Paradiso acuden también el sobrino de Boniface, Maxime (Derek Fowlds) y la  casquivana criada Victoire de los  Boniface (Ann Beach), qus también mantienen una aventura y se inscribirán con los nombres de sus señores Georgine y Cotte. A Maxime en un principio le interesan la antiguedad de las cañerías del hotel. Anniello llama a George (David Batley), el botones para saber si alguna habitación está disponible para la pareja recién llegada.
Mientras tanto, Boniface y Marcelle intentan huir del hotel y salvar así la situación tan comprometida en que se hallan. Pero cuando comprueban aterrorizados la presencia de Maxime y Victoire, salen huyendo de nuevo rumbo a la habitación nº 11 que acaban de abandonar.
Maxime y Victoire aceptan la habitación nº 11, por indicación del botones, que la cree vacía. Marcelle y Boniface se han escondido en el cuarto de baño. Lo que no ninguno de ellos pueden llegar a imaginar es que en la habitación de enfrente se halla Monsieur Cotte esperando la aparición del ladrón y no de los fantasmas.
 
Pero en la oscuridad de la habitación de enfrente aparecen las hijas de Monsieur Martin dispuestas a dormir, Pero antes recuerdan una canción infantil de brujas y fantasmas y montan un aquelarre entre las sombras de la habitación. Cuando Cotte despierta y ve la danza de las niñas cubiertas con las sábanas imagina que se tratan de fantasmas y sale despavorido de la habitación pidiendo ayuda. Maxime y Victoire oyen los gritos de ayuda de Cotte y salen de la habitación. Cuando Maxime comprueba que se trata de su tío, el susto es tremendo y no sabe donde esconderse con Victoire. Y el joven se mete en la habitación dode se halla el Duque con su amante la Gran Antonieta. Cotte se ha refugiado en la terraza, y Victoire sale de la habitación y se cuela en la de Monsieur Martin y sus hijas, escondiéndose detrás de un cortinaje. Las niñas aseguran a su padre haber visto un hombre en su cama. Y Monsieur Martin va a comprobarlo y cuando corre la cortina se encuentra con Victoire, y el pobre señor le pide hasta disculpas, sin acabar de comprender que hace allí tras la cortina la joven huida
 
 
En ese momento, cuando Monsieur Martin acude al lado de sus hijas ocultas en el cuarto de baño, aparece Maxime en busca de Victoire. Monsieur Martin sale del cuarto de baño dispuesto a desenmascarar el problema de la  mujer que se oculta tras la cortina, y para su sorpresa esta vez se encontrará con la pareja: "¡Un hombre y una mujer!. ¡Indignante!", exclama Monsieur Martin."Tengo que llegar al fondo de esto. ¡Botones! ¿Qué significas esto? ¡Encontrar hombres y mujeres en nuestras  camas!"
"¿La ha visto?", pregunta el inocente botones. "¿A quién?", inquiere a su vez  intrigado Monsieur Martin. "Esa habitación está poseída por una mujer muerta?" "¿Una mujer muerta?", exclama  Monsieur Martin.
Las niñas salen despavoridas por lo que han escuchado y en ese momento, Cotte baja de la terraza, que imagina a las niñas como los blancos fantasmas que viera en la habitación.  Mientras persiste la persecución en la que Cotte cree hallarse inmerso, Martin entra en la habitación de la inquilina gorda en busca de sus hijas Y Marcelle y Boniface tratan de huir imaginando que ya pueden salir de la habitación sin ser descubiertos.
 
Mr. Feydeau, desde su habitación, observa divertido todo el jaleo que se ha organizado en el Hotel con la aparición de Cotte, Marcelle, Boniface, Maxime, Victoire,  Mr. Martin y sus alocadas niñas.
.

 
  
 


 
  



 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario