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martes, 5 de octubre de 2021

The Bridge on the River Kwai (El puente sobre el Río Kwai) -2-



 
 
 
 
 
 
 

¿Por qué hemos de sentir con las emociones del héroe o, lo que es lo mismo, dejarnos arrastrar por los dictados de la heroicidad cuando la burda palabra "guerra", petrificada entre sentimientos y experiencias privadas que la historia nos dejó, convirtiéndose en una auténtica hoguera de vanidades, jamás cuestionó las preferencias de los míseros mortales que, impelidos por la estúpida pretensión del vago concepto del honor, las sufrieron y las siguen sufriendo? ¡Ah si el hombre hubiera aprendido alguna vez que la realidad es mucho más compleja que las palabras, que el desfile nefasto de sus excesos, que el negro rigor de sus volubles crueldades, y que sus religiones de guantes de hierro tan sólo consistían en usurpar el trono a un dios doliente, autómata y ciego, de protéicos perfiles inventados. La humanidad conoce bien la realidad del odio. Y el hombre es su anfitrión perfecto. Un error letal que, bajo el peso infinito de sus mentiras morales, se mueve y se seguirá moviendo, con total libertad, entre la ira, el sadismo, la ambición, la arbitrariedad y la injusticia.



 
 

De todas las cicatrices que enarbolan la bandera del honor bélico, no hay pérdida más absoluta del mismo que la hostilidad ambiental de un campo de concentración, donde el prisionero, una vez apartado de la batalla por la rendición, siente la inmensa verdad de su humillación. Pero su sufrimiento, lejos del verdadero horror que significan los frentes de lucha donde la muerte cava sus tumbas como una destrucción violenta del raciocinio humano, se convierte ahora en algo que puede pasar de lo extrañamente patético hacia los pintoresco, porque, a fin de cuentas, a la humanidad le gusta más alimentarse del árbol de las mentiras y comer del fruto al que muchos llaman cobardía. Y porque cuando la realidad del frente bélico queda barrida, y la idea de la guerra al uso, con su cosecha horrenda de muertos, queda ya profanada, el prisionero es ahora un hombre interrumpido. Y su enemigo, aunque se valga de la brutalidad para retenerlo, se convierte en amo de otra realidad desconocida. Una realidad que sigue destilando el odio, que es esclavizadora y destructiva, pero que altera la idea de la guerra y de la muerte inmediata. Una realidad errónea pero agradecible porque concede la posibilidad de supervivencia, aunque pueda corromper el tantas veces absurdo orgullo del adversario. Y aunque el nuevo amo se erija en ese feo dios que se autocomplace en la dolorosa supervivencia vejatoria de su enemigo, hace que su campo de concentración se convierta así en una anticreación menos diabólica de lo que antes fue humano para el militar de rango: su irracionalidad guerrera, siempre dispuesta a entregar su vida por el honor. Un sentimiento no siempre compartido por el soldado atrapado a la fuerza en la intriga bélica.


 

[Pierre François Marie Louis Boulle, novelista francés, nacido en Avignon, el 20 de febrero de 1912- Fallecido en París, el 30 de enero de 1994 a los 81 años de edad]
 





En su famosa novela "Le Pont de la Rivière Kwai", publicada en 1952, trató de reflejar lo qué en realidad sucedía en el fondo de esos hombres, ya fueran oficiales o simplemente soldados, sumidos en la adversidad de un campo de concentración. Sus letras eligen el continente asiático, dado que él mismo había formado parte de los comandos franceses destacados en China, Birmania e Indochina durante la Segunda Guerra Mundial.


Había estudiado ingeniería eléctrica en la École Supérieure d' Électricité, y tras la muerte de su padre por fallo cardíaco en 1926, y a fin de poder mantener a su madre, Boulle, con 24 años, se traslada a una plantación de caucho en Malasia, a 24 kilómetros de Kuala Lumpur. Trabajaría en ella de forma frenética durante tres años. Dicha experiencia se vería más tarde reflejada en su novela autobiográfica de 1951: "Le sacrilège malis". Hallándose, pues, en el Sudeste Asiático, estalla la Contienda Mundial, Francia es ocupada por los alemanes, y Boulle se une al movimiento Gaulliste.

Motivado por otro plantador de caucho como él, François Girot de Langlade, se alista en la base militar británica de Singapur. Alcanza el rango de subteniente a las órdenes del comandante inglés Baron, y tras un entrenamiento especial, se le concede un falso pasaporte británico bajo la identidad de Peter John Rule. De inmediato parte a una misión en Indochina contra los japoneses, a fin de promover revueltas contra los invasores nipones y dedicar parte de sus actividades de espionaje a volar puentes que entorpezcan el avance del ejército japonés. En 1942 es capturado por militares franceses fieles al gobierno de Vichy, aliado de la Alemania Nazi. Considerado como traidor a Francia, es confinado en un campo de concentración en Saigón y condenado a trabajos forzados a perpetuidad. Dos años más tarde logra evadirse de Saigón y se une en Calcuta a la Force 136 (Special Operations Executive formada por las tropas británicas). Estas experiencias se plasmarían en un relato poco conocido de Boulle con el título de "Aux sources de la rivière Kwai", predecesor de la novela que le haría famoso a partir de 1952.
 
Una vez acabada la contienda, y liberada Francia por el general Charles De Gaulle, Boulle es profusamente condecorado: "British War Medal 1939-1945", "Médaille commérmorative de la guerre 1939-1945 con el broche Extrême-Orient", "Médaille Coloniale con broche Indochine", "Croix de combattant volontaire", "Médaille des évadés", y "Croix de guerre 1939-1945", y "Officier de la  Légion d'honneur". Boulle vive la vacilación dolorosa de enfrentarse a partir de entonces, tras todas las aventuras vividas durante la guerra, al incierto porvenir postbélico en un mundo todavía perturbado y fragmentado por los horrores sufridos, y poco halagüeño en su concesión de oportunidades y fórmulas que equilibren su nueva inmersión social. "Súbitamente, explicaría Boulle, tras una noche de insomnio en la que las luciérnagas danzaban sobre mí, tomé una decisión: vender todas mis humildes posesiones e instalarme en un pequeño hotel de París para dedicarme exclusivamente a escribir". El aventurero de 38 años y de escasa formación literaria, acabaría por convertirse así, en poco tiempo, en un escritor famoso.

Más tarde, se trasladaría definitivamente al hogar de su hermana Madeleine, viuda y con una hija, sobrina de la que Boulle (soltero empedernido tras una primera decepción amorosa por la esposa de un militar que no se avino a aceptar las románticas pretensiones de adulterio propuestas por él) se haría cargo como si de un padre se tratase. Sus días y sus horas, a partir de 1950 y hasta 1992, se convirtieron en un creador arrebato literario que tras el ensayo y biografía de "William Conrad", daría a luz una novela por año.
 

Sus dos éxitos mas resonantes, convertidos en auténticos clásicos, traducidos y publicados en todo el mundo, fueron la obra que nos ocupa, "Le pont de la rivière Kwai" ("El puente sobre el Río Kwai"), de 1952, por la que obtuvo el Premio "Sainte-Beuve", y que se inspiró parcialmente en las experiencias vividas en el Sudeste asiático durante la guerra, aunque la trama de la novela era ficticia, relato anti bélico que alcanzaría una relevancia mucho más internacional al ser llevada a la pantalla, con un éxito arrollador, por el gran cineasta David Lean en 1957. 


 
"Le Planéte des Singes" ("El planeta de los simios"), pequeña obra maestra de ciencia ficción, escrita en 1963. La versión cinematográfica, dirigida por el norteamericano Franklin J. Schaffner, en 1968, contó para su filmación con los más extraordinarios medios de producción, y fue interpretada por  uno de los actores más emblemáticos de los 60, el carismático Charlton Heston-Coronel George Taylor-, Roddy McDowall-Cornelius, Kim Hunter-Dra. Zira, Maurice Evans-Dr. Zaius, James Daly-Dr. Honorius, Linda Harrison-Nova, y Robert Gunner-Astronauta Landon. El mundo distópico arrancado de las páginas propuestas por la imaginación de Boulle, se constituyó en uno de los triunfos  más revolucionarios del cine de ciencia ficción.  
Un auténtico manifiesto del inquietante papel creativo de la cámara, y cuya estética visualista de recargada novedad técnica en la década de los 60, encarándose a un futuro posible y aterrador en el que la inteligencia del hombre podría ser superada por la del simio, ha seguido, con sus inacabables secuelas -no demasiado relevantes en el plano artístico- salvando todas las distancias de los dos contextos culturales cinematográficos que ya hoy nos separan del pasado siglo XX.


Dos nuevas precuelas cinematográficas del original, "Rise of the Planet of the Apes" ("El origen del planeta de los Simios"), 2011, y "Dawn of the Planet of the Apes" ("El amanecer del planeta de los Simios"), 2014, han llegado también a la Pantalla Grande, vinculándose así a la espectacular estética visualista de las nuevas concepciones tecnológicas aplicadas al Séptimo Arte; flamantes manifiestos en imágenes de un sensacionalismo distópico un tanto absurdo como el que nos viene ofreciendo el siglo XXI.
 
 
 
 




 
Pierre Boulle se inspiró en la figura del verdadero coronel Saito, que distaba mucho del personaje intolerante y hasta cierto punto cruel que refleja su novela. Saito era un militar respetuoso con los prisioneros; y en el auténtico coronel Philip Tossey (Nicholson en la obra), que cayó prisionero de Saito, y en realidad saboteó la construcción del puente que debía construirse para el transporte japonés, empleando barro en lugar de cemento e infectando la madera con termitas recogidas de la selva. 
 
 
La escritora Julie Summers, (autora de "Stranger in the House""When the Children Came Home", entre otras muchas novelas), recogería esta historia en su obra: "The Colonel of Tamarkan-Philip Tossey and The Bridge on the River Kwai" Una vez acabada la Contienda, Tossey testificó a favor de Saito ante el consejo de Crímenes de Guerra, salvándole de la horca. Tossey falleció en 1975, y Saito, que aún vivía, viajó hasta Inglaterra para honrar su sepultura. El verdadero nombre del río sobre el que se construyó el puente de madera, que aún existe hoy en día se llamaba Mae Klong, luego rebautizado como Kwa Yai. El tramo de ferrocarril que uniría Bangkok con Rangoon (Rangún) se cobraría la vida de cien mil prisioneros malayos, birmanos, ingleses, holandeses, estadounidenses y australianos.

Asimismo, Boulle no estuvo nunca conforme con el final que David Lean concedió a su magnífico film. "Lean alteró por completo el sentido de mi novela -declararía Boulle- minimizando la crueldad de los japoneses y el racismo prepotente de Nicholson, quién en realidad obsesionado con la inimaginable construcción de la que se siente auténtico artífice, trata de impedir que el lugarteniente Joyce lleve a cabo la voladura del mismo, que no explosionará en el final de mi obra. Y en cuanto a Warden, su militarismo obcecado le lleva a bombardear la zona del Kwai para vengarse de la traición de Nicholson y dar una muerte rápida a sus compañeros de comando, Shears y Joyce, evitando así que caigan prisioneros de los japoneses. Lean, al distorsionar mi final, aceptaba un cambio de opinión por parte de Nicholson respecto a la voladura del puente cuando la verdad es que a mi personaje no le mueve duda alguna para que el mismo no sea destruido"

 


 
Una marcha militar, orgullosamente silbada por un pelotón de soldados británicos, ha perturbado la paz de la jungla tailandesa. Un largo camino bajo el roce ardiente del sol selvático. La marcha vacilante de los vencidos aún conserva las energías suficientes, una vez perdidos sus sueños de libertad, para elevar el cántico patriótico de una heroicidad forzada que deberá entregarse a un inmediato acto de sumisión a sus captores. La guerra sigue reclamando víctimas a cada instante. Vista desde lejos parece que se goza únicamente en el beneficio de la muerte. Pero no hace mención alguna al superviviente y a su confinamiento en campos de concentración, agrupado en torno a un solo sentimiento y a una pasión única: la de su huida. Una vez avistado el campo de concentración japonés, las tropas británicas prisioneras desfilan ante la observación del Coronel Saito- Sessue Hayakawa responsable del campamento.
 
"Soy el Coronel Nicholson"- Alec Guinness se presenta ante Saito quien explica el motivo por el que se hallan allí.
  
La construcción de un puente para el paso del ferrocarril japonés que habrá de transportar tropas desde Bangkok a Rangoon (Rangún). Pero un soldado prisionero transforma también, poco a poco, el odio hacia su enemigo en indiferencia, y antes de que no quede más huella que la del olvido de su mundo pasado y degradado por la irracionalidad de la guerra, adquirirá ahora una creciente lucidez para sobrevivir: la omnipotencia del captor y la impotencia del vencido,que debe regirse por los primitivos deberes del esclavo. Pese a todo, el rito patriótico no dejará nunca de cumplirse. Es un regreso constante de la arrogante Oficialidad al triunfo del honor perdido. Y ese nuevo amo, el dios nefasto, concienzudo y tiránico que gobierna el campo de prisioneros, y que a veces se calma con la sangre de los vencidos; obligado también por su deber de soldado enemigo a convertir en penosa la causa de la rendición, una vez desterrada de su conciencia por el militarismo absurdo de los hombres la frontera entre el bien y el mal, se revela de nuevo a los mortales, mostrándoles que su tiempo, a partir de ahora, sólo tiene sentido entre los límites de la obediencia y el dolor que su poder dictatorial y sangriento ejerce entre los límites insalvables de sus alambradas o de las mortíferas extensiones selváticas, que impiden la huida. En consecuencia cualquier conato de rebelión habrá de enfrentarse a respuestas más crueles, y más próximas a esa muerte que han creído dejar tras ellos.  
 
 

 



Un día después de la llegada al campo. Coronel Nicholson a Saito: "Puedo asegurarle que mis hombres cumplirán con el deber que se espera de todo soldado británico. Mis oficiales y yo seremos responsables de su conducta. Pero con todo mi respeto, creo que ha pasado usted por alto que el uso de Oficiales para el trabajo manual en los campos de prisioneros está prohibido por la Convención de Ginebra" 
 
 
(Coronel Saito) "¿De veras?..." (C. Nicholson) "Traigo aquí  una copia de la citada Convención. Quizás podría usted, si lo desea, echarle una ojeada. (C. Saito) "Eso no será necesario"...(Nicholson insiste en la prohibición constatada en el Código que le ha mostrado de la Convención de Ginebra. Saito se lo arrebata y le golpea en el rostro, arrojándolo al suelo) "¿Usted habla de un Código? ¿Qué Código? ¡Un código para cobardes! ¿Qué sabe usted del código del soldado? ¿Del Bushido? ¡Nada! ¡Es usted indigno del mando!" (Nicholson, sin inmutarse, recoge el Código) "Dado que usted se niega a someterse a las leyes del mundo civilizado, nosotros nos consideramos absueltos del deber de obedecerle. Mis Oficiales no efectuarán trabajos manuales"


 
(Saito, cuando los soldados parten hacia el río Kwai, amenaza a los oficiales con la llegada de un camión con una ametralladora. Shears -William Holden, y el resto de soldados de la enfermería lo observan todo. Y Shears  advierte al doctor Major Clipton-James Donald de que Saito es capaz de asesinarlos. Cuando Clipton acude en ayuda de los oficiales, Saito los deja a todos bajo el tórrido sol, incluido Clipton)
 
 
 
 Nicholson es condenado a permanecer aislado en el horno -placas de aluminio expuestas al ardiente sol selvático. Y el Major Clipton pide permiso a Saito para que le permita visitar a Nicholson y convencerlo de que debe ceder a que los oficiales trabajen en el puente. Saito expone que todo este conflicto se debe, no sólo a estar en guerra, sino que Nicholson está loco.
Finalmente cede para que el Major Clipton le visite en los hornos. Pero Nicholson persiste en su actitud. Clipton le informa al mismo tiempo de que el comandante norteamericano Shears se ha fugado del campo pero ha sido abatido: "Es una locura tratar de escapar", dice Nicholson.
 
 


Saito, desesperado, decide tratar de convencer de nuevo Nicholson. Le hace presentarse ante él, le ofrece carne en conserva inglesa, whisky escocés, y Nicholson pese a que se halla hambriento y totalmente desmadejado por los castigos que le han inflingido, rechaza los ofrecimientos de Saito: "Yo viví tres años en Londres -explica Saito- Fui a estudiar Politécnica. ¡Salud! -y levanta su vaso de whisky- Yo tengo talento artístico. Pero mi padre quería que fuese militar. ¿Desea usted un cigarro?" Nicholson: "No, gracias... Debo advertirle coronel Saito que voy a hacer un  informe de sus actuaciones en este campamento" Saito indignándose: " Creo que no se hace cargo de mi posición... Debo cumplir las órdenes. He de terminar el puente el 12 de mayo, y tan sólo quedan 12 semanas. Por lo tanto debo utilizar todos los hombres disponibles... Cuando indiqué que todos los Oficiales estaban obligados a trabajar en la construciión del puente, naturalmente no aludí al Oficial de Mando"... Nicholson: "Lo siento, pero ninguno de mis Oficiales hará trabajos manuales..". Saito: "Estaba a punto de decirle que he estado pensando que por supuesto sus Oficiales de mayor rango se encargarían de las tareas administrativas, dejando tan sólo a oficiales de guardia para echar una mano..." Nicholson: "Me temo que no puede ser. La Convención lo deja todo bastante claro sobre ese punto" Saito excitado: "¿Sabe lo que me pasaría si ese puente no se construye a tiempo?" Nicholson impasible: "No tengo la más remota idea..." Saito: "¡Tendría que matarme! ¡Qué haría usted si estuviera en mi lugar?" Nicholson: "Supongo que si yo fuera usted, tendría que suicidarme". (Finalmente, sabiéndose vencedor, Nicholson toma el vaso de whisky que le ofreciera Saito y exclama): "¡Salud!"... Saito: "¡Odio a los ingleses!"  (Nicholson no contesta a la provocación de Saito y observa irónicamente la inútil construcción del puente)






Saito, definitivamente, tendrá que ceder ante la obcecación militarista de Nicholson. Y Nicholson y el resto de oficiales condenados en los hornos son puestos en libertad, tras la euforia de la tropa que lleva a Nicholson en hombros, mientras el coronel Saito se desespera por haber tenido que acceder a las exigencias del oficial británico.
 










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