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sábado, 9 de octubre de 2021

The Bridge on the River Kwai (El puente sobre el Río Kwai) -Final-










 
 
Mientras se suceden todos estos hechos, Shears, el Comandante norteamericano, ha logrado huir tras una penosa marcha por las selvas tailadensas, siendo salvado en el último momento por un poblado nativo. 
 



Perdido en el río, con fiebre, es rescatado por una patrulla inglesa y una vez recuperado y a salvo en Ceilán, disfruta de nuevas jornadas felices en compañía de una bella enfermera-Ann Sears.
 

No obstante, es requerido por el mayor Warden de las Fuerzas Aliadas y encargado de los Comandos de Demolición de las estructuras levantadas por el enemigo japonés en los territorios ocupados. Cuando Shears acude a la cita con Warden, un joven cadete Joyce de comandos, en sus prácticas de ataque arremete contra Shears. Luego, una vez disculpado, Shears sonríe y se dirige al encuentro con el mayor Warden.
 
 

Mayor Warden (Jack Hawkins): "El puente se halla demasiado apartado para los bombarderos. De modo que tendremos que llegar hasta él y demolerlo personalmente" Shears: "¿Y cómo pretenden llegar?" Warden: "Nos lanzaremos en paracaídas y emprenderemos la marcha a través de la selva" Shears: "¿Con el equipo de democolición a través de la selva? No les envidio" Warden: "Sí. Aunque nuestro principal problema es la falta de conocimiento de primera mano. Quizás, con usted, que ha estado allí"  Shears: "Bueno, Mayor no quiero desanimarle, pero..." Warden: "Hay una pregunta que quiero hacerle ¿Le gustaría volver allí?" Shears, asombrado: "¿Volver de nuevo?¿Es para eso para lo que me ha traído aquí?... ¡He logrado escapar! ¡Mi fuga fue un milagro, y ahora quieren que vuelva! ¡No sean ridículos, porque no pienso hacerlo!" Warden: "Es muy embarazoso, lo sé..." Shears: "Vamos a dejar de bromear con esta cuestión. Además, sabe muy bien que pertenezco a la Marina de los Estados Unidos" Warden: "Sí ya nos hemos puesto en contacto con sus Oficiales... Y se nos ha autorizado su traslado temporal a la Fuerza 316..." Shears: "No pueden hacerme esto... Mire, lo digo en serio.  Mi Armada ha cometido un error. No soy Comandante de Marina. Cuando mi barco, el Huston, se hundió, llegué a tierra con el verdadero Comandante Shears. Y cuando la patrulla japonesa acabó con su vida, y me apresaron, pensé que era sólo cuestión de tiempo, y por ello cambié mi uniforme por los del Comandante muerto. Pero no me sirvió de nada, porque en el campo de Saito los Oficiales trabajan igual que los soldados... Lo cierto es que me acostumbré a que me tratasen como Comandante y cuando llegué aquí, al hospital, eché un vistazo a la sala de los reclutas y luego a las de los Oficiales y me dije que valía la pena seguir con mi graduación."
 
 
"Había ciertas ventajas muy claras... Cuando la Armada Norteamericana se entere de que no soy el verdadero Comandante Shears, acabarán mandándome a casa con los brazos abiertos  y... bien, cuando sepan mi auténtica graduación esas órdenes temporales que le han dado no valdrán ni el papel en que están escritas. Esto no es sólo inteligente, es infalible" Warden, mostrándole la documentación recibida: "Hemos sabido cual era su rango real desde hace una semana. Es usted un héroe por haber logrado salvarse a través de la selva, pero al mismo tiempo no pueden enviarle a casa y concederle la Cruz de la Marina por haber suplantado a un verdadero Comandante. Quizás por eso mismo se han alegrado de ponerlo en nuestras manos. Y en lo que se refiere a su rango actual, bien, la Fuerza 316 es un tanto informal. Se lo mantendremos, naturalmente siempre y cuando crea usted que lo más oportuno sería presentarse voluntario para la misión que nos han encomendado..." 



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Y en definitiva, viéndose descubierto, Shears no tiene más opción que aceptar participar en la misión que habrá de llevarle de nuevo hacia el campamento de Saito y formar parte de la demolición del puente. Asiste junto a Warden y al coronel Green- André Morell, a las reuniones que planifican el sabotaje contra los japoneses. Formarán parte también del comando el capitán Chapman-Peter Williams, y el subteniente Joyce-Geoffrey Horne.
 











Pero la edificación del puente es constantemente saboteada por los soldados británicos. Nicholson, tras la liberación y haber derrotado psicológicamente la arbitrariedad de Saito, acomete la construcción del puente con la precisión que caracteriza la honorabilidad militar británica.



 
 








 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Tras lanzarse en paracaidas en plena jungla, el capitán Chapman perece en uno de los grandes árboles. El comando debe, no obstante, seguir su marcha. Warden consigue la ayuda de los habitantes de la aldea siamesa donde Shears fue rescatado, y que naturalmente odian a los japoneses: Yai- M.R.B. Chakrabandhu- y sus hijas las siamesas Vilaiwan Seeboonreaung-Ngamta Suphaphongs-Javanart Punynchoti y Kannikar Dowklee, les servirán de porteadoras por la intrincada jungla hasta poder alcanzar el río Kwai. 



Indiferente a la guerra y obligado a regresar al terrible campo de Saito, Shears teme que todo el esfuerzo agotador que supone la aventura emprendida por la obcecación militarista de Warden acabe terminando mal. Monótona y continua, la jungla les convierte en auténticas víctimas de su horror, como si su penosa marcha equivaliera a sumergirse en una pesadilla de fantasmas. La lluvia, los pantanos y las sanguijuelas, la irracionalidad de los errores constantes que acomete el hombre en nombre de la guerra y del heroísmo, y el infinito silencio de la muerte poseen para Shears un sentido que su razón jamás podrá captar.
 
 Su paciencia limitada, la fatiga vence de nuevo sus pensamientos cuando, tras un descanso, comprueban que la radio ha dejado de funcionar. Warden pregunta: "¿Qué sucede, Joyce?"... "No sé, señor. Hemos perdido contacto y no consigo recuperar la señal" Shears encolerizado: "Yo les voy a decir lo que pasa con esa maldita radio. ¡Está húmeda, mohosa, corroída, podrida como todo lo demás en esta maldita selva!..." Shears patea el aparato de radio enfurecido y éste empieza a emitir señales. Joyce indica: "He logrado decodificar la señal, señor". Warden: "Correcto, léalo. Joyce": "Obras del puente original abandonadas. Nueva construcción aguas abajo del primer lugar. Enemigos tienen intención de conmemorar con paso de tren especial desde Bangkok a Rangún con tropas y VIP.  Sincronicen demolición puente con paso de tren. Buena caza y buena diversión. Eso es todo, señor"  
 

Warden entusiasmado: "¡Un tren y el puente!  Sería un gran espectáculo" Joyce: "¿Cree que podremos llegar a tiempo, señor?" Warden: "Yai -refiriéndose al nativo que les acompaña- dice que estamos a dos o tres días del Kwai. Si fijamos un ritmo más rápido podríamos conseguirlo. Vale la pena intentarlo y alcanzar el paso del tren. ¿No le parece, Shears?"... "Buena caza..." -ironiza Shears- "¡Jolly good,... buena diversión!" Warden: "Si usted no hubiera golpeado la radio no hubiésemos conocido el paso del tren" Shears, resignado: "Hay que contar siempre con lo inesperado, ¿no es así, señor?"...
 

Al día siguiente, mientras se bañan en unas pequeñas cascadas, el tropiezo con una pequeña columna de japoneses, supone el riesgo más importante con el que se han enfrentado en su arriesgada marcha.
 
 
 
 
 
 
 
El enfrentamiento es encarnizado. El joven Joyce se sume en la dolorosa duda que supone dar muerte a otro joven japonés oculto entre el follaje. Warden trata de evitar que el enemigo acabe con el indeciso lugarteniente, y el fortuito disparo del joven japonés, bajo un cielo ardiente donde vuela un aterrado aluvión de murciélagos, hiere gravemente su pie.

 
 
 
A partir de ese momento la larga e inacabable marcha hacia el Kwai significará un doloroso esfuerzo, lastrado de continuo por insoportables dificultades...
                                        

(Desesperados, se detienen en un claro de la jungla, y viéndose imposbibilitado para proseguir el camino hacia el Kwai, el Mayor Warden ordena) "Irán sin mí. ¡Es una orden! Está al mando ahora Shears!"  
 
 
 
 
 
                                                 Pero el comandante Shears se niegaNo obedeceré esa orden!"
 
                              
                                                                "¡Me enferma con sus heroicidades!" 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
"Hay un hedor a muerte a su alrededor. Lo lleva consigo, en su mochila, como la peste. Explosivos y  píldoras L. van bien juntas. Para usted es una cosa o la otra: destruir un puente o destruirse a sí mismo. ¡Considera esta maldita guerra como un juego! Esta guerra es sólo un juego más. Usted y el coronel Nicholson son de la misma clase. ¡Locos con valor! ¿Y para qué? ¡Para morir como auténticos caballeros! ¡Para morir según las reglas, cuando lo único que importa es saber vivir  como seres humanos! No voy a dejarle aquí para que muera, Warden, porque no me importa su puente y no me importan sus reglas. Si seguimos, seguiremos juntos"                                      
                           






Nicholson está decidido a llevar a cabo la edificación del puente, y pone en ello la misma energía y obcecación que empleara en su enfrentamiento contra Saito. Y olvidando la dura oposición que confrontara a ambos, se vale ahora de la experiencia e incluso de la ayuda material de sus Oficiales. El nuevo e inexplicable empecinamiento de Nicholson le lleva incluso a traicionar  sus principios militares  que le obligan a no colaborar con el enemigo. Nicholson acude a la enfermería, asombrando al Doctor Clipton con sus nuevas exigencias) 
Nicholson: "No vamos a acabar el puente. No tenemos la mano de obra suficiente. Nuestros Oficiales nos echarán una mano. Pero incluso con dicha ayuda, la construcción no se va a poder llevar a cabo".

Clipton no da crédito a lo que oye: "¿Los Oficiales van a trabajar en el puente?" Nicholson: "Sí. Les expliqué la situación y han accedido voluntariamente a ayudarnos". Clipton se muestra sarcástico: "¿Por qué no acude a Saito y a sus hombres?"... Nicholson: "No pienso hacerlo. Esta obra es de nuestra incumbencia, y la llevaremos a cabo con nuestros propio recursos. Por eso recurro a usted. Quizás en la lista de sus enfermos hallemos algunos que puedan echarnos una mano". 


El puente es acabado y cuando se va a producir la inauguración, Nicholson no puede comprender la negativa de Clipton a participar en el acto.



                                                  Clipton: "Perdóneme, señor, es colaboración con el enemigo"
                                         





El asombro de Saito ante el veleidoso comportamiento de Nicholson no impide el sentimiento de odio profundo que siente hacia el hombre que ha pisoteado su autoridad en el campo de prisioneros. Sufre en silencio la humillación a que se ve sometido, y aguardará pacientemente su venganza tras la erección del puente, ya que en todo momento se imponen las órdenes del alto mando japonés. dispuesto a suicidarse  después de acabar con la vida de Nicholson mediante un cuchillo que guardará en su casaca militar, una vez commemorado el puente con el paso del tren que debe llegar al día siguiente desde Bangkok, se despide tristemente de su familia mediante un escrito, decidido a suicidarse después. Durante la noche, la tropa británica se entrega a espectáculo cómico-musical al que también asiste Nicholson, enorgullecido por  la colaboración de sus soldados.




 

 

 

 

 

 

Pese a las penalidades sufridas, el objetivo es finalmente alcanzado. El paraje que rodea el Kwai y el impresionante  puente construido por los británicos asombran a Warden, Shears y Joyce, ocultos entre las frondosidades de la selva en lo alto de una colina, mientras observan  cómo los Oficiales con Nicholson a la cabeza celebran ahora su erección con la instalación en el mismo de un rótulo conmemorativo.

 

 

 

 





 

Nicholson pasea por el puentel ante Saito, que, pese a la admiración por la magnifica obra llevada a cabo, no oculta su desprecio por Nicholson, que observa el atardecer y se muestra conciliador con el hombre que le odia. Nicholson: "Hermoso puente"... Saito: "Hermoso..." Nicholson: "Sí, hermoso. Un trabajo de primera. Nunca creí que saliera tan bien..." Saito: "Sí, es una hermosa construcción..". Nicholson, frente a la mirada inquietante de Saito, se apoya en la baranda del puente, observando abstraído la lejana frondosidad de la selva: "He estado pensando... Mañana cumpliré veintiocho años  de servicio activo. Veintiocho años de paz y de guerra. Y no he pasado en casa más de diez meses. Pero ha sido una vida agradable. Amo la India. No querría otro tipo de vida. Pero a veces..., de pronto, te ves más cerca del final que del principio. Y al reflexionar, uno se pregunta que representa su existencia, si ejerce influencia sobre esto o aquello, o si existe dicha influencia, sobre todo comparada con otras carreras. No sé si es bueno pensar esto, pero debo admitir que se me ocurren cosas así de vez en cuando. Pero esta noche... Esta noche..." Abre su mano y, al caer al río la vara que lleva consigo, se muestra contrariado. "¡Vaya!" Saito le observa en silencio, totalmente desconcertado. Nicholson: "Perdóneme, debo marcharme. Los hombres han preparado una fiesta..." 



Durante la noche, la tropa británica se entrega a espectáculo cómico-musical al que también asiste Nicholson, enorgullecido por  la colaboración de sus soldados.




 
 
 
 
 
 
 
 
 
Warden confiesa a Shears que si no fuera por la herida de su pie él ocuparía su lugar. Shears, Joyce y Yai se sumen mientras tanto en la oscuridad de las aguas del Kwai, instalando las cargas de demolición. 
 

Joyce, encargado de accionar el detonante que habrá de destruir el puente, se oculta con inquietud en una pequeño recodo del Kwai. Shears y Yai aguardarán también el acontecimiento, ocultos al otro lado de la orilla, mientras Warden, impedido por su herida, permanece en lo alto de la colina, frente al río y al puente, con las tres muchachas nativas, armado con un mortero que pueda servir de ayuda al comando ante un previsible ataque de los vigilantes japoneses. 






 
 
 
 
 
 
 
 
Al amanecer, las aguas del río han descendido alarmantemente su nivel, y los cables de la perpetrada demolición asoman sobre el verdor tranquilo del Kwai... El rito militar del deber y la obediencia transpondrá al fin el umbral siniestro de sus tinieblas. Unas tinieblas de irracionalidad nacidas tan sólo para que la mirada humana, en su sinrazón obcecadamente disparatada, pueda atravesarlas. Existe, en verdad, una evidente satisfacción en la Naturaleza cuando ésta no duda en abrir nuevos cauces de horror a la monotonía persistente del desatino humano. ¿Cómo eliminar, por tanto, el único obstáculo que se opone a la locura? La pendiente emocional que corrompe a un Comandante, apartándolo de sus razonamientos militares, desconoce todavía su fuerza y su alcance para desencadenar la tragedia... Hubo súbitamente una confusión, el inquietante temor de Nicholson alarmando a Saito: "Algo extraño está ocurriendo. Deberíamos echar un vistazo antes de que pase el tren..." Warden observa con sus prismáticos la actuación impensable de Nicholson que acompañado por Saito descienden hasta el río: "¡Se ha vuelto loco! Lo va a llevar hasta allí. ¡Uno de nuestros hombres!" 
 
También Shears desde su escondite exclama aterrorizado: "¿Qué hace?..". Nicholson consigue alcanzar una parte del cable oculto en la arena que bordea el río: "Tenía razón, aquí ocurre algo extraño. ¿Tiene un cuchillo, Coronel Saito? Han minado el puente" Saito tantea el cuchillo que esconde en su casaca, mientras Shears, a lo lejos, como si Joyce pudiera oírlo, esgrimiendo su puñal, exclama: "¡Tienes que hacerlo, chico. ¡Hazlo ahora!" Joyce ataca por la espalda a Saito, convirtiéndose así en la primera victima. "¡Buen chico!", grita Warden observando su acto con los prismáticos.

 
 
 
Joyce habrá de enfrentarse entonces al desafío incoherente de Nicholson: "¡Oficial británico, señor! ¡Estamos aquí para volar el puente!", exclama Joyce aterrorizado... Nicholson no da crédito a lo que oye: "¿Volar mi puente?"... Joyce: "¡Sí, señor! ¡Órdenes del Comando británico!..." Nicholson enloquecido repite: "¿Volar mi puente?... ¡No, No! ¡¡Ayuda, ayuda!!" Joyce se resiste arrastrándose y exclamando: "¡Suélteme, Coronel,... es que no lo comprende!" Shears grita desesperado a Joyce: "¡Mátaló, mataló!" Pero Joyce es alcanzado por las balas japonesas.

 

Una agitación en las aguas del Kwai y el horrendo sonido de la metralla japonesa.  Yai es abatido también por los soldados, y Shears se lanza a una carrera frenética y encolerizada con ánimo de acabar con Nicholson, nadando en el Kwai, pero es alcanzado también por el fuego japonés. 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Una vez en la orilla se enfrenta a Nicholson que le reconoce: "¿Usted?"... Shears agonizante repite en su dolor y repugnancia: "¡Usted!"...

Nicholson comprende arrepentido: "¿Qué he hecho?"... El fuego del mortero de Warden le alcanza. El tren de Bangkok, que resonaba como un alarido ya desde la zona selvática, atraviesa ahora el puente. Mientras Nicholson muere y cae sobre el detonador. Una pesadilla firmemente moldeada de nuevo por el horror y la irracionalidad de las guerras. La explosión del puente se confirma como una desaparición perfecta que arrastra consigo la intoxicada sustancia interior de la locura humana, y con ella los sueños imposibles de la paz.  comprende!"


 
 
 
Warden, desde la colina que se alza sobre el puente exclama, observando a las aterrorizadas muchachas siamesas que les han acompañado hasta allí: "¡Tenía que hacerlo, o los habrían capturado vivos! ¡Era la única solución!" Y tomando el mortero lo arroja desde la colina hasta el río con un gesto de desesperación. 
 

El doctor Clipton, que rechazara la oferta de Nicholson para celebrar el paso del tren por el puente, lejos de allí, en un altozano ha observado los terribles acontecimientos que han tenido lugar ante sus ojos, y no cesa de exclamar: "¡Qué locura!... Qué locura!..."
 
La placa conmemorativa de la construcción del puente se pierde ahora arrastrada por el verdor de sus aguas, mientras un águila sobrevuela el espectáculo dantesco, de irracionalidad y muerte, que ofrece la profanada virginidad selvática del amplio recodo que recorre el río Kwai...






 
















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