JULIETTE GRECO- fallece el 23 de septiembre de 2020 a los 93 años.
Nacida el 7 de febrero de 1927 en Montpellier, se convirtió en una de las figuras claves de la bohemia en el París de la posguerra y se relacionó con escritores y artistas como Jean-Paul Sartre y Boris Vian.
Casada con el músico y pianista Gérard Jouannest, en 2015 realizó una gira de despedida bajo el título 'Merci!' pero tuvo que abandonarla en marzo de 2016 debido a un derrame cerebral.
La misión
más importante del ser humano debe ser la de mostrarse humanitario e iniciarse
en sus experiencias cognoscitivas desde las vidas microscópicas hasta los
cuerpos celestes que se mueven en el infinito. Y en esa realidad, fiel y veraz
reproducción del mundo físico, la pura aventura analítica de la cámara, a
fuerza de veracidad, meticulosa en su filiación expresionista, consigue atraer
al público, seduciéndole también con los ambientes y tipos que forman la
dominante plástica del mundo animal, y permite a los espectadores contemplar
con ojos nuevos el mundo cotidiano, pero ignorado y fascinante, de los
fenómenos del reino animal: desde los movimientos protoplasmáticos al ser vivo
más deslumbrante y noble que habita la tierra: el elefante.
[Prix Goncourt 1956 et grand roman écologiste. S'il faut sauver les éléphants ; n'est ce pas aussi pour sauver l'homme?]
Un francés, Morel (Trevor Howard), emprende en el África Ecuatorial Francesa una campaña para la defensa de los elefantes amenazados por las inexorables leyes del progreso. Tras la Conferencia para la Protección de la Fauna (Congo, Bukavu, 1953) se constata que "será en vano tratar de imponer a la opinión pública mundial el respeto únicamente por los métodos legales". Morel no teme ni siquiera recurrir a la lucha armada. Ayudado por Minna (Juliette Gréco), dueña de un cabaret, por Maj. Forsythe (Errol Flynn) un ex militar borracho asiduo del bar de Minna, que odia a los cazadores de elefantes y se siente constantemente atraido por Minna, y el Baron (Oliver Hussenot), y algunos compañeros más, convencidos como él de que el respeto a la Naturaleza no es incompatible con las exigencias del progreso humano, emprende su particular cruzada contra la barbarie y la crueldad bajo todas sus formas, bien que los siempre hábiles e incontrolables conspiradores, a todos los niveles sociales, traten de utilizar su magnífica obsesión y su aparente ingenuidad, basada en la bondad original que se le supone al hombre y la rigurosa concepción sociológica que se aglutina como un tesoro en su corazón y lírico temperamento, para sus propios fines.
Ridiculizado por los cazadores, acusado constantemente de preferir las bestias a los hombres, tratado de misántropo y de nihilista, traicionado por unos, ayudado por otros, explotado por un aprendiz de "dictador", y por los agitadores políticos, el "Francés loco amante de los elefantes" se enfrenta a todo y a todos, logra que su imagen sobresalga de la masa anónima perdida en África, su lucha obtiene la máxima veracidad, inmunizándose contra el propagandismo cruel de los cazadores de marfil. Será un protector directo y eficaz en la defensa de la amenaza exterminadora de los elefantes, exponiendo incluso su vida en dicha causa.
Atacará la "irracional jungla capitalista y cazadora", representada por el prepotente cazador Orsini (Herbert Lom), ya sea europea o americana, cuyos intereses gananciales se basan en el marfil, y se convertirá en acusador portavoz de una sociedad tan turbia como sanguinaria, tan feroz como implacable, que planea, convertida en atroz ave de presa, sobre la fauna más fascinante que puebla el planeta.
Cy Sedgewick (Orson Welles), periodista norteamericano que primero lo denigra, y recibe en sus posaderas los perdigonazos que infiere Morel a los que critican su labor, comprendiendo el valor de Morel al enfrentarse a la demagogia nacionalista de los cazadores, acabará poniéndose de su lado y notificando al mundo la valiente lucha de Morel, y su incesante campaña por la protección de la Naturaleza, por el respeto de lo que él llama "el margen humano", sean cuales sean los sistemas, las doctrinas y las ideologías que se le opongan. Poco a poco, el hechizo que dimana de su magnífica filosofía atraerá sobre él y sus gigantes amenazados una complicidad universal, sonriente y amigable, que, como Morel mismo, "alentará su lucha"
De aventura en aventura, de avatar en avatar, castigando delante de su marido y sus invitados, con unos cuantos "azotes en las posaderas" a Madam Orsini (Jacqueline Fogt) cazadora que se vanagloria de sus matanzas.
Morel triunfa en su apacible confianza frente a decepciones y ardides, siempre persuadido de que los hombres son lo bastante generosos como para no acabar por desembarazarse de las más extraordinarias y nobles criaturas de la tierra: los elefantes, en su difícil marcha hacia el futuro; y de que jamás habrá de ceder a la totalitaria tentación que se mantiene al margen de lo humanitario, ni al desatinado axioma de que "el fin justifica los medios", ni a la rendición absoluta.
No obstante, las continuas amenazas y ataques de Morel ocasionan una persecución policial contra él y sus seguidores, ordenada por el Gobermador (André Luguet) y se ocasionan refriegas contra los cazadores de elefantes que negocian con el marfil. En el enfrentamiento, Forsythe muere.
Morel, Minna y el Baron sobreviven a los enfrentaminetos, heridos y maltrechos, pero han podido demostrar con su lucha en la defensa de los elefantes y contra los cazadores, a los voluntarios de todos
los países, de todas las razas y de todas las opiniones, una sensibilidad
popular, solidaria y enternecedora (a ellos se ha unido también el fotógrafo americano Abe Fields (Eddie Albert), que, tras demostrar que el alma y el corazón
humano siempre acaba por acomodarse mal a la barbarie y a la violencia,
convergerá armónicamente alrededor de este aventurero de la humanidad,
demostrando su repulsa al mundo de la caza, su crítica no menos virulenta a una
sociedad sumida en la hipertrofia significativa de sus ambiciones destructivas
y exterminadoras para con el paradisíaco planeta que ha sido legado a la
especie humana y a cuantos restantes seres vivos y especimenes gozan de la
significativa fascinación que supone vivir en él, convirtiéndolo en el más
deslumbrante de los habitats de nuestro universo conocido.
Existe un
goce de holgura única en la obra ingente de este titán inquieto. En todos sus
films permanece una voz, caliente y sencilla, que parece resbalar desde un
misterio de silencio hasta crear un recinto o estrado de intimidades en los que
se sienten con más pureza los vuelos mansos o huracanados del aire, los olores
de la tierra, las mieles de los frutos, las recias tallas de los rostros, el
celo pensativo de sus gentes, el latido de los cuerpos que siempre parecen
sorprendidos frente a todos los encantos de la tentación, y, no obstante, osan
levantarse contra cuanta iniquidad inunda la existencia de los hombres. En su
mundo los poderosos jamás se juntarán en revuelta, sino que los más débiles se
tornarán fuertes contra los que los escarnecen. Y porque el hombre permite la
abominación y consiente en quebrantar la ley, él alzará siempre su grito, y difundirá
y propugnara un rumor de lucha a favor de la equidad entre las muchedumbres
marginadas o menos afortunadas. Huston se aflige. Pero es la suya una congoja
fuerte, henchida de una claridad honesta. Si es maldecido, Huston ríe, pero su
risa nunca será siniestra. Remueve la desventura mordiendo sus ataduras. Sus
hombres y mujeres jamás se encogen anillados en una rinconada de cobardía.
Recogen el terror, pero no se modelan en él. Son capaces de florecer bajo la
imperfección y la gloria perversa del ritmo de la vida. Rehuyen la opulencia
nacida de la injusticia. Entienden y aman el poder de la armonía que les rodea,
y en su discurso cabal hallan el escudo que detiene al enemigo.
Inquieto y
apasionado, fue boxeador, periodista, novelista, agregado militar estadounidense
en el ejército mexicano, criador de caballos y coleccionista de arte, incluso
pintor callejero en París. Actor, redactor en una famosa revista neoyorquina, y
uno de los mejores directores cinematográficos de todos los tiempos.
Abordó, junto con imágenes que tienen la
autenticidad de un documental un guión del dramaturgo Arthur Miller, que escribió para su esposa de entonces Marilyn Monroe, "The Misfits" ("Vidas rebeldes"), 1960, la caza
de caballos salvajes cuya carne acabará convirtiéndose en un triste monopolio
de alimentos enlatados para perros, examinando atentamente una de las crisis
más veraces de la vida cotidiana, capaz de abocar hasta el suicidio a grandes
estrellas de Hollywood, como Montgomery Clift o Marilyn Monroe, de quien obtuvo
la más degustable, sublime, fascinante y creíble de sus interpretaciones, pese a la
visión sombría y tempestuosa que acompañó todo el rodaje del film (tras la
absurda muerte de la actriz aseguró: "Marilyn no fue asesinada por
Hollywood. Fue una adicta a los somníferos, resultado del maleficio endiosado
de los médicos en Norteamérica) Clark Gable falleció de infarto poco después de finalizado el rodaje [Cádiz, Ohio, 1 de febrero de 1901-Los Ángeles, California; 16 de noviembre de 1960 a los 59 años] debido a los esfuerzos realizados en el desierto de Arizona en sus escenas de doma de caballos. El astro no aceptó que ningún doble realizara dichas escenas por él. Coprotagonizaron el film la siempre inolvidable Thelma Ritter y Eli Wallach.
Convirtió al más varonil de los mitos vivientes estadounidenses, Marlon Brando, en el homosexual y cobarde Major Weldon Penderton, a la incandescente y bellísima ventila-hombres Elizabeth Taylor, como Leonora Penderton, un arquetipo perfecto de la atrasada mental, sin la menor personalidad ni originalidad (una de las más convincentes recreaciones interpretativas de la Taylor), e hizo deambular, entre la amodorrada y machista sociedad militar acuartelada, a una tan sensible como etérea, tan nostálgica como imborrable Julie Harris, en la mejor adaptación jamás llevada a cabo de una novela de la inquietante Carson McCullers "Reflections in a Golden Eye" ("Reflejos en un ojo dorado"), 1967, consiguiendo estructurar un final apasionante, caprichoso y loco al abordar el siempre apasionante tema de los desmanes instintivos que pueden desembocar en un turbio asesinato. Coprotagonizaron el film Brian Keith como Lt Colonel Morris Langdon, Robert Forster como el soldado L. G. Williams, y un extraordinario actor filipino Zorro David en el papel de Anacleto, el entusiasta, sensible y afeminado adorador de Alison Langdon (Julie Harris)
Al acometer el western con "The Unforgiven" ("Los que no perdonan"), 1960, creó una deslumbrante concentración dramática y una opresión ambiental que se movió a través del drama fatalista y se prolongó vigorosamente desde la consabida odisea vivida por los granjeros americanos hasta la tragedia expropiadora y vejatoria en que se vieron inmersos los pueblos indios. El reparto fue tan maravilloso como fascinante: Burt Lancaster, Audrey Hepburn, Lillian Gish, Audie Murphy, John Saxon, y Charles Bickford.
Creó su humanismo más polémico, resistiéndose al encasillamiento formulario de la aventura medieval, a través de una fantástica historia de amor, casi surrealista, y de una extraordinaria calidad estética, en "A Walk with Love and Death" ("Paseo por el amor y la muerte"), 1969, interpretada por su hija Anjelica Huston y Assi Dayan (hijo del ministro de defensa israelí Moshe Dayan) Y retomando el recuerdo de su "African Queen" sitúa en su film "Heaven Knows, Mr. Allison" ("Sólo Dios lo sabe") a un infante de marina norteameriana, naúfrago tras un ataque japonés al submarino en que viajaba, en una isla perdida del pacífico, Tuasiva, a la que logra arribar con su bote inflable, y encontrarse con una monja solitaria, allí rezagada tras el abandono de sus habitantes ante la inminente invasión de las tropas japonesas. Un memorable Robert Mitchum como Henry Allison y una exquisita Deborah Kerr como la hermana Ángela, poco menos que prisioneros del entorno paradisíaco de la isla, asumen las vivencias morales de su soledad, amenazada por la invasión de los japoneses, ofreciendo una nueva visión insólita de una atracción sexual imposible subrayada por las abismales diferencias que presupone la religión frente a la sensualida
Adentrándose en el oscuro mundo de los predicadores religiosos, convirtió en un auténtico y conflictivo detonante cinematográfico su adaptación de la obra de Flannery O´Connor, "Wise Blood" ("Sangre Sabia"), 1979, con uno de los más grandes evocadores del fatalismo, el desorbitado Brad Dourif, junto al mismo John Huston, a Harry Dean Stanton y Amy Wright. Y consiguió convertir en realidad el sueño de muchos directores cinematogáficos anteriores a él al adaptar modélicamente una de las obras más conflictivas de la literatura norteamericana: "Under the Volcano" ("Bajo el volcán"), 1984, novela gigantesca de Malcolm Lowry, maravillosamente transformada en un mítico retablo cinematográfico con la actuación inigualable de Albert Finney, acompañado por Jacqueline Bisset y Anthony Andrews.
Su último film sería "The Dead" ("Dublineses"), 1987, sensible adaptación de la novela corta de James Joyce, en la que Huston nos brindó un mágico testamento desenfrenadamente elegíaco y barroco, con un reparto típicamente irlandes además de su hija Anjelica Huston, Dan O'Herlihy, Donald McCann, Helena Carroll, Rachel Dowling, Marie Kean, Donald Donnelly y Colm Meaney. Pero mucho antes, en 1964, convirtió en retablo de maravillas uno de los más soberbios espectáculos del tempestuoso y alcoholizado dramaturgo Tennessee Williams, "The Night of the Iguana" ("La noche de la iguana"), cerrada unidad, marginal e insólita, de caracteres y convivencia entre un abanico desafiante de las más desaforadas, conflictivas y, finalmente, poéticas concepciones vivenciales, desparramando remordimientos entre el calor abrasante del Puerto Vallarta mexicano, potenciadores de una de las más agobiantes e implacables angustias sensuales en las que se ven inmersos sus tres personajes señeros. Tres perturbadoras interpretaciones que ocuparán ya por derecho propio un lugar preeminente en la historia del Séptimo Arte: las de Richard Burton, Ava Gardner y Deborah Kerr, que logran alcanzar, a través de la mágica visión hustoniana, el más idolatrado límite de su madurez y evolución creadora frente al podium de la cámara, a las que se unirían la jovencísima Sue Lyon, la madurez teatral de una gran Grayson Hall, Ciril Delevanti (su última aparición en la pantalla) y James Ward. Premiada en 1964 con Oscar: Mejor vestuario (B&N). 4 nominaciones, Globos de Oro: 5 nominaciones, incluyendo mejor película, "Premios BAFTA": Nominada a Mejor actriz extranjera (Ava Gardner), "Sindicato de Directores" (DGA): Nominada a Mejor director, y "Sindicato de Guionistas" (WGA): Nominada a Mejor guión drama.
Y, finalmente, hasta Gina Lollobrigida ("Beat the Devil"-"La burla del diablo"), y de nuevo Humprey Bogart, Jennifer Jones, Peter Lorre y Robert Morley, revalorizaron también la importancia del actor al formar parte de
los conflictos pasionales y de los sentimientos que los ligó al marco seductor,
inconformista, culminante, magistral de este austero, sensual, nostálgico,
poético, violento y populista director cinematográfico norteamericano llamado John Huston. Abnegado
apóstol de un estímulo creativo tan inteligente como poco común, y que, al
margen de los particulares contenidos estéticos, definió su cinematografía como
una búsqueda del particular aspecto poético de las cosas y de los ambientes, o
crispado, quizás dotados de un romanticismo exasperado, de los seres humanos.