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sábado, 3 de octubre de 2020

Bellissima (Bellísima)

El neorrealismo italiano sedujo al mundo porque lo desgajó de aquellas disparatadas fantasías hollywoodenses, y golpeó a los pobres habitantes de este planeta absurdo con la llaga sangrante de sus deseos imposibles, con su soledad y sus sinsabores. Escarmentó nuestra subsistencia tan llena de sueños. Tuvo sus reyes indiscutibles: De Sica, Rossellini, Fellini, Visconti, Passolini y más tardíamente Zurlini, Rossi, Germi, entre un largo etc. 

 

Y tras ese mundo de sencillez y miedo, de iras mil, con preludios deprimentes y escenas culminantes, y ese blanco y negro de un tiempo amargo, tan lleno de golpes bajos, una reina única se apoderó de nuestra emotividad, excitó nuestro primitivismo sin retóricas americanófilas:
 
[Nacida en Roma, el 7 de marzo de 1908 - Fallecida ibídem, el 26 de septiembre de 1973 de cáncer de pancreas a los 65 años]



Lírica, fascinante y hasta peligrosa, nunca titubeó en su resuelta asimilación del deprimente mundo que nos tocó vivir. Fue carnal y férrea, maternal y desafiante.



 Y midió la sencilla virtud humana con la audacia de los hijos del pueblo frente a una época despiadada (ya lo puso John Ford en boca de Henry Fonda en sus "Uvas de la ira": "Allí donde esté el pueblo, me encontraré yo" ¡Y por los hados que la Magnani lo estuvo!) 
 
Fue la más impagable y conmovedora "Mamma Roma", como la bautizara Pier Paolo Pasolini en su película del mismo título, armazón inolvidablemente dramático del film, estuvo majestuosa e  insuperable.

["Oltre al già citato Nastro d'argento conferito ad Anna Magnani per la sua interpretazione, va ricordato che "Bellissima", 1951, è stato selezionato tra i 100 film italiani da salvare"]
 
 
 
 
 
 
 
 
Ver este film, no es sólo vivirlo, es saborear el mejor testimonio, jamás filmado, del amor absoluto en manos de un ser que nos desborda.
 
 


Tras un anuncio de radio, el famoso director  de los años 50 Alessandro Blasetti busca una niña para convertirla en protagonista de su próxima película. El matriarcado romano se vuelca en los estudios "Cinecittà" con su hijas pequeñas, movidas por el sueño de convertirlas en actriz infantil a lo Shirley Temple. La expresiva y emprendedora romana Maddalena Cicconi (Anna Magnani), una característica madre enfebrecida por el amor de su bellísima hija María (Tina Apicella) de 6 años de edad, se presenta en los estudios cinematográficos, plena de esa convicción triunfadora que ofrece la imagen angelical de la niña. Todo ello es mostrador como reflejo del mismo ascenso social al que ella, en su juventud, aspirara para convertirse en actriz. 

Las esperanzas de Maddalena marcan el tono dramático de cuanto puede avecinarse si María saliera vencedora de la prueba y se convirtiera en actriz de cine infantil. Pero a la genial pasión por el esperado éxito de la niña se suman crecientes tensiones con su esposo Spartaco Cicconi (Gastone Renzelli), a quien Maddalena inicialmente había escondido sus intenciones. 

Un típico estafador de ilusiones maternas llamado Alberto Annovazzi (Walter Chiari), de los que siempre rondan por los estudios de "Cineccità", finge aser un un colaborador de Blasetti (en realidad marginal), y ve en Maddalena a una de las tantas esperanzadas madres a quien poder timar. Se jacta ante ella de que puede garantizar recomendaciones para su hija a cambio de 50.000 liras. Maddalena no desespera de su afán por conseguir la elección de la pequeña María, y con enormes esfuerzos consigue el dinero que puede abrir las puertas de la fama a la niña. Annovazzi emplea el timo en comprarse una moto Lambretta. Pero Maddalena sigue estimulada por las falsas promesas del impostor Annovazzi. Poco después, lo invita incluso a que conozca a su familia, pero el cínico estafador se atreve incluso a iniciar ciertos "avances" eróticos con Maddalena que ella no duda en evitar.
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La pequeñina María es una niña tímida e inocente, y tan inexpresiva que no muestra ningún talento ante el inicial casting ofrecido por Blasetti. Mientras tanto, Spartaco, consciente de los excesos de su mujer, choca con ella constantemente porque quiere una infancia tranquila para su hija como la de todas las demás niñas. 




Las audiciones de las niñas se realizan sin la presencia de las madres, y Maddalena, aprovechando la simpatía que despierta en una ex-actriz reducida a trabajar en el taller de montaje, consigue a escondidas que la muchacha le permita ver la prueba cinematográfica efectuada a María. Todos los esperanzados alicientes de la madre se vienen abajo cuando ve la proyección y a su pequeñina, torpe y tímida, pintarraqueada como una pepona, rompiendo a llorar desesperadamente, hasta provocar la risa desdeñosa y burlona de los dirigentes de la película. En ese momento, Maddalena Cicconi reacciona ante la opresión moral que le ha inspirado el sueño de éxito de su hermosa niñita, y comprende el terrible error que ha cometido pretendiendo que la candorosa María se mostrara aterrorizada haciendo lo que no podía hacer, que  ha servido de irrisión a los cineastas y que, además, ha gastado en vano un dinero necesario para la familia, ofreciéndoselo a un estafador y poniendo en riesgo de ruptura su matrimonio.
No obstante, enfurecida se presenta ante Blasetti y sus colaboradores reprochándoles su ruindad malintencionada al convertir a su adorada hija en objeto de burla. Y rompe a llorar desesperadamente.
 
 

Los cineastas, arrepentidos, acaban por ofrecer el papel soñado a la pequeña María, pero Maddalena rechaza con inusitada dignidad la oferta, comprendiendo el sufrimiento que significaría para la pequeña verse manejada y martirizada por el cínico y no menos opresivo mundo del cine. 
 
Y como un aviso a las gentes de a pie y generaciones futuras, seguirá luego su irónico adiós a esa "famositis" enfermiza, mientras ven a John Wayne en  "Río Rojo" en la pantalla de cine veraniega, y Maddalena nombra con idéntica sorna a los protagonistas de la pantalla. Y luego abraza a Spartaco, su única verdad frente a las fantasías estelares. 


Pero para muestra de lo mejor de "Bellissima" un plateado botón del magistral neorrealismo de Visconti y Magnani: ¡el enfrentamiento final con su marido, frente al conmovedor universo vecinal de una agridulce Italia de posguerra! Muestra evidente de la opresión que el sueño de la fama puede llegar a ejercer sobre los ciudadanos normales que pueblan este mundo de ambiciones insatisfechas. 
 
 


                                                                                  Bellísima eres tú,
                                                                            ¡En italiano, por supuesto!
 



 
                                                               "Grazie,... mia bella Anna!... A scema!"