miércoles, 24 de marzo de 2021

La Gata

El primer Cinemascope "made in Spain", servido en plena "Dictadura Franquista" por el delirio prepotente de una Hispano Fox Film S.A.E. ¿Qué se puede contar de este extraño producto que ha sobrevivido a una época en la que resultaba dificílisimo estar más allá del bien y del mal? La Iglesia y el Estado Fascista se hacían cargo del más rastrero cálculo de beneficios o "maleficios" con que los posibles films estrenables pudieran llegar a ahondar en la moral imperante de los sanos españolitos de posguerra a los que no se podía someter a demasiadas emociones, dignas de ser vividas en otros lares, pero que, por aquellos días, en la autárquica "Piel de Toro Ibérica", que se creía en posesión de una única verdad existente (y eximente) en aquel mundo de pecado y otras malas hierbas, tras las mascaradas gubernamentales que suelen imponer los vencedores de una guerra, fuese ésta la que fuese, andaba así de marimandona, ejerciendo sus prejuicios de posturitas xenófobas a todo bicho viviente, y, por ende, sometiendo a sus medidas (restrictivas) cada acto, pensamiento, idea, insatisfaccion, hastío, rabia, a todo coleante (seánse hombres y mujeres de este país) que, cosa completamente natural, tuviesen las mismas necesidades (y que tener pudiera cualquier hijo de vecino, ya fuera de Italia, de Francia, o del Congo Belga) de ser "condenadamente" felices como marcan y exigen por derecho propio todas las pautas que promueven nuestra condición humana, cuando en ella no se fomenta el engaño y el oscurantismo, y la libertad no es perseguida por semejante especie de "Nacionalsocialismo Nazi" como fuera la malhadada "Dictadura Franquista", que nos tuvo en un brete durante cuarenta largos años.




 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Este film, casi incunable, pieza rarísima, olvidada por demás, que parece decantarse por lo flamencón, el cotidiano andalucismo folklórico, tan caro a nuestros pagos, y el carácter histriónico de unos españoles provincianos, sumidos en las mezquindades del tópico y el carisma definitivo de la charanga y la pandereta, se mete, de pronto, en esas otras tragedias cotidianas a las que siempre recurre el donjuanismo machista de la "varonía" española, o de donde pudiese haber sido; y entre capotazos y trivialidades costumbristas, a las que no había forma de sustraerse, (hay momentos en el film, no obstante, que tienen ciertos aires de western, como si preludiara los "spaghetti ídem" que se avecinarían más adelante), se adentra descaradamente (para la época, pacata, hipócrita, y siempre mezquina e intolerante ante las estructuras del gran edificio mítico que supone el AMOR con mayúsculas) en ciertas conductas sexuales, como siempre marginadas y reprimidas, pero que, merced al galanero Jorge Mistral, alcanzan una audacia todavía sorprendente. 
 
 
 



Y también, de forma inesperada, parece que asistimos a una desmitificación del puritanismo femenino (naturalmente impuesto a toda hembra hispana) gracias fueran dadas a una inconmensurable Aurora Bautista, que nos ofrece una seductora conclusión del talante rotundo y descocado capaz de acompañar también la no menos oculta y disimulada picardía de la hembra española. Y a la que no le salía aquel salero nacional de taberna, de canturreo y tronío, como al resto de folklóricas que por aquí colearan.



La Bautista evita hasta el acento andaluz (¡era ella una muy lozana castellana!), y le toma un pulso a la Perla Chávez de "Duel in the Sun" ("Duelo al sol"), hecha toda una Jennifer Jones. ¿Que sobreactúa? ¡Y qué importa! ¡Hemos estado aguantando cien años de sebreactuación de miles de glorias cinematográficas y nunca nos hemos quejado, sino que las hemos saboreado con el regodeo más regodeante de todos los regodeos!



 

Tras arrancarse con despertares felinos, la Bautista se interna luego en desmadres campesinos por mor de los celos que que una rival en el amor latente que en ella despierta ya el Mistral.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 


Y, acto seguido, hoz en mano se halla a punto de segar la yugular de la hembra rival, Nani Fernández, y rastrea todo el cálculo de posibilidades que la entrega al macho hispano le pudiera aportar.





Y ríanse de aquellas divas hollywoodianas, porque Aurora Bautista, bellísima (blusas amarillas en ristre, y flecos rojos a lo "Carmen de Triana", pero sin gitaneo), y con un tipazo que quitaba el hipo, (ante las acometidas itifálicas del Jorge Mistral también sabía rugir, con los ojos fulgurantes de la Jones, una frase como ésta : ”¡A mí hay que ganarme!”...(quien no lo quiera ver que no lo vea, pero hay también en esta pieza de colección mucha pasión a lo King Vidor y a lo Patricia Neal en "The Fountainhead" ("El Manantial").
 
 
 
 
 .



 




Pero rompamos ya todo punto de indeterminación y pasemos a ilustrar sucintamente los enquistados sentimientos y apetencias corporales de esta "Gata" hispánica y sus enamorados. Y conocer así el decidido progreso de la película, a fin de poder asumir una escala de valores  precisa de cuanto se nos narra. Y a partir de sus premisas, ensalzar y vapulear la apariencia de un producto cinematográfico los suficientemente disparatado, aunque no menos atractivo, con auténticos alardes de puesta en escena y el realce que define a su protagonista principal, Aurora Bautista,  cuyo guión, para su lucimiento, escribió el prestigioso César Fernández Ardavin.





"Una noche de luna, un forastero llega hasta una finca. Los ganaderos, allí reunidos, le invitan a compartir con ellos su cena. El recién llegado ofrenda su nota de amargura entre la compañía rural que lo acoge. Y desahoga allí el sentimiento que lo lleva a vagabundear por el campo andaluz, con los tiempos muertos que arrastran la profunda huella de un amor perdido. Y habla de esa voz que le persigue día y noche, la voz de "la gata", como una culpa por la que purgar el resto de sus días"
 
"La gata", de nombre real María, es la hija del mayoral de un cortijo andaluz, deseada por todos los hombres que alternan sus faenas ganaderas en la quinta. Pero la aparición de un nuevo galán, Juan,  domador de caballos, sano, muy varonil y  por descontado, guapo, la invita a sentir por él una latente admiración, y desear en el fondo caer rendida  en sus brazos. Pese a todo, no deja de reprimir esta primera emoción sensual. Mientras tanto, su padre no ve con buenos ojos este primer conato de atracción de su hija por el recién llegado. 
 
 

 
 
 
 
 
 
 


 
 

El recién llegado tiene, además, una ex-novia que ha llegado al cortijo para asistir a la siega próxima. Aprovecha algunos instantes para acercarse a ella, que se siente despechada porque la dejó no hace mucho. No deja, por tanto, de ser un mujeriego empedernido

María, además de las labores domésticas en el cortijo, también acude a los campos a segar los trigales que pertenecen a la finca. Entre el campesinado eventual para la siega se halla la joven aventurera que ha mantenido relaciones con el atractivo ganadero Juan, que también se halla ahora allí, junto a ella. Los celos de María empiezan a dar el mismo fruto que los trigales, y cuando Juan y su  querida se hallan juntos acude a su lado amenazando a la  atractiva segadora para que abandone el cortijo. Luego, a solas con el mujeriego, se muestra displicente con él, echándole en cara sus escarceos. Juan comprende entonces que "la gata" está empezando a interesarse con rabia y deseo por él.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Todo este costumbrismo andaluz, que abarca la elementalidad típica del melodrama romántico, con sus tópicos y sus delirios sensuales, e incluso arrastrando la acción hasta un punto de inflexión que acarreará todos los disgustos del mundo a sus personajes, se entreteje, sin excesivos efectismos, en un aprovechamiento máximo del ambiente mesetario andaluz, casi más sentimental que caótico, pero con una precisión muy atractiva de cuantas pasiones revueltas muestran sus gozos y sus sombras, y, claro está, sus premios y castigos.
 

 
Y como el amor y el desamor son la parte principal de la trama, los celos vuelven a hacer estragos cuando María vuelve a encontrar en los trigales a la amante de Juan. Ambas mujeres, hoz en mano,  no dudarán en enfrentarse por el hombre que las atrae.



En el cortijo, un adolescente llamado Joseli,  con ansias de llegar también a ser un torero renombrado, enamorado desde su niñez de "la gata", asiste apesadumbrado a los siguientes encuentros entre Juan y María, que ya ha adoptado un insólito cambio de actitud hacia el ganadero, y ha acabado ganando la batalla frente a "la gata", ahora en celo por él. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
Y entre las idas y venidas de María, fervientemente  enamorada, se halla el descubrimiento de las escapadas nocturnas de Juan a los "cerraos" María se presenta una noche en el "cerrao" vadeando el río, que separa la dehesa del cortijo. Y se  aventura para llegar junto a su enamorado  hasta donde se hallan los toros de lidia, acceso totalmente prohibido. Y allí Juan "malea" a los animales, toreando a escondidas. 




 
El mayoral es informado de que, en efecto, los toros, en la cerrada dehesa, se enfrentan de tanto en tanto a la presencia humana de algún aspirante a torero. Juan, escondido tras los cañaverales del río, sonríe satisfecho al haber burlado de nuevo la vigilancia nocturna.




 
 
 
 
 



El siguiente sesgo trágico que va a adquirir la historia tiene lugar en la plaza de toros de "La Maestranza", en Sevilla, a la que María acude para ver una corrida en compañía de su padre y  de Juan. El adolescente Joseli, allí presente, ansiando acaparar la atención de María, no duda en lanzarse a la arena como "espontáneo", y acabará atrapado por el toro, para morir poco después ante "la gata", que se ha apresurado a presentarse en la enfermería,  y llorosa, se mantiene a su lado tratando de aliviar, inútilmente, la agonía del pobre muchacho.  
 
 
 



 

Con el consentimiento del mayoral del cortijo, cuyos temores acerca del intruso que torea por las noches en el "cerrao" donde pastan los toros  se van acentuando día tras día, los guardias forestales se hallan preparados definitivamente para vigilar la dehesa nocturna, y dar con el entrometido.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 María oye que la patruya se dispone a recorrer la dehesa dispuesta a disparar. Y en la peligrosa noche toma un caballo y corre ansiosa por avisar a Juan del refuerzo vigilante que recorre los campos, y que no tardará en descubrirle si sigue con sus escapadas nocturnas para torear a escondidas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
En la confusión de la noche, iluminada por la luna, los forestales disparan a la figura humana que se abre camino entre los juncos hasta los "cerraos".
 
 
 
 
 
"La gata", alcanzada por las balas de los vigilantes, acabará muriendo en brazos de Juan.




 
El forastero, acogido por los ganaderos durante su cena, se despide agradecido, monta a caballo y desaparece en la noche.
 
 
 
 
 
 

 






"La Gata"
es un film saboreable, que huye hasta donde puede (¡eran los tiempos del pan y toros!) de las musicalidades y topicazos folklóricos. Aurora Bautista fue utilizada en bien propio, y que pudiendo ser un personaje no menos tópico (como era de rigor), supo huir de lo típico, para mostrarse más auténtica, más revisitada por la buena solfa que animara a las heroínas americanas o de ciertas latitudes europeas más cercanas a nosotros. Anduvo vendida y puesta al sol por una cierta "folie" de mantis acaparadora. Se rió de la sandunga Patria, y fue una "Gata" excitante y memorable. 



A los aburridos hijos de la posguerra española debió de parecerles muy bien. Pese a algún corte de la censura curial (como "la escena pasional en el granero", hoy felizmente recuperada), y visionada televisivamente, es un film casi épico-lírico que también habría funcionado en el far-west de nuestras tardes infantiles. ¡Una curiosidad!: en EE.UU., donde, aunque parezca mentira, llegó a estrenarse, se lllamó, ¡nada más y nada menos! que: "The vaquero and the girl" Y en Sudamérica "Macho y hembra" Ernest Hemingway habría disfrutado como un cubano.




Hay que verla sin prejuicios, llanamente (como quizás la vieron el Ford, el Hawks, el Mann, o el Hathaway), y, sobre todo, disfrutar de una de las mejores interpretaciones de Aurora Bautista. Por ella ¡un gozo y un 10! ¡Y que viva el Cinemascope!

 
[Modesto Llosas Rosell, de nombre artistico Jorge Mistral, nacido en Aldaya, Valencia, el 24 de noviembre de 1920- Fallecido en Ciudad de México, el 21 de abril de 1972 por suicidio con arma de fuego a los 51 años de edad]

Atraído por el teatro y la actuación, abandona s carrera de Derecho. Desarrollaría a lo largo de toda su carrera el rol de apetecible galán muy atracivo para el sexo femenino. Sus primeros pasos en el escenario fueron en las compañías de teatro de Jorge Rivero, Ana Adamuz y Josita Hernán

Su primer papel cinematográfico tiene lugar en la película de José Gaspar "La llamada del mar", 1944, con Marali Aloy, Arturo Cámara, César Delgado, y Mercedes Fuste. Ese mismo año firma un contrato en exclusiva con la productora "Cifesa", la más importante en la España de posguerra.

Entre 1940 y 1950 se convirtió en una de las figuras masculinas más importantes del cine español. Con Josita Hernán, ya integrada a la cinematografía, interpretó su primer éxito como actor principal en  "Las inquietudes de Shanti Andía", basada en la novela de Pío Baroja, película dirigida por Arturo Ruiz-Castillo, y coprotagonizada también por Manuel Luna, Jesús Tordesillas,  y Milagros Leal.

Siguieron entre otras, "Misión Blanca", 1946, de Juan de Orduña, con Julio Peña, Manuel Luna, Elva de Bethancourt, Marianela Barandalla, y Jesús Tordesillas. "La dama del Armiño", 1948, de Eusebio Fernández Ardavín, con Lina Yegros, José Jaspe y Julia Lajos. "Sabela de Cambados", 1949, de Ramón Torrado, con Amparito Rivelles, Margarita Alexandre, Rafael Bardem, Fernando Rey, María Fernanda Ladrón de Guevara y Fernando Fdez. de Córdoba.

 

 

 

 


"El mar y tú", 1952, de Emilio Fernández, con Columba Domínguez, Martha Roth, Rodolfo Acosta, Manuel Bernal. "Abismos de pasión", 1953, (ambas en México), original adaptación de "Cumbres borrascoas", dirigida por Luis Buñuel, con Irasema Dilián, Lilia Prado y Ernesto Alonso.

"La legión del silencio", 1956, con una interesante trama ("Un disidente político que huye de una redada sustituye sus documentos por los de un sacerdote que muere en el autobús en el que viaja"), dirigida al alimón por José Antonio Nieves Conde y José María Forqué, con Nani Fernández, Rubén Rojo, Juan Manuel Soriano, Fenando Cebrián y María Dolores Gispert. "Cabo de Hornos" (en México"), 1957, de Tito Davison, con Silvia Pinal, José Guixe, Óscar Huidobro, y Emilio Martínez.

 



En 1958, rueda la coproducción italo-francesa "È arrivata la parigina", de Camillo Mastrocinque, con Magali Noël, Jorge Mistral, Titina de Filippo, Maria Fiore, y Franco Fabriz. Y en 1962, en Argentina, "Bajo un mismo rostro" ("Filles de joie"), dirigida por Daniel Tinayre, con Mirtha Legrand, Silvia Legrand, Mecha Ortiz, y Martha Atoche.
 


En la década de los 40 y 50 participó en algunos de los filmes españoles más populares, como "Locura de Amor", 1948, con Aurora Bautista, Fernando Rey, Sarita Montiel, Jesús Tordesillas, Manuel Luna, Eduardo Fajardo, Juan Espantaleón, Ricardo Acero y María Cañete, y "Pequeñeces", 1950, ambas de Juan de Orduña, con Aurora Bautista, Sarita Montiel, Lina Yegros, Jesús Tordesillas, y Elena Salvador
 
 

"La duquesa de Benamejí", 1949, de Luis Lucia, con Amparo Rivelles, Manuel Luna, y Eduardo Fajardo. "La hermana San Sulpicio", 1952, dirigida por Luis Lucia, con Carmen Sevilla, Casimiro Hurtado, Julia Caba Alba, y Manuel Luna.Y "Un caballero andaluz", 1954, de  Luis Lucia, de nuevo con Carmen Sevilla, y Jaime Blanch, Manuel Luna, Julia Caba Alba. 
 
 



Y en 1958, de Juan Antonio Bardem, la magnífica "La venganza", con Raf Vallone, Carmen Sevilla, José Prada, y Manuel Alexandre
 
 


 
 

Y con la gran diva del cuplé, Sara Montiel, en 1959, "Carmen la de Ronda", de Tullio Demicheli, coprotagonizada por Amedeo Nazzari, Maurice Ronet, Germán Cobos, y José Marco.


En 1958, rueda con el director italiano Gianni Franciolini "Racconti d'estate" ("Cuentos de verano"), junto a Alberto Sordi, Michèle Morgan, Marcello Mastroianni, Sylva Koscina, Dorian Gray, Franca Marzi, Lorella De Luca, Franco FabriziGabriele Ferzetti
 
 
 
Contratado por 20th Century Fox en 1957, Jean Negulesco lo dirige en "Boy on a Dolphin" ("La sirena y el delfín"), con Alan Ladd, Clifton Webb, Sophia Loren, Laurence Naismith y Alex Minotis
 



Y el peplum "La spada e la croce" ("La espada y la cruz"), 1958, dirigida por Carlo Ludovico Bragaglia, con Yvonne De Carlo,  Rossana Podestà, Massimo Serato, Andrea Aureli y Terence Hill
Compartió cartel con las dos divas del cine mexicano: María Félix: "Camelia", 1954, de Roberto Gavaldón. "Juana Gallo", 1960, de Miguel Zacarías. Y Dolores del Río, "Deseada", 1951, de Roberto Gavaldón.
 
 


 

En la década de 1960 se estrenó como director con "La fiebre del deseo" y "La piel desnuda", ambas de 1964.
 
Actor versátil, atractivo y viril, el 21 de abril de 1972, aquejado desde hacía tiempo por un cáncer duodenal, agravado por una profunda depresión, se suicidó en la ciudad de México. Se hallaba realizando la telenovela mexicana "Hermanos Coraje", que estaba siendo retransmitida por la "Televisión Independiente de México"