Ruth había recibido a su hermana Bobby como una especie
de muñeca, pero rápidamente estableció su poder sobre ella. En realidad, Ruth
despreciaba los juegos infantiles, entre ellos a las muñecas. Carecía de
malicia infantil. Las vecinas la llamaban "gata vieja". Fue un patito
feo, con la frente algo abombada, la nariz pequeña, los dientes
desiguales, que no quedaron bien incluso después de habérsele colocado
una prótesis. Su madre la protegió y la defendió siempre del mundo. Y la
niña, bajo una aparente precocidad y solidez, era tímida y se asustaba
por todo. Luego, de repente, estallaba en un súbito ataque de furor
salvaje. Auténtica maniática del orden: ahuecaba las almohadas,
arreglaba las cortinas torcidas, se le hacía insoportable una mota de
polvo sobre la mesa, y hasta alisaba las alfombras. Era como un pájaro,
moviéndose siempre. Cuando tenía seis años, estalló la guerra en Europa.
Se disfrazó con una sábana que su madre había convertido en uniforme de
enfermera, y empezó a representar escenas como si perteneciera a la
Cruz Roja. Esta fue la primera muestra de su talento teatral. Harlow
Morrell, al que la niña aborrecía, las abandonó cuando Ruth contaba
ocho años. Anunció sencillamente que su esposa era quien lo había
dejado, aunque en realidad era él quien lo había hecho al rehusar toda
relación sexual con ella. Ruthie escribió en 1930: "Tras el divorcio vivimos aproximadamente en unas 80 casas".
En 1919, madre e hijas enfermaron de "gripe negra". Fue un tío de la
niña quien la apodó Bette, por la novela "Cousine Bette" ("La prima Bette") de Honoré de Balzac.
La
futura gran actriz, siempre estimulada y dirigida por el ímpetu materno,
debutó en un teatro de New York, con la compañía de George Cukor. Era
un director perspicaz, elegante, y muy hábil con los actores. Tenía unos
treinta años y todavía no era muy famoso. Por un accidente de la
corista que interpretaba el papel de Pearl en la obra de George Abbot,
"Broadway", una auténtica ensalada a base de gángsters neoyorkinos y sus amiguitas coristas, Bette pasó a sustituirla. Era un papel de poca relevancia, pero bueno. "Pearl bajó las escaleras -contaría años después Cukor-, recitó bien sus líneas y disparó la pistola. Davis parecía saber que aquella era su gran oportunidad, y se aferró a su pequeño rol. Bette demostró una ferocidad maníaca, como si pareciese desear que el actor sobre el que disparaba muriese de verdad. El público quedó anonadado. Encantado con ella, la contraté para que actuara toda la temporada".
Coincidió con Miriam Hopkins. Era una joven rubia, implacable, de mal
carácter, un caso de cuidado. Pero temía a Bette. Sabía que tenía como
mínimo tanto talento como ella, y siendo menos atractiva, sugería en sus
interpretaciones un matiz femenino y provocador de "mírame y no me
toques". Desde entonces medía a conciencia cada segundo de sus actuaciones. Los
hombres miraban a Bette y no a ella. Fue despedida de la Compañía por
"negarse a salir con los jóvenes" Cuando finalizaba su sesión de noche,
se ponía tan estricta como una Cenicienta. Todo su ahínco era para el
trabajo, y resultaba aburrida. No bebía, y aunque parezca increíble,
¡tampoco fumaba por aquellos días! La famosa actriz Blanche Yurka
declaró años después que la madre de Bette era una auténtica pelma y que
fue un milagro que no hundiera la carrera de su hija desde el
principio.
Hacia
1930 Samuel Goldwyn envió de Hollywood un caza-talentos. Bette era ya
una gran figura teatral en Boston. "Broken Dishes", en la que actuaba,
había alcanzado las 178 representaciones. Se le ofreció un papel en el
film "Raffles". Sus rasgos irregulares y extraña apostura ofrecían en
la pantalla un aspecto imposible. Goldwyn quedó horrorizado, y Bette no
se lo tomó a mal. Al igual que sus colegas de teatro, pensaba que
Hollywood era un lugar absurdo y vulgar, adonde nadie que estuviera en
su sano juicio debía ir. Se hallaba de nuevo en Broadway, cuando le
ofrecieron un importante papel en "Solid South" dirigida por Rouben
Mamoulian, un armenio de gran talento y hombre sofisticado. Bette hacía
de jovencita dulce del Bajo Sur, en la que destacaba el papel de Richard
Bennet (padre de las actrices Constance y Joan). El actor trató a Bette
con glacial desdén: "Supongo que es usted otra de esas jóvenes actrices de pega". Bette replicó: "Me he pasado toda la noche en el tren sin poder dormir. Sea usted un poco más considerado, porque me largo a casa y nos olvidamos de la obra".
Las
magníficas críticas por su trabajo en "Solid South", le valieron a
Bette otra prueba en Hollywood. La obra, inesperadamente, se vino abajo,
y a Ruthie y Bette no se les presentó otra alternativa que irse a
Hollywood. Tenían exactamente 57 dólares. Las ganancias teatrales se
habían esfumado en comprar ropa adecuada para su prueba cinematográfica.
El viaje desde New York resultó eterno. Durante la parada en Chicago,
ciudad en la que habían de cambiar de tren, todo resultaba deprimente.
La estación estaba helada, ya que no existía calefacción central, y los
periódicos sólo hablaban de tiroteos y gángsters.
"Hollywood -describió Bette- era una llanura desagradable, habitada por un gentío ordinario. Todo el mundo parecía desorientado, como si se hallasen en un leve estado de pánico por el trabajo que habían elegido. La masiva producción de películas semejaba una de esas fabricaciones en serie de artículos de goma o accesorios para automóviles"
Era, en efecto, una ciudad falta de la menor elegancia. Las funciones
teatrales o culturales brillaban por su ausencia. Se servían sandwiches
de huevo todas las noches. La gente se reunía para intercambiar cocaína
y tiroteos. Acostumbradas a New York, las distancias resultaban
desalentadoras. Y el miedo lo dominaba todo: miedo a ser despedido si la
recaudación en taquilla no se evidenciaba como "satisfactoria". Miedo a
la voz si el registro en el micrófono no resultaba adecuado. Miedo a
engordar aunque fuese un gramo. Miedo a una cana. A cualquier mínimo
escándalo que pudiera ofender a los clubs
femeninos. Y, en especial, terror a que el cine sonoro fuera tan sólo
efímero, y que todos los que se hallaban comprometidos en él pudieran
convertirse de millonarios a pordioseros en un decir amén. En aquel
arrabal de edificios, estudios, y oficinas, con horribles colores beige,
y olores a plátano y pimienta, más allá del miedo, existía también el sueño de
fabulosas ganancias. Y sueños de camareras y mozos de gasolinera que
podían convertirse rápidamente en estrellas de primer orden, aunque el
mandil y la fregona siempre se hallasen a la espera.
El
calor era insoportable. La piel de Bette se había quemado, y todo su cuerpo se le había llenado de pecas. Ruthie confirmó años después que su
hija se pasaba los días llorando de terror ante la dureza vacía e
impersonal del ambiente. Alquilaron una casa: 4435 "Alta Loma Terrace".
Era como una casita salida de un cuento de Grimm. El alquiler era de 80
dólares mensuales. Bette, cuyo sueldo en la Universal sería de 450
dólares al mes, no cobraría hasta muchas semanas después. Resultaba
imposible pagar. Consideraron la posibilidad de pedir dinero prestado al
indeseable Harlow Morrell Davis. Pero Ruthie, cuando su hija aún
dormía, después de una noche de llanto, acudió a un amigo de la
familia, Carl Milliken, que vivía en el "Hollywood Roosevelt
Residencial". Cuando le abordó se hallaba jugando a tenis: "Necesito 400 dólares, es cuestión de vida o muerte"
Y cuando le recordó quién era, Milliken se sacó en el acto el dinero
del bolsillo. Luego fue a la oficina de la Western Unión y escribió un
telegrama: "Mando dinero. Tu padre pidió en préstamo. Papá" Cuando Bette
vio el telegrama gritó de alegría. Su madre, a escondidas, lo había
introducido por debajo de la puerta de la habitación del hotel en que
habían pasado la noche. Poco después, pudieron adquirir un coche para los traslados al estudio
Carl
Laemmle era el gran capitoste de la Universal, pero había cedido las
riendas a su escasamente brillante hijo, conocido por "Junior". Por
orden suya, Bette fue sometida a un proceso insoportable de maquillajes,
le tiñeron el pelo de rubio chillón, la vistieron con ajustados trajes
de raso y sombreros que le ocultaban los ojos. En las pruebas dramáticas
que se le hicieron actuaba con la cabeza y no con las emociones.
Resultaba demasiado cerebral. Por consejo del único amigo con el que
contaba por aquellos días, un tal Denny, al que había conocido en los
comedores de la Universal, Bette y Ruthie empezaron a ir a ver las
películas de la Garbo. Bette quedó arrobada por el rostro luminoso de la
sueca. Ella se hallaba muy lejos de ser un fenómeno como la Garbo.
Tendría que alcanzar la cumbre a fuerza de inteligencia y tenacidad.
Interpretó "Bad Sister", 1931, dirigida por Hobart Henley, en la que también aparecía un joven Humphrey
Bogart. Los micrófonos tenían el tamaño de mazorcas de maíz. Se
ocultaban en los lugares más inverosímiles. Bette tuvo que llevar uno a
la altura de la cintura. Si volvía el rostro apenas se la oía. Se vio
obligada a recitar la mayor parte de sus diálogos en dirección a su
estómago. Su interpretación, según las críticas, resultó demasiado
lúgubre. Su segunda película "Seed", 1931, dirigida por John M. Stahl fracasó inmediatamente. En "Waterloo Bridge", 1931, dirigida por James Whale, Bette estuvo encantadora
en su corto papel de hermana del héroe. Pero se sintió muy desgraciada
porque Whale se mostró rudo, frío, y muy poco impresionado con su
talento.
Bette
y Ruthie se convencieron de que lo mejor sería regresar definitivamente
a New York. Pero la Warner, a instancias del, por entonces, afamado actor George Arliss, que la había
visto en la versión teatral de "The Wild Duck" ("El pato Salvaje"), la magnífica obra de Henrik Ibsen, montada por Blanche
Yurka, la reclamó para un film mediocre "The Man Who Played God" ("La oculta providencia"), 1932, dirigido por un desconocido John G. Adolfi. Su
actuación fue alabada: "Tan sólo la señorita Davis parece comprender qué cosa es la dicción por micrófono". Hal Wallis dijo: "Todo aquel que sea capaz de sostener un papel con George Arliss en escena sin que lo confundan con una pieza de decorado merece un sobresaliente".
Sobreexcitada por el reciente éxito, Bette condujo con exceso de
velocidad, y fue arrestada. Poco días después habría muerto abrasada
cuando conducía de regreso a casa porque un cortocircuito del coche se
incendió. Su hermana Bobby logró arrancarla del asiento delantero justo a
tiempo. Interpretó "The Cabin in the Cotton" ("Esclavos de la tierra"), 1932, su mejor película hasta
aquel momento. Pero Bette no se cansó de repetir que Michael Curtiz, su director, la
llamó constantemente "hija de perra, mala y asexuada".
En
agosto de 1932, un mes de calor asfixiante, Bette Davis contrajo su
primer matrimonio, con Harmon -Ham- Nelson, que trabajaba en la radio. La
ceremonia se ofició, huyendo del clima tórrido de Los Ángeles, en
Arizona. En sus memorias describe que tras su noche de bodas, se sintió
más realizada de lo que lo había estado jamás. Ella anhelaba ser mandada
y dominada. Pero el trabajo impedía que pudieran pasar demasiado tiempo
juntos. Cuando Bette propuso a Ham que se cuidara de la casa, él
aceptó, y tuvo que lamentarlo. Los ingresos de Ham en la radio eran muy
inferiores a los de Bette. La personalidad del marido se modificó.
Empezó a lamentarse e incluso a llorar delante de ella. Bette le perdió
el respeto. Ella tendría que pagar todas las facturas. Las ganancias semanales Ham, de 100$, eran comparadas desfavorablemente con los ingresos semanales de
1000$ de Davis. La actriz tocó el tema en una entrevista señalando
que muchas mujeres de Hollywood ganaban más dinero que sus maridos. La situación se agravó. Nelson se negó a permitir que su
esposa comprara una casa hasta que pudiera darse el lujo de pagarla por
sí mismo. Durante este primer matrimonio, se sucedieron varios abortos espontáneos. Se divorciaron en 1938. Nelson alegó: "Bette lée demasiado" Un nuevo problema
se cernió sobre la familia. Bobby ansiaba emular a su hermana, a la que
envidiaba en secreto, consumida por una rivalidad fraternal. Pero
carecía de talento y fue rechazada por el cine. Tuvo frecuentes ataques
de esquizofrenia, y en 1932 sufrió un colapso. Permaneció en un
Sanatorio en régimen de aislamiento, gritando que su hermana Bette le
había robado todas las oportunidades.
La RKO le ofreció, en 1934, el papel protagonista de "Of Human Bondage" ("Cautivo del deseo"), la obra de Somerset Maugham. John Cromwell, su director, comentó: "En cuanto la vi supe que Bette Davis tenía que ser Mildred" Ninguna otra actriz se habría atrevido a enfrentarse a la cámara con el pelo revuelto, un vestido barato y ordinario, y convertirse en una arpía lenguaraz, truculenta y vulgar. Trabajó como una loca para conseguir el acento cockney. Mildred tenía que ser una chica tuberculosa y pobre, dando la impresión que se moría literalmente, pero al mismo tiempo debía poseer una energía endiablada. Maugham fue el primero en alabar la actuación de Bette. Pero el preestreno fue un desastre. El público la tachó de obscena. Resultó un fracaso de taquilla. Pero las críticas complacieron a Bette.
No consiguió el Oscar que sin duda merecía hasta "Dangerous" ("Peligrosa"), 1935, dirigida por Alfred E. Green, una absurda fantasía sentimental, que rodó a su regreso a la Warner.
La RKO le ofreció, en 1934, el papel protagonista de "Of Human Bondage" ("Cautivo del deseo"), la obra de Somerset Maugham. John Cromwell, su director, comentó: "En cuanto la vi supe que Bette Davis tenía que ser Mildred" Ninguna otra actriz se habría atrevido a enfrentarse a la cámara con el pelo revuelto, un vestido barato y ordinario, y convertirse en una arpía lenguaraz, truculenta y vulgar. Trabajó como una loca para conseguir el acento cockney. Mildred tenía que ser una chica tuberculosa y pobre, dando la impresión que se moría literalmente, pero al mismo tiempo debía poseer una energía endiablada. Maugham fue el primero en alabar la actuación de Bette. Pero el preestreno fue un desastre. El público la tachó de obscena. Resultó un fracaso de taquilla. Pero las críticas complacieron a Bette.
No consiguió el Oscar que sin duda merecía hasta "Dangerous" ("Peligrosa"), 1935, dirigida por Alfred E. Green, una absurda fantasía sentimental, que rodó a su regreso a la Warner.
Jack
Warner, magnate de la Warner Bros, la contrataría en exclusiva, cuando
dejó la Universal. Su profesionalidad fue admirada y temida por igual,
mientras otras estrellas lo fueron por su belleza. Recibió un golpe muy
duro cuando perdió la oportunidad de interpretar el papel de Scarlett 0'
Hara en "Gone With the Wind" ("Lo que el viento se llevó"). Por entonces se estaba
escribiendo el guión de "Jezebel". Al interpretar a la indómita Julie Marsden se consagró como una
estrella insuperable. William Wyler llevó a cabo una de sus más
fanáticas direcciones. El Oscar de Bette fue su fruto.
Miriam Hopkins
jamás perdonó
a la Davis que le hubiera arrebatado lo que llamaba pomposamente "su"
drama "Jezebel". En compensación, la Hopkins había disfrutado como la
arpía que en realidad era, enterándose de las terribles secuelas que dejó
sobre su rival el infernal rodaje del film. Wyler insistía
constantemente en modular su estilo. Le hizo repetir innumerables tomas.
La angustia de Bette hubiera podido estropear su actuación. Henry Fonda
llegó diez días después de haber empezado la filmación. Dejó bien
sentado que el trabajo debía ser rápido, porque su esposa iba a tener su
primer hijo,
que resultó ser Jane Fonda. Bette sufrió, a causa de las tensiones, una
inflamación roja en el rostro. Un terrible grano. Además un calambre le
paralizó el pie impidiéndole rodar, el día fijado, la escena del baile
en la que Julie escandaliza a la sociedad de New Orleans al lucir un
atrevido vestido rojo (¡coloreado en la década del 90!) Once horas
consecutivas de trabajo la pusieron histérica y rompió a llorar.
Wyler
seguía ejerciendo una presión angustiosa sobre ella. Durante el invierno
de 1937, Bette se hallaba deshecha, agotada y enferma. Mientras la
producción seguía con un mes de retraso, el día de Año Nuevo de 1938 le
llegó la noticia de la muerte de su padre. No podía interrumpir el
rodaje y no pudo asistir a los funerales que se celebraron en Boston.
Rodando exteriores bajo la lluvia, atrapó una bronquitis. No pudo
entonar ni una estrofa en una escena donde cantaba junto a sus esclavos
negros de la plantación. El 17 de enero se le comunicó que la película
sería finalizada por William Dieterle. ¡Después de todo lo que había que
tenido que soportar no iba a tolerar que nadie más dirigiera la
película! Por entonces estaba ya locamente enamorada de William Wyler.
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