Luigi Comencini, seguido de Dino Risi, tratarían de reforzar el viraje o acentuada inflexión que Renato Castellani emprendiera hacia un nuevo cine de atractivo popular, que, sin eludir totalmente los condicionamientos neorrealistas (y que, sobre todo, no pusiese en peligro el llamado "prestigio exterior" obtenido internacionalmente por la cinematografía italiana) cantara, con finalidades bien distintas (ahora un tanto alejadas de las imágenes más tristes y dolorosas de la Italia de posguerra), una nueva "alegría de vivir" de tan gran pueblo meridional. El "neorrealismo rosa" de Comencini y de Risi, como el de Castellani, Eduardo de Filippo, Steno, Monicelli y Blasseti, explotando la apariencia deliciosamente ingenua de sus flamantes personajes femeninos (bien que plenos de gran sensualidad), las archifamosas "maggiorate", revelará una nueva forma, menos angustiosa y deprimente de encarar la vida frente a la realidad italiana, y por extensión europea. Y en primer término, a lo largo de este recién llegado recorrido emocional de los personajes que contemplamos en la pantalla, primará del mismo modo un necesario "romanticismo bienintencionado".
La inolvidable trilogía de "Pane, amore..." representará, por tanto, el punto más alto de este pequeño ciclo vital de gran frescura y vigor que corrobora el nacimiento de aquel "naturalismo de comedia" que, aunque polémico para algunos críticos, terminó por triunfar durante una década, e incluso recibió galardones en los festivales internaciones, sin renunciar definitivamente, como ya se indicó, a las virtudes neorrealistas que le precedieron. Fluye de forma espléndida a partir de 1950 como el curso de la vida que siempre tiende a reanudar su concierto universal (resistiéndose a la senectud), y que hace que "algo nazca mientras otras cosas mueren". El recién llegado "neorrealismo rosa" no ironiza sobre el tópico de que "cualquier tiempo pasado fue mejor" (y mucho menos cuando ese tiempo pasado se centra en una todavía sangrante posguerra), pero sí enlaza su nueva voz, reblandecida y limada en lo que años antes había de punzante, hacia una flamante visión de nostalgias románticas que renuevan el un tanto olvidado género cómico. Un neorrealismo, por tanto, que sin renunciar a su peculiar expresión popular se va a adentrar en el rico arsenal de lo humorístico; que no elude las vigorosas historias naturalistas que ya nos fueron contadas, y que, como también se indicara, no decapita la escuela romántica, que siempre será una especie de obligado y por ello mismo insoslayable documento social en toda cinematografía que se precie.
Como ya advirtiera Max Ophüls en su film "Le plaisir", 1951, basado en tres relatos del escritor francés, Guy de Maupassant, (frase final del narrador de la película) "la felicidad no es alegre". En efecto, la felicidad es figurativa y muy seria. Una meditación irónica de servidumbre y grandeza. Vive de fantasías, frustraciones emocionales, sueños extraordinarios y accidentadas aventuras amorosas. La felicidad posee un calibre doloroso que siempre se halla bien a la vista. Mas, como en ella no todo han de ser frivolidades, asperezas y sordideces, hay que saber afrontarla con optimismo (en especial después de una guerra), apoyarla a modo de embrión vivo que, sin convertirnos en desmemoriados de pasadas brutalidades sociales, mejore los nuevos sueños con que hemos de encarar el futuro. La felicidad jamás alcanzará actividades monopolistas. Sabemos que casi siempre tiene sus días contados. Se comprende, pues, que a su compleja "personalidad" se trate en todas las épocas de concederle un nuevo experimento, y en el plano artístico, subrayar aunque sea con "pan, amor y fantasía" una especie de pantomima de comediantes, para que su vibrante primitivismo no se convierta en defecto sino en virtud. Un valor añadido que, al tiempo que nos devuelve ingenuidad y esplendor, no extinga en nosotros, sus espectadores, hijos de su misma raíz, nuestra pasión por redescubrir y gozar en ese nuevo recorrido de cuantas reacciones estructuran en sus personajes ficticios la eficacia de las imágenes que nos son mostradas a través de ese fascinante "teatro de ideas en movimiento" que, ya desde su nacimiento, formulase su máximo exponente: el Séptimo Arte.
[8 de junio de 1916-Saló-(Italia)-6 de abril de 2007-Roma]
Creador, junto a Mario Monicelli y Dino Risi, de la "commedia all'italiana" (también conocida como "Neorrealismo rosa"). Hijo de un ingeniero, su niñez transcurre en París. Su asidua asistencia a las salas de cine parisinas despiertan en él un gran entusiasmo por el Séptimo Arte. A su regreso a Italia, se matricula en arquitectura en el "Politecnico di Milano". Gana un premio: "Littoriale della cultura e dell'arte". Tras su matrimonio con la aristócrata (principessa) Giulia Grifeo di Partanna, de cuyo enlace nacerán cuatro hijas, coordina su trabajo de arquitecto con la crítica cinematográfica. Finalmente, abandona la arquitectura para convertirse en director de cine. Acabará asimismo ocupando el cargo de director de la "Cineteca Italiana", fundada por él y por el no menos afamado director de cine Alberto Lattuada. Dos de sus hijas, Eleonora y Paola (ésta, además, como escenógrafa) se convierten a su vez en directoras cinematográficas y colaboran asiduamente con Comencini. Cristina y Francesca, sus otras dos hijas, participan en la realización del último film de su padre: "Marcellino, pane e vino" de 1991, remake poco afortunado en taquuilla del film español de 1955 dirigido por Ladislao Vajda. Su nieto Carlo Calenda, hijo de Cristina Comencini es elegido ministro del "Governo Renzi" y en el de "Gentiloni". En 1999 publica una autobiografía llamada "Infanzia, vocazione, esperienze di un regista". Aquejado de la enfermedad de Parkinson, fallece en Roma a los 90 años.
Onorificenze: "Grand'ufficiale dell'ordine al merito della Repubblica Italiana", Roma, 27 de abril 1987
"Cavaliere di gran croce dell'Ordine al merito della Repubblica Italiana" Roma, 2 de mayo 1996
"Le avventure di Pinocchio", 1972
"Pane, amore e fantasia" (Oso de Plata en el festival de Berlín de 1954)
"Il maresciallo" Antonio "cavalier" Caretonetuto, ya alcanzada la un tanto temerosa tiniebla a que nos arrastra esa poco confortable edad de la madurez, pero que aún se extravía en la fatuidad que siempre acaba por conferir el romanticismo exacerbado de los solteros recalcitrantes, bien que no por ello menos mujeriegos, es trasladado por el "Arma dei Carabinieri" al humilde y vetusto pueblecito de Sagliena. La aldea conserva el resabio léxico de la crianza rural. Cada palabra, cada momento de "il maresciallo" es avizorado. En la evocación cristiana del vecindario reside el diablejo infatigable que platica y critica con esa campechanía anacrónica que jamás pierde su olfato. Se deslizan las sospechas, se precipitan las contradicciones sobre el eficaz entono romántico de que hace gala "il maresciallo Carotenuto". Sagliena acoge la radiante y graciosa juventud pastoral de la modesta Maria de Ritis, denominada coloquialmente como "la bersagliera" (leñadora).
Don Emidio, "il parroco" se siente obligado a hablar con "il maresciallo", y comentarle las características humanas que retratan a los habitantes de Sagliena. "Il maresciallo" se las promete muy felices con las beldades lugreñas entre la que se encuentra "la bersagliera" Pero...
A la encantadora y furibunda "bersagliera" se contrapone la adobada elegancia de la atractiva Annarella "la levatrice" (comadrona). Frente a ambas, "il maresciallo" se exalta y desfallece. Corren muecas de inquietud de boca en boca. Son tiempos necesitados del rigor de la moderación, de la compostura moral que impone la iglesia a los extravagantes enconos romancerescos de la madurez. La belleza de la humilde "bersagliera" es la esencia galana de la aldea. Una posesión sentimental desmenuza, no obstante, con escrúpulos ingenuos el corazón de la virtuosa y bella "bersagliera": su amor por el joven y tímido carabinieri Pietro Stelluti. Sus encuentros, abismados en el candor interno y sabroso del amor, poseen un júbilo infantil.
Don Emidio, "il parroco", que defiende a carta cabal la honestidad de la "bersagliera" en contra de las envidias pueblerinas que se ciernen de continuo contra ella, lanza sus peroratas entre reprimendas de púlpito frente al pecado insinuante de las habladurías femeninas, sin dejar tampoco de clamar por la decencia de las costumbres en Sagliena.
Pero la única posesión sentimental que desmenuza con escrúpulos ingenuos el corazón de la virtuosa y bella "bersagliera" sigue siendo su amor por el joven "carabinieri" Pietro Stelluti.
"Il Maresciallo" requiere de "la bersagliera" que lo mejor es reprimir su estado de nervios y que por ello y por su bien procede a encerrarla durante una noche. Confía que pueda así calmar su furia. Y, aunque conocedores de la culpabilidad maldiciente de Paoletta, que se siente vencedora, la despiden del cuartelillo "dei carabinieri".
Pero el temor a perder a Stelluti sume en llantos continuos a la humilde "bersagliera", que debe enfrentarse a los reproches maternos.
Nel set: si gira (En el set: se rueda)
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