La
película, según su director Cecil B. DeMille, es una adaptación de los
capítulos XIII a XVI del libro bíblico de los "Jueces" y de la novela de
1926-1927 "Judge and Fool", de Vladimir Jabotinsky.
"Mi versión bíblica"
"Dalila la cortesana del Sahrán"
" ...
La ciudad la despidió con algarabía, plegarias y ofrendas. El Sahrán, impasible,
como si saliese a las guerras de Egipto, se mantuvo en su carro de oro"
"... Dalila no ahogará a Sansón por los misterios del goce"
Un viejo de párpados escaldados lanzó una mirada de ferocidad lastimera
al gentío enloquecido: "Cuánta alegría por un astro mortal que arrastra consigo el aire de los jardines que aspira, perfumes de reina adherido a sus túnicas recamadas, a sus uñas, a sus cabellos ungidos con el óleo más pingüe. Párvula Filistea que aborrece la calma pastoral de Dan, que se reclina en el triclinio del Sahrán, y se ofrece como oráculo de Dagón. Dalila no ahogará a Sansón por los misterios del goce, ni por la perfección desnuda de su cuerpo de ramera, mientras la rodea la noche de cánticos de cristal y plata. Sansón la amará contemplándola, pero no se dejará acosar por la delicia del peligro. La fuerza de nuestro Señor Jahvé está en el brazo del Juez de Dan y algún día la sentiréis"... "¡¡Una profecía!!" La guardia bárbara del Sahrán le hundirá bajo su tropel. Y el viejo que se postra, aún exclama: "Puedo repetir las Escrituras, porque esa hija de cuadrillas Filisteas sólo castrará a Sansón de su furor por el brebaje que beberá en la copa de sus querencias, y sin torcérsele una joya, cortará el rizo de sus cabellos... Pero ni los apetitos del Sahrán ni los
vuestros saciarán nuevamente sus deseos en Dalila, porque también ella
será devorada y profanada por el león que volverá tambaleándose"...
De tanto repetirlo tuvo a Gaza bajo un parpadeo de estupor. Y resonaron
las duras sandalias Filisteas de la guardia del Sahrán: "¡Vuelve al fango de donde saliste, vieja rana!"
"... Había aparecido ondulando en el cielo el contorno de la caravana. Salió
de los valles de Dan, atajando por ramblas y veredas, entre fardeles de
víveres, joyas y atadijos de bordados ropajes. Recostada en el
palanquín cubierto del dromedario exhausto, la voz de Dalila resonará
siempre en los desiertos, porque el Sahrán le dijo: "Te he constituido sobre la tierra mía de Dan, conquistada por tu pueblo Filisteo"
Y tomó un anillo diamantino de su mano enjoyada y se lo puso a la
cortesana, para que sellara todas sus voluntades con la suya. Y la colmó
de collares con "orificias" de símbolos sagrados, y de pulseras de ave
de gemas con cerrojillos de esmeralda, y de arracadas que brillaban como
la pulpa rosa y azul de las flores de loto de los jardines de Menfis, y
que semejaban pupilas caprichosas, labradas en crisólito, en
carbunclos, amatistas y esmeraldas... Y todo el pabellón de la tienda,
"de seda la trampa y por cebo la ramera de Gaza", como una entalamadura
que reprodujera los artesones de Nínive, se llenó con el misterio de los
tesoros de Egipto y Mesopotamia. Triclinios de toros alados, cortinajes
como cendales rojos y crespones de azul índigo, mesillas de sabina y
ébano, cojines de plumones de francolín, cuencos de oro con taraceas de
nácares y de turquesas, platos como losanges a los que se adhería un
sueño ondulante de pedrerías. Alcatifas de Babilonia cubrían el suelo
arenoso, y colgaban los pebeteros, donde se derretía el sándalo, la
mirra, la almáciga, el jengibre y la flor de cinamomo. Y la tañedora del
arpa se postraba junto al pabellón de grana, en el hontanar milagroso
del oasis, desnudado entre el desierto viejo, duro, petrificado en
relumbre, frente al pliegue de la alberca, vida única entre las
soledades arenosas, bajo el más sutil y lejano de los cielos, cuya
deliciosa circulación estrellada destacaba en el frágil azul de la
noche..."
"Y
el Juez de Dan se complació en todas las gracias del paso de la
cortesana de Gaza, que se vestía de los encantos de la lascivia,
reclamando perpetuos halagos. Eran sus pechos de una opulencia enhiesta,
que se modelaban en la esbeltez milagrosa de su belleza, y presidían
una suave lisura que se derramaba hasta las caderas, bajo la estola de
seda, rehuyendo su vientre hundido para bordear la línea perfecta de su
espalda. Perpetua excitación carnal estremeciéndose en un suave aleteo
de ave a los ojos de Sansón. Ave y serpiente. La sierpe del Sahrán. Los
ojos agrandados por el antimonio, la frente surcada por una senda de
amatistas que se perdían en una negra cabellera, como la noche
egipciaca, que dejaba a su paso el jugoso encendimiento de algunas
flores, del brillo de la goma que expande el perfume. El rostro un
reflejo de la armonía que residía en el hechizo todo del cuerpo. Sus
brazos desnudos, curvilíneos, recorridos de oro y púrpura, entre una
escarcha de gemas, se engendraban desde la limpia modelación de sus
hombros, resumiendo el donaire y el estilo volátil de sus pasos, cuyo
movimiento se plegaba dócilmente a los antojos de la tentación"
"Junto a Dalila se veía bastarda la fortaleza de Sansón. Y el Danita, que la temió como a todo su pueblo, fue llegándose a la cámara de la ramera, refugio en la tienda Filistea. No fue ella presa de Sansón, sino el Caudillo de Dan de su propio salvajismo, porque, cautivo de la miel de la galanía de la hembra, no quiso evitar sus ojos con lumbres siniestras, de inveterada engañadora, meticulosamente perversa; y acudió tembloroso a sus brazos, que aguardaban el derrumbe de la res para descarnarla aun viva. Ella le aborreció villanamente. Y él, en su afirmación de varón, enfermo en la salud, la poseyó, dejando tras de sí los odios de los hombres asesinados; de los vasallos de Filistea. Y escondido bajo el triunfo de Dalila, gozó de un solaz acre, desoyendo voces y silencios de tragedia, porque la ramera del Sahrán le evocó la sequedad devoradora del deseo. Pero guardó silencio... "Es inútil, Sansón" -se fingió dolida la hetaira de Gaza- "La noche que vine al valle de Sohreck quisiste que me marchara. Tenías razón, es mejor que me vaya. Hay muchas mentiras entre nosotros"... "¿Te unirías a mí en matrimonio?"-inquirió el Danita- "Sansón, tú me temes más que me amas"... "No te temo bastante"... "¿Es que no confías en mí?"-le retó Dalila-... "Sí, pero te amo"... "Entonces dime el secreto que encubre tu fortaleza"... "¿Y que harías tú si lo supieras?"...
"... El veneno que hoy escancias, lo beberás tú mañana"
"Al apuntar el alba, arrebató al Caudillo Danita el secreto de su fuerza. Y él dormitó sin arrancarse de su cuerpo la llaga de su lascivia. Y la Filistea hincó sus pupilas de sierpe en los ojos mansos y satisfechos de Sansón. Luego alzó desdeñosa sus hombros y sintió denuedo por arrastrarlo encadenado hasta su patria. Una vieja esclava egipcia, de mirada fosfórica, en la que fermentaba el odio de los últimos señoríos de Menfis, humillados bajo la pompa de los carros Filisteos, puso en manos de la hetaira de Gaza, custodia odiosa de su servidumbre, la codiciada ponzoña de adormidera. Y en boca de una sirvienta, le devolvió el canon profético de su execración: "El veneno que hoy escancias, lo beberás tú mañana"... Pero Dalila no dudó en verter el pomo del sueño en la boca del Danita. Y en la postración del deleite de Sansón, malogrando los designios de los ritos mosaicos de Yahvé, relució el bronce afilado del cuchillo sobre el cabello rizoso que resbalara por la nuca del gigante dormido"
"¡Sansón, Sansón" -exclamó Dalila- ¡Los Filisteos caen sobre ti!"... "¡Caeré yo sobre ellos!"... "¡Miradle! ¡El león de Dan rapado como una oveja! ¡Dalila lo desplumó como a un pollo!"... "¡Te arrebaté tu fuerza, Sansón!"... "¡Filistea, rata maldita!... Dejad las armas, la hégira de mi Dios se fue de mí. ¿Qué teméis? Mi sangre brotará tan roja como la vuestra. Toda Gaza honrará al hombre que lleve mi cabeza"... "No te vamos a matar, Sansón. Los Danitas necesitáis un recuerdo del precio de rebelarse"... "¡Llama a tu Dios!" -rió Dalila-... "Le he traicionado, ya no puede oirme"... "¿No eres más fuerte que cien hombres?" -ironizó de nuevo la cortesana del Sahrán- "¡Ya no puedes llevarte las puertas de Gaza otra vez! ¡No puedes matar un león! Ahora eres como cualquier otro hombre"...
"La recompensa de Dalila"
"El Templo de Dagón"
"Y Gaza depositó la recompensa prometida de cien mil piezas de plata a los
pies de la ramera Filistea, porque el Juez de Dan quedó dócil como un
león castrado; cegado frente a las migas de la gracia caídas de la mesa
de Dalila. Resonaron las risas Filisteas, porque el Caudillo de Dan
rodaba la muela del molino. ¡Escrito estaba! Sansón se afondó en la
soledad infinita de sus tinieblas, y para recuerdo de la sencillez
patriarcal que colmara en otro tiempo la holgura de su libertad entre la
blanca y suave lumbre de la tierra de Dan, hubo de beber toda la copa
de la cólera de Yahvé. Luego, en las amarguras de su servidumbre, el
Señor le restituyó su amparo, devolviéndole su ahínco en la fuerza de
sus brazos. Fue arrastrado el Danita para su castigo frente al triunfo
de Dalila y su señor Sahrán. Uncido a los pilares sobre los que el
templo de Gaza descansaba. Y entre las columnas que formaban el obrador
broncíneo del altar, dintel sagrado del templo pagano de Dagón, el aire
quedó traspasado de un polvo dorado. Bajo el cielo intenso y sobre el
gran patio de la canalla Filistea, colmado, como el trigo en el granero,
por el pueblo que bramaba de ansia, redundó un terremoto de cal y
piedra. Y así sonó el alarido de Sansón, como hachazo en rama tierna,
partiendo del silencio: "¡Mis ojos vieron ya tu luz, mi Señor Yahvé, muera yo aquí ahora con todos mis enemigos!"
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