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miércoles, 1 de mayo de 2024

El gran genio del Séptimo Arte: ORSON WELLES

    EL GRAN GENIO DEL SÉPTIMO ARTE: ORSON WELLES 





Lema sarcástico del truhán Harry Lime: "En Italia, durante 30 años bajo los Borgia, tuvieron guerras, terror, asesinatos y derramamiento de sangre. Pero surgieron Michelangelo, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En  Suiza tuvieron amor fraternal, 500 años de democracia y paz,  ¿y qué crearon? El reloj de cuco" 
 



Mastodóntico, inabarcable como un paisaje que nos arrebata. Porque el paisaje Welles posee todas las revueltas sensitivas, todas las atmósferas interiores, todos los hálitos robustos que dan vida al concepto prometido de una gracia singular, del genio más señero, de una sabiduría técnica única. Penetrar en todos y cada uno de sus recintos es ahondar en la excelsitud y volar en la brisa que arrastra nuestras exclamaciones admirativas entre emociones que habrán de permanecer encantadas. Transitar por la magia y la avidez secreta de una recobrada alquimia y gozar sobrecogidos de la camaradería del genio que nos aporta nuevas conjugaciones en su prosodia fílmica. Y para que esa originalidad apasionada de creación solitaria, delirante e insaciable, concretada por el ojo de la cámara y el empleo transmutador y fascinante de la honda profundidad lumínica, se cumpla del todo, nuestra vista jamás podrá desviarse de sus inesperadas suculencias parabólicas, o impactantes estallidos angulares, que trazan las exaltaciones imaginativas de sus planos fotográficos. Especie de penetrantes e infinitos alvéolos entre los que se dislocan las clásicas estructuras plásticas más afamadas del cine, primero captadas en decorados de estudio, luego redimidas en favor de los escenarios naturales, creando una superlativa arquitectura cinematográfica, igualmente rescatada a los módulos del expresionismo que pusiera en circulación la escuela alemana. Todo lo cual imprime a sus imágenes un dinamismo vertiginoso de culminaciones geométricas sobrecogedoras en su belleza, y que parecen arrancar (tras un primer punto de partida teatralizante) de la unidad pictórica del más eterno de los retablos expresionistas.

[George Orson Welles, más conocido como Orson Welles, nacido en Kenosha, Wisconsin, EE.UU. el  6 de mayo de 1915-Fallecido en Los Ángeles, California, el 10 de octubre de 1985 de infarto agudo de miocardio a la edad de 70 años]

 

Hijo del empresario e inventor Richard Head Welles, y de una famosa concertista de piano, Beatrice Ives. En 1921 sus padres se divorciaron. La familia Welles ofrecería al niño un precoz retrato de las frustraciones del americano medio. Vive, probablemente aterrado, la reclusión de su hermano mayor Dickie Welles en una institución psiquiátrica, y su madre muere de ictericia en 1924, cuando Orson cuenta 9 años. Ya desde muy niño había sido instruido por ella en toda clase de expresiones artísticas como la música, la pintura y el dibujo, y la literatura. Maurice Bernstein, médico de Chicago, que le había prodigado cierta deferencia movido por los sentimientos amorosos hacia Beatrice, destacó por entonces las cualidades geniales que ya observara en el niño, e impulsaría su educación en el Tool School de Illinois. La custodia paterna de Orson había durado tan sólo 6 años, ya que Richard Head Welles moriría en 1930 a causa de su adicción a la bebida.

Tras una temporada relámpago en Dublín, Irlanda, donde, con 16 años, trabajaría en el teatro, vuelve a New York en 1932 y debuta en Broadway con "Romeo y Julieta". Con apenas 23 años funda la compañía Mercury Theatre. E inmediatamente junto a sus colegas representa por radio, en la famosa cadena estadounidense CBS, en 1938, una sobresaliente adaptación de "The War of the Worlds" ("La guerra de los mundos") de H. G. Wells. Se aúnan realismo y la inspiración genial del joven Welles. Un auténtico pánico se apodera de New Jersey, donde, según la emisión radiofónica, estaba teniendo lugar la invasión extraterrestre, y que (tal como intuyera el singular Orson) fue entendida a la manera americana, muy afecta a sus retablos de cotidianeidades apocalípticas. Merced al brillante y carnavalesco revuelo radiofónico, por el que consigue fama mundial, la RKO Pictures le contrata en 1939. Tras su estruendoso caos figurativo en la CBS, RKO concede entera libertad a Orson Welles para escribir y dirigir sus dos primeras películas. 
De la persecución "Maccarthysta" a la mayor crisis industrial de Hollywood, atrapado en su hora incierta por las "listas negras". Cunde el sobresalto. Una empresa tan fecunda se malogra. Del árbol cortado del que surgieran generosas oleadas de excelsos autores, ahora implacablemente repudiados por la que fuera tierra de veneraciones y prodigios, brota únicamente un lauredal: Europa. No queda otro solar más fértil y hospitalario. Jamás el éxodo del genio fue menos indeterminado. A los anatematizadores como Joseph McCarthy, sembradores de discordia, una vez podridas las limpias costumbres de un fenómeno que, hasta 1945, al acoger una nutrida constelación de talentos provenientes del continente europeo, había venido actuando persistentemente en Hollywood como indiscutible polo de atracción de la creatividad, no les queda más que el vaho ruin del bochorno de sus congregaciones puristas; la polvareda del barrizal reseco de una intolerancia gubernamental que deja tras de sí la trasnochada modorra política de un gigantesco vecindario patriotero que parece haber olvidado su sana "Constitución Democrática", ahora amparada en su "caza de brujas". Postulado "chauvinista" que se obstina en un diálogo imposible con los que mantienen el silencio loable y exaltado de sus amenazadas libertades, y cuyos ímpetus contenidos adquieren el subido valor de aquellas tonadas burlescas de quienes se hartan de sentirse vigilados: "¡Mira que te mira McCarthy, mira que te está mirando!" "¡Mira Hollywood que te has de morir, mira que no sabes cuándo!".
 
Frente a la hostilidad del medio, una vez desencadenados los instintos más primitivos de un pueblo como el norteamericano, que para estupor del Viejo Continente es capaz de dividir nuevamente su mundo en dos mitades, no nos queda más remedio que lanzar nuestro alegato contra tales desmanes, y expresar que, frente al clima moral de ese ciudadano universo desquiciado que cree verse en la obligación de cumplir como "nuevo defensor de los valores americanos", nosotros, sus espectadores, preferimos el impío al indiferente. Y que llegamos a desear fervientemente que de aquel rezo, tocado por el gesto de la denigración, no quede más que el alma vacía de su "caza de brujas". Por fortuna, tras el horizonte en llamas de aquella irracional y escandalosa expatriación norteamericana, fue Europa la receptora de ese fuego sacro que únicamente son capaces de esparcir las ultrajadas doctrinas del genio. Y por condescendencia de otras "Mecas del hombre", de muchos de los desaparecidos fastos hollywoodenses (celebridades cultivadas e inteligentes, entre actores, directores e intelectuales, poco representativos de la falsa realidad planteada por el "Maccarthysmo"), que su calendario señalara a principios de 1951, tras enjugársele sus sudores al éxodo, como a Teseos huidos del laberinto, nuevos prodigios habrían de nacer del flamante anhelo europeo. "¡Reinaremos!... Aquí nos tenéis si os place". Además del caso de Chaplin, otras luces nos atravesarían como una bendición: Joseph Losey, Robert Rossen, -Dalton Trumbo, Betsy Blair-, Jules Dassin y Orson Welles.

Pocos años después, a principios de la década de los 60, se anuncia un naciente aluvión. Esta vez de la que se llamó "nueva artillería del cine norteamericano", que, en una inédita diáspora, ahora por exigencias crematísticas, se trasladaría a Europa para rodar bajo la cegadora luz de los países mediterráneos sus olímpicas "saturnales" masificadas de extras y escayola, como la procelosa y sublime "Cleopatra" del gran Joseph Leo Mankiewicz, protagonizada por Elizabeth Taylor [que cobró un millón de dólares], Richard Burton, Rex Harrison y Roddy McDowall, y una extraordinaria banda sonora de Alex Nort.
O el gigantesco pastiche judaico-cristiano de William Wyler, "Ben-Hur", filmado en Roma, con Charlton Heston, Stephen Boyd, Jack Hawkins, Sam Jaffe, Martha Scott, Hugh Griffith, Frank Thring Finlay Currie, Cathy O'Donnell, Claude Heater como Jesucristo,  y una desconocida actriz israelita Haya Harareet, film premiado con once Oscars.
Su precedente más directo había sido, bien que en 1951, "Quo Vadis?", de Mervyn LeRoy, con Robert Taylor, Deborah Kerr, un genial Peter Ustinov, Leo Genn, Patricia Laffan, Finlay Currie, Buddy Baer, Marina Berti, Nora Swinburne, Felix Aylmer, Ralph Truman, Norman Wooland y Rosalie Crutchley, también rodado en los Estudios Cinecittà, y ambas películas enriquecidas con dos extraordinarios sound-tracks del epopéyico compositor Miklós Rózsa.




Con sólo 24 años, una experiencia casi nula como realizador cinematográfico, pero capaz de tejer, una vez interiorizado de la técnica y el lenguaje que le ofrece el cine, un insólito estilo visual propio y meticuloso, al que aporta un estudio de conductas inédito para la época, que además incluye el "documentalismo" dentro de la misma historia que cuenta, realiza en 1941, ayudado por el guionista Herman J. Mankiewicz, la película más importante de la historia del cine "Citizen Kane" ("Ciudadano Kane"), con Joseph Cotten, Dorothy Comingore, Ruth Warrick, Everett Sloane, William Aland, George Coulouris y Ray Collins.
Basada en la vida del magnate de la prensa William Randolph Hearst, que trataría por todos los medios de prohibir su proyección, se estrenaría en 1941. El entusiasmo de la crítica fue unánime. Pero las trabas impuestas a su distribución por Hearst, impidieron su éxito en taquilla.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Su siguiente película "The Magnificent Ambersons" ("El cuarto mandamiento") 1942, con Joseph Cotten, Dolores Costello, Anne Baxter, Tim Holt, Agnes Moorehead, y Ray Collins, sufrió una polémica manipulación por la RKO. Y pese a que, vista hoy, aún conserva ese irreprochable e indiscutible vigor narrativo de Welles, éste aseguró que el film había quedado reducido a una auténtica ruina.




En 1946 rueda e interpreta "The Stranger" ("El extraño"), como un militar ex nazi, Franz Kindler, que adopta una falsa identidad como profesor en una pequeña ciudad de Connecticut. Como parte de su nueva vida, se casa con la hija de un juez. Un agente federal le sigue los pasos y tratará de desenmascararle.Welles reconoció su mínima implicación en dicho film,rodado a desgana, pero su no menos artesanal técnica exploratoria queda bien patente en la película, que hoy se ha convetido en un film de culto. Estuvo magníficamente interpretada por una lúcida Loretta Young, y Edward G. Robinson, Philip Merivale, y Richard Long.

Su matrimonio con Rita Hayworth fue tormentoso y abocado al fracaso desde su inicio."The Lady From Shanghai" ("La dama de Shanghai"), dirigida  e interpretada por Welles en 1947, fue el principio del fin, con una Rita Hayworth teñida de rubio, se encuadra en una violenta mitificación del "thriller", y florece como planta venenosa de inquietante fascinación entre el asfalto de San Francisco. Perturbadora y enrevesada tela de araña que atrapa a los espectadores, en especial en la escena final en la galería de espejos. fue coprotagonizada por  Everett Sloane, y Glenn Anders,
En 1954, rueda "Mr. Arkadin" en España, tratando de acaparar ciertas premisas de "Citizen Kane", y el relato resulta escasamente inspirado, pese a que su exclusivista método narrativo se mantiene incólume. No obstante, adolece de un reparto inadecuado- si exceptuamos a Welles como protagonista principal, y a Michael Redgrave-, con Patricia Medina, Akim Tamiroff, Misha Auer, Peter Van Eyck, dos desconocidos Robert Arden y Mark Sharpe, Suzanne Flon y Katina Paxinou en la versión inglesa, Paola Mori, Irene López Heredia y Amparo Rivelles en la versión española.






 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
En 1958, lleva a la pantalla la novela "Badge of Evil" de Whit Masterson, dirige e interpreta el mejor thriller negro de la historia del cine "Touch of Evil (Sed de mal) con Charlton Heston, Janeth Leigh, Marlene Dietrich, Joseph Calleia, Dennis Weaver, Akim Tamiroff, Val de Vargas, y los cameos de Zsa Zsa Gabor, Mercedes McCambridge y Joseph Cotten. Su segunda obra maestra indiscutible, alcanza la más alta cota del cine policíaco-psicológico, entre un torbellino onírico de semiverdades y flagrantes mentiras, climas fantasmagóricos, una expresiva ferocidad, grandiosa y proporcional al ambiente de su entorno (una viciada ciudad mexicana fronteriza con los Estados Unidos), que a través del sentimiento del recuerdo, pese a la ética dudosa, egocentrista, y xenófoba de su personaje principal, el no menos corrupto inspector Quinlan, sublimado por el mismo Welles, recobra ese especial aliento siempre trágico, que conlleva ecos de los grandes dramas "shakesperianos".


Tras un montaje desastroso, "Touch of Evil"fue condenada al ostracismo. Las copias que corrieron por todo el mundo ahogaron su rigor, y el crudo espectáculo propuesto por ese policía corrupto, al que da vida un Orson Welles absolutamente sublime, con su carga de amargura de hombre sin sueños ya, incapaz de recomponer la sórdida realidad en que se sume su existencia, y que, no obstante, arrastra y presume de la dogmática y perniciosa obstinación de una superioridad inmersa en la profundidad de su malsana conciencia. Pues bien, para dolor de muchos, esta película, debidamente recortada, nos fue servida en las pantallas comerciales, con su viejo montaje devastador, como una trivial investigación detectivesca, en la que se conceptuaban todos los altibajos y supuestos defectos de cualquier film de serie B, (pese a la constatación entre líneas de que el talento de Welles había sido ominosamente manipulado).
 
 




 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El halo nostálgico, estremecedor, del mejor Welles, nos obsequiará también, al son de una pianola que nos mutila las entrañas, con un tú a tú del más excelso nivel mítico: un encuentro que habla de implícitos delirios eróticos y de la ya imposible belleza de los recuerdos, tras abordar la más dolorosa imagen de la soledad en una dimensión temporal irrecuperable.
 


 

Tanya-Marlene Dietrich, decadente, melancólica e insondable, aparecerá frente al "egregio comecriminales", ahora pelele de una lenta peregrinación hacia su trágico declive, para responder, mientras extiende sus cartas sobre la mesa, a la solicitud de Quinlan de que le lea su futuro, como, al parecer, hiciera ya otras veces: "Tú no tienes futuro.... ¿Que quieres decir?, inquiere Hank... "Tu futuro acabó... Vuelve a casa"

     

                 

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 En el plano secuencia con que arranca "Touch of Evil" late uno de los travellings más aptos para atraerse lo extraordinario de este "Sabio Definidor del Gran Cine", Mister Welles, y de lo que debe ser una perfecta conmoción fílmica. ¡Un auténtico y largo juego coral en carne viva! Nos acecharán luego esos sus claroscuros siniestros del más contundente blanco y negro jamás captado por la cámara; los contrapicados que acentuarán esa especie de dramaturgia escénica angulosa con nuevos y vertiginosos travellings maestros, que nos resumen toda la opresión de unos personajes atrapados a través de avenidas ruidosas, y callejones aptos para la puesta en práctica de cualesquiera de los toques diabólicos que impregnan el film. Y se nos reservarán esos descampados polvorientos, entre una suciedad revoloteante, a través de la iteración indiferente de las martilleantes y enloquecedoras torres petrolíferas.

Una vez afincado definitivamente en Europa, se entregaría también con escasos medios financieros en rodajes que él mismo interpreta y dirige como "Macbeth" 1948, con Jeanette Nolan, Dan O'Herlihy, Roddy McDowall, y Edgar Barrier.
 



"Othello", 1951, con Suzanne Cloutier, Micheál MacLiammóir, Robert Coote, y Fay Compton.






Y muy especialmente "Falstaff"-"Chimes at Midnight" ("Campanadas a medianoche"), de nuevo en España, 1966, producida por Emiliano Piedra, uno de los monumentos shakesperianos más excelsos de su visual ingenio cinematográfico. Auténtico paso de gigante hacia el expresionismo, que se enriquece, además, con el tremendo potencial de su arte interpretativo. Protagonizada por una extraordinaria Jeanne Moreau -a la que Welles catalogó como la mejor actriz del mundo-, y un gran reparto encabezado por Keith Baxter, Norman Rodway John Gielgud, Marina Vlady Margaret Rutherford, Alan Webb, Fernando Rey, José Nieto, Tony Beckley, Jeremy Rowe, la infantil BeatriceWelles, Michael Aldridge, Andrés Mejuto, Julio Peña y Walter Chiari. La postrer obra maestra indiscutible de Orson Welles. Premio Especial en el Festival de Cannes 1966. Un gozo absoluto para vista y oído. La cámara vuela entre la profundidad de los focos y un múltiple estallido de ángulos recónditos. Uso impresionante de la luz que desciende sobre cada imagen del film produciendo una fascinante sensación de relieve. La larga secuencia de la Batalla de Shrewsbury fue una conmoción. Brillos difusos a través de un mosaico de angosturas gimientes entre barrizales, donde soldados y corceles arremeten y hienden sus espadas, picas y hasta los pomos de sus puñales como un tumulto de pasos enloquecidos que dejan tras de sí un estercolero sangriento. Imitada en "Braveheart" de Mel Gibson y en "Enrique V" de Keneth Branagh. Falstaff sublimado por Welles, Shakespeare sublimado por Falstaff. Autor y actor coinciden en la imposibilidad de sentir afecto por la enormidad de sus faltas. Es egoísta y borracho, pero estima a sus compañeros; su exuberante vitalidad, irónica e inteligente, renace, evoluciona y reverdece los sentimientos de todos aquellos que le acompañan.
La música de Angelo Francesco Lavagnino poética y conmovedora, un bellísimo registro lírico que modula con inolvidable fuerza expresiva este desbordante relato medieval, nacido del ingenio y de la impetuosidad expresionista de Welles y del exquisito aliento narrativo de uno de los mayores genios de la literatura mundial: William Shakespeare, alias conde de Oxford, Edward de Vere-1550-1604-


 

En 1962 había adaptado a Frank Kafka con The Trial"-"Le Procès" ("El proceso")" interviniendo como actor y con Anthony Perkins, Romy Schneider, Jeanne Moreau, Orson Welles, y Elsa Martinelli.. Desde el plano estético la visión periférica y fantasmal del mundo kafkiano ofrece todas la necesidades expresivas que irradia la compleja expresión onírica del autor. Los fondos de luz, los procedimientos angulares de Welles mantienen su particular estilo fílmico. Mal entendida, pese a su esplendido reparto, la erupción de las peores críticas neutralizó su éxito. Hoy es un nuevo objeto de culto.
 
La incomparable y sublime gama de las posibilidades técnicas que este colosal genio pudo aportar al arte cinematográfico, se perdió para siempre entre infatigables ritmos de trabajo, muchos de ellos iniciados y que nunca pudo finalizar por falta de financiación. No obstante, como gran actor prestó su genialidad interpretativa en numerosas películas. Entre ellas, además de "The Third Man" ("El tercer hombre"), de 1949, dirigida por Carol Reed, memorables e inquietantes fueron sus apariciones en "Black Magic-Cagliostro", 1949,  dirigida por Gregory Ratoff y Orson Welles, con Nancy Guild, Akim Tamiroff, Frank Latimore, Valentina Cortesa, Silvana Mangano y Raymond Burr; "Prince of Foxes" ( "El príncipe de los zorros"), 1949, como César Borgia, dirigida por Henry King, con Tyrone Power, Wanda Hendrix, Everett Sloane, y Katina Paxinou. "Black Rose" ("La rosa negra"), 1950, dirigida  Henry Hathaway, con Tyrone Power, Finlay Currie, Cécile Aubry, Jack Hawkins, Michael Rennie, Herbert Lom y Laurence Harvey. "Moby Dick", 1956, de   John Huston, con Gregory Peck, Richard Basehart, Leo Genn, James Robertson Justice, y Harry Andrews.

"Man in the Shadow" ("Sangre en el rancho"),
1957,
dirigida por Jack Arnold,  con Jeff Chandler, Colleen Miller,  y Ben Alexander. "The Roots of Heaven" ("Las raíces del cielo"), 1958, de John Huston, con Errol Flynn, Juliette Greco, Trevor Howard, Eddie Albert y Herbert Lom. 

"
Crack in the Mirror" ("Una grieta en el espejo"), 1960, de Richard Fleisher, con Juliette Greco, Bradford Dillman, Alexander Knox, y Cec Linder. "Compulsion" ("Impulso criminal"), 1959,  dirigida por Richard Fleischer. con Diane Varsi, Dean Stockwell, Bradford Dillman, y E.G. Marshall.

Y su gran composición como 
Will Varner, dueño y señor de una gran propiedad sureña, según la novela de William Faulkner, "The Long, Hot Summer"("El largo y cálido verano"), 1958, dirigida por Martin Ritt, con Paul Newman, Joanne Woodward,  Lee Remick, Tony Franciosa, y Angela Lansbury.

Pleitos constantes y espectaculares suspensiones de pagos que le provocarían un ataque cardíaco en Los Ángeles en 1984. Sus cenizas, a petición del genio, fueron enterradas en una hacienda del torero Antonio Ordóñez, en Ronda (Málaga).