Moisés le advierte que la próxima plaga
que caerá sobre Egipto será convocada por el mismo Faraón. Enfurecido por las
plagas sufridas, Ramsés ordena morir a todos los hebreos primogénitos.
Nefertari oye el edicto de Ramsés y se dispone a acudir a la aldea
hebrea de Gosen a salvar al hijo de Moisés con la intención de recuperar
su amor.
Tras
el edicto de Ramsés, Nefertari que cree poder recuperar el amor imposible
de Moisés, convence a Séfora para que acepte su
protección. Nefertari ha preparado una caravana para sacarla de la ciudad
y salvar así a su primogénito de la muerte dictada por el faraón.
Luego, espera la llegada de Moisés para comunicarle que ha salvado a su primogénito haciendo huir a Séfora. Pero Moisés exclama que será su hijo el que caerá víctima del ángel de la muerte enviado como última plaga por Yahveh. Nefertari, aterrorizada, insiste en que ha salvado a su hijo, y que Moisés impedirá que su primogénito sea sacrificado por su Dios. Cuando Moisés exclama que nada podrá hacer contra la decisión de Yahveh, Nefertari vuelve a palacio convencida de que Moisés salvará a su primogénito.
A
media
noche, Yahveh mandó cubrir con sangre de cordero sacrificado cada hogar hebreo de Gosen a fin de que su
ángel de la muerte pasase de largo. Luego hirió a todos los primogénitos
del país de Egipto con una
nube de
muerte, incluido el hijo de Ramsés y
Nefertari. Aquella
noche hubo grandes
alaridos en Egipto, porque no había casa donde no hubiese un primogénito
muerto. Josué acude también al encierro en que se halla Lilia junto al
traidor Dathan, para salvar a la joven, y cubre la entrada con sangre a
fin de que la muerte pase de largo. .
Bitiah,
la hermana de Seti, que salvó a Moisés de las aguas del Nilo y lo crió
en palacio como hijo suyo, acude a Gosen a refugiarse en el hogar hebreo
de Moisés. Y cuando Miriam, hermana de Moisés añade que la ex princesa
egipcia no es más que una idólatra, Moisés defiende a Bitiah aduciendo
que lo salvó de morir en el Nilo y lo cuidó durante su niñes y juventud
como hijo suyo.
.
Moisés
acude al palacio de Ramsés donde su hijo sufre las consecuencias de la
plaga, y junto al lecho del pequeño Nefertari espera que se cumpla el
milagro de su curación por la que ha rogado a Moisés en su último
encuentro en Gosen. No obstante, Ramsés, en su desesperación, accederá a
que Moisés se lleve a su pueblo consigo y salga para siempre con ellos
de Egipto: "Tuya es la conquista, Moisés", admite Ramsés. Pese a todo, cuando Moisés abandona el palacio, Nefertari aparecerá con su pequeño muerto entre sus brazos.
Ramsés
seguirá pidiendo en vano a su dios de pìedra que devuelva la vida a su
hijo. Nefertari, que no cree en los dioses de Egipto, se burla de
Ramsés. "No puede escucharte. Él me oirá. Me devolverá a mi hijo. Yo soy Egipto. ¿Egipto?
Tú no eres nada. Tu dios no es más que un ídolo de piedra con cabeza de
pájaro. Has dejado que Moisés mate a nuestro hijo. Ningún dios te lo
devolverá. ¿Y que has hecho tú con Moisés? ¿ Le has dado muerte,
quizás, o le has oído pedir perdón mientras lo torturabas? Tráeme su
cuerpo. Quiero verlo... ¿No oyes las risas de los esclavos? ¿No oyes
cómo se rién de ti?... ¿Risas? Yo volveré las risas de esos esclavos en tormentos contra los muros?
Ramsés se dispone a perseguir con sus soldados a los hebreos liberados.
Nefertari le entrega su espada y le ruega que se la traiga con la
sangre de Moisés. La traeré, pero será para mezclarla con la tuya, amenaza a Nefertari.
Cuando
Ramsés, derrotado, vuelve a Palacio dispuesto a acabar con la vida de
Nefertari, ella, irónicamente, le pide que antes de asesinarla le
muestre la sangre de Moisés en su espada. Cuando Ramsés tira su arma,
Nefertari sonríe exclamando que no ha podido matarle. Entonces Ramsés se
sienta en su trono y reconoce: "Su Dios es Dios"
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