Fiódor Dostoievsky recreado por el genial director norteamericano Richard Brooks. Los traumas existenciales y morales del hombre son su especialidad. Al adaptar "The Brothers Karamazov" ("Los hermanos Karamazov"), largo y azaroso relato, rebosante de tiempos y avatares, crea, sin pretenderlo, un western discordante de iras y emociones. Su mundo ruso parece un film del Oeste, pero repleto de los verdes y rojos de Serguei Eisenstein en "La conjura de los Boyardos".
Más allá de la crítica superficial que puede significar trasladar a la pantalla la honda narrativa psicológica del genial Fiódor Dostoievsky, Brooks lleva a cabo un virtuoso ejercicio de lenguaje cinematográfico, que por supuesto, al tiempo que busca desesperadamente, durante las dos horas que dura el film, la senda de instrospección tan cara al autor de la historia, logra hacer tangible, mediante la robustez de su estilo cinematográfico, revalorizado por una espléndida fotografía en Metrocolor, la dimensión lírica, subjetiva e intimista que, aunque algo empequeñecida, o más bien limitada, ante la grandiosidad de la novela, revela las excepcionales posibilidades de muchos de sus actores, pese a la imagen erótico-sofisticadas que impusieran las técnicas narrativas hollywoodenses.
La forma exteriorizada (a través de la imagen) del drama de los personajes, aunque ilustren la prioridad de la estética ante la funcionalidad melodramática imaginada por el escritor, y que siempre formarán parte del clasicismo narrativo del país al que pertenecen, no dejará de ser por ello un enérgico estimulante que otorga a esta influencia determinante que la literatura ejerce sobre el cine, una acepción epidérmica de enorme originalidad, capaz de crear cierta atmósfera poética e inquietante gracias a la rigurosa composición plástica en la utilización de los decorados, y que consigue también alejarse de las fórmulas teatralizantes que conllevar pueda la transposición fílmica de una novela. Redención tras la culpa como recurso psicológico; melodrama de "Saloon" a cuya acción moralizante y violenta no renunciará la película en ningún momento. Talento de un brillante director: Richard Brooks, que naturalmente no superará la obra del maestro Dostoievsky, pero que será capaz de revelar con las revueltas aguas de ciertos arrebatos líricos esta senda de introspección propuesta por el drama en que nos envuelve la mejor de las literaturas.
[Yuliy Borisovich Briner- Юлий Бори́сович Бри́ннер, Vladivostok, Rusia, 11 de julio de 1920-Nueva York, EE.UU., 10 de octubre de 1985, de cáncer de pulmón a la edad de 65 años]
Dmitri Fiódorovich Karamazov, también llamado Mitia, es hijo del primer matrimonio de Fiódor y
Adelaida Ivánovna Miúsova, que dejó una pequeña herencia a su hijo, ahora administrada avaramente por su padre. Por su personalidad, Dmitri es el hijo que más se
parece al padre: es un hedonista embrutecido
que apuesta y despilfarra enormes cantidades de dinero, lleno así de deudas que nunca puede pagar. En su juventud
Dmitri fue soldado. Ha vivido toda su existencia, desde la adolescencia, en terribles enfrentamientos con Fiódor
que se niega a concederle la herencia de su madre, salvo algunos
pequeños préstamos que, por supuesto, jamás le devuelve. Esta pugna con
él le convertirá más adelante en el principal sospechoso del asesinato
de Fiódor.
Yul Brynner no es, por tanto, el Dmitri de Fiódor Dostoievsky: ¡es una especie de cowboy de Saloon! Pero nos encanta, tiene cara de ruso de verdad, es un actor que supo poner en solfa los más apetecibles excesos del género interpretativo, y sus pasiones son felinas y arrebatadoras.
[Maria Margarethe Anna Schell, Viena, Austria, 15 de enero de 1926- Preitenegg, Carinthia, Austria, 26 de abril de 2005, infarto a la edad de 79 años]
Agrafena Aleksándrovna Svetlova, también llamada Grúshenka, es un personaje femenino casquivano y ninfómano al estilo del personaje bíblico de Jezabel. Y por ello mismo posee un extraño encanto entre los hombres. Un oficial polaco la rechazó en su juventud. Grúshenka, que inspira una profunda admiración y lujuria en Fiódor, que, además quiere casarse con ella, comprará los pagarés de Dmitri a fin de intentar cobrar el dinero prestado por su padre con amenazas. Pero cuando se enfrenta a Dmitri, finge en un principio enamorarse de él, a la espera del oficial polaco de su juventud. Cuando éste aparece convertido en un militar despreciable venido a menos, Grúshenka desencatada se entrega definitivamente al amor desaforado y celoso que Dmitri siente ahora por ella. Ambos, con la ayuda de Aliosha, tras el juicio por el asesinato de Fiódor, huirán juntos para siempre.
Agrafena Aleksándrovna Svetlova, también llamada Grúshenka, es un personaje femenino casquivano y ninfómano al estilo del personaje bíblico de Jezabel. Y por ello mismo posee un extraño encanto entre los hombres. Un oficial polaco la rechazó en su juventud. Grúshenka, que inspira una profunda admiración y lujuria en Fiódor, que, además quiere casarse con ella, comprará los pagarés de Dmitri a fin de intentar cobrar el dinero prestado por su padre con amenazas. Pero cuando se enfrenta a Dmitri, finge en un principio enamorarse de él, a la espera del oficial polaco de su juventud. Cuando éste aparece convertido en un militar despreciable venido a menos, Grúshenka desencatada se entrega definitivamente al amor desaforado y celoso que Dmitri siente ahora por ella. Ambos, con la ayuda de Aliosha, tras el juicio por el asesinato de Fiódor, huirán juntos para siempre.
Maria Schell tampoco es la Grúshenka de la novela, pero es bellísima, aquí esplendidamente rubia, sarcástica y dulce. ¡Actriz soberbia! El doblaje español lastró su personalidad (la voz de María Victoria Durá borra por completo el recamado ladino e irónico del extraordinario dominio de la lengua inglesa por parte de la Schell) Oírla en el idioma de Shakespeare, con esa voz entrecortada, serafinesca y apaciguada, la convierte en un ángel malicioso, fascinante y sublime. Cuando baila parece una Marilyn Monroe balcánica. Su danza medio rusa, medio zíngara, es una antología del disparate bailoteado. Pero no por ello nos deja indiferentes: sus movimientos enloquecidos alrededor de Brynner, su blanca chambra cegadora tras la cual se cimbrean sus pechos, y su largo tirabuzón rubio, blandido al ritmo de los ¡ayes! gitanos, son uno de los recuerdos más imborrables de aquella Schell hollywoodense.
[John Richard Basehart, Zanesville, EE.UU., 31 de agosto de 1914-Los Ángeles, California, 17 de septiembre de 1984, de accidente cerebrovascular a la edad de 70 años]
Iván Fiódorovich Karamazov, también llamado Vania, es el primer hijo del segundo matrimonio de Fiódor con Sofía
Ivánovna. Es un ferviente racionalista y también ateo convencido. Desde su niñez tuvo mal carácter y se relaciona poco con sus otros hermanos. El
odio contenido que siente por su padre lo lleva a su propia culpabilidad
moral sobre el asesinato de Fiódor, aunque finalmente contribuya a intentar salvar a su hermano Dmitri de la acusación criminal que recae sobre él.
Richard Basehart es el Iván perfecto. Sus afirmaciones filosóficas y opiniones cínicamente demoledoras, su indignación ante la mediocridad del mundo que le rodea, su pasión mal disimulada, angustiosa, por Katia-Claire Bloom, su repugnancia tirando a histérica ante las intrigas empozoñadoras de su hermanastro más despreciable, es prueba incontrastable de su gigantesca versatilidad como actor que siempre triunfó en todos sus empeños, pese a que sus detractores, que los tuvo, incurrieran más de una vez en la indiferencia más absoluta frente a sus excelentes trabajos.
[Leo Jacoby, Nueva York, EE.UU., 8 de diciembre de 1911-Woodlands Hills, California, 11 de febrero de 1976, ataque cardíaco a la edad de 64 años]
Fiódor Pávlovich Karamazov, viudo, mujeriego, libidinoso y oportunista de 55 años, padre de tres hijos nacidos de dos matrimonios. Y mantiene como sirviente a un cuarto hijo ilegítimo Pável Fiódorovich Smerdiakov. Fiódor es un patriarca corrupto que nunca ha manifestado interés por ninguno de sus hijos Éstos han crecido apartados tanto de él como entre sí. La relación de Fiódor con sus hijos es, por tanto, insostenible a la vez que superficial. En cierto modo todos, a excepción del más pequeño, el novicio ortodoxo Alekséi Fiódorovich, desprecian a su padre, viendo en él el reflejo miserable de todas las corruptelas a las que se ha entregado durante toda su vida.
Fiódor Pávlovich Karamazov, viudo, mujeriego, libidinoso y oportunista de 55 años, padre de tres hijos nacidos de dos matrimonios. Y mantiene como sirviente a un cuarto hijo ilegítimo Pável Fiódorovich Smerdiakov. Fiódor es un patriarca corrupto que nunca ha manifestado interés por ninguno de sus hijos Éstos han crecido apartados tanto de él como entre sí. La relación de Fiódor con sus hijos es, por tanto, insostenible a la vez que superficial. En cierto modo todos, a excepción del más pequeño, el novicio ortodoxo Alekséi Fiódorovich, desprecian a su padre, viendo en él el reflejo miserable de todas las corruptelas a las que se ha entregado durante toda su vida.
Alekséi Fiódorovich Karamázov, también llamado Aliosha, es el más pequeño de los hermanos Karamazov,
segundo hijo de Fiódor Pávlovich y Sofía Ivánovna. Aliosha es un
novicio en el monasterio ortodoxo local. Sus creencias religiosas lo convierten
en el contrapunto de su hermano Iván. Aliosha acepta sin juzgarle el hedonismo brutal de su hermano Dmitri,
al que profesa gran afecto. Y pasa a ser en todo momento
el mensajero ante su padre de todas las necesidades monetarias que Dmitri precisa, sin enjuiciar jamás a qué destina el dinero. Finalmente, junto con Iván, salvará de la pena de destierro a Siberia por parricidio no probado a su hermano Dmitri, de cuya inocencia siempre ha estado convencido. El personaje está inspirado en Vladimir Soloviov, amigo de Dostoievsky.
[Albert Salmi, Brooklyn, Nueva York, EE.UU., el 11 de marzo de 1928-Spokane, Washington, 22 de abril de 1990, suicidio por disparo de revólver a la edad de 62 años]
Pável Fiódorovich Smerdiakov, es con toda probabilidad el hijo ilegítimo de Lizaveta Smerdiáschaia, una pobre mujer de la calle. Es un joven malparecido, epiléptico, huraño y despreciativo, que se ve obligado a trabajar como
sirviente y cocinero de Fiódor. Maltratado y despreciado
de continuo por su padre, espera alguna opción posible para llevar a
cabo el parricidio que le ronda por la mente desde la adolescencia.
Aunque mantiene una relación muy distante con sus hermanastros,
siente una especial admiración por Iván y comparte su
ateísmo, aduciendo que el crimen no es pecado, y por ello justificable. Cuando la ocasión se presenta, finge un último ataque de
epilepsia en el sótano, y poco después asesinartá a Fiódor.
Cuando confiesa su crimen ante Iván, de quien espera su admiración, éste, que siempre lo ha
despreciado, lo amenaza con llevarlo ante la justicia. Decepcionado ante
la incomprensión de Iván, Smerdiakov se suicidará ahorcándose.
Albert Salmi es tan repugnante como su personaje de Smerdiakov. Basta por tanto para llevar a cabo una magnífica interpretación, y ganó el Oscar al "Mejor Actor de Reparto"
[Patricia Claire Blume, Finchley, Londres, Reino Unido, el 15 de febrero de 1931-Edad actual 91 años]
Katerina Ivánovna Verjóvtseva, también llamada Katia, es deseada por Dmitri, que le ha prometido una cantidad de dinero si se entrega a él. Katia acepta el dinero que necesita para cubrir un desfalco llevado a cabo por su padre y evitarle la prisión. No obstante, cuando recibe una herencia por parte de su abuela, tras haber salvado a su padre, se promete a Dmitri del que en realidad siempre ha estado enamorada. Los celos hacen presa en ella cuando averigua la abierta aventura amorosa de Dmitri con Grúshenka. Katia produce otro triángulo amoroso entre los hermanos Karamazov cuando se entera de que Iván está enamorado de ella. Es orgullosa y su magnanimidad es una fuente constante de tormento para Dmitri. Cuando, en una entrevista desastrosa, trata de convencer a Grúshenka para que renuncie a Dmitri, áquella se burla de ella. Katia había hecho depositario a Dmitri de una gran cantidad de dinero para pagar sus deudas, que Dmitri dilapida. Y cuando éste es acusado en el juicio del asesinato y robo, sus celos la llevan a leer una carta acusatoria que condena definitivamente a Dmitri.
¿Y qué decir de Claire Bloom y de su Katia? Intérprete grandiosa, capaz de acumular trastornos y motivos de turbación en cada una de sus apariciones en la gran pantalla. Pero no es papel para una mantis religiosa como ella (fue actriz más dada a cierta voracidad por el overacting -muy agradecible en lo que a muchos cinéfilos respecta-, y quizás por ello su mejor momento en el film sea el de su decisión viperina, cuando, por mor de sus celos arrebatados, decide dar rienda suelta a los pliegues vengativos de su conciencia, y revela en el proceso, contra el hombre que la ha abandonado, el contenido de una carta acusadora, entre un planteamiento magistral de miradas despechadas, que condenará irremisiblemente a Dmitri).
No obstante, siempre la recordaremos en "The Man Between" ("Se interpone un hombre"), 1953, de Carol Reed, junto a James Mason,
En "Limelight" ("Candilejas"), 1955, de y con Charles Chaplin, y Nigel Bruce, Sydney Chaplin, y Norman Lloyd.
En "Look Back in Anger" ("Mirando hacia atrás con ira"), 1959, de Tony Richardson.
"The Spy Who Came From the Cold" ("El espía que surgió del frío"), 1965 de Martin Ritt, ambas con Richard Burton.
"The Spy Who Came From the Cold" ("El espía que surgió del frío"), 1965 de Martin Ritt, ambas con Richard Burton.
En "The Haunting" ("La guarida"), 1963, de Robert Wise, con Julie Harris, Russ Tamblyn y Richard Johnson.
"The Outrage" ("Cuatro confesiones"), 1964, de Martin Ritt, junto a Paul Newman, Laurence Harvey, Edward G. Robinson, y William Shatner.
Y muy especialmente como la alcohólica ninfómana "The Chapman Report" ("Confidencias de mujer"), 1962, del gran George Cukor, con Shelley Winters, Jane Fonda, y Glynis Johns, por la que recibió una nominación al Premio de la Academia.
En 1973, fue una magnífica Nora Helmer en "A Doll's House" ("Casa de muñecas"), según la obra de Henrik Ibsen, dirigida por Patrick Garland, con Anthony Hopkins, Ralph Richardson, Denholm Elliott, y Edith Evans.
Los aires zíngaros de la música de Bronislau Kaper son un torbellino. Exprimir la obra de Dostoievsky en la pantalla es casi nublar una pintura en un mural. Pero hay en este film como unos destellos de elegante cartulina clásica, una lumbre gozosa de clarísimos valores cinematográficos de Metro Goldwyn Mayer. Y no es un elogio protocolario insistir en que toda la película posee el artesonado profundo de aquel inolvidable menaje barroco que siempre parecía palpitar en manos de este director apasionado e ilustre que fue Richard Brooks. ¡Un gozo en rojo y verde!
El viejo doblaje Metro, pese a su enorme calidad, destrozó gran parte de la fuerte personalidad de sus intérpretes, en especial de Maria Schell. Siempre será más aconsejable por ello disfrutarla en su Versión Original Inglesa.