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miércoles, 12 de julio de 2023

Forever Amber (Ambiciosa)

 

Hombres y mujeres pueden convertirse en ávidas y fascinantes sombras capaces casi siempre, a lo largo de esta vida ridícula, de atesorar sus predisposiciones más torturantes, al tiempo que recorren este fatídico transcurso del tiempo entre temores y apetencias que, cuando se detienen en el amor, se afanan por concederse a sí mismas un rito de fábula eterna. Pero ese mismo amor, inextricable y peregrino, que a lo largo de nuestras existencias indefinidamente cantara el ingenio de los poetas y de los locos, pocas veces suele destilar la más mínima distinción filosófica. Por lo general, y muy en especial cuando llega impulsado por el mero placer y cierta sensación de alivio o cortesía que jamás consigue sanar, por otro lado, la llaga incurable que se abre a través de ese sentimiento, se cierne sobre el amante y el amado cargado con todos los augurios del desastre. El amor es la única emoción que ha poseído a lo largo de los siglos de existencia humana el derecho de circular libremente por el mundo. Pero nunca ha aprendido a luchar contra el miedo. Es el producto más enloquecido de la ilusión. Es una religión propiciatoria a la que no le interesa ninguna otra manifestación litúrgica. Y pese a sus constantes fracasos, por lo general compromete su orgullo, y se empecina en recorrer una estructura continua de absurda abnegación. Concede un valor inaudito a todas sus discordancias, a sus casualidades, a su innegable desorden. El amor es el lenguaje de la carne. Un lenguaje de dolor que casi siempre deja, además, su huella sangrante en la memoria. Un canto mitológico, un robo sexual a Afrodita, única diosa palpable a la que hombres y mujeres conceden su utópica injerencia de inmortalidad en su existencia mortal. Cuando se comunica, pese a que se derrocha despreocupadamente gozando de sus perturbaciones misteriosas, un latente miedo le domina, una percepción de estar compartiendo una sensación de desesperanza. Y cuando su vastedad comienza a asustar, es también cuando empieza a ser profundamente analizado. Si la fiereza invencible de los celos araña inteligencia y corazón, su existencia resulta insoportable. Y si pierde el valor de continuar y vislumbra la agitación del olvido, una vez legitimada la sospechada y siempre quejumbrosa desesperanza que lo acompañara, su presencia se convierte en triunfo de una náusea que se enfrenta al odio. Porque el odio no es más que un amor insostenible.
 

           ITINERARIO SENTIMENTAL DEL SÉPTIMO ARTE


Desde su nacimiento, el Séptimo Arte, al convertirse en el medio de expresión más receptivo a la sensibilidad de las masas (superando con ello la fidelidad y seguimiento que los siglos concedieran y seguirán concediendo a la creatividad literaria), se hizo con todos los recursos caricaturescos, morbosos, equilibrados e inestables capaces de conceder el más gigantesco canto simbolista al hombre y la mujer, y a ese perenne "amanecer" de la conciencia del amor. Una cinematográfica aventura artística siempre resultaría, por tanto, insólita y peligrosa (en la metalizada carrera comercial que le confiere su mayor valor distributivo y tantas veces meramente artesanal) sin la obligada exaltación romántica, el etéreo misticismo erótico, las pasiones de las rivalidades carnales, el arte retórico de las intrigas emocionales que trenzan y destrenzan los enredos amorosos, y por último hasta las alusiones visuales de una morbidez no menos capaz de franquear cuantas barreras, incluso las más provocativas, pretendan interponerse por entre las encubiertas ambigüedades amatorias que latir y cobrar vida puedan en hombres y mujeres a través de su no menos sugestivo, vivificante y tortuoso itinerario sentimental.
 

                           ¡AMOR, AMOR, AMOR... Y... !


El amor emerge con tanta fuerza en las cascadas del celuloide (ya sea pomposo, grandilocuente, cretinizante, melodramático o estremecedoramente objetivo), que por ello se convierte en la parte más viva (al igual que en la vida real) del arte cinematográfico. La cámara que engendra el cine posee ese virus en su sangre. Es la explicitación más relevante de su lenguaje fotográfico. Siempre guarda su proporción más eminente (aunque no siempre modélicamente expresada) frente al desarrollo épico u otras crónicas o gestas colectivas que recorren la imponente mole de su brillante edificación. Pero jamás será un grano de arena inmerso en una multitud. Es la tradición más directa, la más inmunizada contra la polilla del tiempo, la eterna moda como documento secular, la narrativa perennemente esclavizada a la aventura, el mejor exponente del equilibrio mercantilista que puede desorbitar el éxito tanto de la obra, como del director y productor, como de los protagonistas que dan cuerpo y vida a la misma. El amor (que puede abarcar desde la mayor simplicidad argumental hasta un balance de inusitada calidad), en la hora del cómputo histórico nada desdeñable que convierte el laboratorio del arte cinematográfico en el mayor apogeo comercial del siglo XX, ascenderá hasta situarse como el radiante astro por antonomasia en el personalísimo firmamento con que abarca su más fascinante plenitud, prosperidad y demanda de público esa golosa novedad festiva y artística que para la humanidad significara el nacimiento del Séptimo Arte. 
 


                 "FOREVER AMBER" Y KATHLEEN WINSOR


Conceptos y emociones no hallan siempre la adecuada expresión lírica exigible a la creación artística (en este caso la literaria). Tratar de cultivar el talento (en un empeño por halagar a las musas, que siempre andan un poco locas), y no de forma meramente accidental sino a propósito, es acabar por admitir la propia fragilidad del mismo, contemporizar con unas conveniencias que sólo se admiten en los fugaces salones de la fama, donde también el bálsamo de la vanidad adquiere esa fugacidad auto compasiva, que llega revestida por un no menos perecedero éxito financiero. Pero el talento tiene sus leyes. Y eso es lo nefasto. Una creación cuanto más trate de aumentar su deseo de grandeza, imaginando que esta orgullosa reflexión habrá de colmarle con los laureles gloriosos, y no menos tiranos, de un mundo, que, por lo general, casi siempre se pronuncia frente al triunfo fácil por poltronería mental, más descuidará a la íntima preceptora de la que la verdadera calidad siempre anda tan necesitada: la sensibilidad.

El manuscrito de Kathleen Winsor, "Forever Amber", de 2500 páginas, fue adquirido por la Editorial Macmillan de New York, que ya en 1936 había comprado los derechos de "Gone with the Wind" de Margaret Mitchell, logrando vender 4 millones de copias de la misma. Los avispados editores neoyorkinos no tardaron en lanzarse en picado sobre aquel novel desmán, totalmente desaliñado, perpetrado por la joven Winsor, que había empezado a escribir en febrero de 1940, a la edad de 20 años, y en el que trabajó durante cinco años, tras incansables esbozos que jamás parecían entrar definitivamente en su recta final. El manuscrito, que presentaba innumerables notas, datos y modas sobre la época de la Restauración Inglesa bajo el reinado de Carlos II (Winsor aseguraba haber leído más de 356 obras sobre dicho período, pues, casada a los 17 años con Robert Herwing, autor de una celebrada tesis sobre Carlos II, el erudito bagaje de su marido la había impulsado asimismo a sentir una fuerte atracción por la histórica "Restauración" en Inglaterra) fue refrendado por la Universidad de Texas.

 
Editada en 1944, la novela vendió 100.000 copias en su primera semana de exposición al público. Alcanzaría le venta record en todo el mundo de 3 millones de ejemplares y fue traducida a 16 idiomas. Lanzada como un "bodicer-ripper boom", algo así como un "best-seller destripador de intimidades inconfensables", fue denunciado (dada su más que probable traslación al cine) por la poderosa "Guidance on Moral Hays Office" El texto fue exhaustivamente "peinado" por la Jurisprudencia de Massachussetts, que halló en él 70 referencias a "intercambios sexuales", 39 "embarazos ilegítimos", 7 "abortos", 10 "escenas de desnudismo femenino frente a hombres con los que dichas mujeres no se hallaban casadas", y aproximadamente 50 "pasajes de censurables y libidinosas misceláneas". Finalmente, "The Massachussetts Attorney-General" exhortaba a que el libro de Kathleen Winsor fuera objeto, no tan sólo de proscripción, sino de excomunión. Muchos estados norteamericanos ofrendaron su asentimiento a esta condena. Se unieron a ellos malhumorados y hostiles críticos literarios, a cuya cabeza se hallaba Orville Prescott, el más importante censor literario del país, aristarco de "The New York Times", quien denunció la novela como "Cruda y superficial glorificación de una vulgar cortesana". Winsor negó repetidamente que su obra fuera "atrevida y obscena" y que jamás, al escribirla, la había motivado el menor deseo de describir "anatomical scenes". "Escribí tan sólo dos "pasajes sexys" y mi editor los excluyó de inmediato. Los dotó de un toque elíptico. Hoy en día, como todo el mundo sabe, cualquier cosa se puede resolver con una elipsis". 

LA AUSTERIDAD DE "MRS. MINIVER" (WILLIAM WYLER) VS. "AMBER"


Cuando la novela se publica en Inglaterra, en 1945, la crítica Elaine Showalter sugestiona la moralidad del público inglés, ofreciendo como la más vívida alternativa a la austeridad que debe prevalecer en una Inglaterra asolada por la guerra el personaje de Mrs. Miniver, que sería interpretado en la pantalla por la actriz Greer Garson (que conseguiría el Oscar en 1943) y Walter Pidgeon.
 
[Nacida en Olivia, Minessota, EE.UU, el 16 de octubre de 1919-Fallecida en New York City el 26 de mayo de 2003 a la edad de 83 años]

Pese a todas estas duras impugnaciones, la publicidad de la época no se abstuvo en promocionar seductoras fotografías de Kathleen Winsor como una "belleza de encrespado cabello negro" ("raven-haired beauty") de 24 años. Absurdos rumores posteriores preconizaron que la autora de dicho "best-seller" optaría también como protagonista principal a la colosal producción cinematográfica que Otto Preminger y 20th Century Fox se proponían llevar a la pantalla grande. 
Divorciada de Robert Herwing en 1946, la Winsor volvería a contraer matrimonio con el famoso clarinetista Artie Shaw, siguiendo en la lista a Lana Turner y precediendo a Ava Gardner. Inmersa en la estela del escándalo promovido por su novela, y presa de innumerables rumores escandalizados que irrumpieran durante su "affair" con Shaw (de quien se divorciaría en 1953), Kathleen Winsor, tras su boda, declaró: "El adulterio no es un crimen, es una diversión más".
 
En 1956 contrajo nuevo matrimonio con Paul Porter, magnate de la firma "Paul & Amp; Porter US Federal Communications Commissions" de Washington. Tras enviudar en 1975, continuó escribiendo. Fiel a sus postulados, tras una reedición en 2002 de su afamada obra, se propuso escribir una secuela: "Amber in America", que jamás se llevó a cabo.
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La adaptación cinematográfica de "Forever Amber" permitirá echar más leña al fuego de la gran polémica que suscitara la edición literaria de la novela. Otto Preminger y Darryl F. Zanuck (gran magnate de 20th Century Fox) contribuirán a alimentar la "neurosis" generada por el libro. No obstante, pese a que Preminger, al amoldar la gigantesca y enmarañada trama urdida por Kathleen Winsor, no hallará mejor recurso que recurrir, como ya hiciera en otras ocasiones, a las formas más espectaculares de que le provee la gran maquinaria del Séptimo Arte, más de una vez con desigual fortuna, Zanuck no tolerará la menor subversión ética y sexual en el film, imponiendo al mismo, pese a las protestas de Preminger que trata de asignar al film en todo momento su enconada libertad creadora, el exigible "moral ending", puesto que la comercial escrupulosidad intolerante, muy sensible a cualquier conato de inmoral exhibicionismo (las conquistas del mercado internacional de la década de los 40 jamás se conseguirían pescando en agresivos, insurgentes e inverecundos "ríos revueltos"), podría abatirse sobre la obra como un auténtico temporal capaz de hacer zozobrar tan costosa nave.

                                    AMBER ST. CLAIR

Salvando los dos contextos culturales e históricos en que se enmaraña el monumental "best-seller" de Kathleen Winsor, el papel creativo de Otto Preminger no desdeña, finalmente, el marco opulento en que "Forever Amber" se enclava. El film, como era de esperar, adapta la atmósfera insólita de la novela a través de una lingüística ilustrativa muy elaborada y enriquecida por la obsesiva estética visualista o gran preocupación, muy común en la década de su realización, por enaltecer (frente a las limitaciones literarias en ese campo) las posibilidades expresivas del lenguaje cinematográfico, y penetrar con enérgica renovación, merced a la brillante eclosión del Technicolor, el significado más atrayente de la fotogenia. Otra baza eficazmente esgrimida por Preminger y Zanuck, y síntesis constantemente ensayada con éxito por el cine-espectáculo norteamericano (que no puede ignorarse y capaz siempre de atraer a las grandes masas) es tratar de incorporar a la mitología universal del cine al "personaje femenino" (Scarlet 0'Hara, Dalila, "Gilda", "Laura", del propio Preminger, serían buenos ejemplos de ello), embelleciéndolo más, si cabe, frente a su perspectiva histórica, para acabar juzgándolo en toda su atractiva complejidad o en su más grandiosa dimensión, pero, como ya se indicó, sin desvincularlo nunca de los conflictos en la sociedad en que se sitúa ni librarlo de las cicatrices concurrentes en toda batalla romántica, donde no siempre acaba triunfando el amor. Finalmente, sería Linda Darnell el nombre que se añadiria aquella mitología femenina de actrices en papeles  inolvidables.


Evocación y arrebato de un amor infatigable, obsesivo. Recién nacida es abandonada misteriosamente en un viejo caserío de rudos labradores que se hacen cargo de su cuidado. La niña crecerá entre el puritanismo religioso de sus padres adoptivos. Entre su crianza rural, Amber desdeña los paisajes anchos y verdes de la campiña inglesa, los molinos y barracas de piedra con techos de leña. Arden sus ojos de visiones magníficas donde se expansionan sus sueños: Londres, los resplandores de terciopelos burgueses, la centella gloriosa de la corte, la oleada barroca de la "Restauración", tras la muerte del revolucionario Oliver Cromwell, que devolvería casta y solar a "La Casa de los Stuart", en 1660, con la flamante entronización de Charles II. Amber vive una transubstanciación de nuevas aspiraciones, el contento de una pasión desbordante por Bruce Carlton, atractivo soldado, quien, poco receptivo a los encantos de la joven Amber, ejercerá, sin excesivo entusiasmo, un dudoso patronazgo sobre ella. En Carlton jamás parece espejarse la exaltación del amor. Su pasión se modela en un silencio de frías emociones. Asoman sombras de horror en Londres: ¡epidemia de peste bubónica! Amber averigua el regreso de Bruce, atacado por dicho mal. Su amor se eleva de nuevo por encima de la inmensa ciudad penitenciada. Una vez salvado por ella, con peligro de su misma vida, Bruce cree y "ama" quizás por vez primera.  Amber no duda en acudir en su socorro cuando Bruce enferma de peste. Los cuidados enfebrecidos de ella lograrán curarle. Abandonada de nuevo por el arrogante y dudoso Bruce, varón de aventuras y no de amoríos, quien parte hacia las Colonias Americanas, Amber, embarazada, emprenderá el vía-crucis afanoso de su supervivencia londinense.Víctima de prestamistas, la recóndita virtud de su amor por Carlton acaba enjugada en la frialdad inclemente de la prisión, de donde escapará. Poco después dará a luz un hijo. Ruindad y nueva protección: el hampa londinense encarnada en Black Jack Mallard. Más tarde, un recién hallado, celoso e implacable valimiento, tras la muerte del bandido Mallard, hará acto de presencia de parte del Captain Rex Morgan. Y por fin el esperado regreso, tras siete años de ausencia, de Bruce Carlton. Nada ha cambiado en él. Se mantiene su perplejidad, su calma, su frialdad ante el arrobo esperanzado y pasional de Amber, quien acaricia un único sueño: recuperarle para ella y para su hijo. Pero el jactancioso, bravo y anfibológico aventurero Bruce Carlton jamás será capaz de elogiar una pasión que no entiende. Amber se humilla. Toda ella vibra en un latido. Un duelo con Morgan se lo arrebata por segunda vez. Y como valedor de sus postreros apuros, por medio de un matrimonio nefasto, se ofrecerá Earl of Radcliff.
Amber logra despertar el interés de Charles II en su primera aparición en la Corte del nuevo soberano, tras la Restauración. Cuando Amber es invitada al gran baile y solicitada por Charles II, se suceden las afrentas matrimoniales por parte de Radcliff, ahora esposo despechado. Asoman terribles llamas, ¡el gran incendio de la ciudad tentadora! ¡Londres absorbida por el fuego!. ¡Flamean las vidrieras! Amber se enfrenta a los celos de Radcliff, que trata de hacerla perecer con él en medio del gran torbellino londinense que acabará incendiando la mansión de Radcliff. Una sensación fantasmagórica: ¡las pupilas fosfóricas del odio de Radcliff, y su muerte al fin! Tras el incendio, los favoritismos de Charles II hacia Amber apartarán de nuevo a Bruce de su camino. Su infortunio sigue por el remoto horizonte donde se difumina la imagen amada de Carlton. Y de nuevo la soledad en la gran Corte. Bruce rubricará la postrer exaltación amorosa de Amber. Carlton acelera, no obstante, los constantes latidos pasionales de ella por él. Pero una petición repentina, inesperada, quiebra el encanto de la ahora favorita de Charles II: Amber St. Clair, viuda de Radcliff. Una palabra de fiebre que reclama al hijo. Y Amber, que siempre hubiera deseado acariciar a Bruce como al esposo que una vez soñó, volverá a sentirse traspasada definitivamente por la espada de indiferencia y el alejamiento de quien a todo lo largo de su vida la hizo estremecer de palpitaciones. Jamás logrará descubrir la verdad de los sentimientos y deseos que vagamente ondularan en el helado corazón de Bruce Carlton.









[Nacida Monetta Eloyse Darnell, en Dallas, Texas, EE.UU. el 16 de octubre de 1923-Fallecida en Chicago, Illinois, el 10 de abril de 1965 a causa de las quemaduras que había sufrido en el incendio de una casa en Glenview, Illinois, a la edad de 41 años]
Resulta muy ilustrativo el hecho de que, a la edad de 11 años, fuera elegida como modelo infantil dados sus rasgos tan dulces como perfectos. Monetta Eloyse Darnell actúa en los escenarios desde los 13 años, y a los 15 años consigue su primer contrato cinematográfico en los estudios de 20th Century Fox. Aparece por primera vez en "Hotel for Woman",1939, de Gregory Ratoff, con Ann Sothern y Lynn Bari.
 
Convertida ya en uno de los mejores y más exuberantes exponentes femeninos de "big-star" de los estudios 20th, su prestigio se realza en infinidad de films igualmente revalorizados por grandes directores, que concederán a Linda Darnell un inolvidable índice de popularidad, quizás uno de los más importantes de la cinematografía de los 40 y de los 50. Muy apartada de la elemental "ingenua" al uso, su potencial erótico fue catapultado con refinadas fórmulas aptas para los paladares más exigentes.

E inmediatamente interpreta los roles principales en films tan significativos como "Chad Hanna" ("Pasión de amazona"), 1940, de Henry King, junto a Henry Fonda, Dorothy Lamour,  Jane Darwell, y Roscoe Ates."The Mark of the Zorro" ("La marca del Zorro"), 1940, con Tyrone Power,  Basil Rathbone, Gale Sondergaard, y Eugene Pallette.
"Blood and Sand" ("Sangre y arena"), 1941, ambas dirigidas por el gran Rouben Mamoulian, con Tyrone Power, Rita Hayworth. Alla Nazimova y Anthony Quinn.
Y en 1941-1942, interviene en "Rise and Shine", dirigida por Allan Dwan, con Jack Oakie, George Murphy,, Walter Brennan, y Milton Berle y "The Loves of EdgarAlan Poe" ("Los amores de Edgard Alan Poe"), dirigida por Harry Lachman, con John Shepperd, Virginia Gilmore, y Jane Darwell.
En 1943 interviene también en el thriller negro "City Without Men" ("Ciudad sin hombres"), de Sidney Salkow, con Edgar Buchanan, Michael Duane, y Sara Allgood.
En 1944, interpreta "Summer Storm" ("Extraña confesión"), de Douglas Sirk, con George Sanders, Anna Lee y Edw Everett Horton.

Convertida ya en uno de los mejores y más exuberantes exponentes femeninos de "big-star" de los estudios 20th, su prestigio se realza en infinidad de films igualmente revalorizados por grandes directores, que concederán a Linda Darnell un inolvidable índice de popularidad, quizás uno de los más importantes de la cinematografía de los 40 y de los 50. Muy apartada de la elemental "ingenua" al uso, su potencial erótico fue catapultado con refinadas fórmulas aptas para los paladares más exigentes.
En 1943, sin acreditarse en los títulos, ofrendó su espléndida imagen a la Virgen María en "The Song of Bernadette" ("La canción de Bernadette") de Henry King, que interpretaría Jennifer Jones (Oscar a la "Mejor Actriz"), William Eythe, Charles Bickford, Vincent Price, Lee J. Cobb y Gladys Cooper.

Siguió, en 1944, interpretando a una india, el espectacular western "Buffalo Bill" ("Las aventuras de Buffalo Bill"), dirigida por William A. Wellman con Joel McCrea, Maureen O'Hara, Thomas Mitchell, Edgar Buchanan, y Anthony Quinn.
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Enseñoreó films de gran calidad como "It Happened Tomorrow" ("Sucedió mañana"), 1944, de René Clair, junto a Dick Powell, Jack Oakie, Edgar Kennedy, y Edward Brophy."Hangover Square" ("Concierto macabro") 1945, de John Brahm junto a Laird Cregar, Glenn Langan y George Sanders, thriller de época en una situación límite entre el asesinato y la locura.
"Fallen Angel" ("¿Ängel o diablo?"), 1945, de Otto Preminger, excepcional thriller en el que, junto a Dana Andrews, Charles Bickford y Alice Faye, Linda Darnell refulge entregándose a una explosiva y oscura reflexión sobre el deseo, el dolor y la muerte

Aparece en "Anna and the King of Siam" ("Ana y el rey de Siam"), 1946, de John Cromwell, junto a Rex Harrison e Irene Dunne.


"My darling Clementine" ("Pasión de los fuertes"), 1946, western magnífico de John Ford, junto a Henry Fonda, Walter Breenan, Victor Mature y Tim Holt, modela de nuevo sus encantos turbulentos en una de sus más afamadas creaciones.
Tras "Forever Amber", 1947, de nuevo con Preminger, interviene en la extraordinaria comedia "Unfaithfully Yours" ("Infielmente tuyo"), 1948, de Preston Sturges, con Rex Harrison, Kurt Kreuger y Barbara Lawrence, un film repleto de originalidad en el que ambos intérpretes ofrecen momentos de comicidad insólitamente brillantes.

En 1948, dirigida por por John M. Stahl, interviene en el melodrama "The Walls of Jericho" ("Murallas humanas"),  con Cornel Wilde, Anne Baxter, Kirk Douglas, y Ann Dvorak.   
 
Y "A Letter To Three Wives" ("Carta a tres esposas") 1949, junto a Jeanne Crain, Ann Sothern, Kirk Douglas, Paul Douglas, Jeffrey Linn y Thelma Ritter, excelente propuesta sobre el adulterio.
Además de "No Way Out" ("Un rayo de luz"), 1950, ambas de Joseph L. Mankiewicz, con Sidney Poitier, Richard Widmark y Stephen McNally, un film detallista, minucioso en el que Mankiewicz, por medio de una extraordinaria Darnell y un Widmark que incurre constantemente en el desprecio hacia Poitier, establece un magnífico discurso ideológico sobre el racismo. En 1951, Preminger la vuelve a dirigir en "The 13th Letter" ("Cartas envenenadas"), con Charles Boyer, Michael Rennie y Constance Smith.
El año anterior, había intervenido de nuevo en un western "Two Flags West" ("Entre dos juramentos"), dirigida por Robert Wise, con Joseph Cotten, Jeff Chandler, Cornel Wilde, y Dale Robertson.
Y en "Slattery's Hurricane" ("Furia en el trópico"), de André De Toth, con Richard Widmark, Veronica Lake, Gary Merrill y John Russell.

Y en 1952, interviene en el film de aventuras "Blackbeard the Pirate" ("El pirata Barbanegra"), de Raoul Walsh, junto al siempre desencajado Robert Newton, además de William Bendix y Keith Andes.
En 1953, aparece en el thriller en Technicolor y el nuevo sistema 3 Dimensiones "Second Chance" ("Perseguida"), de Rudolph Maté con Robert Mitchum,  Jack Palance, Roy Roberts, y Dan Seymour. Y en 1954, acepta una oferta en Italia, y rueda "Angels of Darkness" ("Donne Proibite"), dirigida por Giuseppe Amato con Anthony Quinn, Valentina Cortese, Lea Padovani, Giulietta Masina, y Lilla Brignone.
Otros films en los años 50 fueron "The Guy Who Came Back", 1951,  dirigida por Joseph M. Newman, con Paul Douglas, Joan BennettDon DeFore, y Billy Gray,"The Lady Pays Off", 1951, de Douglas Sirk, con Stephen McNally, Gigi Perreau, Virginia Field, Ann Codee, y Lynne Hunter.
 
"Saturday Island-Island of  Desire" ("La isla del deseo"), 1952,  dirigida por Stuart Heisler con Tab Hunter, Donald Gray, John Laurie, Sheila Chong. Y el thriller "Night Without Sleep", 1952, dirigida por Roy Ward Baker, con Gary Merrill, Hildegarde Neff, Joyce Mackenzie, y June Vincent.





En 1955, de nuevo en Italia, interviene en "It Happens in Roma" ("Gli Ultimi Cinque Minute"), dirigida por Giuseppe Amato, con Vittorio De Sica, Peppino De Filippo, y Rossano Brazzi. Un nuevo western en 1956, "Dakota Incident" ("Incidente en Dakota"), dirigida por Lewis R. Foster con  Dale Robertson, John Lund, Ward Bond,  y Regis Toomey.
Tres fracasos matrimoniales, la adopción de una niña, Lola Marley (junto a su primer marido, el cameraman J. Peverell Marley), y un lento declive artístico a finales de la década de los 50 que se acentuaría por su adición al alcohol, apartan a Linda Darnell de la pantalla. Sus últimas películas serían, en 1957, "Zero Hour!" ("Suspense... hora cero"), dirigida por Hall Bartlett, con Dana Andrews, Sterling Hayden, y Elroy 'Crazylegs' Hirsch, y  "Black Spurs" ("Espuelas negras"), 1965, un western de bajo presupuesto con Rory Calhoun, Scott Brady, Lon Chaney Jr., Richard Arlen, dirigido por R.G.Springsteen.
Entre 1956 y 1964 apareció en varias series rodadas para televisión, entre ellas: "The 20th Century Fox Hour", 1956,  "Playhouse 90", 1957, "Wagon Train", 1958, "77 Sunset Street", 1959, y finalmente en "Burke's Law", 1963-1964.
 
 
A la edad de 41 años, hallándose de visita en casa de unos amigos en la ciudad de Glenview, Illinois, donde se preparaba para volver a los escenarios en la obra "Chicago", la actriz, que descansaba adormecida con un cigarrillo encendido, provoca un incendio en la casa y fallece el 10 de abril de 1965 a causa de las terribles quemaduras que devoraron el 90 por ciento de su cuerpo.

 
 
 
 
 
 
 

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       Bruce Carlton-King Charles II
Linda Darnell en la piel de Amber St. Clair, capaz de atizar la ira de todas las organizaciones puritanas y bienpensantes de Estados Unidos, añadió uno de los capítulos más gloriosos a las producciones "río" lanzadas por los grandes estudios hollywoodenses como la Fox. En "Forever Amber" fue igualmente un elemento clave en el gigantesco mosaico de la mitología sexual femenina. Mito agudamente erótico y profundamente atractivo e inolvidable. Una desatada antología de la culminación emocional que, pese a actuar en favor del dramón prototípico, fue capaz de provocar, además de una auténtica conmoción estética, una agradecible dimensión lírica a esas revueltas aguas que suelen arrastrar las pasiones amorosas, aunque naveguen, como ya se indicó, por el más postizo de los melodramas. 

David Raksin alterna con su excepcional Music-Score la espectacular perspectiva visual del film, articulando el matiz pasional de la protagonista con uno de los más bellos "leit-motivs" que se le recuerdan, y que fue nomin
ado al Premio de la Academia.






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