"Tondelayo inmola a los hombres por los celos. Es un destilado tabú que engendra la muerte. Un puñal sangriento del delirio pasional. Cuando desaparece entre las frondas, nadie cubre la herida de su marcha. Y así permanecemos como huéspedes del veneno de sus maleficios. Y el deseo roe la piel del hombre como el bambú corrompido. Amar a Tondelayo es morir con llanto. Su presencia es un néctar que ofrece aliento al suicidio"
Langford, finalmente, acaba enamorándose perdidamente de la mestiza, casi aniñada, pero mentirosa y viperina, que no ha dudado en utilizar su provocativo atractivo para engañar al ingenuo capataz, que ha salido en su busca después de varios meses de no volver a saber nada de ella.
Y decidido a hacerla suya, ingenuamente, pese a las advertencias contradictorias primero del doctor, y luego exasperadas diatribas de Witzel que desprecia a Tondelayo, trata a Langford de auténtico idiota por pretender hacer suya a la mestiza. Langford expresa convencido que Witzel en realidad se halla celoso. Y sigue decidido a contraer matrimonio con la muchacha, que lo único que comprende es que se convertirá en la señora Langford y tendrá muchas sedas y brazaletes. Witzel enfurecido exclama que Tondelayo no comprende nada, y que el único sentido de casarse para ella es conseguir sus absurdas bisuterías de manos del tonto de Langford. Pero el sacerdote, reverendo Dr. Roberts {Henry O'Neill}, reticente en un principio, se siente obligado, sin embargo, a celebrar una boda, como insiste Witzel, absurda y condenada al fracaso.
El aburrimiento y la constante música del gramófono irritan a Langford. La convivencia entre ambos resulta exasperante. Y la insatisfecha Tondelayo proyecta su huida del lado de Langford.
TONDELAYO ES VENENO
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