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jueves, 8 de diciembre de 2022

Pascali's Island (La isla de Pascali) -Final-



(En el Hotel)... (Pascali, al recepcionista) "Buenas tardes, señor Mardosian... Señor Pascali... Creo que ha llegado un nuevo huésped... Supongo que se refiere usted al señor inglés... ¿Es inglés, eh? Alto, rubio... Se llama Bowles... ¿Ha venido por mucho tiempo?... Una estancia indefinida ha dicho... ¿Indefinida? Le habrá dado una buena habitación... La número 16, con vistas al mar... ¿Le ha indicado para qué ha venido? El motivo de su visita... Creo que ese caballero es un arqueólogo... (Pascali se asombra) ¡Un sabio nada menos! Tal vez pueda serle de utilidad... Es posible. ¿Por qué no se lo pregunta usted mismo? Le encontrará en la terraza... ¿En la terraza? Gracias... (Mardosian observa a Pascali mientras se marcha con un gesto de reproche) (Pascali se presenta al recién llegado, tras cruzar el hall del Hotel) Disculpe señor, ¿puedo hablar con usted?... (Bowles extrañado) Sí, claro... Me llamo Pascali, Basil Pascali. Tengo entendido que acaba de llegar a la isla, y he pensado que si usted no habla turco yo podría servirle de ayuda, porque necesitará un intérprete o un guía... Supongo... Puedo serle de alguna utilidad. Vivo aquí, en el pueblo. Soy muy conocido en la isla. Todos me conocen. Todo el mundo conoce a Basil Pascali... Es usted muy amable, señor Pascali (Se estrechan las manos) Me llamo Bowles, Anthony Bowles... Es un placer conocerle... Ahora iba a tomar una copa ¿Quiere acompañarme?... Sí, desde luego (Bowles toca las palmas para que acuda el camarero. Pascali sonríe y le imita) Veo que conoce bien nuestras costumbres... He viajado mucho por esta parte del mundo... ¿Ah, sí?... ¿Qué quiere tomar? (Piden una bebida típica. Aparecen varios oficiales turcos que saludan a un alegre ciudadano alemán) (Pascali comenta) Los turcos han reforzado la guarnición. Hace una semana un pelotón cayó en una emboscada, en las montañas. Los rebeldes griegos se muestran activos. Muy activos... (Bowles inquiere interesado) ¿Quién es el alemán?... Herr Gesing. Representa la Firma Manssel de armamento. Es su delegado aquí, en la isla... (Bowles observa detenidamente a Pascali) No tiene usted acento. Habla muy bien... Al menos lo procuro. Mi madre era mitad irlandesa y mitad francesa. Llegó desde Constantinopla. Era bailarina y acróbata de una Compañía ambulante... ¡Qué curioso! En cuanto a esa oferta suya de hacerme de intérprete... Es usted muy amable... Puede que le tome la palabra... Estoy a sus órdenes... Tengo que hacer algunas gestiones. Usted debería ponerme en contacto con las autoridades... ¿Con las autoridades? (Pascali desconfía) ¡Hum..., sí!... (Aparece una atractiva mujer en la terraza que observa a ambos. Bowles queda intrigado por esa presencia. Pascali la requiere) ¡Lydia! Es Lydia von Neuman. Es vienesa. Tiene un estudio de pintura en el barrio turco. (Lydia Neuman se acerca hasta la mesa) Basil, ¿has encontrado una cara nueva? (Pascali sonríe) ¡Buenas noches! Lydia te presento a Anthony Bowles (El visitante se levanta y estrecha su mano. Pascali la halaga) Lydia es una artista. Una excelente pintora... Y Basil es el más amable de mis críticos (Todos sonríen) ¿Quiere tomar algo con nosotros?... Gracias (Lydia toma asiento junto a ellos) Lydia desciende de una antigua familia vienesa de las mejores... Basil, por favor... Y se educó en Inglaterra... ¿En serio? (La observa Bowles) ¿Qué quiere tomar?... Vino blanco... El señor Pascali me contaba la historia de su madre... (Lydia sonríe a Pascali) Es uno de sus temas favoritos... Según me decía era acróbata... ¿Cómo acróbata? (Duda Lydia divertida) Me dijiste que era profesora de piano... (Pascali se muestra despreocupadamente irónico) Mi madre tuvo muchas profesiones a lo largo de su azarosa vida, y acabó ejerciendo la más antigua de todas, la de prostituta... (Bowles observa a Lydia) La verdad, no creo que la señorita... (Lydia ríe, y Pascali insiste en el balance de su dudoso origen valiéndose de su labia desinhibida) No sé quién fue mi padre, de qué raza era o qué posición social tenía. Mi madre me contó cosas muy diferentes y en distintas ocasiones. Sabía inventar historias... (Lydia se muestra comprensiva) Un talento que desde luego heredaste tú... Resumiendo, para no resultar pesado, finalmente llegó a ser la amante de un funcionario del Ministerio de Finanzas, un maltés que se apellidaba Pascali (Lydia vuelve a reír, mientras se dirige a Bowles) No crea ni una palabra. Sólo pretende escandalizarle (Ríen todos) ¡Al contrario!... (Lydia) Se quedará aquí mucho tiempo, señor Bowles?... Puede que una semana o dos. Esta zona es muy rica en restos arqueológicos... ¡Oh!, ¿es usted arqueólogo? ¡Qué interesante!... Si, estoy reuniendo material para un libro sobre la antigüedad clásica en las costas de Asia Menor y en las islas. (Pascali se despide de ellos) Pernenme... (Lydia) Es fascinante la arqueología, verdad?... Sí, al menos lo parece. (Pascali abandona la terraza. Se hace con la llave de la habitación de Bowles, y registra su equipaje. Halla una pequeña cabeza de estatua clásica en una de las maletas)... Curioso tipo (Comenta Bowles al quedarse a solas con Lydia) ¿Basil? Es una institución en la isla. Un personaje increíble.... ¿A qué se dedica?... Pues, enseña francés, alemán, inglés. El pobre se gana la vida como puede... Pensaba pedirle que hiciera de intérprete para mí en el curso de unas negociaciones, pagándole desde luego... Hágalo, por favor, le vendrá estupendamente." 

 


INFORME Y REQUERIMIENTO DE PASCALI AL GOBIERNO DE CONSTANTINOPLA QUE LE IGNORA

"Señor de todo el mundo, sombra de Dios en la tierra, que el Señor os conceda la prosperidad y la paz. Al sultán Abdul Ahmid II: no me conocéis excelencia, soy vuestro observador secreto en esta isla; uno de ellos al menos, porque supongo que habrá otros muchos. Perdonad mi osadía al dirigirme a vos, pero la necesidad me impulsa a ello. No puedo soportar más la negligencia de vuestros funcionarios. A pesar de mis repetidas y humildes peticiones, jamás he recibido de vuestro Ministerio ni una sola palabra de reconocimiento. ¡Nunca! Desde el principio hasta hoy, veinte años llevo sentándome ante mi mesa, en mi habitación, junto a la costa de esta isla, lejos de Constantinopla y de los centros de vuestro poder. Este es mi último informe: los griegos sospechan de mí, excelencia. Estoy seguro...
El yate del americano, Smith, sigue ahí. Llevan diez días recogiendo esponjas, o eso dice él que hacen. Tiene una tripulación de tres hombres, dos italianos y un polaco... ¿Y qué puedo comunicaros de nuestro misterioso inglés? ¿Qué está haciendo aquí? Una estancia indefinida. Eso por si solo ya es sospechoso. ¿Y la pistola? ¡No! Se propone algo que todavía no he averiguado..." 

(Basil Pascali visita a Lydia von Neuman en su estudio de pintura del Barrio Turco. Acude al portalón de entrada, y abre a Pascali. Se muestra un tanto contrariada como si no fuera la visita que esperaba) "Oh, Pascali, ¡qué sorpresa!... (Basil) ¿No te molestaré, verdad?... No, estaba trabajando (Le muestra sus manos impregnadas de óleo) ¡Vamos, pasa! (Lydia le muestra el cuadro) Dime, ¿qué te parece? Pero, sé sincero. Ya sabes cuánto valoro tu opinión... Francamete bueno... El rojo, ¿no crees que es demasiado fuerte, violento?... No, me gusta. Es muy sensual... Me alegro de que hayas venido... (Pascali se muestra irónico) Hoy no tengo mucho que contarte... Puedes ponerme al día de los últimos rumores... (Basil duda) He estado pensando en ese yate de la bahía, pertenece a un americano. ¿Le conoces? Un tal Smith... (Lydia sonríe) Sí, mejor dicho ¡no!. A él no. He hablado con alguien de su tripulación, un italiano. Bajó a tierra a comprar provisiones hace dos o tres días... ¿Crees que de verdad están cogiendo esponjas?... Humm, claro, ¿por qué no?... He oído algo, no sé dónde, dicen que están vendiendo armas a los rebeldes... ¡Oh, Basil, a veces se te desboca la imaginación. Si esos rumores tuvieran fundamento ya habrían registrado el barco... Al parecer, eso es lo que han hecho... ¿Y encontraron algo comprometedor?... No... ¡Lo ves! Cuéntame cosas de ese recién llegado... ¿Del inglés? Un típico producto de su raza, diría yo. Un poco petulante, como creyéndose superior... Sí, ya sé. Complicado, con su aire dominador (Basil observa a Lydia atentamente un poco celoso) ¿Qué crees que hace aquí?... Nos lo dijo anoche. Le interesan las ruinas. Está escribiendo un libro... ¡Claro! (Observa Pascali sarcástico. Lydia sonríe misteriosa) Podrás preguntárselo si quieres. Espero que llegue dentro de un momento... Perdona (Pascali celoso y desconcertado) Sospecho de todo el mundo. Durante siglos los turcos han gobernado estas islas. Ahora el Imperio se derrumba, y los europeos acechan como buitres para hacerse con el botín... Tú también eres en parte europeo, Basil. ¿Lo has olvidado?... Yo ya no sé lo que soy... (Llega Anthony Bowles y permanece en el patio. Lydia le llama desde la terraza interior) Ha encontrado la casa... (El visitante) No ha sido difícil... suba, estamos aquí... ¿Pascali?... Señor Bowles... Anda, sé bueno y tráele al señor Bowles una copa de vino... Encantado... Perdón, no pensé que... No se preocupe, Basil es un viejo amigo (Pascali les observa)... ¿Puedo? (Bowles desea ver el cuadro pintado por Lydia) ¡Hum, es precioso!... Basil dice que este rojo es muy sensual. ¿Ve ese lienzo tan bonito? Lo compré en Tánger. ¿Conoce Tánger?... Sí, y me encanta... A también. Es tan misterioso. Esa forma que tienen de cantar por las mañanas, por toda la ciudad (Basil Pascali presta atención a la conversación con rostro un tanto adusto) desde esas torres, ¿cómo se llaman? Man... minuetos... ¡Minaretes! (Aclara Bowles)... ¡Eso, minaretes!...

(Anthony Bowles pasea ahora con Pascali por las callejuelas de la isla) He ido a echar un vistazo a las ruinas. Es una zona muy extensa. No creo que nadie las haya estudiado a fondo... Y a usted le gustaría hacerlo... Sí, desde luego. Pero quiero un contrato de arrendamiento, digamos por un mes, para poder desenvolverme con libertad...

Esa zona pertenece a Mahmud Pashá, el gobernador de la isla. Tiene muchas tierras a lo largo de la costa... Pero al Pashá se le podrá ver, supongo... Yo no me acercaría mucho a él. Es un hombre todopoderoso... Sin embargo... No le dejarán llevarse nada de esas ruinas (Asegura Pascali) Para eso necesitaría un permiso de Constantinopla... Me lo imaginaba, pero no tengo intención de excavar... En ese caso, le diré que no hay por qué exigir un contrato; tiene libre acceso a toda esa zona... Lo prefiero (Insiste Bowles) Quiero tener derecho por escrito... ¿Realmente lo considera necesario?... Creo que es la mejor política a la larga. Lo que también voy a necesitar es un intérprete, y le pregunto si su oferta sigue en pie, a cambio de una cantidad, claro... ¡Oh, no, no!... Sí, sí, permítame que insista... Es usted muy amable, y si puedo ayudarle en algo le concertaré una entrevista con el Pashá...

PRIMER TESTIMONIO: EL MISTERIOSO ANTHONY BOWLES

La iniciativa de Anthony Bowles llega hasta las dependencias gubernamentales de Mahmud Pashá. Acompañado de Pascali, explica puntualmente su deseo de arriendo durante un mes de una costa isleña conocida por Terra Rossa. Bowles confiere a su petición un carácter de solemne irrevocabilidad al que mueve su sospechoso afán por acceder a la zona arqueológica con toda libertad. Una libertad refrendada por contrato y sellada con tan sustanciosa cantidad como la que ofrece al Pashá: 500 liras turcas, una auténtica fortuna en dicha época. El Gobernador turco y su primer ministro aceptan con un mohín de asombro la oferta del visitante.


Una semana más tarde Bowles, tras convocar de nuevo a Basil Pascali, solicita una segunda audiencia de Mahbub Pashá y su ministro. Un vago sentimiento de recelo y fatalismo se teje alrededor del informante turco. En sus tribulaciones, noche tras noche, asoman pesadillas de soledad y olvido. Sus escritos a Constantinopla, con tanto reproche, son confesiones bastardas del hijo que clama al padre que jamás habrá de reconocerlo. Pascali merodea por las calles entre la palpitación de sus horas calladas, como ave enferma de la isla. La isla, su templo y su condena, le muestra su flamante cara oculta: la entrega sensual de Lydia von Neuman a Anthony Bowles. Todo el paisaje le late como un eco en el que se exalta una palabra: ¡fiebre! Una clara conciencia de sus celos juega con él y su soledad.

Se lleva a efecto la nueva entrevista con Mahmud Pashá. El arqueólogo inglés hace gala de su impertinente diplomacia pendular. Confirma un hallazgo en las ruinas: un collar de oro y turquesas de gran valor, y, finalmente, el más preciado objeto arqueológico: la pequeña cabeza de mármol de una estatua clásica. Un temor repentino quiebra el encanto del descubrimiento: ¡el arqueólogo miente! (Pascali recuerda la noche de su llegada a la isla, el registro efectuado en su habitación, el hallazgo de dicha pieza arqueológica en una de sus maletas)... Mahmud Pashá se muestra ahora como irritado mendigo que reclama sus derechos perdidos. La restitución del contrato firmado a Bowles. Los objetos encontrados, como otros posibles hallazgos, deben pasar a manos del Gobierno. Terra Rossa le pertenece. Bowles exige por la reversión del contrato una cantidad impensable: ¡2000 liras turcas! Y se impone peligrosamente a la voluntad de los gobernantes, que palidecen asombrados y amenazantes. Finalmente, la cantidad acordada para la devolución será de 1500 liras.

Bowles, más inspirado por un deseo de lucro que por sus falsos afanes arqueológicos, juega bien sus cartas en aquella anarquía representada por pequeños gobernantes isleños, que esculpen sus sueños de ambición y poder en mármoles de pequeño valor. Mahmud Pashá y su concienzudo primer ministro, ampliando sus poderes autonómicos en la isla, comprenden que, sustrayéndose de la influencia hegemónica que Alemania ejerce ahora sobre dicha nación (y representada por Herr Gesing), han sobrepasado sus límites: Terra Rossa es patrimonio del Gobierno de Constantinopla. Y, por consiguiente, patrimonio temporal de la nueva supremacía alemana en Turquía y sus posesiones: "El inglés no es importante, asegura el primer ministro a Herr Gesing, sólo es un arqueólogo... ¡Cree que soy imbécil! Está buscando en Terra Rossa. Se lo advierto. No intente engañarme o tendrá que atenerse a las consecuencias...", amenaza el representante alemán a Mahmud Pashá y a su ministro.

(Bowles ha aceptado las 1500 liras tras entrevistarse con el primer ministro en presencia de Basil Pascali, que actúa de intérprete. Bowles indica, no obstante, un nuevo descontento) "A propósito he ido a las ruinas esta mañana y he visto que han puesto dos soldados de vigilancia. (Pascali traduce al ministro) Dice que no sabe nada de esos soldados... Sí, él dira todo lo que quiera, pero allí están. Y en el contrato no se hablaba de vigilancia militar. Acepto las 1500 liras. No es suficiente, pero prefiero llegar a un acuerdo... Tenemos que recoger el dinero en su despacho a las siete, aquí, en la ciudad... ¿A las siete? bien... Dice que lleve los documentos con usted... sí, claro...
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(El primer ministro se despide con rostro desabrido. Basil Pascali y Anthony Bowles se miran con gesto de satisfacción) Esto merece una copa... Se diría que ya ha pasado usted otras veces por una situación semejante... Por supuesto que no. ¿Cómo se le ha ocurrido eso?... (Pascali, sonríe) No lo sé. Por cómo ha actuado. ¿Qué me dice de los soldados?... Han acampado allí, en las ruinas. Temerán que me lleve lo que encuentre... ¿Y no va a hacerlo, verdad?... No, claro que no, pero ya sabe cómo es esta gente. Su ayuda me ha sido muy valiosa, Pascali. Cuando todo se arregle, me encargaré de que reciba su recompensa. Estos turcos son absoluta y totalmente mercenarios. No hay en ellos,... ya sé que es un término anticuado, pero no existe en ellos el concepto del honor. No me extraña que el Imperio Otomano se resquebraje si lo que he visto es un ejemplo. (Pascali observa atentamente a Bowles, con una sonrisa irónica) Esa cabeza la trajo usted... Perdón, ¿qué ha dicho? (Inquiere perplejo Bowles) Que la trajo usted, no la encontró aquí. No tiene usted por qué fingir conmigo... ¿Fingir? ¿De qué me está hablando?... De esa cabeza de mármol. De la que sacó de su maletín con aire de triunfador. Permítame que le diga que esa escultura estaba ya en su poder el día que puso el pie en esta isla. Y deduzco que lo mismo ocurre con el resto de los objetos que mostró sobre la mesa del Pashá... Debe tener alguna razón para decir eso... La encontré en su habitación la noche de su llegada... ¿Ah, sí? ¿Y qué estaba buscando? ¿Es usted policía... (Pascali ríe) No tengo nada qué ver con la policía... Entonces es una especie de informante... ¡Oh!, no una especie, ¡soy un informante, y de los mejores!... ¿Un espía?... Y usted un estafador. Las leyes que castigan la estafa son muy severas en los dominios del Sultán, por no decir salvajes. Una sola palabra mía bastaría para estropearle su juego y hacerle perder del todo ese dinero (Pascali mira fijamente a Bowles) ¡700!. Quiero 700 liras. Creo que es justo... ¿Se lo ha dicho a alguien? (Bowles se inquieta, pero mantiene su fa sangre inglesa) Me refiero a lo de la cabeza... No, (Asegura Pascali. Y luego sigue con aire amenazador) pero he dejado todo por escrito dentro de un sobre lacrado que será enviado a cierto lugar en el caso de que yo muera o desaparezca... Permítame que lo dude. Aún así, le daré 400. Tiene derecho a una parte... 550 si el trato con el Pashá sale adelante. (Propone ahora Pascali)... 500 (Decide Bowles), también contando que el trato con el Pashá continúe... ¡Hecho! (Durante la noche Basil Pascali escribe entusiasmado en su diario) 500 Liras, más dinero del que he visto junto en toda mi vida. Lo suficiente para dejar esta isla, ir a Constantinopla y descubrir cuál es el destino de mis informes secretos dirigidos al Sultán. Ahora los dos sómo cómplices. Bowles y yo. Durante algún tiempo debemos unir nuestros caminos..."

SEGUNDO TESTIMONIO: EL DESCUBRIMIENTO DE BOWLES

La quimera arqueológica cede al pragmático fraude descubierto, y, finalmente, confesado ante Pascali por Anthony Bowles. Pero a la quimera muchas veces la sorprende el celo a que también nos somete la férrea disciplina del azar. Y será ese mismo azar, más o menos presente en muchos acontecimientos de nuestra existencia, el que hará fructificar en Bowles la simiente de un sueño encubierto, pero siempre latente en su vida: el de un evidente y fausto descubrimiento arqueológico. Bowles, distraído de su camino, tras el perpetuo verano isleño, concede una última pleitesía a la callada hora del atardecer en las ruinas que pronto abandonará. El andariego lleva consigo esa sensación de paisaje tributario del remoto mundo clásico que, pese a la añagaza perpetrada por medio del mismo, provoca en él melancólicas evocaciones. Un traspiés en el terreno, rinconadas profundas que reciben el vaho calentado por la siesta. Una mano de bronce rasga con su traza el misterio de la piedra. Una talla secular parece rasgar con su presencia encubierta el azul lejano de la isla. El descubrimiento arqueológico se le ofrece con el ritmo y la palpitación que dejan los arcanos tras los altares viejos de la historia. A partir de ahí la fuerza emocionante que conlleva el hallazgo será inmediatamente adversa a los planes de huida preconcebidos por Bowles. Para sopresa de Pascali, el falso arqueólogo inglés solicitará un aplazamiento a la emprendida rescisión de su contrato a disponer de libertad de movimiento en Terra Rossa: (Pascali) ¿Retrasar la entrega? ¿Por qué? (Bowles) Aún no he terminado mi investigación... ¿Su investigación?... Lo único que importa ahora es el tiempo... Empezarán a sospechar si se retrasa... ¿A sospechar, qué? ¿No les dije que estaba escribiendo un libro?... Y eso que más da. A ellos no les importa su libro?... Oiga, Pascali, quiero que les dé mi palabra... ¿Qué?... Que les dé mi palabra de honor de que no voy a llevarme ningún tesoro que encuentre... Pero si no hay tesoros en ese lugar... Cierto, tiene razón. Pero ellos no lo saben. Sólo necesito un par de días"... Dos días serán necesarios para recuperar la estatua de bronce que se oculta en la ladera originaria que la encubriera. Basil Pascali merodea, desconfía nuevamente del forastero y de su agasajo de complicidad. La sospecha se hace realidad. Bowles compartirá su descubrimiento con el informante turco, solicitando su ayuda. Explica puntualmente a Pascali su intención de hacer patente el hallazgo de la talla de bronce a las autoridades turcas, pero exigirá que su nombre se relacione con su exhumación. Pascali se estremece temeroso. Su prevención le mueve más hacia el laurel de triunfo que cree vislumbrar en el entusiasmo de Bowles que en su sinceridad al exponerle sus intenciones. La moral del forastero se alterna en un memorial de constantes fraudes (descubierto por Pascali) llevados a cabo por Bowles en diversos países mediterráneos. El arrogante inglés se ha apoderado de la mentira, de la vida y del aire que santifican los vestigios arqueológicos. En sus coloquios amistosos se barajan encubiertas emociones de una vida oscura, presidida por la falsedad y el lucro. Bowles puede encerrar de nuevo la sagacidad habilísima, revestida de la emoción silenciosa e inocente de que nos provee la tierra y su misterio, con que ha organizado sus anteriores estafas.


(En las ruinas. Pascali ayuda a Bowles a exhumar la estatua) "Desde que era pequeño me fascinaba el mundo clásico. Cuando la gente me preguntaba qué quería ser, yo siempre respondía que arqueólogo. Toda mi vida he soñado con descubrir algo. Y lo he conseguido. Es como si todo lo que he hecho me hubiera conducido aquí. Mírela. ¿No es fantástica?... Sí, lo es. Y no es una copia. Ya era antigua cuando llegaron los romanos a la isla. Lleva aquí, en esta ladera, más de 2000 años. ¡2000 años!... Es una estatua muy hermosa... Espero que me ayude a limpiarla cuando acabe de desenterrarla... Desde luego... ¿Es cierto que jamás le han contestado de Constantinopla?... Ni una vez. Ni una palabra en veinte años. Y sin embargo el dinero llega puntual cada mes... Alguien daría la orden al Banco para que lo siguieran enviando. Y como no ha habido contraorden, le siguen pagando. Puede que quien diera la orden ya esté muerto. ¿Que piensa hacer cuando tenga el dinero?... Ir a Constantinopla a averiguar que ha ocurrido con mis informes... Es el último sitio donde yo iría. Allí todo ha acabado... Rumores... Es la pura verdad... Pero es la única forma que tengo de dar sentido a mi vida... Mi querido amigo, ¿tiene usted idea de cuántos informadores deben de haber en el Imperio Otomano? ¿Cree que toda esa gente del Ministerio les tiene a todos fichados en un archivo? Nadie lee nada, Pascali... Si eso es cierto, también su negocio ha terminado. Ha pensado que su porvenir depende de la ciénaga que ha sido hasta ahora su vida... ¿Ciénaga?... Sí, el Imperio es una ciénaga y los dos pertenecemos a ella, como las orquídeas y las serpientes... No lo había pensado, y en ese caso debería irme. Este es un momento crucial en mi vida. Usted no sabe qué pocas estatuas griegas en bronce existen en la actualidad... ¿Creí que había dicho que iba a entregarla a las autoridades?... Y voy a hacerlo. Me conformo con que asocien mi nombre al descubrimiento. Fíjese en esa cara (Observando extasiado la estatua) Corresponde al gran final del período clásico. Muy cercano al ocaso. Al borde de la decadencia. Por eso es tan maravilloso. Gracias por su ayuda (El informante le observa con desconfianza) Oiga, Pascali, hágame caso. No vaya a Constantinopla. Con los idiomas que sabe podría trabajar en Europa como intérprete... Todo depende del dinero... Tendrá su dinero. Le doy mi palabra. 500 Liras...
(Pensamientos de Pascali) "Los he dejado juntos, al señor Bowles y a su amor de bronce. ¿Será posible que renuncie a él y se lo deje a los infieles? No puedo creerlo..." (Acude al Banque Nationale Otomane. El cajero se muestra irritado) No conozco a ese señor Bowles... (Pascali se muestra sorprendido a la vez que aterrorizado) ¡Tiene que conocerle! Espera una cuantiosa suma de Londres. 500 Liras. Me ha pedido (Miente) que venga a enterarme de si ha llegado. ¡Aquí no hemos recibido nada... ¿Está seguro!... ¡Nada! ¿Cuántas veces tengo que decírselo?... (Pascali abandona el Banco. En el puerto ve a Lydia) ¡Lydia!... ¡Oh, Basil, qué susto me has dado!... Tengo que hablar contigo. Necesito saber qué pasa. Está pensando en robar la estatua... ¿Qué estatua?... ¡No te hagas la tonta! ¿Qué hacías en el barco del americano? ¡Él también está metido en el asunto!... ¿Estás espiándome?... Para ti no soy nada. Todos estos años he estado observándote, queriéndote... Basil, no... ¿Le quieres, verdad? A ese inglés tan fino y educado... Sí, ahora ya lo sabes (Confiesa Lydia apesadumbrada) ¿Te irás con él cuando se vaya? ¡Contéstame!... Esto es el final, todo se ha terminado en nuestra isla. Tú también debes irte... Yo no tengo adónde ir... (Lydia se aleja llorosa)"

               LOS ACONTECIMIENTOS SE PRECIPITAN

"Ahora sé con certeza qué es lo que debo hacer" (Voz en off de Basil)... No dudé en explicarles todo. Las autoridades sabían lo de la estatua, pero no imaginaban que fuera lo bastante loco como para intentar robarla. El primer ministro me dijo que me fuera a casa y esperara allí. Este inglés nos engañará a todos. A los hombres del Pashá les robará la estatua de bronce, y a mí no me dará el dinero que me ha prometido. Ha llegado el momento que más temía. Ya vienen, voy a ser su guía... (Los vigilantes de las ruinas han sido asesinados. En la ladera Bowles, Lydia, Smith y sus ayudantes tratan de alzar la estatua de bronce, para extraerla de su escondite) (Bowles a Smith) No haga movimientos bruscos. Tenga mucho cuidado... (Disparos de los hombres dirigidos por el Pashá. Pascali, horrorizado y arrepentido, lanza un grito) ¡¡¡Nooooooo!!!... (Lydia, Smith... Siguen los disparos. Se acerca a Bowles) Perdóneme... Están equívocados... (Últimas palabras de Bowles. Pascalis huye, sollozante, bajo una copiosa lluvia)

                                LA CARTA DE BOWLES 

(Pascali huye, sollozante, bajo una copiosa lluvia. Luego corre hacia su casa y encuentra un sobre en la entrada dirigido a él) "Basil Pascali, le envío la suma que acordamos (los billetes se hallan en el interior del sobre) Debe irse de la isla cuanto antes. Espere en el promontorio al amanecer (Pascali solloza amargamente al comprobar el gran error de desconfianza cometido en la persona de Bowles, la probidad del mismo, y su vileza al denunciarle) "Una barca irá a recogerle. Anthony Bowles" (Pascali prensa el sobre entre sus manos sin dejar de sollozar con incontenible desesperación)
 

POSTRER TESTIMONIO INFORMATIVO DE BASIL PASCALI AL SEÑOR DE TODO EL MUNDO

"Han pasado ocho días. No me equivoqué en cuanto al americano. Los rebeldes ya tienen armas. Han entrado en las ciudades. Todo ha terminado. Vuestro Imperio se acabó, Abdul Ahmid II. El señor Bowles tenía razón. Lo sabía entonces y lo sé ahora. Nadie leyó nunca mis informes, y nadie los ha conservado. He sido vuestro último espía. Y mi trabajo fue completamente inútil. Ahora ya no me queda más que esperar. Un día de estos, muy pronto, los griegos vendrán por mí. Nunca pensé que todo acabara así. No era mi intención matarles Yo les quería. ¡Les quería a los dos!... Señor de todo el mundo, sombra de Dios en la tierra, que el Señor os conceda la paz y la prosperidad" (Frente a Pascalis el sol se hunde en el mar)
                                                             

                                     JAMES DEARDEN

James Dearden
                                          [Nacido en Londres, Reino Unido, el 14 de septiembre de 1949]
 

Hijo del afamado director de cine británico Basil Dearden, se integra al mundo literario, y finalmente, a la dirección cinematográfica. En su carrera parece invocar el estilo paterno, nada desdeñable, y suma una artesanal filmografía (entre 1977 a 1999) formada por siete películas, entre las que destacan "The Cold Room-Behind the Wall", 1984, para TV, con George Segal y Amanda Pays. Como guionista "Fatal Attraction", 1987, dirigida por Adrian Lyne, con Michael Douglas, Glenn Close y Anne Archer.

"A Kiss Before Dying" ("Bésame antes de morir"), 1991, con Matt Dillon, Sean Young, Max von Sydow, Diane Ladd, y James Russo. "Rogue Trader" ("El gran farol"), 2000, con Ewan McGregor, Anna Friel, Yves Beneyton, Betsy Brantley, y Caroline Langrishe.
 


De nuevo como guionista "Belle du Seigneur", 2012, dirigida por Glenio Bonder, con Jonathan Rhys Meyers, Natalia Vodianova, Marianne Faithfull y Ed Stoppard. Y "Surviving Christmas with The Relatives", 2018, James Dearden, con Julian Ovenden, Gemma Whelan, Joely Richardson y Michael Landes.

De todas ellas, resultará elocuente su extraordinaria entrega, que llega hasta el Festival de Cannes de 1988, al plasmar en la pantalla con especial entusiasmo y una eficacia indudable la magnífica novela de Barry Unsworth "Pascali's Island" ("La isla de Pascalis"), con Ben Kingsley, Charles Dance, Helen Mirren, Kevork Malikyan, y George Murcell.
 

                                        BEN KINGSLEY

                       [Nacido como Krishna Bhanji en Scarborough, Yorkshire, U.K. el 31 de diciembre de 1943]

DE MOHANDAS KARAMCHAND GHANDI A BASIL PASCALI


                                    CHARLES DANCE


                 [
Walter Charles Dance, nacido en Redditch, Worcestershire, U.K , el 10 de octubre de 1946]

                                       HELEN MIRREN

  [
Ilyena Lydia Vasilievna Mironov-Nombre artístico Helen Mirren- Nacida en Londres, U.K., el 26 de julio de 1945]

Un Imperio diversificado que encubre la desnudez de sus espías olvidados, de su inmediato fin por entre la enmascarada victoria del progreso revolucionario. La grandeza colonial de un tiempo ya por tanto en incontrastable decadencia. Y tras la aventura y el peligro, una nueva función descriptiva alcanza su corporeidad: la arqueología. Un nuevo reflejo del ditirámbico tema sagrado de la historia que, entre las brumas de lo desconocido, halla la inquietud mística del arte a través de la mezquindad que proyectan las sombras dominadoras del imperialismo. Todo ello forma un conjunto visual convincente, y un documento no menos arqueológico de desbordante fantasía.

 

Loek Dikker compuso una sugestiva
"Overture", junto con una combinación musical de flauta y orquesta estremecedora, que se despliega y aleja, con espléndida alternancia dramática, sin dejar de volcarse sobre la imaginada fibra sensible del espectador. Y que tras seguir con emoción los puntos más vulnerables de las imágenes propuestas por el film, se exalta de nuevo como un sonoro rito clásico en los títulos de despedida. 
 






 

 


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