(En el Hotel)... (Pascali, al recepcionista) "Buenas tardes, señor Mardosian... Señor Pascali... Creo que ha llegado un nuevo huésped... Supongo que se refiere usted al señor inglés... ¿Es inglés, eh? Alto, rubio... Se llama Bowles... ¿Ha venido por mucho tiempo?... Una estancia indefinida ha dicho... ¿Indefinida? Le habrá dado una buena habitación... La número 16, con vistas al mar... ¿Le ha indicado para qué ha venido? El motivo de su visita... Creo que ese caballero es un arqueólogo... (Pascali se asombra) ¡Un sabio nada menos! Tal vez pueda serle de utilidad... Es posible. ¿Por qué no se lo pregunta usted mismo? Le encontrará en la terraza... ¿En la terraza? Gracias... (Mardosian observa a Pascali mientras se marcha con un gesto de reproche) (Pascali se presenta al recién llegado, tras cruzar el hall del Hotel) Disculpe señor, ¿puedo hablar con usted?... (Bowles extrañado) Sí, claro... Me llamo Pascali, Basil Pascali. Tengo entendido que acaba de llegar a la isla, y he pensado que si usted no habla turco yo podría servirle de ayuda, porque necesitará un intérprete o un guía... Supongo... Puedo serle de alguna utilidad. Vivo aquí, en el pueblo. Soy muy conocido en la isla. Todos me conocen. Todo el mundo conoce a Basil Pascali... Es usted muy amable, señor Pascali (Se estrechan las manos) Me llamo Bowles, Anthony Bowles... Es un placer conocerle... Ahora iba a tomar una copa ¿Quiere acompañarme?... Sí, desde luego (Bowles toca las palmas para que acuda el camarero. Pascali sonríe y le imita) Veo que conoce bien nuestras costumbres... He viajado mucho por esta parte del mundo... ¿Ah, sí?... ¿Qué quiere tomar? (Piden una bebida típica. Aparecen varios oficiales turcos que saludan a un alegre ciudadano alemán) (Pascali comenta) Los turcos han reforzado la guarnición. Hace una semana un pelotón cayó en una emboscada, en las montañas. Los rebeldes griegos se muestran activos. Muy activos... (Bowles inquiere interesado) ¿Quién es el alemán?... Herr Gesing. Representa la Firma Manssel de armamento. Es su delegado aquí, en la isla... (Bowles observa detenidamente a Pascali) No tiene usted acento. Habla muy bien... Al menos lo procuro. Mi madre era mitad irlandesa y mitad francesa. Llegó desde Constantinopla. Era bailarina y acróbata de una Compañía ambulante... ¡Qué curioso! En cuanto a esa oferta suya de hacerme de intérprete... Es usted muy amable... Puede que le tome la palabra... Estoy a sus órdenes... Tengo que hacer algunas gestiones. Usted debería ponerme en contacto con las autoridades... ¿Con las autoridades? (Pascali desconfía) ¡Hum..., sí!... (Aparece una atractiva mujer en la terraza que observa a ambos. Bowles queda intrigado por esa presencia. Pascali la requiere) ¡Lydia! Es Lydia von Neuman. Es vienesa. Tiene un estudio de pintura en el barrio turco. (Lydia Neuman se acerca hasta la mesa) Basil, ¿has encontrado una cara nueva? (Pascali sonríe) ¡Buenas noches! Lydia te presento a Anthony Bowles (El visitante se levanta y estrecha su mano. Pascali la halaga) Lydia es una artista. Una excelente pintora... Y Basil es el más amable de mis críticos (Todos sonríen) ¿Quiere tomar algo con nosotros?... Gracias (Lydia toma asiento junto a ellos) Lydia desciende de una antigua familia vienesa de las mejores... Basil, por favor... Y se educó en Inglaterra... ¿En serio? (La observa Bowles) ¿Qué quiere tomar?... Vino blanco... El señor Pascali me contaba la historia de su madre... (Lydia sonríe a Pascali) Es uno de sus temas favoritos... Según me decía era acróbata... ¿Cómo acróbata? (Duda Lydia divertida) Me dijiste que era profesora de piano... (Pascali se muestra despreocupadamente irónico) Mi madre tuvo muchas profesiones a lo largo de su azarosa vida, y acabó ejerciendo la más antigua de todas, la de prostituta... (Bowles observa a Lydia) La verdad, no creo que la señorita... (Lydia ríe, y Pascali insiste en el balance de su dudoso origen valiéndose de su labia desinhibida) No sé quién fue mi padre, de qué raza era o qué posición social tenía. Mi madre me contó cosas muy diferentes y en distintas ocasiones. Sabía inventar historias... (Lydia se muestra comprensiva) Un talento que desde luego heredaste tú... Resumiendo, para no resultar pesado, finalmente llegó a ser la amante de un funcionario del Ministerio de Finanzas, un maltés que se apellidaba Pascali (Lydia vuelve a reír, mientras se dirige a Bowles) No crea ni una palabra. Sólo pretende escandalizarle (Ríen todos) ¡Al contrario!... (Lydia) Se quedará aquí mucho tiempo, señor Bowles?... Puede que una semana o dos. Esta zona es muy rica en restos arqueológicos... ¡Oh!, ¿es usted arqueólogo? ¡Qué interesante!... Si, estoy reuniendo material para un libro sobre la antigüedad clásica en las costas de Asia Menor y en las islas. (Pascali se despide de ellos) Perdónenme... (Lydia) Es fascinante la arqueología, verdad?... Sí, al menos lo parece. (Pascali abandona la terraza. Se hace con la llave de la habitación de Bowles, y registra su equipaje. Halla una pequeña cabeza de estatua clásica en una de las maletas)... Curioso tipo (Comenta Bowles al quedarse a solas con Lydia) ¿Basil? Es una institución en la isla. Un personaje increíble.... ¿A qué se dedica?... Pues, enseña francés, alemán, inglés. El pobre se gana la vida como puede... Pensaba pedirle que hiciera de intérprete para mí en el curso de unas negociaciones, pagándole desde luego... Hágalo, por favor, le vendrá estupendamente."
INFORME Y REQUERIMIENTO DE PASCALI AL GOBIERNO DE CONSTANTINOPLA QUE LE IGNORA
(Anthony Bowles pasea ahora con Pascali por las callejuelas de la isla) He ido a echar un vistazo a las ruinas. Es una zona muy extensa. No creo que nadie las haya estudiado a fondo... Y a usted le gustaría hacerlo... Sí, desde luego. Pero quiero un contrato de arrendamiento, digamos por un mes, para poder desenvolverme con libertad...
PRIMER TESTIMONIO: EL MISTERIOSO ANTHONY BOWLES
La iniciativa de Anthony Bowles llega hasta las dependencias gubernamentales de Mahmud Pashá. Acompañado de Pascali, explica puntualmente su deseo de arriendo durante un mes de una costa isleña conocida por Terra Rossa. Bowles confiere a su petición un carácter de solemne irrevocabilidad al que mueve su sospechoso afán por acceder a la zona arqueológica con toda libertad. Una libertad refrendada por contrato y sellada con tan sustanciosa cantidad como la que ofrece al Pashá: 500 liras turcas, una auténtica fortuna en dicha época. El Gobernador turco y su primer ministro aceptan con un mohín de asombro la oferta del visitante.Una semana más tarde Bowles, tras convocar de nuevo a Basil Pascali, solicita una segunda audiencia de Mahbub Pashá y su ministro. Un vago sentimiento de recelo y fatalismo se teje alrededor del informante turco. En sus tribulaciones, noche tras noche, asoman pesadillas de soledad y olvido. Sus escritos a Constantinopla, con tanto reproche, son confesiones bastardas del hijo que clama al padre que jamás habrá de reconocerlo. Pascali merodea por las calles entre la palpitación de sus horas calladas, como ave enferma de la isla. La isla, su templo y su condena, le muestra su flamante cara oculta: la entrega sensual de Lydia von Neuman a Anthony Bowles. Todo el paisaje le late como un eco en el que se exalta una palabra: ¡fiebre! Una clara conciencia de sus celos juega con él y su soledad.
Se lleva a efecto la nueva entrevista con Mahmud Pashá. El arqueólogo inglés hace gala de su impertinente diplomacia pendular. Confirma un hallazgo en las ruinas: un collar de oro y turquesas de gran valor, y, finalmente, el más preciado objeto arqueológico: la pequeña cabeza de mármol de una estatua clásica. Un temor repentino quiebra el encanto del descubrimiento: ¡el arqueólogo miente! (Pascali recuerda la noche de su llegada a la isla, el registro efectuado en su habitación, el hallazgo de dicha pieza arqueológica en una de sus maletas)... Mahmud Pashá se muestra ahora como irritado mendigo que reclama sus derechos perdidos. La restitución del contrato firmado a Bowles. Los objetos encontrados, como otros posibles hallazgos, deben pasar a manos del Gobierno. Terra Rossa le pertenece. Bowles exige por la reversión del contrato una cantidad impensable: ¡2000 liras turcas! Y se impone peligrosamente a la voluntad de los gobernantes, que palidecen asombrados y amenazantes. Finalmente, la cantidad acordada para la devolución será de 1500 liras.
Bowles, más inspirado por un deseo de lucro que por sus falsos afanes arqueológicos, juega bien sus cartas en aquella anarquía representada por pequeños gobernantes isleños, que esculpen sus sueños de ambición y poder en mármoles de pequeño valor. Mahmud Pashá y su concienzudo primer ministro, ampliando sus poderes autonómicos en la isla, comprenden que, sustrayéndose de la influencia hegemónica que Alemania ejerce ahora sobre dicha nación (y representada por Herr Gesing), han sobrepasado sus límites: Terra Rossa es patrimonio del Gobierno de Constantinopla. Y, por consiguiente, patrimonio temporal de la nueva supremacía alemana en Turquía y sus posesiones: "El inglés no es importante, asegura el primer ministro a Herr Gesing, sólo es un arqueólogo... ¡Cree que soy imbécil! Está buscando en Terra Rossa. Se lo advierto. No intente engañarme o tendrá que atenerse a las consecuencias...", amenaza el representante alemán a Mahmud Pashá y a su ministro.
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(El primer ministro se despide con rostro desabrido. Basil Pascali y Anthony Bowles se miran con gesto de satisfacción) Esto merece una copa... Se diría que ya ha pasado usted otras veces por una situación semejante... Por supuesto que no. ¿Cómo se le ha ocurrido eso?... (Pascali, sonríe) No lo sé. Por cómo ha actuado. ¿Qué me dice de los soldados?... Han acampado allí, en las ruinas. Temerán que me lleve lo que encuentre... ¿Y no va a hacerlo, verdad?... No, claro que no, pero ya sabe cómo es esta gente. Su ayuda me ha sido muy valiosa, Pascali. Cuando todo se arregle, me encargaré de que reciba su recompensa. Estos turcos son absoluta y totalmente mercenarios. No hay en ellos,... ya sé que es un término anticuado, pero no existe en ellos el concepto del honor. No me extraña que el Imperio Otomano se resquebraje si lo que he visto es un ejemplo. (Pascali observa atentamente a Bowles, con una sonrisa irónica) Esa cabeza la trajo usted... Perdón, ¿qué ha dicho? (Inquiere perplejo Bowles) Que la trajo usted, no la encontró aquí. No tiene usted por qué fingir conmigo... ¿Fingir? ¿De qué me está hablando?... De esa cabeza de mármol. De la que sacó de su maletín con aire de triunfador. Permítame que le diga que esa escultura estaba ya en su poder el día que puso el pie en esta isla. Y deduzco que lo mismo ocurre con el resto de los objetos que mostró sobre la mesa del Pashá... Debe tener alguna razón para decir eso... La encontré en su habitación la noche de su llegada... ¿Ah, sí? ¿Y qué estaba buscando? ¿Es usted policía... (Pascali ríe) No tengo nada qué ver con la policía... Entonces es una especie de informante... ¡Oh!, no una especie, ¡soy un informante, y de los mejores!... ¿Un espía?... Y usted un estafador. Las leyes que castigan la estafa son muy severas en los dominios del Sultán, por no decir salvajes. Una sola palabra mía bastaría para estropearle su juego y hacerle perder del todo ese dinero (Pascali mira fijamente a Bowles) ¡700!. Quiero 700 liras. Creo que es justo... ¿Se lo ha dicho a alguien? (Bowles se inquieta, pero mantiene su fría sangre inglesa) Me refiero a lo de la cabeza... No, (Asegura Pascali. Y luego sigue con aire amenazador) pero he dejado todo por escrito dentro de un sobre lacrado que será enviado a cierto lugar en el caso de que yo muera o desaparezca... Permítame que lo dude. Aún así, le daré 400. Tiene derecho a una parte... 550 si el trato con el Pashá sale adelante. (Propone ahora Pascali)... 500 (Decide Bowles), también contando que el trato con el Pashá continúe... ¡Hecho! (Durante la noche Basil Pascali escribe entusiasmado en su diario) 500 Liras, más dinero del que he visto junto en toda mi vida. Lo suficiente para dejar esta isla, ir a Constantinopla y descubrir cuál es el destino de mis informes secretos dirigidos al Sultán. Ahora los dos sómo cómplices. Bowles y yo. Durante algún tiempo debemos unir nuestros caminos..."
SEGUNDO TESTIMONIO: EL DESCUBRIMIENTO DE BOWLES
(En las ruinas. Pascali ayuda a Bowles a exhumar la estatua) "Desde que era pequeño me fascinaba el mundo clásico. Cuando la gente me preguntaba qué quería ser, yo siempre respondía que arqueólogo. Toda mi vida he soñado con descubrir algo. Y lo he conseguido. Es como si todo lo que he hecho me hubiera conducido aquí. Mírela. ¿No es fantástica?... Sí, lo es. Y no es una copia. Ya era antigua cuando llegaron los romanos a la isla. Lleva aquí, en esta ladera, más de 2000 años. ¡2000 años!... Es una estatua muy hermosa... Espero que me ayude a limpiarla cuando acabe de desenterrarla... Desde luego... ¿Es cierto que jamás le han contestado de Constantinopla?... Ni una vez. Ni una palabra en veinte años. Y sin embargo el dinero llega puntual cada mes... Alguien daría la orden al Banco para que lo siguieran enviando. Y como no ha habido contraorden, le siguen pagando. Puede que quien diera la orden ya esté muerto. ¿Que piensa hacer cuando tenga el dinero?... Ir a Constantinopla a averiguar que ha ocurrido con mis informes... Es el último sitio donde yo iría. Allí todo ha acabado... Rumores... Es la pura verdad... Pero es la única forma que tengo de dar sentido a mi vida... Mi querido amigo, ¿tiene usted idea de cuántos informadores deben de haber en el Imperio Otomano? ¿Cree que toda esa gente del Ministerio les tiene a todos fichados en un archivo? Nadie lee nada, Pascali... Si eso es cierto, también su negocio ha terminado. Ha pensado que su porvenir depende de la ciénaga que ha sido hasta ahora su vida... ¿Ciénaga?... Sí, el Imperio es una ciénaga y los dos pertenecemos a ella, como las orquídeas y las serpientes... No lo había pensado, y en ese caso debería irme. Este es un momento crucial en mi vida. Usted no sabe qué pocas estatuas griegas en bronce existen en la actualidad... ¿Creí que había dicho que iba a entregarla a las autoridades?... Y voy a hacerlo. Me conformo con que asocien mi nombre al descubrimiento. Fíjese en esa cara (Observando extasiado la estatua) Corresponde al gran final del período clásico. Muy cercano al ocaso. Al borde de la decadencia. Por eso es tan maravilloso. Gracias por su ayuda (El informante le observa con desconfianza) Oiga, Pascali, hágame caso. No vaya a Constantinopla. Con los idiomas que sabe podría trabajar en Europa como intérprete... Todo depende del dinero... Tendrá su dinero. Le doy mi palabra. 500 Liras...
LOS ACONTECIMIENTOS SE PRECIPITAN
LA CARTA DE BOWLES
POSTRER TESTIMONIO INFORMATIVO DE BASIL PASCALI AL SEÑOR DE TODO EL MUNDO
JAMES DEARDEN
Hijo del afamado director de cine británico Basil Dearden, se integra al mundo literario, y finalmente, a la dirección cinematográfica. En su carrera parece invocar el estilo paterno, nada desdeñable, y suma una artesanal filmografía (entre 1977 a 1999) formada por siete películas, entre las que destacan "The Cold Room-Behind the Wall", 1984, para TV, con George Segal y Amanda Pays. Como guionista "Fatal Attraction", 1987, dirigida por Adrian Lyne, con Michael Douglas, Glenn Close y Anne Archer.
"A Kiss Before Dying" ("Bésame antes de morir"), 1991, con Matt Dillon, Sean Young, Max von Sydow, Diane Ladd, y James Russo. "Rogue Trader" ("El gran farol"), 2000, con Ewan McGregor, Anna Friel, Yves Beneyton, Betsy Brantley, y Caroline Langrishe.
De nuevo como guionista "Belle du Seigneur", 2012, dirigida por Glenio Bonder, con Jonathan Rhys Meyers, Natalia Vodianova, Marianne Faithfull y Ed Stoppard. Y "Surviving Christmas with The Relatives", 2018, James Dearden, con Julian Ovenden, Gemma Whelan, Joely Richardson y Michael Landes.
BEN KINGSLEY
[Nacido como Krishna Bhanji en Scarborough, Yorkshire, U.K. el 31 de diciembre de 1943]DE MOHANDAS KARAMCHAND GHANDI A BASIL PASCALI
CHARLES DANCE
[Walter Charles Dance, nacido en Redditch, Worcestershire, U.K , el 10 de octubre de 1946]
HELEN MIRREN
[Ilyena Lydia Vasilievna Mironov-Nombre artístico Helen Mirren- Nacida en Londres, U.K., el 26 de julio de 1945]Loek Dikker compuso una sugestiva "Overture", junto con una combinación musical de flauta y orquesta estremecedora, que se despliega y aleja, con espléndida alternancia dramática, sin dejar de volcarse sobre la imaginada fibra sensible del espectador. Y que tras seguir con emoción los puntos más vulnerables de las imágenes propuestas por el film, se exalta de nuevo como un sonoro rito clásico en los títulos de despedida.
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