Peter Glenville al rodar "Becket", 1964, de Jean Anouilh
no rehuye sus orígenes teatrales. De ahí sus diálogos perfectos. Pero
el tratamiento no es ampuloso. Sin embargo, la fuerza visual de su
paisajística medieval, le confiere ese aura de los filmes colosalistas.
El juego escénico de ambos protagonistas no sólo huele, sino que se
constata como tragedia homosexual. Cada instante de Peter O'Toole, en su inconmensurable recreación de Enrique II Plantagenet(que repetiría de nuevo, casi mejorándola, en "The Lion in Winter"("El león de invierno"), 1968, de Anthony Harvey),
parece un parto traumático, vicioso, que nos devora por entre el
venerado molde de la hornacina emocional masculina, como reverso del
verdadero altar pasional concedido al amor femenino.
El asesinato de Thomas Becket, Arzobispo de Canterbury, por orden de su amigo, el rey Henry II de Inglaterra, en 1170, es el punto de partida histórico para reconstruir este drama histórico, pleno de vigor dialéctico que se mezcla con un profundo y desgarrador análisis de sentimientos. El conflicto de un monarca que sirve al "honor de Dios" y un arzobispo que defiende "el honor de Dios" no es sólo el choque de dos concepciones políticas y dos escalas morales diferentes; es también la destrucción de una amistad entre antagonistas tan excepcionales, que se enzarzan en una controversia apasionada y despiadada. Y así, Thomas Becket y Henry IIPlantagenet únicamente podrán ya unirse en el amor o en el odio.
Ante la tumba de Thomas Becket
"Henry II: "Bueno Thomas Becket, he cumplido, heme aquí desnudo arrodillándome ante tu tumba mientras esos traicioneros monjes sajones tuyos se están preparando para azotarme. A mí, con mi delicada piel. Apuesto a que tú nunca habrías hecho esto por mí. Pero supongo que tengo que cumplir esta penitencia y ponerme en paz contigo. Que extraño final para nuestra historia. Qué frío hacia la última vez que nos vimos... en las costas de Francia. Es gracioso, casi siempre hacía frío, excepto al principio cuando éramos amigos. Sí que pasamos unas pocas y estupendas veladas de verano con las chicas. ¿Amabas a Gwendolen, Arzobispo? ¿Me odiaste a noche que te la arrebaté gritando "¡Yo soy el rey"!? Quizás es por eso por lo que tú nunca pudiste perdonarme. (Henry observa a los monjes queaguarda para azotarle) Míralos allí, acechando, regodeándose... ¡Oh, Thomas, estoy avergonzado de esta tonta mascarada! Está bien, he venido a hacer las paces con su héroes sajón porque ahora los necesito..., a esos campesinos sajones tuyos. Ahora les llamaré hijos míos, como tú querías que hiciera, tú también me enseñaste eso. Tú me lo enseñaste todo. Esos fueron tiempos felices. ¿Lo recuerdas? Cuando asomaba el amanecer, y, como de costumbre, habíamos estado bebiendo, y galanteando en el pueblo. Tú eras incluso mejor que yo... "
Normando y Sajón, rey y súbdito
Henry y Thomas Becket, tras la escapada nocturna y la inmediata
asistencia al consejo convocado por el monarca, reciben un baño
vespertino de agua fría) "¡¡Sooo, sooo!! (a un servidordespectivamente) ¡Frota con más fuerza, cerdo!Tengo frío. (Thomas se ofrece a secar a su soberano) ¡Ah,
nadie lo hace como tú, Thomas!... ¡Gracias!.... Creo que en realidad te
gusta el frío. Te convertí en noble, ¿por qué juegas a ser mi criado? (Becket) Soy
vuestro sirviente en la cámara del consejo, o aquí, en el baño... A mi
barones normandos les disgusta eso, creen que es tu manera sajona de
mofarse de su nobleza... La nobleza se sustenta en el hombre, mi
príncipe, no en la toalla... ¿Tienes idea de cuántos problemas me ha
traído convertirte en noble?... Ya lo creo. Os recuerdo apuntando con un
dedo y diciendo, Thomas Becket tú eres noble. La Reina y vuestra madre
palidecieron... (Henry ríe a carcajadas) ¡¡Ja, ja, ja, sí,
siempre andan muy descoloridas!...
(Henry) "No, me refiero a problemas con mis
barones. Ellos te odian, ¿lo sabes?... Por supuesto, siempre se odia a
quien se ha ofendido. Cuando los normandos invadisteis Inglaterra os
adueñasteis de nuestra tierra sajona, quemasteis nuestros hogares
sajones y violasteis a nuestras hermanas sajonas. Naturalmente, odiáis a
los sajones... (Henry se defiende amistosamente) No me incluyas a
mí. Fue mi bisabuelo William, llamado "El Conquistador". Yo vivo aquí
desde siempre... No me refería a vos... ¿No? ¿Sabes?, cuando te tomé a
mi servicio todos me predijeron que me clavarías un cuchillo en la
espalda... ¿Y vos los creísteis? (inquiere Becket)... No, les
expliqué que eras un hombre de honor, y un colaborador... Eso fue
acertado por vuestra parte... ¿Dime? ¿Cómo combinas ambas cosas?... ¿Mi
señor?... ¿Honor y colaboración?... No lo intento. Adoro la buena vida, y
la buena vida es normanda. Amo la vida y el único derecho de nacimiento
de los sajones es ser descuartizados. Colaboro para vivir... Pero, ¿y
el honor?... El honor preocupa a los que viven. Uno no puede preocuparse
mucho por eso una vez que has muerto... Eres demasiado profundo para
mí, Thomas, pero sé que hay algo no lo bastante correcto en tu
razonamiento. (Becket toma la corona para su rey) El honor es un
asunto privado, es una idea, y cada hombre tiene su propia versión de
él... Con cuánta diplomacia le dices a tu rey que se meta en sus
propios asuntos... (añade Henry poniéndose la corona)... Es la
hora de la reunión del consejo, mi señor... ¡Ugh!..."
(Thomas) ¿Cenara mi señor
conmigo esta noche?... ¿En vajilla de oro?... Siempre... Yo soy tu rey y
como en vajilla de plata... Vuestros gastos son grandes, yo sólo tengo
que pagar por mi placer. Esta noche podéis hacerme el honor de bautizar
mis tenedores... ¿Tenedores? (se extrañaHenry)... Sí, de
Florencia, un pequeño y nuevo invento. Sirve para llevarse las viandas a
la boca evitando a uno ensuciarse los dedos... Pero entonces se
ensuciará el tenedor... Sí, pero pueden lavarse... También los dedos,
no, le veo la utilidad...Bueno, no la tiene en términos prácticos, pero
es refinado, es sutil, es muy no-normando... Tienes que encargarme unos
cuantos. Para mis barones... Tengo suficientes tenedores para todos.
Traed a los caballeros con vos esta noche... Lo haré. No les contaremos
para qué sirven. Probablemente, pensarán que es una nueva clase de
daga... (Ambos ríen mientras se dirigen al consejo)
Canciller de Inglaterra
Henry se enfrenta al consejo eclesiástico, requiriendo del arzobispo y sus clérigos el pago de impuestos. La Iglesia se niega reiteradamente a las exigencias reales. La voz del monarca se vuelca sobre los presentes. Henry Plantagenet se muestra displicente ante los argumentos con que los tonsurados tratan en vano de luchar contra él, siempre determinados a que prevalezca la voluntad divina sobre la terrena. Pero el monarca se halla dispuesto a pasar del plano religioso al político y social, y poner fin a las prerrogativas del clero allí presente, el cual no tardará en ser reducido al silencio autoritario que esgrime el rey inglés. La clerecía medieval, tan íntimamente ligada al poder temporal, seguirá resistiéndose, a pesar de todo, a verse transformada en una simple burocracia dominada por los intereses de casta, o por la "razón de Estado": "Estamos reunidos aquí para averiguar por qué mi petición real a cumplir con el impuesto provoca tan impíos maullidos en el clero. Pero antes de comenzar este debate, quiero daros algunas buenas noticias... He decidido volver a instaurar el cargo de canciller de Inglaterra, guardián del sello de los tres leones, y he resuelto confiárselo a mi leal servidor y súbdito Thomás Becket -Thomas se alza sorprendido- Sí, mi pequeño sajón. Ha estudiado, ¿sabéis? Su erudición es increíble. Os dará jaque mate a todos vosotros. Incluso a vos, Arzobispo...- Henry hace entrega del anillo a Becket-No lo pierdas. Sin sello, dejaría de existir Inglaterra, y entonces todos tendríamos que volver a Normandía".
Una vez Thomas Becket accede al cargo de canciller de
Inglaterra ante la sorpresa de la clerecía allí reunida, la química
entre el monarca y su "noble" súbdito agita todos los mecanismos
exigibles que puedan supeditarse a la preeminencia real. Así, el
pago de impuestos a los representantes de la iglesia es nuevamente
reclamado. Teobaldode Brec, Arzobispo de Canterbury expresa su descontento por segunda
vez, y expone que los nuevos tiempos han relegado al clero a sus
recintos de paz, y que, por ello mismo, no deben cooperar en el pago de
arbitrios que se destinen a financiar nuevas guerras. En su fuero
interno, Henry II Plantagenet
desprecia el ente religioso. Lo que en realidad pretende es liberarse
de la enojosa tutela de los obispos y apropiarse de una parte
sustanciosa de la gran profusión de sus bienes. Los óbolos y diezmos de
los súbditos siempre han quedado a disposición del fisco monárquico, y durante años sin intervención
eclesiástica. Obedecer la orden real es para los entronizados obispos
como contribuir a la veleidades represivas de la corona. Mas, formular
ahora una protesta posee un doble resultado: la imposición de Henry II y la autoridad que compete a su nuevo canciller, Thomas Becket. Las
iglesias, en realidad, nunca han asumido, en tales períodos históricos,
la humildad que de ellas se requiere. Sus altares se han alzado
enriquecidos por significativos
ornamentos artísticos, y siempre bajo una arquitectura severa que se
erigiría en instrumento decisivo y único capaz de acrecentar en los
creyentes la conciencia de Dios. Pero los reinos europeos jamás
renunciaron a la exigencia y a la constante pretensión de reducir al
clero romano. "Alteza -esgrime así Teobaldo de Bec-, el hecho de que en este consejo se haya conferido el título de
canciller a nuestro joven diácono, hijo espiritual el título de
canciller es garantía para la Iglesia de Inglaterra de entendimiento y
de comprensión recíproca con la corona..."... "Etc, etc, -arguye elmonarca- Gracias Arzobispo, estoy seguro de que esta designación os complacería. Pero no contéis demasiado con Becket. Él es ahora mi hombre de total confianza. Había olvidado que eres diácono -dirigiéndose a Thomas- "Estamos a punto de cruzar el Canal..."
"Bien, nuestras costumbres exigen que un impuesto en plata sea abonado por todo aquel que pueda contribuir al mantenimiento de un soldado. Por mi parte, la decisión está tomada: así que me he vuelto pedigüeño, extiendo el platillo y espero a que contribuyáis a llenarlo" -El Arzobispo acepta a regañadientes- "Cierto que cualquier laico quese sustraiga a un deber de estado, tal como el de servir a su príncipe con las armas, debe pagar impuesto.Nadie puede negarlo" ... ¡Y menos que nadie el clero!"- ríe Henry-"El deber de estado de un clérigo -añade el tonsurado- consiste en asistir a su monarca con sus plegarias, sus obras de educación y caridad..." "¡Pero en tiempos de la conquista -grita el monarca-, cuando se trataba de enriquecerse, nuestros abates normandos se recogían la sotana, y espada en mano exclamaban: ¡¡El momento ha llegado, mi príncipe!! ¡¡Dios así lo quiere!! ¡Cualquier momento era bueno para escabullirse, pues temían que duranteun tiempo alguien les arrebatara una parte del botín!"... "Esos tiempos heroicos ya pasaron"-trata de concilliar el Arzobispo-Ahora reina la paz"..."¡Pues no os va durar! -extiende su mano Henry-¡¡Pagadme!! ¿No intervienes, canciller? ¿Acaso los honores te han dejado mudo?
El canciller de Inglaterra rebate al clero
(Thomas Becket se dirige al Arzobispo Teobaldo de Bec y a la
totalidad de los clérigos allí presentes, con el beneplácito de Henry II) "Vamos, Canciller, di algo (propone el soberano) ¿Te ha paralizado la lengua tu nuevo cargo?... (Becket)
¿Puedo someter respetuosamente a la atención de mi señor, el Arzobispo
una pequeña cuestión?... Respetuosamente, pero con firmeza. Ahora eres
Canciller... Inglaterra es una nave, el Rey es el capitán de la nave...
(Henry sonríe complacido) Eso es ingenioso, me gusta... (El Arzobispo rebate)
Mi señor Canciller, respecto a eso también hay algo que decir. El
capitán es el único que manda después de Dios. ¡Después de Dios! (Henry, contrariado, Becket y todos los clérigos se santiguan) Nadie está cuestionando la autoridad de Dios, Arzobispo... (Becket)
Lo más seguro es que Dios proteja la nave inspirando al capitán, pero
nunca he oído que establezca los salarios de la tripulación, ni que
instruya al pagador en sus obligaciones. Dios tiene cosas más
importantes que hacer"
(Contesta el celoso Obispo de Londres, Gilbert Foliot)
La ambición de nuestro joven diácono le ha llevado lejos de la Iglesia,
pero no puede haber olvidado que lo que es importante es revelado al
hombre sólo a través de su iglesia, en la persona de nuestro Santo
Padre en Roma, sus obispos y sus sacerdotes. ¿O es que el Canciller
piensa de otro modo?... Es cierto, hay un sacerdote a bordo de cada
nave. Él reparte las bendiciones de Dios. Pero ni Dios ni la Iglesia le
piden que le quiten el timón al timonel. Mi reverendo señor, el Obispo
de Londres, que, según tengo entendido es hijo de un marinero,
seguramente no puede haber olvidado eso. (Henry ríe a carcajadasante la ironía que despliega su Canciller) (Foliot)
¡No permitiré insinuaciones personales que comprometan la integridad y
el honor de la Iglesia!... Por favor, Obispo, nada de palabras largas..
Por favor, Obispo, nada de palabras largas.. (rebate Henry) Lo que está aquí en juego es su dinero. Necesito dinero para combatir a los franceses. ¿Me lo dará la Iglesia, sí o no?... (El Arzobispo Teobaldo de Bec) Mi señor, vuestro ilustre antecesor, William el Conquistador le otorgó a la Iglesia estas exenciones de tributo... (Henry exclama) ¡Que descanse en paz! (se santigua con sorna) Donde está ahora no necesita dinero. ¡Yo sigo en la Tierra y lo necesito! (Foliot) En lo básico, esto no es una cuestión de dinero, su Alteza. Esto es una cuestión de principios... (Henry se levanta encolerizado) ¡Necesito tropas, Obispo! ¡He enviado a por 3.000 suizospara ayudarme a combatir al rey de Francia, y nadie ha pagado jamás a los suizos con principios!
(Becket) No tiene sentido continuar esta discusión. La ley nos ha otorgado los medios coercitivos, y los usaremos. (Foliot enfurecido a Becket)
¡Vos, que todo lo debéis a la Santa Madre Iglesia. ¿Os atreveréis a
hundir una daga en su seno?... Mi señor y rey que gobierna por la gracia
de Dios me ha dado su sello con los tres leones para que lo proteja. Mi
madre ahora es Inglaterra... ¡¡Traidor!! ¡¡Sajón!!...
(Henry a Foliot) Mi reverendo amigo os sugiero que firmemente que respetéis a mi Canciller, si no llamaré a mis guardias. (Aparece la guardia real con una bandeja de alimentos)
¡Ahh, aquí están! ¡Oh, no, es sólo mi aperitivo! Ahora, caballeros, si
me disculpáis, a esta hora de la mañana necesito sustento o de lo
contrario tiendo a flaquear, y un rey nunca debe flaquear. Seguro que
estáis de acuerdo. Lo tomaré en mi capilla. Así podré rezar
inmediatamente después. ¡Vamos, Thomas, acompáñame! (Foliot ironiza dirigiéndose al Arzobispo) Quiere decir que es la hora dela cacería. (Becket, sonriente, se vuelve hacia él) No hasta que hayamos comido, mi querido Obispo..."