Un error mínimo, una palabra que atraviesa la intimidad de un amor que una sociedad enclaustrada en ese sofocante propio yo de su dignidad intolerante, juzga como deshonesto. Y una imaginaria traición que siempre se mantiene en guardia, un recuerdo alimentado por las insoportables llamas que conceden un sentimiento exagerado a las promesas, hermanas bastardas de la fantasía, y por ello tantas veces indignas de confianza, como memoria prisionera entre los paisajes olvidados de la esperanza. Esa esperanza que jamás estaría dispuesta a soportar la menor liberación afectiva; y, finalmente, esa abstracción amoral que nos aleja de nuestra propia existencia, como si un frío reptil venenoso recorriera nuestra carne hasta darnos muerte: enemigo siempre atento en que se convierten los celos más insoportables. Fuera, pues, de toda razón, el proceso doloroso de los celos in extremis lucha obstinadamente por afirmar su identidad, y penetra en nuestras vidas. Se convierte en el parásito más silencioso de nuestros pensamientos. Nos dirige preguntas que nunca obtienen respuesta. Infecta todas nuestras evocaciones. Es el cómplice más lacerante del dolor. Nos sumerge en nuevos infortunios, pero ni siquiera despierta compasión en el propio doliente. Sólo recuerda aquel momento único de la verdad de su amor que ahora, como una tortura implacable de la mente, se ha convertido en otro tipo de verdad absoluta: un amor que lo ha perdido todo. Hay que escapar de ambos: amor y celos, y convertirlos en una definitiva exclamación de vacío y horror. Una periferia en la que ya jamás reingresará nuestra vida. Será la muerte la única que interpretará nuestro silencio, la que nos tomará por los hombros, nos sacudirá suavemente, y arrancará por fin todos nuestros inútiles pensamientos.
"He ido a San Petersburgo. Volveré en un par de días" -Alexei-
Forjar
un lenguaje cinematográfico a través de esas grandes piezas de museo
que constituyen legados tan esenciales como el que siempre nos deparase
la gran literatura, es tratar de promover, al mismo tiempo, la no menos
dura tarea de dignificar en lo posible (ofreciéndosela a un vasto
público tantas veces desconocedor de la misma) la complejidad que ésta
encierra. ¿Encubre, pues, cierta vanidad de vanidades ese culto con que
el cine, ya convertido en arte, trata de imitar y ofrendar a través de
la cámara la noble maestría literaria? Es posible. Pero cuando el cine
adquiere sus títulos de nobleza como Séptimo Arte, intenta también
apoyar su testimonial expresividad fotográfica en una recién descubierta
"imagen augusta", e insiste (unas veces con más fortuna, otras con
menos) en otorgar un ápice de categoría al nuevo producto que no
renuncia a sus flamantes posibilidades creadoras (y que,
inesperadamente, servirán como gancho para atraer incluso al público más
diverso que se distribuye por todas las salas cinematográficas del
mundo). Y la literatura, a través del nuevo medio, consigue propagarse
entre aplausos de los llamados "neófitos", como si de un naciente culto
académico se tratara; y hasta podríamos asegurar que progresa a pasos de
gigante (aunque, como ya se indicara, tampoco podamos silenciar el
hecho ostensible de que la eternamente enquistada torpeza de una tantas
veces "pretendida profesionalidad cultural" parasite de forma inevitable
por entre esta desbordante catarata de fantasías que constituye la
opulencia de la imagen cinematográfica, y pueda infligir en infinidad de
ocasiones graves daños a la perfección de la gran narrativa que la
precediera durante siglos).
La brillante carrera secular del cine se halla, a
pesar de todo, definitivamente trazada. Y de ella no podrá, por tanto,
obviarse la gran fisonomía mítica y testimonial de la literatura, quizás
la más insustituible y honrosa pionera del razonamiento; rapsoda deidad
del ensueño a que nos "condena" la frivolidad del intelecto, ya desde
su fase más virginal y depurada; huella nutriente y luminosa que
alentara la mayor parte de las manifestaciones artísticas que en el
mundo han sido, y que enseñoreara la psicología colectiva de la
inteligencia cuando ésta halló por fin corporeidad y "dimensión capital"
en el acervo cultural humano.
No podemos, pues, negar que el recién
nacido arte del siglo XX estudiará detenidamente su monumentalismo, y
que se obcecará, una y otra vez, durante sus cien años de existencia,
por proyectarla hacia la fantástica organización "aventurera" que
propone una nueva medida del ingenio (al que volvemos a llamar "arte"),
capaz de plasmar el movimiento de la palabra en una pantalla, y que en
la utilización de sus más idóneos escenarios, no desea descartar tampoco
la estética pictórica (que ya el hombre tratara de captar en ese otro
importante legado descriptivo que para la humanidad constituyera la
pintura) en tan significativo e innovador espacio arquitectónico como el
que para la literatura pueda llegar a constituir (pese a los
detractores de las adaptaciones literarias transplantadas al nuevo
medio) esa imagen viva que durante un siglo de existencia nos propondrá
la cinematografía en todo el mundo.
Ya se ha dicho que la añoranza por la
"vieja gloria" (muchas veces considerada simple oropel), por entre la
cual jamás se descartarían los fastos literarios, acabará por determinar
en infinidad de ocasiones la orientación del Séptimo Arte. Y que este
descubrimiento inefable, atesorado durante estos cien años de existencia
con cierta arrogancia, avidez y rivalidad, que significara la
cinematografía no podría por menos que ansiar también, por dichos
conceptos, observarse en los espejos del genio. Es la que fue llamada
"tentación del gran espectáculo". Tentación que siempre yace agazapada
en el numen del artista, sea cual sea la orientación que determine el
camino emprendido por el mismo.
[Nacido en Yásnaia Poliana-Tula-Imperio Ruso- el 28 de agosto o 9 de septiembre de 1828 -Fallecido de neumonía en Astápovo, provincia de Lípetsk -en la actualidad Lev Tolstói- el 7 de noviembre o 20 del mismo mes de 1910 a la edad de 82 años]
La gran novela de Lev Tolstói
por su especial significación como excelso "Drama romántico de alta
sociedad" (como se apodó), se erige en presa fácil que la cinematografía
no dudará en abordar en repetidas ocasiones (y todas ellas tan
discutibles como se quiera). Posee los factores decisivos en los que
estampar la prodigiosa ascensión de la imagen en movimiento. Es al
incentivo o a esa vocación fastuosa (cinematográficamente hablando) por "the great show"
que ya se mencionó lo que el anillo al dedo. Una tentación
incontrastable de cuanto irracional conlleva el romanticismo exacerbado
("romanticismo negro" que siempre se mueve entre las brumas de lo
desconocido e inesperado, con sus finales trágicos, característicos de
la tradición cultural rusa en este caso concreto, y europea por
extensión, presentes en las más famosas novelas que vieran su luz en
nuestro eternamente aparatoso, eruptivo y, a qué negarlo, ilustrado
continente). Y bajo el cual subyace una sempiterna problemática de amor,
egoísmo, crueldad, crítica, intolerancia, inconformismo, rebeldía, y
muerte, casi siempre a través de personajes arquetípicos de ciertas
sociedades en las que sus hombres parecen vivir espoleados también a
perpetuidad por una intensa actividad erótica, inquietante, confusa y
deprimente; un mundo masculino aquilatado en su egocentrismo, en su
pretendida superioridad sexual, y en el que se cierran todas las puertas
a esa no menos perenne imperfección de la existencia humana tan difícil
de superar; y mujeres fácilmente definibles en cada una de las
individualidades de esta gran familia románticamente amorosa en que Eros
las acoge, bien que siempre atrapadas por las exigencias de una
presencia irregular, ignominiosamente relegada a un segundo plano
erradicador del "digno" contexto histórico-social creado por el hombre.
Pese a todo, es la mujer quien proyecta siempre (evidente culminación
emocional que le otorga la maternidad) la mayor operancia afectiva en la
historia de la humanidad. Y es el secular paso de este ser sublime por
la existencia el que, desde tiempos inmemoriales, se ha visto sojuzgado
por un insoslayable enfrentamiento a dos actitudes terebrantes frente a
la vida: el conformismo con su aceptación de una realidad intransigente
y excluyente por parte de su compañero, el hombre; o el inconformismo y
una mal interpretada rebeldía ante las injusticias masculinas que, por
lo general, al tratar de superarlas la abocarán, casi indefectiblemente,
a ese valor "catártico" (como lo estimó Aristóteles) de la tragedia.
Lev Tolstói, incorporado al periódico "Ruskii Véstnik" ("Mensajero Ruso") publica "Анна Каренина" ("Anna Karenina") en formato "folletín" a partir de enero de 1875 hasta abril de 1877. Mijaíl Katkov, editor del periódico, rechaza el final trágico impuesto a su novela por Tolstói, quien abandonará el "Ruskii Véstnik" y conseguirá ese mismo año editar el texto completo de la obra en forma de libro con el final por él concebido.
Pese a que Lev Tolstói nunca lo declaró, el personaje parece hallarse inspirado en Мария Хартунг (María Hartung), hija primogénita del poeta Александр Пушкин (Aleksandr Pushkin), nacida en 1832. Ninguna otra de las grandes novelas de Tolstói,
incluida su gigantesca y extraordinaria "Война и мир" ("Guerra y Paz"), alcanzaría la
resonancia y excelencia de este patético drama que, a pesar de su
innegable carga folletinesca, gesta y expone con una brillante
convicción, entre ambientes elegantes y sofisticados de la "Rusia
Zarista" (de ahí que fuera considerada como un "indiscreto romance de alta sociedad") las sutilezas más sublimes jamás escritas sobre los conflictos psicológicos del drama romántico.
Un encadenado literario de culpa, amor, celos y redención trágica, al que dará pie una frase: "Las familias felices son todas iguales; las familias infelices lo son cada una a su manera", nos arrastrará a un estructurado rosario aristocrático de una época bendecida por una arqueológica monarquía y por los más selectos círculos de una sociedad, la rusa, que se impone a sí misma las fórmulas "teatralizantes" de su decadente e hipócrita esencia intolerante, gran terreno abonado al escasamente poético y más bien perturbador y patético "melodrama de salón" en el que las aspiraciones, las apodadas más nobles y morales de cuantos personajes por ellos transitan, representan la irracional subjetividad colectiva del "antivalor". Dos elementos claves de la naturaleza humana, se muevan en el ambiente en que se muevan, se aprecian en la novela: el placer que engendra guardar en secreto nuestra propia inmoralidad que, aunque recóndita, siempre parece hallarse en estado latente; dignidad aparente que, no obstante, tanto tememos perder, y en cierto modo envidiada a quienes se atreven a exponerla al público ludibrio; y la satisfacción que nos produce castigar en otros esas emociones encubiertas, que hacen del puritanismo una de las cargas más pesadas que llevar podamos sobre nuestros hombros, y al que forzosamente hay que refrendar con una dimensión punible ("dar lo que se merece") en todo aquél que sea capaz de de desprenderse de tan martirizante carga.
Un encadenado literario de culpa, amor, celos y redención trágica, al que dará pie una frase: "Las familias felices son todas iguales; las familias infelices lo son cada una a su manera", nos arrastrará a un estructurado rosario aristocrático de una época bendecida por una arqueológica monarquía y por los más selectos círculos de una sociedad, la rusa, que se impone a sí misma las fórmulas "teatralizantes" de su decadente e hipócrita esencia intolerante, gran terreno abonado al escasamente poético y más bien perturbador y patético "melodrama de salón" en el que las aspiraciones, las apodadas más nobles y morales de cuantos personajes por ellos transitan, representan la irracional subjetividad colectiva del "antivalor". Dos elementos claves de la naturaleza humana, se muevan en el ambiente en que se muevan, se aprecian en la novela: el placer que engendra guardar en secreto nuestra propia inmoralidad que, aunque recóndita, siempre parece hallarse en estado latente; dignidad aparente que, no obstante, tanto tememos perder, y en cierto modo envidiada a quienes se atreven a exponerla al público ludibrio; y la satisfacción que nos produce castigar en otros esas emociones encubiertas, que hacen del puritanismo una de las cargas más pesadas que llevar podamos sobre nuestros hombros, y al que forzosamente hay que refrendar con una dimensión punible ("dar lo que se merece") en todo aquél que sea capaz de de desprenderse de tan martirizante carga.
Nace en Яснава Поляна (Yásnaia Poliana), provincia rusa de Тула-Tula, el 9 de septiembre de 1828. El trazado de su existencia se abre en un mundo de nobleza. Su ascendencia se remonta a la saga principesca de Сергей Михайлович Волконский-Sergei Mikhailovitch Volkonski, que en 1899 se convirtió en "Director de los Teatros Imperiales", e influyó y colaboró brevemente en el método "tempo-ritmo" actoral que ofrendaría el famoso actor-director teatral Константи́н Серге́евич Станисла́вский-Konstantin Sergeievich Stanislavski.
Tolstói era hijo del conde Николай Ильич Толстой-Nikolai Illich
Tolstói y de la princesa Мария Николаевна Волконкая-María Nikoláyevna Volkónkaya, que moriría al
dar a luz a su cuarto hijo, una niña: Мария-María, cuando Лев-Liev tiene tan sólo 2 años. Al
cumplir los 10, en 1838, su padre Ильич Толстой-Illich Tolstói fallece de un ataque
de apoplejía.
Junto a sus cuatro hermanos: Сергей, Николай, Дмитрий и Мария-Serguei, Nikolái, Dmitri y María viajan y se instalan en la residencia de su tía paterna, Юшкова П.И.- P. I. Yushkova, situada en la provincia de Казань (Kazán). Estudia en su Universidad, y en 1847 se traslada a Санкт-Петербург (San Petersburgo), donde finalizará sus estudios en la Facultad de Derecho. En su búsqueda de empleo, decide radicarse en Москва (Moscú). Inmerso en las especiales características de una época que acoge a esos juveniles sectores aristocráticos en el extravagante sentimiento de ciertas disipaciones imposibles para el pueblo llano, contrae deudas de juego a las que no podrá hacer frente. Huye de Москва a instancias de su hermano Николай-Nikolái, por aquel entonces teniente de artillería, quien le apremia para que se enrole junto a él (Лев-Liev alcanzaría más tarde el grado de suboficial) en el ejército y le acompañe al "Долина Терека" ("Valle de Térek"), en el Кавказ (Cáucaso), tras declararse la "Русско-турецкая война" ("Guerra ruso-turca").
Los síntomas de un reumatismo crónico le llevan a Goryachevodsky Горячеводский (Goryachevodsky ciudad bajo la jurisdicción administrativa de Пятигорский край (Krai de Pyatigorsk) en Ставропольский край (Stavropol Krai), ubicada en la confluencia de los ríos Подкумок и Юца (Podkumok y Yutsa), localidad famosa por sus aguas termales), donde iniciaría su primer idilio romántico con la joven cosaca Маренка-Márenka, más tarde reflejado en su novela "Казаки" ("Los Cosacos"). En Пятигорск (Pyatigorsk), donde se halla tras recibir un permiso militar, para aprovechar también el termalismo que le ofrece esta ciudad, dedica sus largas horas de ocio a la escritura. Sus reminiscencias infantiles cobran vida en un primer escrito, 1852, llamado "Детство" ("Infancia"). Seguirán "Рубка леса" ("La tala del bosque") y "Севастополь" ("Sebastopol"). En la década de los 60, tras haber asistido y sobrevivido a los horrores heroicos de la campaña de Севастополь (Sebastopol), y haberse reintegrado de nuevo a una vida insubstancial en Санкт-Петербург (San Petersburgo), decide dejar atrás sus devaneos, sus liviandades, y los descalabros de una existencia absurda y sin sentido, en la que el joven Толстой-Tolstói reincidiera tantas veces equivocadamente, titubeante y a la búsqueda de ciertas emociones recónditas, como si su inquieta naturaleza le abocara a un vértigo de insatisfacción. Una nueva trayectoria abre sus confines ante el joven suboficial de artillería Лев Толстой-Liev Tolstói: "Литература" ("la Literatura").
Aislado, finalmente, tras la barrera de repulsiones que llegó a sentir contra sí mismo: "Я пришел к выводу, что безнравственность, злоба и отсутствие характера в конечном итоге делают счастливыми многих мужчин. Это такое счастье, которое удовлетворяет умы тех, чья совесть ни в чем не обвиняе" ("He llegado al convencimiento de que la inmoralidad, malicia y falta de carácter acaba por hacer felices a muchos hombres. Es ese tipo de felicidad que contenta a las mentes de aquéllos a los cuales su conciencia no acusa de nada")
Лев-Liev se adscribe a los movimientos anarquistas, y se define como "Христианский либертарианец и анархо-пацифист" ("Libertario Cristiano y Anarcopacifista"). Una de sus obras preferidas será "Очерк гражданского неповиновения" ("Essay on Civil Disobedience"-"Ensayo sobre la desobediencia civil") escrita por Henry David Thoreau, famoso anarquista norteamericano. Durante la estancia de Mohandas Gandhi en Sudáfrica, mantiene una larga correspondencia con él, y envía a un periódico de la India un artículo que se llamó "Письмо к индусу" ("Carta a un Hindú").
Mientras sus obras aumentan en
grandeza, Толстой-Tolstói es tan sólo ya el reflejo de un ser cuya figura
solitaria, dolorida y altruista se convierte en lo que jamás imaginaba
ser. Su nueva visión del cristianismo halla su significación más certera
en los conceptos de "ненасильственное сопротивление"-"resistencia no violenta" predicados por Mohandas
Gandhi. "Практика насилия несовместима с любовью как
основным законом жизни" ("La práctica de la violencia no es compatible con el amor como ley fundamental de la vida"),
reflexión esta que enviará en uno de sus últimos escritos a Gandhi, que
data de septiembre de 1910, dos meses antes de su muerte.
Es sabido que la falta de caridad contribuye a aumentar los sentimientos de despecho. Толстой-Tolstói, religioso y filántropo, acabará rechazando la mayor parte de las obras que llegó a escribir. Vive profundas crisis religiosas, y no contemporiza con las instituciones eclesiásticas de "руки в перчатках и пальцы в кольцах"-"manos enguantadas y dedos anillados". En una de sus últimas novelas: "Воскрешение" ("Resurrección"), destaca su más acerba crítica hacia "Православная и Католическая Церковь"-"la Iglesia Ortodoxa y Católica". Dicha obra provocará su excomunión. Fue vegetariano acérrimo: "Alimentarse de carne es la mayor prueba de nuestro primitivismo". Толстой-Tolstói se erigió también como uno de los más grandes defensores de una lengua universal: el Esperanto (Толстой также стал одним из величайших защитников универсального языка: эсперанто).
En su finca de Яснава Поляна (Yásnaia Poliana), la tierra en que viera su primera luz, trata de renunciar a todas sus propiedades en favor del campesinado (gesto de "чрезмерный альтруизм" ("excesivo altruismo") que su esposa, София Берс-Sofia Bers, impediría). Fue precursor de lo que pocos años después se denominaría naturismo. Tolstói escribe en su postrer libro "Последние слова" ("Últimas palabras") (1909) que vivamos según la ley de Cristo: amándonos los unos a los otros, siendo vegetarianos y trabajando la tierra con nuestras propias manos. Fue autor también de múltiples e inteligentísimas y como prueba de vegetarianismo destaca: "Alimentarse de carne es un vestigio del primitivismo más grande. El paso al vegetarianismo es la primera consecuencia natural de la ilustración" "Un hombre puede vivir y estar sano sin matar animales para comer; por ello, si come carne, toma parte en quitarle la vida a un animal sólo para satisfacer su apetito. Y actuar así es inmoral"
Tolstói dio origen al denominado "Movimiento tolstoyano". No dudó en juzgar su vivir cotidiano con su ideología. Decidió por tanto abandonar todo tipo de lujos y entrar en contacto directo con los problemas e incluso virtudes de los pobres campesinos de Yásnaia Poliana, donde él se crio y vivió. No obstante, no obligó a su familia a que lo siguiese y continuó viviendo junto a ellos en una gran parcela, lugar al cual con frecuencia sólo se retiraba para dormir. Se había dedicado con total entusiasmo al oficio de zapatero. Y además fundó en la aldea una escuela, naturalmente gratuita, para los hijos de los necesitados lugareños. Fue profesor de la misma, así como autor y editor de los libros de texto que estudiaban los niños sion recursos del campesinado de Yasnia. Impartía también módulos de gimnasia y prefería el jardín para dar clases. Creó para ello una pedagogía particular cuyos principios instruían en el respeto a ellos mismos y a sus semejantes. Su ideología, por supuesto, no fue compartida en absoluto por su familia. Su esposa y el resto de familiares se convirtieron para Liev en sus peores enemigos, por lo que decidió huir de todos ellos.
София Берс-Sofia Bers se convirtió en el árbitro más feroz de su altruista marido, sancionando una tras otra todas las prerrogativas concedidas a los campesinos. Tolstoi, finalmente, se sintió perseguido, y huyó movido por el ansia de no volver nunca a escuchar el celo y rigor desmedido con que su mujer instauraba su régimen de prepotencia aristocrática. Limitado ya por el odio que su familia había generado en él, se refugia agotado y desengañado de un mundo que tan sólo valora la suntuosidad y las manías de grandeza despreciando siempre al deprimido campesino ruso, muere solo en la estación de Astápovo, el 20 de noviembre de 1910. La policía restringió el acceso a su funeral, pero miles de personas se
unieron a la procesión; muchas de ellas, sin saber acerca de los logros
como autor que Tolstói había alcanzado. Sus restos mortales yacen en su
casa en Yásnaia Poliana.
Fue la suya una grandeza anímica que animara ya siempre su indescriptible cruzada, jamás titubeante, pero que le motivaría a abominar de su oficio de novelista en favor de una ideología basada en la verdad del amor y filantropía por una "pobre humanidad eternamente desvalida"; la única que, en sus años postreros, confortaría los latidos de su corazón. Toda esta puridad fraternal por sus maltratados semejantes queda expresada en la que fuera quizás la última demostración entusiasta de su más mítico sentimiento caritativo, aquél que abrió su postrer senda, la del "verdadero amor universal por el prójimo": "Hay sobre este mundo martirizado millones de hombres y mujeres que siguen sufriendo. ¿Por qué ahora os obcecáis en cuidarme a mí sólamente?" Fue enterrado en Nara.
En 1941, Stalin ordenó instalar dispositivos de dinamita en el hogar de Tolstói (Nara) y en su propia tumba a fin de destruir todo vestigio de los mismos. Heinz Guderian, general alemán de la 2ª división de panzers blindados que habían invadido Rusia, y que, en su avance hacia Moscú, había usado la finca de Yásnaia Poliana como cuartel general, hizo desactivar dichas instalaciones de explosivos, salvando las últimas ruinas de Nara y su pequeño cementerio limítrofe. He ahí una de las mayores incongruencias del tiempo histórico. Las potencias de las tinieblas afirmándose como salvadoras entre uno de los mayores absurdos de la lógica humana.