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jueves, 7 de diciembre de 2023

Decision Before Dawn (Decisión al amanecer) -1-

Resultaría, no ya difícil, sino casi imposible reconstruir con un mínimo de exactitud el árbol genealógico de cuantas tendencias autoritarias han asolado el mundo. Por muy diferente que se muestre cualquier estructura de la sociedad, el juego político, convencional y obligado, es un derivado de la sangre. Y cada dos o tres generaciones cree inventar un nuevo Dios. El juego político, considerándose así protagonista de una flamante revolución que cree haber surgido inmediatamente de una anterior antirevolución, ha poseído y sigue poseyendo rostros furiosos que se repiten en todos los siglos. La marcha del mundo habría cambiado si hubiésemos aprendido, como ciudadanos libres de este planeta, a conceder únicamente nobleza a la inteligencia, la cultura y los sentimientos, y a no concebir el poder como instrumento de perfección moral y de elevación a Dios, viviseccionando así nuestra esencia terrena en desahogos descarnadores, para acabar convirtiéndola en ancestral símbolo de lo demoníaco. Muchas guerras se habrían evitado si los hombres no se hubieran dedicado a "tomar de ellos" tan sólo lo que podía servir para defender sus causas, obtener más apoyo a sus tantas veces equívocos argumentos y tendencias autoritarias. Pero, hoy todavía, como lo fue ayer y anteayer, puede ser una necedad, a propósito de cuantas barbaries han asolado nuestro mundo, indagar si tal o cual "príncipe del terror" fue bueno o malo. Si para muchos las guerras no han sido más que acontecimientos satánicos, no olvidemos que otros las han proclamado "singularidades excelsas", y umbrales de santidad frente al patriotismo, puesto que las víctimas, en las que cabe englobar a vencidos y vencedores de cada lado, son auténticos mártires. La guerra es como una vieja letrada maniática y culta que trata de instruir y sorprender nuestra imaginación con estratagemas de gran conocimiento. Una leguleya que intenta por todos los medios no embrollar, por falta de conocimiento, las fechas, pero que siempre expone sus dudas con respecto a los actos llevados a cabo por otros pueblos a los que no concede ni el beneficio de la duda. Esa jurista que facilita a la historia sus defendibles y admiradas genealogías guerreras sabe lo importante que es transformar los guarismos en figuras: del descuido de una fecha se pasaría al desdén por los hechos. Y de la historia lo que menos importa es la filosofía. Esa preocupación sacaría de sus casillas a nuestra "anciana jurista guerrera". Alguien llamó a la guerra "la única alegría del universo". Y, quizás por ello, no hay que buscarle filosofía al patriotismo que la promueve. La guerra y sus resultados varían según las condiciones del cronista. Por eso la historia nunca será definitiva. Sigue unas reglas en función de un motivo especial, de una religión, de una nación, de un bando o partido, de un régimen o plan, de una amonestación a reyes y gobernantes, de exhortaciones o patrañas a un pueblo que se les muestre receptivo, y a un hipotético convivio de ejemplos morales. Casi todos los historiadores conocidos nos han legado sus anales tratando de seguir estas reglas. Pero eso no nos libra del error social de la guerra y del patriotismo. Todo ello no es más que una nueva farsa de la moral de los hombres. La historia debe, pues, vengar a la moral, aunque el secreto instinto humano persista en reprobar esta tentativa como un sacrilegio y llame a este razonamiento "traición"                                                     

                         
                      

GUERRA Y CINE



El cine norteamericano advierte la necesidad de predicar su propia cruzada frente a los inquietantes avatares que supuso para Estados Unidos comprometerse, tras el ataque perpetrado en Pearl Harbor por el ejército japonés, en la lucha a muerte contra los dos regímenes políticos culpables de la II Guerra Mundial: el III Reich alemán o estado Nazi instituido por Adolf Hitler al que se uniría el Fascio Italiano y su nacionalista líder, Benito Mussolini, y la alianza de Japón, por medio del llamado Pacto de Acero, con Alemania e Italia, tras atacar en diciembre de 1941 las potencias occidentales en Pearl Harbor y otros diversos puntos en el Pacífico. El significado e importancia catastrófica que para Europa representó la confrontación bélica contra la Alemania nazi y la Italia Fascista, inversamente, para Estados Unidos, obligado a desplegar su poderoso arsenal propio en ambos frentes: Europa y Asia, supondría uno de sus períodos de mayor prosperidad económica. Norteamérica, tras un disciplinado alarde de poder, animada por la celebrada orientación crítica de la era rooseveltiana, trabaja en pro de la victoria a pleno rendimiento. El desempleo desciende casi por completo, y las perspectivas futuras de posguerra se muestran, sin lugar a dudas, todavía más satisfactorias. De este a oeste suenan, por así decirlo, "las campanas a rebato", y Estados Unidos no se convierte tan sólo en una arriesgada potencia presta a devorar a sus antagonistas nazis y japoneses, sino que se renueva trabajando a pleno rendimiento: la gigantesca estructura de las grandes compañías, en pleno período de guerra, se convierten así en las más importantes rectoras del mercado americano e internacional. Las innumerables granjas de Oklahoma, las importantísimas fábricas de Detroit, así como las minas de Arizona y los pozos petrolíferos de Texas hacen del progreso económico en EE.UU. un prodigioso torreón de auxilio frente a la escalada militar que se opone a Alemania y Japón, un modelo de equilibrio capaz de mostrar el puño al antagonismo beligerante, y un despliegue de fuerza que habrá de convertir a Norteamérica, de forma indiscutible, en la primera potencia económica del mundo. El suelo estadounidense, al contrario de la devastada Europa, no conocería jamás los terroríficos raids aéreos de los, en un principio, fortalecidos contrincantes enemigos, gracias a lo cual su colosal capacidad industrial pudo mantenerse intacta.


La industria cinematográfica, entre 1945 y 1946, había alcanzado también su más óptima situación durante y después del período de guerra. El box-office registra durante estos años la cifra de espectadores más alta desde la dorada década de los 30: más de 4.680 millones de entradas en las salas de cine donde el público americano se acomoda frente a la pantalla grande tratando de convencerse, merced al "incorpóreo celuloide", y como asegurara el presidente Roosevelt, "que la sola cosa de la que debemos tener miedo -miedo, en este caso, a la guerra que se libra en los lejanos frentes de Europa y del Pacífico, y de donde tantos seres queridos no volverían jamás-es del miedo mismo" Los trágicos sucesos de la II Guerra Mundial siguen, pues, en plena contienda y en la ya inmediata posguerra, tratando de sensibilizar al público y proyectando en las salas repletas el gran trauma que la realidad de la beligerancia supone. Los mejores realizadores de la confiada colonia cinematográfica de Hollywood se emplean en ello. No obstante, la catástrofe bélica no tardará en actuar como un auténtico revulsivo moral que, por supuesto, al igual que en Europa y Asia, acabará conmocionando a las capas más sensibles de la población americana. Nueve millones de norteamericanos se reintegran a sus hogares, pero ¿cómo impedir la clara visión del horror real que ha supuesto la terrorífica contienda mundial cuando millares de esposos, hijos y hermanos no volvieron jamás, y el único testimonio que permanece vivo en los sentidos familiares que pueblan los hogares de EE.UU. es saber que los cuerpos amados de los que perecieron únicamente guardan ya reposo en un perdido y lúgubre campo de batalla o en un cementerio distante al que nunca tendrán acceso?


Todo tipo de valores, más tarde o más temprano, puede también resultar problemático. Y, finalmente, la historia no nos deja más que un tema, el que agota todas las fuentes: su verdad cabal. Los datos poseen ya nombres propios que perturban y siguen desatando dolor entre el pueblo estadounidense: Guadalcanal, Tulagi, Gavutu, Guam, Corregidor, Bataán, Iwo Jima, Bastogne, Normandía, y muchos más de infausto recuerdo. Devoción por la patria, condecoraciones, linajes de un militarismo victorioso que, pese a su gran influencia y a su gran capacidad para mover los resortes de la política mundial, ¡qué pueden importar ya! A Estados Unidos (como al resto de países que vivieron los horrores de la ominosa contienda) vuelven hombres entre los que se multiplican inválidos y mutilados, ciegos, parapléjicos y neurópatas para quienes el verdadero juicio salomónico del triunfo es haber vencido a un enemigo que, a su vez, los ha aniquilado para el resto de su existencia. Miles de hombres física y mentalmente destrozados, con sus anteriores vidas ya hechas añicos e inadaptados para la inminente sociedad de posguerra, gritaban para sus adentros: "No me consuela haber escapado del horror de los campos de batalla, ni me consuela tampoco volver a hallarme de nuevo en mi hogar como un lisiado". El efecto siguiente, por tanto, es que la ingente catástrofe bélica actuó, tras la paz, como una inminente y dolorosísima desarticulación social que transcurriría en la siguiente década entre el más cruel de los lamentos e incertidumbres ante a la nueva vida que se abría para una población de hombres desconcertados y neurasténicos.


La tragedia de la guerra, sin olvidar el papel jugado, sigue así poseyendo su énfasis, y a los discursos políticos de posguerra (a los que se les imputa cierto tufillo de "máximas casi perversas", tras los horrores vividos y el holocausto que ha significado para gran parte de la población mundial) no se les atribuye ya sentimiento alguno de grandeza (grandeza que no quedará más que como "curioso documento histórico para el futuro"), ni eleva al pueblo que ha logrado sobrevivir por encima de las miserias que aún mutilan al mundo. En Estados Unidos los Consejos de Administración promueven, para consolidar una paz tan duramente ganada, un inmediato "orden de reconversión" en sus industrias, bien que en miles de hogares se sigan llorando los huecos de los que ya no habrán de volver jamás.
 
No obstante, la industria cinematográfica sigue adueñándose del mercado americano. Para las grandes compañías de Hollywood, la posguerra representa una óptima etapa de éxitos comparables a los de los felices años veinte. William Wyler rueda en 1946 "The Best Years of our Lives" ("Los mejores años de nuestra vida"), 1946, con Fredric March (que conseguiría un Oscar), Mirna Loy, Dana Andrews, Virginia Mayo, Cathy O'Donnell, yTeresa Wright y un auténtico herido de guerra que perdió ambas manos como Harold Russell que se inspira en una emblemática aunque trivial novela de MacKinlay Kantor titulada "Glory For My", y que muestra (tendiendo al disfraz de la "oculta vergüenza" y añadiendo cierto sabor a "prédica de cuantas grandes virtudes de adaptación al nuevo orden social adornan al patriótico pueblo americano" -diametralmente opuesto al impactante neorrealismo italiano-) el regreso a su hogar de tres veteranos de guerra: un consejero de Banca, un simple oficial de infantería, y un marino ahora mutilado de ambos brazos. Wyler llevó a cabo, por tanto, un estudio, a través de estos tres hombres y sus familias, de la psicología colectiva que debe imperar entre la población de Estados Unidos tras la guerra dentro del período de la ya citada "reconversión social" promovida por el Gobierno. La película fue una especie de llamada a la conciencia de los abatidos norteamericanos, a su sentido moral y a la pretendida capacidad de avenencia de los hombres y mujeres ante los no menos dolorosos siguientes años de posguerra, y pese a que se le añadieron excesivas concesiones sentimentales, causó un enorme impacto en todo el mundo, fue premiada por la Academia de Hollywood con 7 Oscars de sus 8 nominaciones, y sus recaudaciones en taquilla se situaron a la zaga de la gran vencedora de la anterior década "Gone With de Wind" ("Lo que el viento se llevó").
 
Es importante resaltar que Delmer Daves se había adelantado a William Wyler con "Pride of Marines", 1945, relatando la biografía del excombatiente Al Schmid-John Garfield, que regresa ciego del frente, el trauma azaroso que su ceguera causa en él para reajustarse a su vida civil (en todo momento ayudado por su esposa, Ruth Hartley-Eleanor Parker) y el angustioso problema que suscita tan problemática rehabilitación.
Tras William Wyler, ya prestigioso veterano hollywoodense, se asoman inmediatamente nuevos realizadores cinematográficos, que más tarde serían reconocidos como "la generación perdida", y que no dudarán en mostrar su más polémica e inconformista mirada para ofrendarla con enorme crudeza y realismo a un público que "ansía aprender algo más", merced al cómodo didactismo que ofrece la gran pantalla, de cuantos grandes problemas atenazan su país. John Huston, Edward Dmytryck, Robert Rossen, Elia Kazan, Jules Dassin, Joseph L. Mankiewicz, Fred Zinnemann y Joseph Losey muestran sus duras y enérgicas críticas frente a la "reinante corrupción que domina muchos de los sectores sociales públicos, privados y políticos de posguerra".

Dicha "generación perdida" volverá así a poner el dedo en la llaga a los nacientes odios antisemitas en Estados Unidos; planteará con mucha mayor dureza de lo que hiciera Wyler los inacabables problemas del retorno al hogar de los mutilados de guerra, y hará hincapié por primera vez en el gravísimo y candente problema, cuestión un tanto olvidada durante la guerra, del racismo negro (entre 1945 y 1950 se contabilizaron más de trece linchamientos de hombres de color en la Norteamérica que alardea de su ejemplar Constitución democrática).

Los mejores ejemplos surgen en grandes films como "Gentleman's Agreement" ("La barrera invisible") 1947, de Elia Kazan, con Gregory Peck, Dorothy McGuire y John Garfield, y muy especialmente en "Crossfire" ("Encrucijada de odios"), de Edward Dmytryck, también de 1947, centrada en el patológico caso particular del asesinato de un soldado judío desmovilizado, excelente documento social que pasa a convertirse en pública acusación hacia un sector del pueblo americano que parece haber olvidado que seis millones de judíos habían sido aniquilados en la maltratada Europa por la esquizofrenia nazi sostenida con empecinamiento por los no menos dementes esbirros del enfebrecido monstruo Adolf Hitler, víctimas inocentes de un odio similar como el que muestra el personaje de la película, un espléndido Robert Ryan., coprotagonizada por Robert Mitchum, Robert Young, Paul Kelly y Gloria Grahame.
 

Dmytryck ya había destacado en 1942 con "Hitler's Children". Seguirá "All the King Men's" ("El político"), 1949, de Robert Rossen, una clara radiografía del fascismo latente en los Estados Unidos (ya prácticamente realizada a las puertas del maccarthysmo) y que narrará la trayectoria de un político de ideas honradas, que será vencido, finalmente, por la corrupción del medio ambiente. Broderick Crawford y el film -"Mejor Película"- conseguirían el Premio de la Academia. Robert Rossen fue candidato al mismo, pese a no hacerse con él. Fue coprotagonizada por Mercedes McCambridge (Oscar a la Mejor Actriz de Reparto), John Ireland, John Derek y Joanne Dru. Importantes fueron también "No Way Out" ("Un rayo de luz"), 1950, de Joseph L. Mankiewicz, con Sidney Poitier, Richard Widmark y Linda Darnell.
Y "The well" ("El pozo de la angustia"), 1951, de Leo Popkin y Rusell Rouse, con Richard Rober, Gwendolyn Laster, Maidie Norman, y George Hamilton, crudos testimonios del ya citado doloroso conflicto racial imperante en Estados Unidos.


JOSEPH MCCARTHY SE ERIGE EN GRAN INQUISIDOR DE LA DEMOCRACIA ESTADOUNIDENSE


Toda esta saludable corriente de cine crítico se verá decapitada brutalmente por la ignominiosa campaña iniciada en 1947 por la Comisión de Actividades Antiamericanas que propugnó el senador republicano Joseph McCarthy con su "caza de brujas", y que se destinó en gran parte a extirpar de raíz la llamada "infiltración subversiva" en el seno de la industria cinematográfica. La Unión Soviética se hallaba a punto de convertirse en una imparable potencia atómica y los dos bloques más importantes del mundo cruzan en consecuencia, por medio de sus fanáticas rivalidades y desconfianzas, el gigantesco umbral de la "guerra fría". El mundo abre de nuevo un hiperbólico muro de ruina, alcanza nuevos peldaños de temor bélico, y sus primeros vértigos desembocan en la gran crisis de Berlín y la guerra de Corea. La comisión de McCarthy es implacable y realiza una investigación inquisitorial (que llegaría a alcanzar una envergadura del más gigantesco disparate, vista hoy con la perspectiva que otorga la distancia histórica) sobre las ideas y creencias políticas de los realizadores y actores cinematográficos.

"Su principal logro [del senador McCarthy] ha sido el de confundir a la opinión pública, entre las amenazas del comunismo. No debemos confundir desacuerdo con deslealtad. Debemos recordar siempre que una acusación no es una prueba y que una condena depende de la evidencia y del debido proceso de la ley No caminaremos con miedo, el uno del otro. No descendemos de hombres temerosos, de hombres que temían escribir, hablar, asociarse y defender causas que eran, por el momento, impopulares. ¿Y de quién es el fallo? En realidad no es suyo. Él no creó esta situación de miedo; él meramente la explotó, y más bien exitosamente. Casio estaba en lo cierto: «El fallo, querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos».
Edward R. Murrow"
 
John Garfield, que apoyó el Comité de la Primera Enmienda, en el que numerosos intelectuales, actores, directores y productores (Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gregory Peck, Katharine Hepburn, Kirk Douglas, Henry Fonda, Vincent Price, Gene Kelly, David O'Selznick) mostraron su oposición a las investigaciones de McCarthy, vio agravado sus problemas cardíacos durante las largas sesiones de interrogatorios a que se vio sometido por la Comisión y fallecería a causa de las mismas el 21 de mayo de 1952 a la edad de 39 años. En el curso de las sesiones de la Comisión se efectuarían delaciones vergonzosas y se oirían los comentarios más absurdos e inauditos destinados a hollar de forma irremisible la quimérica honestidad de los tan cacareados principios de la democracia americana (Warner Brothers se vio obligada a admitir ante el Comité depurativo que su producción "Humoresque", 1947, dirigida por Jean Negulesco, contenía propaganda comunista porque en ella John Garfield le decía a su enamorada Joan Crawford: "Tú padre es un banquero, mientras que el mío es un humilde negociante de droguería".
 
Adolphe Menjou, interrogado por el futuro presidente Richard Nixon, se reconoció como "un modesto estudioso de las máximas marxistas, del socialismo fabiano -opuesto, aunque no menos peligroso, a la violencia comunista de Marx-, del stalinismo, y los temibles efectos que su aceptación significarían para el supuestamente incorrupto y, ante todo, democrático pueblo americano" La frase definitiva de Menjou sería: "Son comunistas todas las personas que tienen ideas no americanas".

¡¡AMÉRICA PARA LOS QUE NO TIENEN IDEAS COMUNISTAS!!

En aquel clima de puro disparate se alzaron voces indignadas como las de Thomas Mann, veterano William Wyler, y John Huston que trataron de ser ahogadas también por uno de los presidentes de la Comisión, J. Parnell Thomas, quien, unos años después del funesto maccarthysmo, fue encarcelado por haberse descubierto que se había estado lucrando con "substanciosas" pagas de inexistentes secretarios de la Comisión de McCarthy.
Famosa fue la frase lanzada por el genial Orson Welles, tras las delaciones efectuadas por Edward Dmytryck: "Lo malo de la izquierda americana es que traicionó a sus conciudadanos por salvar sus piscinas". Aquel irracional clima moral de persecuciones políticas que fue capaz de redactar una "lista negra" que incluía 324 nombres de actores y realizadores promocionó asimismo el importante éxodo a Europa de personalidades como Charles Chaplin, Joseph Losey, Orson Welles y Jules Dassin, entre otros. Tras la neurosis colectiva interna que viviera Norteamérica en aquellos nefastos años 50 (causa también que contribuiría a explicar el auge que a la sazón alcanzaría el famoso "cine negro"), Hollywood pisa ya el umbral de su tercera etapa cinematográfica: la que sería conocida como "era de la televisión". La primera había sido la del cine mudo, y la segunda la del sonido.

ALEMANIA-1939-1945- EL SUEÑO IMPOSIBLE DE LA VICTORIA

La paz ha desaparecido de los horizontes del mundo. Soplan los vientos ásperos y fríos de la guerra. La svástica del III Reich alemán prescribe la libertad en casi toda Europa. Adolf Hitler y su funesta ambición de poder y de superioridad racial inspira al pueblo germano, que cree en el sortilegio absolutista de un linaje de "sustanciación deificadora", y se erige en verdugo de un continente tiempo ha manumitido de los horrores bélicos (a excepción de España, convaleciente todavía de una reciente Guerra Civil). Países impulsores de la civilización ven invalidado el hermoso milagro de una existencia pacífica y libre por la impiedad criminal de un nuevo régimen marcial, espartano, que exalta el horror, propugna un nuevo holocausto mundial, y emula al león que se queda con todo. ¡Imposible imaginar ya un jardín habitado más sangriento, más devastado por un siniestro estímulo homicida que el que propugna el III Reich de Adolf Hitler y su Pacto de Acero con el Fascio Italiano de Benito Mussolini y Japón!

Los años de guerra no dejan de señalarse igualmente como años de meditación y de una creciente presión que cristalizará en el Séptimo Arte y su era bélica. La angustia colectiva de un mundo en guerra halla una multitudinaria especificación realista en numerosísimos films rodados en dos de los países no ocupados por los ejércitos enemigos: Inglaterra y Estados Unidos y que serán considerados como "edificantes". En Hollywood, los esquemas y personajes del clásico cine de gangsters desviaron su angustiosa violencia y las tensiones de sus conflictos hacia el terreno político-militar. El espionaje y la resistencia se erigirán en monumentales plataformas para películas de intriga y aventuras bélicas. El balance hollywoodense de estos terribles años de depresión histórica, de la guerra más devastadora que ha conocido la humanidad, no resultará, por tanto, excesivamente negativo para el Arte cinematográfico. El Arte debe reflejarse en el mismo espejo de la sociedad que le da vida. El horizonte de dicha sociedad, entre 1940 y 1945, no puede resultar más trágico y desconsolador. Resulta no tan sólo comprensible sino necesario que los esquemas uniformes de la marcialidad levanten su vuelo con relatos dotados de todo el armazón bélico de una disciplina que termine siempre triunfando de forma ejemplar, divulgando por todas las salas cinematográficas inglesas y norteamericanas un virtuosismo patriótico excesivamente formal (que invita al público asistente, en el caso de Norteamérica, y al final de cada proyección, a la compra de "bonos de guerra" -"To have and to hold War Bonds"-), tratando de impeler el auténtico aliento bélico que se enfrenta al enemigo en los frentes europeos, africanos y asiáticos.
El genio excepcional de Orson Welles se revela a Hollywood en 1940 con  "Citizen Ksane" ("Ciudadano Kane"), protagonizada y dirigida  por el mismo Welles, con Joseph Cotten, Dorothy Comingore, Everett Sloane, William Alland,  y Agnes Moorehead, ya en vísperas del ataque nipón a Pearl Harbor para ser amordazado por la "materializada Meca del Cine" a partir de 1942. Hollywood no alcanza por entonces a imaginar los tiempos borrascosos que se avecinarían para el cine tras el final de la II Guerra Mundial. 

Humphrey Bogart fue arrebatado del hampa y trasplantado junto a Ingrid Bergman y Paul Henreid al Marruecos de los refugiados que huyen de la persecución nazi en "Casablanca", 1943, Michael Curtiz, y coprotagonizada por Claude Rains, Peter Lorre, Sidney Greestreet y Conrad Veidt..
Billy Wilder con "Five Graves to Cairo" ("Cinco tumbas en El Cairo"), 1943, su segunda película norteamericana obtuvo un inmenso éxito popular, convirtiendo a Erich Von Stroheim en el mariscal Rommel, y a Franchot Tone en agente secreto británico que, ayudado por el sacrificio de una preciosa camarera, Anne Baxter, en busca de venganza contra el nazismo, hará posible la victoria de El Alamein y ayudada por el veterano Akim Tamiroff.
Alfred Hitchcock, ya instalado definitivamente en Hollywood en 1940, promueve con "Foreign Correspondent"("Enviado Especial"), con Joel McCrea, Laraine Day, Herbert Marshall. George Sanders y Edmund Gwenn, de ese mismo año, un film de intriga política internacional destinado a arrancar a Estado Unidos de su aislacionismo. Seguirán "Saboteur" ("Sabotaje"), 1942, con Priscilla Lane, Robert Cummings, Otto Kruger, Alan Baxter, y Vaughan Glazer.
"Lifeboat" ("Náufragos"), 1944, escrita por John Steinbeck,  con Tallulah Bankhead, John Hodiak, William Bendix, Hume Cronyn, y Mary Anderson y Walter Slezak (personaje nazi de la película). que transcurre íntegramente en una lancha salvavidas en la que asistiremos al linchamiento por parte de los siniestrados integrantes de la misma de un ruín marinero alemán, capaz de crear una impactante tensión psicológica y un inesperado suspense. Y ya en 1946, tras el fin de las hostilidades, rodaría "Notorious ("Encadenados"), con una incomparable Ingrid Bergman amorosamente rechazada por Gary Grant, que se debate entre el amor y el deber, y envenenada por su marido, Claude Rains, espía atómico del régimen nazi, y  Louis Calhern y Leopoldine Konstantin ...
Los excepcionales "extranjeros e hijos ya adoptivos de Hollywood" Ernst Lubitsch y Fritz Lang se unen a la causa antinazi con dos extraordinarias películas, el primero con on "To Be or not to Be" ("Ser o no ser"), , con la póstuma interpretación de Carole Lombard (fallecida en un accidente de avión mientras recorría Estados Unidos reuniendo Bonos de Guerra), y además Jack Benny, Robert Stack, Felix Bressart, Sig Ruman y Helmut Dantine, retrato colosalmente satírico de la ocupación alemana de Varsovia, endiablada cortina entreabierta frente a la lucha de los resistentes  polacos contra la Gestapo, y puertas que se cierran a la inteligencia nazi, incluyendo un merecido escarnio que alcanza la figura del mismísimo Adolf Hitler y a sus dirigentes en Varsovia que, no obstante, y a pesar del ingenio que mueve la trama, lejos de consolar al espectador, levantó una enardecida polémica por la imagen no menos cómica que ofrendaba de los resistente polacos; el segundo con "Hangmen Also Die" ("Los verdugos también mueren"), 1943, con Brian Donlevy, Walter Brennan, Hans  Heinrich von Twardowski, Anna Lee, y Dennis O'Keefe, que contó con un magnífico guión de Bertolt Brecht, tejido sobre la resistencia en la Checoslovaquia ocupada, y que como era habitual en la cinematografía de Lang, giraba en torno al tema de la culpabilidad, esta vez con voz brutal y feroz volcada sobre un infame colaboracionista checo de la Gestapo interpretado por Gene Lockhart.m
 
En cuanto se refería a la denominada "violencia funcional del cine americano frente a los avatares bélicos", Hollywood, agitado por un sentimiento imperecedero de la victoriosa esperanza que mueve al pueblo norteamericano, halla su más robustecido transfert patriótico en un nutrido ciclo de películas de "guerra". Con la entrada de EE.UU. en la confrontación bélica, los estudios de Hollywood se transforman con emergencia en arsenales destinados a la producción de la propaganda bélica, ya sea ofensiva o defensiva, y muchos de sus "nombres" más famosos son acaparados por las fuerzas armadas. Frank Capra trabaja en el War Department con el grado de coronel. allí supervisará sin descanso la importante serie documental "Why we fight", 1942-45; serie en la que también colaboran el realizador documentalista holandés Joris Ivens, famoso por sus testimonios fílmicos como "Miseria al Borinage" (al alimón con Henri Storck), 1933, impresionante denuncia de la salvaje explotación proletaria sobre los mineros, que fue prohibido en casi toda Europa. 
 

"Spanish Earth" ("Tierra de España") 1937 , "Our Russia Front", 1942, y "Actions Stations", 1943.
Se une también Anatole Litvak con el grado de teniente coronel. El gran centauro John Ford es igualmente movilizado como comandante y dirige la producción cinematográfica U.S. Navy.
William Wyler, con la graduación de mayor, se encarga a su vez de las Fuerzas Aéreas. Grandes de Hollywood, así convertidos en soldados de retaguardia, y que ofrendan a la nación norteamericana el mejor de los tratamientos documentalistas que ayudarán a explicar a su país las razones de tan dura lucha en los frentes europeos y del Pacífico, y que forzosamente habrán de llevar a la robusta y sólida moral democrática norteamericana, ahora dueña casi absoluta (dado que Europa y China se hallan ocupadas por alemanes y japoneses) de los métodos estratégicos que pueden conducir al mundo libre a la victoria final contra el nazismo y su Pacto de Acero. Toda la potencia de Hollywood se pone por tanto al servicio de la ingente lucha, sin escatimar glorificación alguna para con sus valientes soldados. La Meca del Cine se erige en un gigantesco cuerpo animado dirigido a auxiliar la fe en el triunfo por la paz, y expresa su gran deseo de que ningún espectador se abstenga de visionar cuantas películas produce entre 1942 a 1945; dichos films, como indican las grandes productoras, se llevan a cabo con objeto de tranquilizar incluso a los pacifistas.  
 
Howard Hawks, gran experto en cine de aventuras, no exentas jamás de cierto grado de violencia, había ya realizado a tal fin "Sargeant York" ("El sargento York") en 1941, en la que un "dulce, antes alcoholizado y descreído" Gary Cooper (oscarizado al año siguiente por su interpretación) acaba convencido y convenciendo a los objetores de conciencia que, como el personaje del film, también ellos podrían convertirse en héroes de guerra, sin que fuese necesario violentar sus benignos principios. La película estuvo coprotagonizada por Walter Brennan, George Tobias, Joan Leslie, y Ward Bond.
El capítulo bélico que parece estallar en Hollywood con la fuerza de un obús como los que se producen en los lejanos frentes combatientes tiñe las pantallas con una siempre "deseable" y facilona patriotería, que no deja de mostrarse como una necesaria puerta abierta a la esperanza por la victoria y la paz en el mundo. Entre los titulos más sobresalientes (muchos críticos añadirían "aceptables") de dicha etapa bélica destacaron "Destino Tokyo",, 1943, de Delmer Daves, con Cary Grant, John Garfield, Alan Hale, John Ridgely, y Dane Clark ."Air Force" ("El bombardero heróico"), 1943 de Howard Hawks,  John Ridgely, Gig Young, Arthur Kennedy, Charles Drake, y Harry Carey.

"Guadalcanal Diary" ("Guadalcanal"), 1943, de Lewis Seiler, con William Bendix, Lloyd Nolan, Anthony Quinn, Preston Foster,  Richard Conte y Richard Jaeckel, "Edge of Darkness" ("Al filo de la oscuridad"), 1943, de Lewis Milestone, con Errol Flynn, Ann Sheridan, Walter Huston, Nancy Coleman, y Helmut Dantine.
"The North Star" ("La estrella del Norte"), 1943, de Lewis Milestone, con Anne Baxter, Dana Andrews, Walter Huston, Walter Brennan, Jane Withers, Farley Granger, Erich Von Stroheim y  Ann Harding " This Land is Mine" ("Esta tierra es mía"), aportación de Jean Renoir sobre la Francia ocupada, concon Charles Laughton, Maureen O'Hara, George Sanders, Walter Slezak, y Kent Smith, y todas ellas filmadas en 1943.
"Thirty Seconds over Tokyo" ("Treinta segundos sobre Tokyo"), 1944, de Mervyn le Roy, en la que Spencer Tracy y Van Johnson bombardean por vez primera el suelo japonés, además de Robert Mitchum Robert Walker y Phillis Thaxter. "The story of Dr. Wassell" ("Por el valle de las sombras"), 1944, exuberante y espectacular recreación de la invasión japonesa en Java, en la que también por primera vez se hace mención al ejército aliado holandés, dirigida por Cecil B. DeMille, con Gary Cooper, Laraine Day, Signe Hasso, Dennis O'Keefe y Carol Thurston.
"Objective Burma!" ( "Objetivo Birmania"), 1945, de Raoul Walsh, con Errol Flynn, James Brown, George Tobias, William Prince y Hugh Beaumont, entre muchas otras. Cuando por fin la sangrienta contienda parece tocar a su fin, y Hollywood considera un tanto innecesario seguir con su célebre exaltación del ropaje heroico que reviste a sus soldados y poner coto hasta cierto punto a la expansión de la ferocidad combativa de los mismos, William A. Wellman es el primero en tratar de humanizar el género bélico y rueda, dotándolo de una nueva dimensión más sentimental "Story of G. I. Joe" ("También somos seres humanos"), 1945, Robert Mitchum, Burgess Meredith, Freddie Steele, Wally Cassell, y Jimmy Lloyd.
Y aumenta su fluido conmovedor con "Battleground" ("Fuego en la nieve"), ya en 1950, con Van Johnson, John Hodiak, Ricardo Montalban y George Murphy, "Decision Before Dawn" ("Decisión al amanecer"), en 1951, con Richard Basehart, Gary Merrill, Oskar Werner, y Hildegard Knef.


El rigor documental o films of facts impregna también, en los primeros años 40, al Ministerio de Información inglés. La isla británica vive machacada por los bombardeos nazis, y, forzosamente, su cine se moviliza al servicio de la terrible contienda. A la cabeza de dirección del movimiento documental británico se halla el prestigioso Alberto Cavalcanti (Río de Janeiro, 6 de febrero de 1897 – París, 23 de agosto de 1982), director y productor que como se ha indicado había nacido en Río de Janeiro, y nacionalizado ciudadano británico, se unió en 1940 a la Ealing Studios, donde, bajo el soporte del también productor Michael Balcon, realizaría notables films como"Went the Day Well?" ("Cusarenta y ocho horas"), 1942, con Leslie Banks, C.V. France, Valerie Taylor, Marie Lohr, y Basil Sydney . Sus films documentales
"Yellow Caesar", 1941, y "Champagne Charlie", 1944, entre otros, tratan por todos los medios de mantener alta la moral de la población y la nunca desestimada esperanza en la victoria final contra Alemania.
Aquella famosa "V" que Sir Winston Churchill formara repetidamente con sus dedos y su optimismta sonrisa en los labios. Humphrey Jennings [19 August 1907 – 24 September 1950], realizador surrealista y notable revelación del documental inglés, realiza en 1941 "Listen to Britain", un gran retablo de la vida civil durante las hostilidades . El título realza su significación, ya que lo que propone Jennings es un concierto de trágicos sonidos: el tañido sombrío de un país, Inglaterra, que se halla en pie de guerra y es invadido por el aire en largas noches pobladas por los Stukas nazis.
"Fires Were Started", 1943, muestra la lucha del pueblo inglés contra los incendios durantes los terroríficos bombardeos nocturnos de Londres. En 1945, realizaría su film más conmovedor "A Diary for Timothy", con Michael Redgrave, John Gielgud y Myra Hess una carta dirigida al bebé Timothy que nace en el momento de la Liberación de París. Los últimos párrafos de dicha carta resultaron estremecedores para todos los pueblos que habían sufrido los rigores inhumanos del nazismo: "Te he querido mostrar, Timothy, el fin de una espantosa guerra. ¿Pero no nos tocará vivir ahora, como sucedió después de la otra guerra, la crisis, el desempleo, la siguiente carrera armamentística y, por ende, una segunda cadena de acontecimientos idénticos que puedan conducir a nuestro mundo a una nueva y gigantesca carnicería?" 

Paul Rotha [3 June 1907 – 7 March 1984] filmaría en 1943 "World of Plenty", exposición didáctica sobre el no menos nefasto problema que generó la alimentación, cuidadoso exámen de la privaciones a que conduce y obliga la guerra, proponiendo una justa distribución de alimentos en el mundo cuando la contienda termine.
El dramaturgo Noël Coward, junto a David Lean, se decide a expresar en "In Wich we Serve" ("Sangre, sudor y lágrimas"),, 1942, con el mismo Coward, además de John Mills, Bernard Miles, Celia Johnson, Kay Walsh, Joyce Carey, y Michael Wilding   su visión verista, no documental, de la contienda, que acabaría por convertirse en el film oficial de la resistencia británica. La hora angustiosa que vive la población británica necesita un escape para sus terribles crisis sometidas al tormento de los bombardeos y de los frentes bélicos, además de un sedante para sus nervios que pueda desvanecer por unas horas al dragón de la guerra.  
 



Alexander Korda, el más famoso productor inglés, nacido en Hungría, pero que acabó instalándose definitivamente en el Reino Unido, propuso al martirizado pueblo británico un paseo por "Las mil y una noches" con "The thief of Bagdad", 1940, con John Justin, June Duprez, Conrad Veidt y Sabú, superproducción en Technicolor que firmaría su hermano Zoltan Korda, Ludwig Berger y Michael Powell.

Y "Caesar and Cleopatra", 1944, para la que es contratada la inolvidable y mítica Vivien Leigh, dirigida por Gabriel Pascal y basada en la obra de G. B. Shaw, con un monumental reparto: Claude Rains, Stwart Granger, Leo Genn, Flora Robson. Cecil Parker, Michael Rennie, Francis L. Sullivan y Basil Sidney.
 
El shakesperiano Laurence Olivier ya había debutado como actor en 1939 en América con "Wuthering Heights" ("Cumbres Borrascosas"), dirigida por William Wyler, con Merle Oberon, David Niven y Geraldine Fitzgeral (papel que rechazó Viviveb Leigh). Olivier, sin embargo entró por la puerta grande al digirir y actuar en "Henry V", 1944, película, cuya dirección había sido rechazada por  Terence Young y Carol Reed y William Wyler, Y que interpretaron Robert Newton, Leslie Banks, Leo Genn Felix Aylmer y una desconocida actriz de teatro Renée Asherson (Papel al que había aspirado Vivien Leigh)
En 1940, un no menos prestigioso Thorold Dickinson [Thorold Barron Dickinson-16 de noviembre de 1903, Bristol-14 de abril de 1984, Oxford], que había rechazado la invitación de David O'Selznick para trabajar en Hollywood, y conocido documentalista realizador de dos famosos testimonios fílmicos sobre la Guerra Civil Española, "Spanish ABC", 1938, adapta con gran fortuna el drama psicológico-policíaco del dramaturgo Patrick Hamilton "Gaslight" ("Luz de Gas") sobre las maquinacones de un asesino, Anton Walbrook, que trata de enloquecer a su esposa, Diana Wynyard. George Cukor retomaría el film 4 años más tarde con Ingrid Bergman (que conseguiría el Oscar a la Mejor Interpretación Femenina), y con Charles Boyer, Joseph Cotten y Angela Lansbury una vez Metro-Goldwyn-Mayer se hubo asegurado de la rigurosa y no menos bárbara destrucción de todas las copias existentes de esta versión inglesa, evitando así la dura competencia en el mercado internacional. Milagrosamente, una copia de la película fue salvada por el British Film Institute
 
 

Inolvidables fueron "Brief Encounter" ("Breve encuentro"), 1945, de David Lean y "Dead of Night" ("Al morir la noche"), 1945, episodios alucinantes de H.G. Wells que fueron llevados a la pantalla por Alberto Cavalcanti. Charles Chrichton, Basil Dearden y Robert Hamer, sucederán, después de la conflagración mundial, las grandes y celebradas comedias de Ealing Studios, cobrando una necesaria e importantísima relevancia para la vida cinematográfica británica.
 

           1944: ALEMANIA EN BUSCA DE SU AÑO CERO


Claus von Stauffenberg

 

    Operación Valkiria: 77 años del atentado fallido a Hitler

Claus Schenk von Stauffenberg, el impulsor de la Operación Valkiria

Un fuego se mantiene latente en Alemania: un contenido político-militar dispuesto a participar en una conjura contra el régimen de Adolf Hitler, ya que las proporciones gigantescas del horror desatado por el III Reich devora no tan sólo a los protagonistas del nazismo, furibundos partidarios de su turbulento y sanguinario Führer, sino a todo el pueblo alemán, cuyos cimientos sociales han sido minados, sometidos, y castigados, como se indica, en su mismo suelo. La tragedia nazi se propaga y adquiere en Alemania tan siniestras dimensiones como en el resto de los países ocupados de Europa.

De esta manera las convicciones ideológicas y la admiración, si las hubo, de una parte del estamento militar de Hitler hacia el nefasto monstruo, cuyos excesos más que evidentes se erigen ya en un dantesco anuncio de la inminente destrucción de la propia patria alemana, desencadenan un definitivo proceso de rebeldía. La encubierta desviación militar se decide a sincronizar su propio golpe interno al régimen nazi mediante el asesinato de Hitler y apresurar el paso hacia la rendición definitiva, que podría llevar a término aquella espantosa orgía de sangre inútilmente vertida, y abrir paso a la ya inmediata ofensiva victoriosa de los aliados en Europa, poniendo fin a la guerra. No todos los alemanes se hallaban resignados, en consecuencia, a sufrir pasivamente los terribles efectos de la devastadora contienda. Sobre Alemania se cernía también una atmósfera cargada de amenazas, de "vigilancias especiales" con las actuaciones de la Gestapo, y, por ende, de auténtico pavor. Los pocos alemanes que se atrevieron a atacar en la oscuridad al Régimen nazi, con la esperanza de hallar una rápida paz y un nuevo orden, trataron con ello de incitar al mismo tiempo a su propio pueblo a la insurrección. Un grupo de oficiales de la Wehrmacht (Fuerza de Defensa) liderado por el coronel conde Claus von Stauffenberg decide sublevarse contra la "superioridad terrena" con que Adolf Hitler se erige en hacedor de vida y muerte en Europa, tras convertir todo el continente en una espiral de odio y terror, y se impone la obligación de interferir en los bárbaros procedimientos del nazismo y salvar a la patria de los nuevos horrores que puede conllevar la ya inminente derrota de Alemania.



El Golpe de Estado, para acabar con el monstruo Hitler, conocido por "Operación Valkiria" debía llevarse a cabo el 20 de julio de 1944.

Entre los conspiradores contra Hitler se hallaban, además, el mariscal de campo Erwin von Witzleben (ahorcado el 8 de agosto de 1944), el general Friedrich Fromm (ejecutado el 19 de marzo de 1945), jefe de reservas militares, el general Karl Heinrich von Stülpnagel (ejecutado el 30 de agosto de 1944), jefe supremo de las guarniciones germanas en Francia, quien se ofreció una vez se confirmara la muerte de Hitler, a tomar el control de París y negociar un armisticio inmediato con las tropas estadounidenses y británicas, Hans Günther von Kluge (se suicidó el 18 de agosto de 1944), mariscal de campo, Wilhelm Canaris (ahorcado el 9 de abril de 1945), jefe de inteligencia OKW (Abwehr), Helmut James Graf von Moltke (ahorcado el 23 de enero de 1945), jurista y aristócrata, Hjalmar Schacht, (deportado a Dachau y superviviente) economista, Hans Oster (ahorcado el 9 de abril de 1945), general de la Wehrmacht, Arthur Nebe (ejecutado el 21 de marzo de 1945), miembro de la SS, y Berthold Schenk Graf v. Stauffenberg (ahorcado el 10 de agosto de 1944), abogado y hermano de Claus.

Erwin Rommel fue acusado más tarde de haber tenido contactos secretos con los integrantes de la Operación Valkiria. A fin de evitar la detención de toda su familia y el juicio público aceptó el ofrecimiento del suicidio...
Claus von Stauffenberg fue el encargado de colocar una bomba en la reunión de la sala de mapas, cuartel general de Adolf Hitler, también conocido por "Guarida del Lobo" ("Wolfsschanze"), donde el Führer se reunía con sus generales. A las 12,40 explotó la bomba con enorme potencia. La sala de conferencias quedó prácticamente destruida, cuatro oficiales murieron en el acto y otros cinco fueron heridos. Hitler sufrió únicamente heridas leves.
Stauffenberg, que había observado la enorme humareda fuera de la "Wolfsschanze", juzgó la imposibilidad de que Hitler hubiese sobrevivido. A las 13,00 horas se hallaba de nuevo en Berlín. Pero el golpe de estado había fracasado. A las 19,00 horas el Führer se encontró lo suficientemente recuperado para llamar a su Canciller Joseph Goebbels y persuadirle de que se hallaba con vida. Una corte marcial especial, pese a que Hitler ordenara capturar vivos a todos los conspiradores, se encargó de ejecutar a los sublevados. Claus von Stauffenberg fue fusilado a las 0'10 del 21 de julio de 1944.

Unos 5.000 arrestos y prácticamente 200 ejecuciones de presuntos o verdaderos opositores al Régimen nazi fueron perpetradas por el siniestro e infame juez Roland Freisler (rechazado en más de una ocasión por su crueldad por muchos de los mismos seguidores de Hitler. En el juicio que se llevó a cabo contra Fabian von Schlabrendorff, abogado y militar que participó en la resistencia alemana y que sobrevivió incluso tras haber participado -desde la oscuridad- en el complot contra Hitler del 20 de julio,-murió en 1980-, Freisler indicó con su acostumbrada implacabilidad: "le enviaría directo al infierno", a lo que von Schlabrendorff contestó: "me permitiría con mucho gusto ir delante"). El temido Roland Freisler, escenificador de cientos de farsas judiciales con su severidad humillante, grosera y criminal de dirigirse a los encausados, fue hallado muerto el 3 de febrero de 1945 bajo una columna, con el expediente de Schabrendorff entre sus manos, tras uno de los bombardeos más terribles que llevaron a cabo los aliados sobre Berlín. "Nadie lamentó su muerte", aseguró un corresponsal extranjero. Alguno de los asistentes al hospital donde fue llevado su cadáver exclamó con satisfacción: "Es el veredicto de Dios" Fue enterrado de forma anónima en su mausoleo familiar. Hitler ordenó que no se le rindieran funerales dada su antigua filiación al partido comunista tras la I Guerra Mundial, en la que fue prisionero de guerra de los rusos. Interesado por el marxismo, había regresado a Alemania en 1920, en un principio como ferviente comunista, para convertirse después en uno de los más terroríficos y fanáticos abogados, juez y militar de cuantos se unieron al Partido Nazi.










 




























 














































































 














































































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