Resultaría,
no ya difícil, sino casi imposible reconstruir con un mínimo de
exactitud el árbol genealógico de cuantas tendencias autoritarias han
asolado el mundo. Por muy diferente que se muestre cualquier estructura
de la sociedad, el juego político, convencional y obligado, es un
derivado de la sangre. Y cada dos o tres generaciones cree inventar un
nuevo Dios. El juego político, considerándose así protagonista de una
flamante revolución que cree haber surgido inmediatamente de una
anterior antirevolución, ha poseído y sigue poseyendo rostros furiosos
que se repiten en todos los siglos. La marcha del mundo habría cambiado
si hubiésemos aprendido, como ciudadanos libres de este planeta, a
conceder únicamente nobleza a la inteligencia, la cultura y los
sentimientos, y a no concebir el poder como instrumento de perfección
moral y de elevación a Dios, viviseccionando así nuestra esencia terrena
en desahogos descarnadores, para acabar convirtiéndola en ancestral
símbolo de lo demoníaco. Muchas guerras se habrían evitado si los
hombres no se hubieran dedicado a "tomar de ellos" tan sólo lo que podía
servir para defender sus causas, obtener más apoyo a sus tantas veces
equívocos argumentos y tendencias autoritarias. Pero, hoy todavía, como
lo fue ayer y anteayer, puede ser una necedad, a propósito de cuantas
barbaries han asolado nuestro mundo, indagar si tal o cual "príncipe del
terror" fue bueno o malo. Si para muchos las guerras no han sido más
que acontecimientos satánicos, no olvidemos que otros las han proclamado
"singularidades excelsas", y umbrales de santidad frente al
patriotismo, puesto que las víctimas, en las que cabe englobar a
vencidos y vencedores de cada lado, son auténticos mártires. La guerra
es como una vieja letrada maniática y culta que trata de instruir y
sorprender nuestra imaginación con estratagemas de gran conocimiento.
Una leguleya que intenta por todos los medios no embrollar, por falta de
conocimiento, las fechas, pero que siempre expone sus dudas con
respecto a los actos llevados a cabo por otros pueblos a los que no
concede ni el beneficio de la duda. Esa jurista que facilita a la
historia sus defendibles y admiradas genealogías guerreras sabe lo
importante que es transformar los guarismos en figuras: del descuido de
una fecha se pasaría al desdén por los hechos. Y de la historia lo que
menos importa es la filosofía. Esa preocupación sacaría de sus casillas a
nuestra "anciana jurista guerrera". Alguien llamó a la guerra "la única
alegría del universo". Y, quizás por ello, no hay que buscarle
filosofía al patriotismo que la promueve. La guerra y sus resultados
varían según las condiciones del cronista. Por eso la historia nunca
será definitiva. Sigue unas reglas en función de un motivo especial, de
una religión, de una nación, de un bando o partido, de un régimen o
plan, de una amonestación a reyes y gobernantes, de exhortaciones o
patrañas a un pueblo que se les muestre receptivo, y a un hipotético convivio
de ejemplos morales. Casi todos los historiadores conocidos nos han
legado sus anales tratando de seguir estas reglas. Pero eso no nos libra
del error social de la guerra y del patriotismo. Todo ello no es más
que una nueva farsa de la moral de los hombres. La historia debe, pues,
vengar a la moral, aunque el secreto instinto humano persista en
reprobar esta tentativa como un sacrilegio y llame a este razonamiento
"traición"
GUERRA Y CINE
El cine
norteamericano advierte la necesidad de predicar su propia cruzada
frente a los inquietantes avatares que supuso para Estados Unidos
comprometerse, tras el ataque perpetrado en Pearl Harbor por el ejército japonés, en la lucha a muerte contra los dos regímenes políticos culpables de la II Guerra Mundial: el III Reich alemán o estado Nazi instituido por Adolf Hitler al que se uniría el Fascio Italiano
y su nacionalista líder, Benito Mussolini, y la alianza de Japón, por
medio del llamado Pacto de Acero, con Alemania e Italia, tras atacar en
diciembre de 1941 las potencias occidentales en Pearl Harbory
otros diversos puntos en el Pacífico. El significado e importancia
catastrófica que para Europa representó la confrontación bélica contra
la Alemania nazi y la Italia Fascista, inversamente, para Estados Unidos,
obligado a desplegar su poderoso arsenal propio en ambos frentes:
Europa y Asia, supondría uno de sus períodos de mayor prosperidad
económica. Norteamérica, tras un disciplinado alarde de poder, animada
por la celebrada orientación crítica de la era rooseveltiana, trabaja en
pro de la victoria a pleno rendimiento. El desempleo desciende casi por
completo, y las perspectivas futuras de posguerra se muestran, sin
lugar a dudas, todavía más satisfactorias. De este a oeste suenan, por
así decirlo, "las campanas a rebato", y Estados Unidos no se convierte
tan sólo en una arriesgada potencia presta a devorar a sus antagonistas
nazis y japoneses, sino que se renueva trabajando a pleno rendimiento:
la gigantesca estructura de las grandes compañías, en pleno período de
guerra, se convierten así en las más importantes rectoras del mercado
americano e internacional. Las innumerables granjas de Oklahoma, las
importantísimas fábricas de Detroit, así como las minas de Arizona y los
pozos petrolíferos de Texas hacen del progreso económico en EE.UU. un
prodigioso torreón de auxilio frente a la escalada militar que se opone a
Alemania y Japón, un modelo de equilibrio capaz de mostrar el puño al
antagonismo beligerante, y un despliegue de fuerza que habrá de
convertir a Norteamérica, de forma indiscutible, en la primera potencia
económica del mundo. El suelo estadounidense, al contrario de la
devastada Europa, no conocería jamás los terroríficos raids
aéreos de los, en un principio, fortalecidos contrincantes enemigos,
gracias a lo cual su colosal capacidad industrial pudo mantenerse
intacta.
La industria
cinematográfica, entre 1945 y 1946, había alcanzado también su más
óptima situación durante y después del período de guerra. El box-office
registra durante estos años la cifra de espectadores más alta desde la
dorada década de los 30: más de 4.680 millones de entradas en las salas
de cine donde el público americano se acomoda frente a la pantalla
grande tratando de convencerse, merced al "incorpóreo celuloide", y como
asegurara el presidente Roosevelt,"que la sola cosa de la que debemos tener miedo -miedo,
en este caso, a la guerra que se libra en los lejanos frentes de Europa
y del Pacífico, y de donde tantos seres queridos no volverían jamás-es del miedo mismo" Los
trágicos sucesos de la II Guerra Mundial siguen, pues, en plena
contienda y en la ya inmediata posguerra, tratando de sensibilizar al
público y proyectando en las salas repletas el gran trauma que la
realidad de la
beligerancia supone. Los mejores realizadores de la confiada colonia
cinematográfica de Hollywood se emplean en ello. No obstante, la
catástrofe bélica no tardará en actuar como un auténtico revulsivo moral
que, por supuesto, al igual que en Europa y Asia, acabará conmocionando
a las capas más sensibles de la población americana. Nueve millones de
norteamericanos se reintegran a sus hogares, pero ¿cómo impedir la clara
visión del horror real que ha supuesto la terrorífica contienda mundial
cuando millares de esposos, hijos y hermanos no volvieron jamás, y el
único testimonio que permanece vivo en los sentidos familiares que
pueblan los hogares de EE.UU. es saber que los cuerpos amados de los que
perecieron únicamente guardan ya reposo en un perdido y lúgubre campo
de batalla o en un cementerio distante al que nunca tendrán acceso?
Todo tipo de
valores, más tarde o más temprano, puede también resultar problemático.
Y, finalmente, la historia no nos deja más que un tema, el que agota
todas las fuentes: su verdad cabal. Los datos poseen ya nombres propios
que perturban y siguen desatando dolor entre el pueblo estadounidense:
Guadalcanal, Tulagi, Gavutu, Guam, Corregidor, Bataán, Iwo Jima,
Bastogne, Normandía, y muchos más de infausto recuerdo. Devoción por la
patria, condecoraciones, linajes de un militarismo victorioso que, pese
a su gran influencia y a su gran capacidad para mover los resortes de
la política mundial, ¡qué pueden importar ya! A Estados Unidos (como al
resto de países que vivieron los horrores de la ominosa contienda)
vuelven hombres entre los que se multiplican inválidos y mutilados,
ciegos, parapléjicos y neurópatas para quienes el verdadero juicio
salomónico del triunfo es haber vencido a un enemigo que, a su vez, los
ha aniquilado para el resto de su existencia. Miles de hombres física y
mentalmente destrozados, con sus anteriores vidas ya hechas añicos e
inadaptados para la inminente sociedad de posguerra, gritaban para sus
adentros: "No me consuela haber escapado del horror de los campos de batalla, ni me consuela tampoco volver a hallarme de nuevo en mi hogar como un lisiado".
El efecto siguiente, por tanto, es que la ingente catástrofe bélica
actuó, tras la paz, como una inminente y dolorosísima desarticulación
social que transcurriría en la siguiente década entre el más cruel de
los lamentos e incertidumbres ante a la nueva vida que se abría para una
población de hombres desconcertados y neurasténicos.
La tragedia de la
guerra, sin olvidar el papel jugado, sigue así poseyendo su énfasis, y a
los discursos políticos de posguerra (a los que se les imputa cierto
tufillo de "máximas casi perversas", tras los horrores vividos y el
holocausto que ha significado para gran parte de la población mundial)
no se les atribuye ya sentimiento alguno de grandeza (grandeza que no
quedará más que como "curioso documento histórico para el futuro"), ni
eleva al pueblo que ha logrado sobrevivir por encima de las miserias que
aún mutilan al mundo. En Estados Unidos los Consejos de Administración
promueven, para consolidar una paz tan duramente ganada, un inmediato
"orden de reconversión" en sus industrias, bien que en miles de hogares
se sigan llorando los huecos de los que ya no habrán de volver jamás.
No obstante, la
industria cinematográfica sigue adueñándose del mercado americano. Para
las grandes compañías de Hollywood, la posguerra representa una óptima
etapa de éxitos comparables a los de los felices años veinte. William
Wyler rueda en 1946 "The Best Years of our Lives" ("Los mejores años de
nuestra vida"), 1946, con Fredric March (que conseguiría un Oscar), Mirna Loy, Dana Andrews, Virginia Mayo, Cathy O'Donnell, yTeresa Wright y un auténtico herido de guerra que perdió ambas manos como Harold Russell que se inspira en una emblemática aunque trivial novela
de MacKinlay Kantor titulada "Glory For My", y que muestra (tendiendo al
disfraz de la "oculta vergüenza" y añadiendo cierto sabor a "prédica de
cuantas grandes virtudes de adaptación al nuevo orden social adornan al
patriótico pueblo americano" -diametralmente opuesto al impactante neorrealismo
italiano-) el regreso a su hogar de tres veteranos de guerra: un
consejero de Banca, un simple oficial de infantería, y un marino ahora
mutilado de ambos brazos. Wyler llevó a cabo, por tanto, un estudio, a través
de estos tres hombres y sus familias, de la psicología colectiva que
debe imperar entre la población de Estados Unidos tras la guerra dentro
del período de la ya citada "reconversión social" promovida por el
Gobierno. La película fue una especie de llamada a la conciencia de los
abatidos norteamericanos, a su sentido moral y a la pretendida capacidad
de avenencia de los hombres y mujeres ante los no menos dolorosos
siguientes años de posguerra, y pese a que se le añadieron excesivas
concesiones sentimentales, causó un enorme impacto en todo el mundo, fue
premiada por la Academia de Hollywood con 7 Oscars de sus 8
nominaciones, y sus recaudaciones en taquilla se situaron a la zaga de
la gran vencedora de la anterior década "Gone With de Wind" ("Lo que el viento se llevó").
Es importante
resaltar que Delmer Daves se había adelantado a William Wyler con
"Pride of Marines", 1945, relatando la biografía del excombatiente Al
Schmid-John Garfield, que regresa ciego del frente, el trauma azaroso
que su ceguera causa en él para reajustarse a su vida civil (en todo
momento ayudado por su esposa, Ruth Hartley-Eleanor Parker) y el
angustioso problema que suscita tan problemática rehabilitación.
Tras
William Wyler, ya prestigioso veterano hollywoodense, se asoman
inmediatamente nuevos realizadores cinematográficos, que más tarde
serían reconocidos como "la generación perdida", y que no dudarán en
mostrar su más polémica e inconformista mirada para ofrendarla con
enorme crudeza y realismo a un público que "ansía aprender algo más",
merced al cómodo didactismo que ofrece la gran pantalla, de cuantos
grandes problemas atenazan su país. John Huston, Edward Dmytryck, Robert
Rossen, Elia Kazan, Jules Dassin, Joseph L. Mankiewicz, Fred Zinnemann y
Joseph Losey muestran sus duras y enérgicas críticas frente a la
"reinante corrupción que domina muchos de los sectores sociales
públicos, privados y políticos de posguerra".
Dicha
"generación perdida" volverá así a poner el dedo en la llaga a los
nacientes odios antisemitas en Estados Unidos; planteará con mucha mayor
dureza de lo que hiciera Wyler los inacabables problemas del retorno al
hogar de los mutilados de guerra, y hará hincapié por primera vez en el
gravísimo y candente problema, cuestión un tanto olvidada durante la
guerra, del racismo negro (entre 1945 y 1950 se contabilizaron más de
trece linchamientos de hombres de color en la Norteamérica que alardea
de su ejemplar Constitución democrática).
Los
mejores ejemplos surgen en grandes films como "Gentleman's Agreement"
("La barrera invisible") 1947, de Elia Kazan, con Gregory Peck, Dorothy McGuire y John Garfield, y muy especialmente en
"Crossfire" ("Encrucijada de odios"), de Edward Dmytryck, también de
1947, centrada en el patológico caso particular del asesinato de un
soldado judío desmovilizado, excelente documento social que pasa a
convertirse en pública acusación hacia un sector del pueblo americano
que parece haber olvidado que seis millones de judíos habían sido
aniquilados en la maltratada Europa por la esquizofrenia nazi sostenida
con empecinamiento por los no menos dementes esbirros del enfebrecido monstruo
Adolf Hitler, víctimas inocentes de un odio similar como el que muestra
el personaje de la película, un espléndido Robert Ryan., coprotagonizada por Robert Mitchum, Robert Young, Paul Kelly y Gloria Grahame.
Dmytryck ya
había destacado en 1942 con "Hitler's Children". Seguirá "All the King Men's" ("El político"), 1949, de Robert Rossen, una clara radiografía
del fascismo latente en los Estados Unidos (ya prácticamente realizada a
las puertas del maccarthysmo)
y que narrará la trayectoria de un político de ideas honradas, que será
vencido, finalmente, por la corrupción del medio ambiente. Broderick
Crawford y el film -"Mejor Película"- conseguirían el Premio de la
Academia. Robert Rossen fue candidato al mismo, pese a no hacerse con
él. Fue coprotagonizada por Mercedes McCambridge (Oscar a la Mejor Actriz de Reparto), John Ireland, John Derek y Joanne Dru. Importantes fueron también "No Way Out" ("Un rayo de luz"), 1950, de
Joseph L. Mankiewicz, con Sidney Poitier, Richard Widmark y Linda Darnell.
Y "The well" ("El pozo de la angustia"), 1951,
de Leo Popkin y Rusell Rouse, con Richard Rober, Gwendolyn Laster,Maidie Norman, y George Hamilton, crudos testimonios del ya citado doloroso
conflicto racial imperante en Estados Unidos.
JOSEPH MCCARTHY SE ERIGE EN GRAN INQUISIDOR DE LA DEMOCRACIA ESTADOUNIDENSE
Toda
esta saludable corriente de cine crítico se verá decapitada brutalmente
por la ignominiosa campaña iniciada en 1947 por la Comisión de
Actividades Antiamericanas que propugnó el senador republicano Joseph
McCarthy con su "caza de brujas", y que se destinó en gran parte a
extirpar de raíz la llamada "infiltración subversiva" en el seno de la
industria cinematográfica. La Unión Soviética se hallaba a punto de
convertirse en una imparable potencia atómica y los dos bloques más
importantes del mundo cruzan en consecuencia, por medio de sus fanáticas
rivalidades y desconfianzas, el gigantesco umbral de la "guerra fría".
El mundo abre
de nuevo un hiperbólico muro de ruina, alcanza nuevos peldaños de temor
bélico, y sus primeros vértigos desembocan en la gran crisis de Berlín y
la guerra de Corea. La comisión de McCarthy es implacable y realiza una
investigación inquisitorial (que llegaría a alcanzar una envergadura
del más gigantesco disparate, vista hoy con la perspectiva que otorga la
distancia histórica) sobre las ideas y creencias políticas de los
realizadores y actores cinematográficos.
"Su principal logro [del senador McCarthy] ha sido
el de confundir a la opinión pública, entre las amenazas del comunismo.
No debemos confundir desacuerdo con deslealtad. Debemos recordar siempre
que una acusación no es una prueba y que una condena depende de la
evidencia y del debido proceso de la ley No caminaremos con
miedo, el uno del otro. No descendemos de hombres temerosos, de
hombres que temían escribir, hablar, asociarse y defender causas que
eran, por el momento, impopulares. ¿Y de quién es el fallo? En
realidad no es suyo. Él no creó esta situación de miedo; él meramente la
explotó, y más bien exitosamente. Casio estaba en lo cierto: «El fallo,
querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos».
Edward R. Murrow"
John Garfield, que apoyó el Comité de la Primera Enmienda, en el que numerosos intelectuales, actores, directores y productores (Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gregory Peck, Katharine Hepburn, Kirk Douglas, Henry Fonda, Vincent Price, Gene Kelly, David O'Selznick)
mostraron su oposición a las investigaciones de McCarthy, vio agravado
sus problemas cardíacos durante las largas sesiones de interrogatorios a
que se vio sometido por la Comisión y fallecería a causa de las mismas
el 21 de mayo de 1952 a la edad de 39 años. En el curso de las sesiones
de la Comisión se efectuarían delaciones vergonzosas y se oirían los
comentarios más absurdos e inauditos destinados a hollar de
forma irremisible la quimérica honestidad de los tan cacareados
principios de la democracia americana (Warner Brothers se vio obligada a
admitir ante el Comité depurativo que su producción "Humoresque", 1947,
dirigida por Jean Negulesco, contenía propaganda comunista porque en
ella John Garfield le decía a su enamorada Joan Crawford: "Tú padre es un banquero, mientras que el mío es un humilde negociante de droguería".
Adolphe Menjou,
interrogado por el futuro presidente Richard Nixon, se reconoció como
"un modesto estudioso de las máximas marxistas, del socialismo fabiano
-opuesto, aunque no menos peligroso, a la violencia comunista de Marx-,
del stalinismo, y los temibles efectos que su aceptación significarían
para el supuestamente incorrupto y, ante todo, democrático pueblo
americano" La frase definitiva de Menjou sería: "Son comunistas todas las personas que tienen ideas no americanas".
¡¡AMÉRICA PARA LOS QUE NO TIENEN IDEAS COMUNISTAS!!
En aquel clima de puro disparate se alzaron voces indignadas como las de Thomas Mann,veterano William Wyler,
y John Huston que trataron de ser ahogadas también por uno de los presidentes de la
Comisión, J. Parnell Thomas, quien, unos años después del funesto maccarthysmo,
fue encarcelado por haberse descubierto que se había estado lucrando
con "substanciosas" pagas de inexistentes secretarios de la Comisión de
McCarthy.
Famosa fue la frase lanzada por el genial Orson Welles, tras las delaciones efectuadas por Edward Dmytryck: "Lo malo de la izquierda americana es que traicionó a sus conciudadanos por salvar sus piscinas".
Aquel irracional clima moral de persecuciones políticas que fue capaz
de redactar una "lista negra" que incluía 324 nombres de actores y
realizadores promocionó asimismo el importante éxodo a Europa de
personalidades como Charles Chaplin, Joseph Losey, Orson Welles y Jules Dassin,
entre otros. Tras la neurosis colectiva interna que viviera
Norteamérica en aquellos nefastos años 50 (causa también que
contribuiría a explicar el auge que a la sazón alcanzaría el famoso
"cine negro"), Hollywood pisa ya el umbral de su tercera etapa
cinematográfica: la que sería conocida como "era de la televisión". La
primera había sido la del cine mudo, y la segunda la del sonido.
ALEMANIA-1939-1945- EL SUEÑO IMPOSIBLE DE LA VICTORIA
La paz ha desaparecido de los horizontes del mundo. Soplan los vientos ásperos y fríos de la guerra. La svástica del III Reich alemán
prescribe la libertad en casi toda Europa. Adolf Hitler y su funesta
ambición de poder y de superioridad racial inspira al pueblo germano,
que cree en el sortilegio absolutista de un linaje de "sustanciación
deificadora", y se erige en verdugo de un continente tiempo ha
manumitido de los horrores bélicos (a excepción de España, convaleciente
todavía de una reciente Guerra Civil). Países impulsores de la
civilización ven invalidado el hermoso milagro de una existencia
pacífica y libre por la impiedad criminal de un nuevo régimen marcial,
espartano, que exalta el horror, propugna un nuevo holocausto mundial, y
emula al león que se queda con todo. ¡Imposible imaginar ya un jardín
habitado más sangriento, más devastado por un siniestro estímulo
homicida que el que propugna el III Reich de Adolf Hitler y su Pacto de Acero con elFascio Italiano de Benito Mussolini y Japón!
Los
años de guerra no dejan de señalarse igualmente como años de meditación
y de una creciente presión que cristalizará en el Séptimo Arte y su era
bélica. La angustia colectiva de un mundo en guerra halla una
multitudinaria especificación realista en numerosísimos films rodados en
dos de los países no ocupados por los ejércitos enemigos: Inglaterra y
Estados Unidos y que serán considerados como "edificantes". En
Hollywood, los esquemas y personajes del clásico cine de gangsters
desviaron su angustiosa violencia y las tensiones de sus conflictos
hacia el terreno político-militar. El espionaje y la resistencia se
erigirán en monumentales plataformas para películas de intriga y
aventuras bélicas. El balance hollywoodense de estos terribles años de
depresión histórica, de la guerra más devastadora que ha conocido la
humanidad, no resultará, por tanto, excesivamente negativo para el Arte
cinematográfico. El Arte debe reflejarse en el mismo espejo de la
sociedad que le da vida.El
horizonte de dicha sociedad, entre 1940 y 1945, no puede resultar más
trágico y desconsolador. Resulta no tan sólo comprensible sino necesario
que los esquemas uniformes de la marcialidad levanten su vuelo con
relatos dotados de todo el armazón bélico de una disciplina que termine
siempre triunfando de forma ejemplar, divulgando por todas las salas
cinematográficas inglesas y norteamericanas un virtuosismo patriótico
excesivamente formal (que invita al público asistente, en el caso de
Norteamérica, y al final de cada proyección, a la compra de "bonos de
guerra" -"To have and to hold War Bonds"-), tratando de impeler el auténtico aliento bélico que se enfrenta al enemigo en los frentes europeos, africanos y asiáticos.
El
genio excepcional de Orson Welles se revela a Hollywood en 1940 con
"Citizen Ksane" ("Ciudadano Kane"), protagonizada y dirigida por el mismo Welles, con Joseph Cotten, Dorothy Comingore, Everett Sloane, William Alland, y Agnes Moorehead, ya en vísperas del ataque nipón a Pearl Harbor para
ser amordazado por la "materializada Meca del Cine" a partir de 1942.
Hollywood no alcanza por entonces a imaginar los tiempos borrascosos que
se avecinarían para el cine tras el final de la II Guerra Mundial.
Humphrey Bogart fue arrebatado del hampa y trasplantado junto a Ingrid
Bergman y Paul Henreid al Marruecos de los refugiados que huyen de la
persecución nazi en "Casablanca", 1943, Michael Curtiz, y coprotagonizada por Claude Rains, Peter Lorre, Sidney Greestreet y Conrad Veidt..
Billy Wilder con "Five Graves to Cairo" ("Cinco tumbas
en El Cairo"), 1943, su segunda película norteamericana
obtuvo un inmenso éxito popular, convirtiendo a Erich Von Stroheim en
el mariscal Rommel, y a Franchot Tone en agente secreto británico que,
ayudado por el sacrificio de una preciosa camarera, Anne Baxter, en busca de
venganza contra el nazismo, hará posible la victoria de El Alamein y ayudada por el veterano Akim Tamiroff.
Alfred Hitchcock, ya instalado definitivamente en Hollywood en 1940,
promueve con "Foreign Correspondent"("Enviado Especial"), con Joel McCrea, Laraine Day, Herbert Marshall. George Sanders y Edmund Gwenn, de ese mismo año, un film de intriga
política internacional destinado a arrancar a Estado Unidos de su
aislacionismo. Seguirán "Saboteur" ("Sabotaje"), 1942, con Priscilla Lane, Robert Cummings, Otto Kruger,Alan Baxter, y Vaughan Glazer.
"Lifeboat" ("Náufragos"), 1944, escrita por John Steinbeck, con Tallulah Bankhead, John Hodiak, William Bendix, Hume Cronyn, y Mary Anderson y Walter Slezak (personaje nazi de la película). que
transcurre íntegramente en una
lancha salvavidas en la que asistiremos al linchamiento por parte de
los siniestrados integrantes de la misma de un ruín marinero alemán,
capaz de crear una impactante tensión psicológica y un inesperado suspense.
Y ya en 1946, tras el fin de las hostilidades, rodaría "Notorious ("Encadenados"),
con una incomparable Ingrid Bergman amorosamente rechazada por Gary Grant, que se debate entre el
amor y el deber, y envenenada por su marido, Claude Rains, espía atómico
del régimen nazi, y Louis Calhern y Leopoldine Konstantin ...
Los excepcionales "extranjeros e hijos ya adoptivos
de Hollywood" Ernst Lubitsch y Fritz Lang se unen a la causa antinazi
con dos extraordinarias películas, el primero con on "To Be or not to Be" ("Ser o no ser"),
, con la póstuma interpretación de Carole Lombard (fallecida en un accidente de avión mientras recorría Estados Unidos reuniendo Bonos de Guerra), y además Jack Benny, Robert Stack, Felix Bressart, Sig Ruman y Helmut Dantine, retrato colosalmente satírico de la ocupación alemana de Varsovia,
endiablada cortina entreabierta frente a la lucha de los resistentes
polacos contra la Gestapo, y puertas que se cierran a la inteligencia
nazi, incluyendo un merecido escarnio que alcanza la figura del
mismísimo Adolf Hitler y a sus dirigentes en Varsovia que, no obstante, y
a pesar del ingenio que mueve la trama, lejos de consolar al
espectador, levantó una enardecida polémica por la imagen no menos
cómica que ofrendaba de los resistente polacos; el
segundo con "Hangmen Also Die" ("Los verdugos también mueren"), 1943, con Brian Donlevy, Walter Brennan, Hans Heinrich von Twardowski, Anna Lee, y Dennis O'Keefe,
que contó con un magnífico guión de Bertolt Brecht, tejido sobre la
resistencia en la Checoslovaquia ocupada, y que como era habitual en la
cinematografía de Lang, giraba en torno al tema de la culpabilidad, esta
vez con voz brutal y feroz volcada sobre un infame colaboracionista
checo de la Gestapo interpretado por Gene Lockhart.m
En
cuanto se refería a la denominada "violencia funcional del cine
americano frente a los avatares bélicos", Hollywood, agitado por un
sentimiento imperecedero de la victoriosa esperanza que mueve al pueblo
norteamericano, halla su más robustecido transfert
patriótico en un nutrido ciclo de películas de "guerra". Con la entrada
de EE.UU. en la confrontación bélica, los estudios de Hollywood se
transforman con emergencia en arsenales destinados a la producción de la
propaganda bélica, ya sea ofensiva o defensiva, y muchos de sus
"nombres" más famosos son acaparados por las fuerzas armadas. Frank Capra trabaja en el War Department
con el grado de coronel. allí supervisará sin descanso la importante
serie documental "Why we fight", 1942-45; serie en la que también
colaboran el realizador documentalista holandés Joris Ivens, famoso por
sus testimonios fílmicos como "Miseria al Borinage" (al alimón con Henri
Storck), 1933, impresionante denuncia de la salvaje explotación
proletaria sobre los mineros, que fue prohibido en casi toda Europa.
"Spanish Earth" ("Tierra de España") 1937 , "Our Russia Front", 1942, y "Actions Stations", 1943.
Se une también Anatole Litvak con el grado de teniente
coronel. El gran centauro John Ford es igualmente movilizado como
comandante y dirige la producción cinematográfica U.S. Navy.
William
Wyler, con la graduación de mayor, se encarga a su vez de las Fuerzas
Aéreas. Grandes de Hollywood, así convertidos en soldados de retaguardia,
y que ofrendan a la nación norteamericana el mejor de los tratamientos
documentalistas que ayudarán a explicar a su país las razones de tan
dura lucha en los frentes europeos y del Pacífico, y que forzosamente
habrán de llevar a la robusta y sólida moral democrática norteamericana,
ahora dueña casi absoluta (dado que Europa y China se hallan ocupadas
por alemanes y japoneses) de los métodos estratégicos que pueden
conducir al mundo libre a la victoria final contra el nazismo y su Pacto
de Acero. Toda la potencia de Hollywood se pone por tanto al servicio
de la ingente lucha, sin escatimar glorificación alguna para con sus
valientes soldados. La Meca del Cine se erige en un gigantesco cuerpo
animado dirigido a auxiliar la fe en el triunfo por la paz, y expresa su
gran deseo de que ningún espectador se abstenga de visionar cuantas
películas produce entre 1942 a 1945; dichos films, como indican las
grandes productoras, se llevan a cabo con objeto de tranquilizar incluso
a los pacifistas.
Howard Hawks, gran experto en cine de aventuras, no
exentas jamás de cierto grado de violencia, había ya realizado a tal fin
"Sargeant York" ("El sargento York") en 1941, en la que un "dulce, antes alcoholizado y
descreído" Gary Cooper (oscarizado al año siguiente por su
interpretación) acaba convencido y convenciendo a los objetores de
conciencia que, como el personaje del film, también ellos podrían
convertirse en héroes de guerra, sin que fuese necesario violentar sus
benignos principios. La película estuvo coprotagonizada por Walter Brennan,George Tobias, Joan Leslie, y Ward Bond.
El
capítulo bélico que parece estallar en Hollywood con la fuerza de un
obús como los que se producen en los lejanos frentes combatientes tiñe
las pantallas con una siempre "deseable" y facilona patriotería, que no
deja de mostrarse como una necesaria puerta abierta a la esperanza por
la victoria y la paz en el mundo. Entre los titulos más sobresalientes
(muchos críticos añadirían "aceptables") de dicha etapa bélica
destacaron "Destino Tokyo",, 1943, de Delmer Daves,conCary Grant, John Garfield, Alan Hale, John Ridgely, y Dane Clark ."Air Force" ("El bombardero heróico"), 1943de Howard
Hawks,John Ridgely, Gig Young, Arthur Kennedy, Charles Drake, y Harry Carey.
"Guadalcanal Diary" ("Guadalcanal"), 1943, de Lewis Seiler,conWilliam Bendix, Lloyd Nolan, Anthony Quinn, Preston Foster, Richard Contey Richard Jaeckel, "Edge of Darkness" ("Al filo de la oscuridad"), 1943, de Lewis Milestone, con Errol Flynn, Ann Sheridan, Walter Huston, Nancy Coleman, y Helmut Dantine.
"The North Star" ("La
estrella del Norte"), 1943, de Lewis Milestone, con Anne Baxter, Dana Andrews, Walter Huston, Walter Brennan, Jane Withers, Farley Granger, Erich Von Stroheimy Ann Harding "This Land is Mine" ("Esta
tierra es mía"), aportación de Jean Renoir sobre la Francia ocupada, concon Charles Laughton, Maureen O'Hara, George Sanders, Walter Slezak, y Kent Smith,
y todas ellas filmadas en 1943.
"Thirty Seconds over Tokyo" ("Treinta segundos sobre Tokyo"), 1944, de
Mervyn le Roy, en la que Spencer Tracy y Van Johnson bombardean por vez
primera el suelo japonés, además de Robert Mitchum Robert Walker y Phillis Thaxter. "The story of Dr. Wassell" ("Por el valle de
las sombras"), 1944, exuberante y espectacular recreación de la invasión
japonesa en Java, en la que también por primera vez se hace mención al
ejército aliado holandés, dirigida por Cecil B. DeMille, con Gary Cooper, Laraine Day, Signe Hasso, Dennis O'Keefe y Carol Thurston.
"Objective Burma!" ( "Objetivo Birmania"), 1945, de Raoul Walsh, con Errol Flynn, James Brown, George Tobias, William Prince y Hugh Beaumont, entre muchas otras. Cuando
por fin la sangrienta contienda parece tocar a su fin, y Hollywood
considera un tanto innecesario seguir con su célebre exaltación del
ropaje heroico que reviste a sus soldados y poner coto hasta cierto
punto a la expansión de la ferocidad combativa de los mismos, William A.
Wellman es el primero en tratar de humanizar el género bélico y rueda,
dotándolo de una nueva dimensión más sentimental "Story of G. I. Joe"
("También somos seres humanos"), 1945, Robert Mitchum, Burgess Meredith, Freddie Steele, Wally Cassell, y Jimmy Lloyd.
Y aumenta su fluido conmovedor
con "Battleground" ("Fuego en la nieve"), ya en 1950,con Van Johnson, John Hodiak, Ricardo Montalban y George Murphy, "Decision Before Dawn" ("Decisión al amanecer"), en 1951, con Richard Basehart, Gary Merrill, Oskar Werner, y Hildegard Knef.
El rigor documental o films of facts
impregna también, en los primeros años 40, al Ministerio de Información
inglés. La isla británica vive machacada por los bombardeos nazis, y,
forzosamente, su cine se moviliza al servicio de la terrible contienda. A
la cabeza de dirección del movimiento documental británico se halla el
prestigioso Alberto Cavalcanti (Río de Janeiro, 6 de febrero de 1897 – París, 23 de agosto de 1982), director y productor que como se ha indicado había nacido en Río de Janeiro, y nacionalizado ciudadano británico, se unió
en 1940 a la Ealing Studios, donde, bajo el soporte del también
productor Michael Balcon, realizaría notables
films como"Went the Day Well?" ("Cusarenta y ocho horas"), 1942, con Leslie Banks,C.V. France,Valerie Taylor, Marie Lohr, y Basil Sydney . Sus films documentales
"Yellow Caesar", 1941, y "Champagne Charlie", 1944, entre otros, tratan
por todos los medios de mantener alta la moral de la población y la
nunca desestimada esperanza en la victoria final contra Alemania.
Aquella famosa "V"
que Sir Winston Churchill formara repetidamente con sus dedos y su
optimismta sonrisa en los labios. Humphrey Jennings[19 August 1907 – 24 September 1950], realizador
surrealista y notable revelación del documental inglés, realiza en 1941
"Listen to Britain", un gran retablo de la vida civil durante las
hostilidades . El título realza su significación, ya que lo que propone
Jennings es un concierto de trágicos sonidos: el tañido sombrío de un
país, Inglaterra, que se halla en pie de guerra y es invadido por el
aire en largas noches pobladas por los Stukas nazis.
"Fires Were Started", 1943, muestra la lucha del pueblo inglés contra los
incendios durantes los terroríficos bombardeos nocturnos de Londres. En
1945, realizaría su film más conmovedor "A Diary for Timothy", con Michael Redgrave, John Gielgud y Myra Hess una carta
dirigida al bebé Timothy que nace en el momento de la Liberación de
París. Los últimos párrafos de dicha carta resultaron estremecedores
para todos los pueblos que habían sufrido los rigores inhumanos del
nazismo: "Te he querido mostrar, Timothy, el fin de una espantosa guerra. ¿Pero no nos tocará vivir ahora, como sucedió después de la otra guerra, la crisis, el desempleo, la siguiente carrera armamentística y, por ende, una segunda cadena de acontecimientos idénticos que puedan conducir a nuestro mundo a una nueva y gigantesca carnicería?"
Paul
Rotha [3 June 1907 – 7 March 1984] filmaría en 1943 "World of Plenty", exposición didáctica sobre el
no menos nefasto problema que generó la alimentación, cuidadoso exámen
de la privaciones a que conduce y obliga la guerra, proponiendo una
justa distribución de alimentos en el mundo cuando la contienda termine.
El
dramaturgo Noël Coward, junto a David Lean, se decide a expresar en "In Wich we Serve" ("Sangre, sudor y lágrimas"),, 1942, con el mismo Coward, además de John Mills, Bernard Miles, Celia Johnson, Kay Walsh,Joyce Carey, y Michael Wilding su visión verista, no
documental, de la contienda, que acabaría por convertirse en el film
oficial de la resistencia británica. La hora angustiosa que vive la
población británica necesita un escape para sus terribles crisis
sometidas al tormento de los bombardeos y de los frentes bélicos, además
de un sedante para sus nervios que pueda desvanecer por unas horas al
dragón de la guerra.
Alexander Korda, el más famoso productor inglés,
nacido en Hungría, pero que acabó instalándose definitivamente en el
Reino Unido, propuso al martirizado pueblo británico un paseo por "Las
mil y una noches" con "The thief of Bagdad", 1940, con John Justin, June Duprez, Conrad Veidt y Sabú, superproducción en
Technicolor que firmaría su hermano ZoltanKorda, Ludwig Berger y
Michael Powell.
Y "Caesar and Cleopatra", 1944, para la que es contratada
la inolvidable y mítica Vivien Leigh, dirigida por Gabriel Pascal y
basada en la obra de G. B. Shaw, con un monumental reparto: Claude Rains, Stwart Granger, Leo Genn, Flora Robson. Cecil Parker, Michael Rennie, Francis L. Sullivan y Basil Sidney.
El shakesperiano Laurence Olivier ya había debutado como actor en 1939 en América con "Wuthering Heights" ("Cumbres Borrascosas"), dirigida por William Wyler, con Merle Oberon, David Niven y Geraldine Fitzgeral (papel que rechazó Viviveb Leigh). Olivier, sin embargo entró por la puerta grande al digiriry actuar en "Henry V", 1944, película, cuya dirección había
sido rechazada porTerence Young y Carol Reed y William Wyler,Y que interpretaron Robert Newton, Leslie Banks, Leo Genn Felix Aylmer y una desconocida actriz deteatro Renée Asherson (Papel al que había aspirado Vivien Leigh)
En
1940, un no menos prestigioso Thorold Dickinson [Thorold Barron Dickinson-16 de noviembre de 1903, Bristol-14 de abril de 1984, Oxford], que había rechazado la
invitación de David O'Selznick para trabajar en Hollywood, y conocido
documentalista realizador de dos famosos testimonios fílmicos sobre la
Guerra Civil Española, "Spanish ABC", 1938, adapta con gran fortuna el
drama psicológico-policíaco del dramaturgo Patrick Hamilton"Gaslight" ("Luz de Gas")
sobre las maquinacones de un asesino, Anton Walbrook, que trata de
enloquecer a su esposa, Diana Wynyard. George Cukor retomaría el film 4
años más tarde con Ingrid Bergman (que conseguiría el Oscar a la Mejor Interpretación Femenina), y con Charles Boyer, Joseph Cotten y Angela Lansbury una vez Metro-Goldwyn-Mayer
se hubo asegurado de la rigurosa y no menos bárbara destrucción de
todas las copias existentes de esta versión inglesa, evitando así la
dura competencia en el mercado internacional. Milagrosamente, una copia de la película fue salvada por el British Film Institute.
Inolvidables fueron "Brief Encounter" ("Breve encuentro"), 1945, de David Lean y "Dead of Night" ("Al morir la noche"), 1945,
episodios alucinantes de H.G. Wells que fueron llevados a la pantalla
por Alberto Cavalcanti. Charles Chrichton, Basil Dearden y Robert Hamer,
sucederán, después de la conflagración mundial, las grandes y
celebradas comedias de Ealing Studios, cobrando una necesaria e importantísima relevancia para la vida cinematográfica británica.
1944: ALEMANIA EN BUSCA DE SU AÑO CERO
Claus von Stauffenberg
Operación Valkiria: 77 años del atentado fallido a Hitler
Claus Schenk von Stauffenberg, el impulsor de la Operación Valkiria
Un
fuego se mantiene latente en Alemania: un contenido político-militar
dispuesto a participar en una conjura contra el régimen de Adolf Hitler,
ya que las proporciones gigantescas del horror desatado por el III Reich devora
no tan sólo a los protagonistas del nazismo, furibundos partidarios de
su turbulento y sanguinario Führer, sino a todo el pueblo alemán, cuyos
cimientos sociales han sido minados, sometidos, y castigados, como se
indica, en su mismo suelo. La tragedia nazi se propaga y adquiere en
Alemania tan siniestras dimensiones como en el resto de los países
ocupados de Europa.
De esta manera las convicciones ideológicas y la
admiración, si las hubo, de una parte del estamento militar de Hitler
hacia el nefasto monstruo, cuyos excesos más que evidentes se erigen ya
en un dantesco anuncio de la inminente destrucción de la propia patria
alemana, desencadenan
un definitivo proceso de rebeldía. La encubierta desviación militar se
decide a sincronizar su propio golpe interno al régimen nazi mediante el
asesinato de Hitler y apresurar el paso hacia la rendición definitiva,
que podría llevar a término aquella espantosa orgía de sangre
inútilmente vertida, y abrir paso a la ya inmediata ofensiva victoriosa
de los aliados en Europa, poniendo fin a la guerra. No todos los
alemanes se hallaban resignados, en consecuencia, a sufrir pasivamente
los terribles efectos de la devastadora contienda. Sobre Alemania se
cernía también una atmósfera cargada de amenazas, de "vigilancias
especiales" con las actuaciones de la Gestapo,
y, por ende, de auténtico pavor. Los pocos alemanes que se atrevieron a
atacar en la oscuridad al Régimen nazi, con la esperanza de hallar una
rápida paz y un nuevo orden, trataron con ello de incitar al mismo
tiempo a su propio pueblo a la insurrección. Un grupo de oficiales de la
Wehrmacht
(Fuerza de Defensa) liderado por el coronel conde Claus von
Stauffenberg decide sublevarse contra la "superioridad terrena" con que
Adolf Hitler se erige en hacedor de vida y muerte en Europa, tras
convertir todo el continente en una espiral de odio y terror, y se
impone la obligación de interferir en los bárbaros procedimientos del
nazismo y salvar a la patria de los nuevos horrores que puede conllevar la ya inminente derrota de Alemania.
El Golpe de Estado, para acabar con el monstruo Hitler, conocido por "Operación Valkiria"
debía llevarse a cabo el 20 de julio de 1944.
Entre los conspiradores
contra Hitler se hallaban, además, el mariscal de campo Erwin von
Witzleben (ahorcado el 8 de agosto de 1944), el general Friedrich Fromm
(ejecutado el 19 de marzo de 1945), jefe de reservas militares, el
general Karl Heinrich von Stülpnagel (ejecutado el 30 de agosto de
1944), jefe supremo de las guarniciones germanas en Francia,
quien se ofreció una vez se confirmara la muerte de Hitler, a tomar el
control de París y negociar un armisticio inmediato con las tropas
estadounidenses y británicas, Hans Günther von Kluge (se suicidó el 18
de agosto de 1944), mariscal de campo, Wilhelm Canaris (ahorcado el 9 de
abril de 1945), jefe de inteligencia OKW (Abwehr), Helmut James Graf
von Moltke (ahorcado el 23 de enero de 1945), jurista y aristócrata,
Hjalmar Schacht, (deportado a Dachau y superviviente)
economista, Hans Oster (ahorcado el 9 de abril de 1945), general de la
Wehrmacht, Arthur Nebe (ejecutado el 21 de marzo de 1945), miembro de
la SS, y Berthold Schenk Graf v. Stauffenberg (ahorcado el 10 de agosto de 1944), abogado y hermano de Claus.
Erwin Rommel fue acusado más tarde de haber tenido contactos secretos con los integrantes de la Operación Valkiria.
A fin de evitar la detención de toda su familia y el juicio público
aceptó el ofrecimiento del suicidio...
Claus von Stauffenberg fue el
encargado de colocar una bomba en la reunión de la sala de mapas,
cuartel general de Adolf Hitler, también conocido por "Guarida del Lobo"
("Wolfsschanze"), donde el Führer
se reunía con sus generales. A las 12,40 explotó la bomba con enorme
potencia. La sala de conferencias quedó prácticamente destruida, cuatro
oficiales murieron en el acto y otros cinco fueron heridos. Hitler
sufrió únicamente heridas leves.
Stauffenberg, que había observado la
enorme humareda fuera de la "Wolfsschanze", juzgó la imposibilidad de que Hitler hubiese sobrevivido. A las 13,00 horas se hallaba de nuevo en Berlín.
Pero el golpe de estado había fracasado. A las 19,00 horas el Führer se
encontró lo suficientemente recuperado para llamar a su Canciller
Joseph Goebbels y persuadirle de que se hallaba con vida. Una corte
marcial especial, pese a que Hitler ordenara capturar vivos a todos los
conspiradores, se encargó de ejecutar a los sublevados. Claus von
Stauffenberg fue fusilado a las 0'10 del 21 de julio de 1944.
Unos
5.000 arrestos y prácticamente 200 ejecuciones de presuntos o
verdaderos opositores al Régimen nazi fueron perpetradas por el
siniestro e infame juez Roland Freisler (rechazado en más de una
ocasión por su crueldad por muchos de los mismos seguidores de Hitler.
En el juicio que se llevó a cabo contra Fabian von Schlabrendorff,
abogado y militar que participó en la resistencia alemana y que
sobrevivió incluso tras haber participado -desde la oscuridad- en el
complot contra Hitler del 20 de julio,-murió en 1980-, Freisler indicó
con su acostumbrada implacabilidad: "le enviaría directo al infierno", a lo que von Schlabrendorff contestó: "me permitiría con mucho gusto ir delante").
El temido Roland Freisler, escenificador de cientos de farsas
judiciales con su severidad humillante, grosera y criminal de dirigirse a
los encausados, fue hallado muerto el 3 de febrero
de 1945 bajo una columna, con el expediente de Schabrendorff entre sus
manos, tras uno de los bombardeos más terribles que llevaron a cabo los
aliados sobre Berlín. "Nadie lamentó su muerte",
aseguró un corresponsal extranjero. Alguno de los asistentes al
hospital donde fue llevado su cadáver exclamó con satisfacción: "Es el veredicto de Dios"
Fue enterrado de forma anónima en su mausoleo familiar. Hitler ordenó
que no se le rindieran funerales dada su antigua filiación al partido
comunista tras la I Guerra Mundial, en la que fue prisionero de guerra
de los rusos. Interesado por el marxismo, había regresado a Alemania en
1920, en un principio como ferviente comunista, para convertirse después
en uno de los más terroríficos y fanáticos abogados, juez y militar de
cuantos se unieron al Partido Nazi.
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