De los cuatro films de Nanni Moretti vistos en España (hasta la fecha, que yo sepa): "Ecce Bombo", "Caro Diario", "Aprile"
y "La habitación del hijo", el segundo, según mi modesta opinión, sigue
siendo el más entrañable, el más humorístico, el más vivencial, el más
personalísimo y digestivo. "Aprile" no le anduvo a la zaga, pero no le
salió tan redondo."Ecce Bombo" fue un encantador bocadito, hecho con 4
cuartos (creo que en Super 8), y que ya intentaba ilustrarnos, de forma
inusual, y con cierta convicción contagiosa, esa falta de prejuicios
críticos (y juveniles en aquel momento) frente a tanta mediocridad con
que a los ciudadanos de a pie se nos obliga a pagar el alto tributo que
nuestra supervivencia nos impone ante la realidad del mundo que nos
rodea, y que, por supuesto, nos sirve para ir tirando. Moretti,
tan individual y anticonformista, impelido quizá por la industria de
mercado, se dejó comercializar con "La habitación del hijo", que coló y
vendió bien, pero que siendo por ello la más racionalizada, fue, me
parece a mí, la más atípica de las cuatro, puesto que se desmarcaba de
esa su disciplina independiente que muchos le agradecimos hasta el
infinito. Mi preferida desde luego sigue siendo este "Caro Diario", nada
manoseado, perfectamente enmarcado en tres sketchs modélicos, al
margen de consideraciones comerciales, sorprendentes, y sometidos tan
sólo a la disciplina de las primeras y más agradecibles devociones de
Mr. Moretti.
"In Vespa"
Deja huellas que se agradecen: una cámara que le sigue en su Vespa por
las vías romanas en función de su identidad retrógrada, super
apetecibles. Un auténtico festival romano de calles, paseos, plazas, y
sobre todo, edificios, que sin tener nada de "patricios souvenirs
de la Gran Roma", se ven revalorizados por la limpieza ilustradora (hay
un fondo musical árabe fenomenal) del simpatiquísimo y deductivo Moretti.
La expresiva voz (¡en italiano, por supuesto!) del director parece que
nos propone un diálogo abierto, y no menos alegórico, con ese disfrute
de los sentidos que puede conferirnos un recorrido atípico por ciudad
tan bella como Roma (y como podría ser Madrid, Bruselas, Viena, y mil y
una...) Esa sencillez excitante se dentendrá, finalmente, en el pequeño,
abandonado y sucio monumento dedicado y alzado en el mismo lugar en que
Pier Paolo Passolini fue asesinado. Resulta tímida, honesta, y, como no, rotunda (también en lo que respecta a tantos cinéfilos) la emotividad que Moretti derrocha en el final de este bello sketch.
Sigue luego un divertidísimo periplo por las islas Eolias y un sutil juego de relación con Renato Carpentieri,
que, centrándose en la cuestión puntual de su retiro del mundanal
ruido, en la isla de Lípari, expone su particular reflexión sobre el
arte y la vida. Asegura no haber visto la televisión en 30 años, después
de que Moretti, saboreando y parodiando graciosamente el inolvidable "bayón" de "Ana" -inmortalizado por la sin par Silvana Mangano (que la tele proyecta en aquel momento), le ofrece un breve resumen sobre el el film de Nanni,
que no pone en tela de juicio a la caja tonta, observará divertido, sin
juzgarlo ni criticarlo, el poder de dicho aparato, cuando su amigo se
lance a ella, humorísticamente, y a sus culebrones, divorciándose así de
su pasado no televisivo.
En la maravillosa isla de Stromboli, cargado de muy buena mala "milk", hay un ejercicio absolutamente de lo más irónico, cuando desde el humeante paisaje volcánico, que una vez pisara la divina Ingrid Bergman. Nanni Moretti, a instancias de su ahora preocupado compañero, recurre a unos turistas americanos para conocer los detalles tipo "Aquí hay tomate"
y otras basurillas por el estilo, "en cuanto a los aconteceres
amorosos" que se suceden sin cesar en dichos bodrietes televisivos.
La
huida de la pijotera Panarea es chispeante y para troncharse de risa.
Allí tan sólo se mastica el divismo, la manipulacion snobista con que
los opulentitos turistas que la bordean y sumen en el ridículo se
convierten en elementos primordiales para su supervivencia. En Salina
dominan, ¡agárrense!, los niñitos únicos. Y en este sentido, las
"entregadas" élites matrimoniales salvan, con su consagración, eficaz y
casi "atormentada", diría yo, la fatal dinastía de ese rincón secreto,
apasionado y dichoso, pero con niños bruscamente marimandones y
excitados telefónicamente, en que se convierte Salina. Hay otra huída,
¡antológica!, de la solitaria y casi antediluviana Alicudi. El compañero
de Moretti, que ya
roza y ¡goza! de la modernísima universalidad (antes menospreciada) de
la condición humana, ahito ahora de aislamiento, evoluciona
demencialmente hacia las fórmulas más propias de los tiempos
tecnológicos, con su electricidad, sus automóviles, y, en especial, ¡¡su
televisión!! Moretti es un convicto de sentimientos no
enjuiciadores de la conducta ¿actual, o siempre ha sido así?, de hombres
y mujeres, y un confeso de la ternura. que casi todos podemos llevar
dentro.
El último sketch
de su comezón alérgica, frente a ese no menos epigramático (sarcástico,
para mejor entendernos) universo que supone la medicina alópata, nos
pone a todos en el disparadero de aceptar, o más bien purgar, las
mentalidades dogmáticas del mundo médico, cuyos tradicionales esquemas
hacen trizas las aseveraciones medicinales, (llenas de potingues ,
píldoras, inyeccciones, etc.) , y convierten toda introspección doctoral
(humorísticamente hablando) en una curiosa obra teatral que muy bien
podría llamarse (¡título "hitchcokiano!) "La somba de una duda"... Yo
diría que la limpia intensidad de Moretti consiste en no conformarse con las décimas de emoción de un primer cuento "road movie",
de vislumbrar el mejoramiento de un segundo sketch que se aventura en
personajes y episodios "at his best " de un circunnavegable y
detalladamente gracioso "comic", y que con un tercero mejora las
historietas que pretendía en el segundo y en el primero. Yo veo ciertas
resonancias (adorables) con el mundo y los personajes, menos maniqueos,
más irónicos, casi maniáticos, pero inteligentes, del del gran Woody Allen, en especial en sus "Delitos y Faltas" y "Manhattan". ¿Es Moretti
hombre con un agudo sentido de la expresión visual y certero en la
expresión (valga la redundancia) de ciertos comportamientos culturales
de los seres humanos? Pues, ¡sí señor!. ¿Es un hombre ilustrado, pero
que añora los testimonios hermosos de la ingenuidad y de la emoción, con
reminiscencias de niño? Pues ¡sí señor! "Caro Diario" es el paradigma
de lo que ha de ser una fantasía etérea y fluorescente, un cine
doméstico, sin complicaciones escénicas, pero insustituiblemente
fotografiado por este hombre-cámara que hizo de su celuloide primerizo
un arte más sensitivo que científico. Yo opino que es un film
delicadamente único.
¡¡¡Y ahí va nuestra matrícula de honor!!