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lunes, 19 de septiembre de 2016

Proceso a Mariana Pineda -II Parte-


PEPA FLORES SE CONVIERTE EN MARIANA PINEDA, GRAN PROYECTO TELEVISIVO DE RAFAEL MORENO ALBA

 


No hay que descartar el hecho de que cuando Pepa Flores [ex-Marisol-Málaga 4 de febrero 1948-] se decidió a encarnar a Mariana Pineda [la gran heroína granadina que no dudó en luchar contra el absolutismo de Fernando VII y entregar su vida por la causa de la Libertad] para la serie televisiva que iba a dirigir en 1985  Rafael Moreno Alba, y cuyo rodaje se iba a iniciar a partir de Marzo de 1984 con un presupuesto cercano a los 150 millones de pesetas -cifra descomunal para los años 80-, le movió una especie de trance espiritual que habría de someterla a un sentimiento de pureza interpretativa tan modélica como extraordinaria, tan inesperada como deseable,  capaz de desbordar su arquetipo de "niña prodigio", bailarina, y gran cantante, con el  que jugó su papel de ídolo infantil en la década de los 60 sin entender nada del verdadero mundo que la rodeaba. 


Y que, tras parecer abrazar de nuevo su adolescencia con un éxtasis escalofriante de nueva "vamp" hispánica, a partir de la década de los 70, desnudando su  impactante belleza juvenil para revistas potenciadoras del mito crematístico como "Intervieu", aceptó la más valiente de las propuestas: una retirada casi definitiva de aquella dulzona mojigatería autocomplaciente con que recorriera las pantallas españolas y la televisión durante las mencionadas décadas de los 60 y 70, con subproductos cinematográficos y programas de "show-bussines" que, como ya se indicó,  la convirtieron en la primera "reina infantil" del peor cine sentimentaloide y folklorista español y de una programación televisiva reiterativa y mediocre. 


                                ¡AQUELLA MARISOL!



Marisol, dada su corta edad, manipulada por productoras cinematográficas sin escrúpulos, se erigió sin pretenderlo, en ídolo máximo de un tiempo al que tutelara una inevitable identidad de "prodigiosa y ternurista actriz infantil", que, por desgracia, tuvo que soportar un centelleante adocenamiento y una insufrible entidad de paupérrimos espectáculos lacrimógenos-musicales, cuyos prototipos, al igual que sucediera en los felices años 30 hollywoodenses con la muy similar "child-prodigy" que fue Shirley Temple, volvieron a verse inflamados por el fervor un tanto vulgar del público (esta vez en la aparatosa España franquista). Una  inacabable Dictadura político-social alentada por el poderoso fuego de su censura, de un costumbrismo hispánico paradójico y manido, de una publicidad artística detestable que siempre hiciera hincapié en sus mojigatas moralinas sociales, excesivamente maltratadas por el más trivial de los ternurismos, y que encajó  perfectamente entre los tópicos carpetovetónicos de la maltratada Península Ibérica en poder del Dictador.
 
 

CONVERSACIONES SOBRE EL CINE ESPAÑOL EN SALAMANCA



Así se atrevieron a manifestarlo, exponiéndose a los peligros intolerantes del malhadado Régimen franquista, los geniales Basilio Martín Patino y Juan Antonio Bardem (con la asistencia de actores famosos y controvertidos como Fernando Fernán Gómez) en las famosas jornadas que dieron lugar a "Las primeras conversaciones sobre el Cine Español" de Salamanca [14 al 19 de mayo de 1955]: "El cine español vive aislado; aislado no sólo del mundo, sino de nuestra propia realidad. Cuando el cine de todos los países concentra su interés en los problemas que la realidad plantea cada día, sirviendo así a una esencial misión de testimonio, el cine español continúa cultivando tópicos conocidos. El cine español es: Políticamente ineficaz. Socialmente falso. Intelectualmente ínfimo. Estéticamente nulo. Industrialmente raquítico”.


A esta consolidación pionera de la niña Marisol, le seguirían casi al mismo tiempo el ruiseñor-cantor Joselito o el edulcorado primer estilo pop de Rocío Dúrcal, cuyas películas también tuvieron su clientela asegurada. Y hoy, como cine de folletinescas nostalgias populares y debido a sus constantes pases televisivos, soportan un recuerdo involuntario sobre los elementos indefendibles de aquella cinematografía subdesarrollada, edulcorada con cantes folklóricos y ficciones sentimentaloides, que proliferaron y se enriquecieron con el tacticismo mercantilista que supuso el "taquillazo" para avispadas productoras de la época como Argos S.L., Ultra Films y Suevia Films.


La nueva Marisol, que casi acabó devorada por su propia fama, se transformó así en el "mito que se desvaneció", cuando, finalmente, Pepa Flores se decidió a enterrar a Marisol. Sus films de infancia, pese al éxito comercial y los buenos dividendos con que llenaron sus arcas los nefastos productores cinematográficos Manuel Goyanes y Benito Perojo, llegaron a convertirse para ella en una experiencia personal destructiva. El "love story" de la prodigiosa y encantadora niña Marisol tras la pantalla grande y ante el desconocimiento de un público que la encumbró con su asistencia masiva a las salas cinematográficas, supuso un enfrentamiento constante con las exigencias y paradojas especuladoras de un arte tan poco generoso y corrupto como es el cinematográfico. Las excepcionales circunstancias de su éxito la sometieron a férreos controles de una degradante estética artístico-infantil calcada del cine yanqui más rancio y pueril, tan indefendible como caduco, y cuyo análisis crítico, hoy, frente al televisor, podemos catalogar de catastrófico aunque fructífero para el afamado "Box-Office", con sus recaudaciones millonarias.

          EL RETORNO DE PEPA FLORES [EX-MARISOL]







No obstante, pasado el tiempo, Pepa Flores se recicló, ya no tan sólo como gran actriz adulta (como bien demostrado quedó en 1977 tras su conmovedora y exquisita interpretación en la inolvidable "Los días del pasado" de Mario Camus), por medio de emocionantes reflexiones en su nueva vida pública y ya efímeramente artísticas,  frente a  los disparates dolorosos de su afamado tiempo infantil y adolescente, que amenazaban trocarse en mortificadoras vivencias de un pasado cinematográfico ahora irreconciliable con su nuevo y potencial presente, al que había que arrinconar en la más necesaria de las lejanías artísticas. Y ahí estuvo el genio sin duda, en la triunfal reivindicación de una flamante actitud social lúcida y apasionante por lo inesperada de nuestra gran Pepa Flores, porque al convertirse -fugazmente por desgracia- en una indiscutible gran estrella, y reinventarse en una insólita asimilación del arte interpretativo como actriz asombrosa y de un talento desbordante, logró superar también -pese a su espléndida categoría como cantante-, "la estupidez de lamentar" los desentonados y ternuristas clichés folklóricos y pseudoartísticos que la convirtieron en el epicentro de un traumático triunfalismo cinematográfico enriquecedor de ávidas y mediocres productoras españolas.
 


 


     [Rafael Moreno Alba, nacido en Madrid, España, en 1942-Fallecido en Madrid el 28 de octubre de 2000]  
 


Movido desde muy joven por el deseo y la aspiración artística, no dudó en abandonar sus estudios de Derecho y Marino Mercante para integrarse en la cinematografía española como guionista y ayudante de dirección. Muy pronto, como joven realizador, logra dirigir su primer largometraje en 1969 titulado "Gallos de pelea" con Simón Andreu, Karin Meier, Mohamed Kouka, Luis Induni, y Silvie Feit, una coproducción con Túnez, film de acción en la que retrataría a un grupo de soldados mercenarios que conduce a través del desierto un cargamento de municiones y armas con la pretensión de luchar y salvar su país. Realizada artesanalmente y con actores tunecinos y europeos prácticamente desconocidos, la película resultó una aventura intrascendente que no obtuvo el menor respaldo publicitario y fracasó en taquilla.


En 1971 rueda "Las melancólicas", contando esta vez con actores de mayor valía como Francisco Rabal, Analía Gadé, Espartaco Santoni, María Asquerino y Pilar Bardem, Moreno Alba, tratando de prefigurarse en la por entonces estética tan en boga de filmes de terror y exorcismos (que culminaría con la eclosión del impresionante éxito como fue en 1973 la película norteamericana "El Exorcista" de William Friedkin). Y pese a sus imágenes un tanto retóricas, exageradamente altisonantes, aunque movido por cierto estilo expresionista y la preocupación existencialista por los casos de alienación psicológica, aporta con "Las melancólicas" una cierta notoriedad interesante y original. Dicho film fue también uno de los primeros en plantear los malabarismos de las dobles versiones. Y en contradicción con la vieja moral de la "castísima censura española", abordó, en su versión para Europa, la liberación de las presiones comerciales hispanas presentando los primeros desnudos femeninos que fueron acometidos en el film sin ambages prohibitivos. No obstante,  la vetada versión europea, estrenada por equivocación en 1972 en Santiago de Compostela, provocó un enorme y morboso revuelo, que, una vez extensamente publicitado, se vio compensado, como no podía ser de otra manera, con un mayor índice de asistencia de público a las salas comerciales.



 

En 1975 acomete una de sus películas más complejas "Pepita Jiménez", que aporta como novedad la contratación de actores británicos tan famosos como Stanley Baker y la exitosa (tras "Ryan's, Daughter" de David Lean en 1970) Sarah Miles. La famosa obra epistolar de Juan Valera es plasmada por Moreno Alba de forma realista, con imágenes de un criticismo castizo con sordina, a veces excesivamente intimista, aunque sin estridencias por parte de su protagonista inglesa, y con imágenes de cierta reminiscencia lorquiana, que se insertan adecuadamente a ese mundo de conflictos sentimentales y desequilibrador de sexos, veraces y exageradamente intolerantes de la Andalucía decimonónica que retrata la novela. Su estreno en toda Europa fue acogido relativamente en taquilla. 



Con "Pepita Jiménez" Moreno Alba consigue acogerse a una incipiente floración de efímera fama, que continuaría, aunque nuevamente con escasa aceptación de público, en sus siguiente realización "Mis relaciones con Ana", 1979, con Cristina Sánchez Pascual, Pedro María del Corral y Jaime Caffarel. Y "Pasos Largos" de 1986  fue una ambiciosa pero fallida visión del último bandolero andaluz de la serranía de Ronda, asesinado en 1936 por la guardia civil, y que encarnó notablemente el hoy olvidado Tony Isbert. Coprotagonizada por Marina Saura, Eusebio Lázaro, y Felipe Vélez.

Su última y mejor película para la pantalla grande sería "El beso del sueño", 1992, interpretada por Maribel Verdú y un sensacional Juan Diego que ganó el Colón de Oro en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva en 1993.
 

Abocándose de forma decisiva hacia los nuevos medios narrativos que imponía la televisión, tras sus trabajos en la pantalla grande, Rafael Moreno Alba y otros muchos realizadores españoles, tratarían de perfeccionar en parte las limitaciones con que se enfrentaban los dos artísticos pero antitéticos polos que componían el cinematográfico y el televisivo. Las recién llegadas grandes series de la pantalla pequeña eran ya acogidas por millones de espectadores en sus hogares, abriéndole definitivamente las puertas a estas nuevas posibilidades de la imagen convertidas de pronto en un inesperado renacimiento artístico.Y aunque el cine y televisión no podrán nunca dejar de debatirse entre dos caminos realmente antagónicos [no era posible pasar por alto las obligadas elaboraciones un tanto artificiosas, e incluso de patentes trucajes teatrales, con que los estudios de televisión no lograban imprimir a sus producciones primerizas los fascinantes recursos de espectacularidad que siempre deberemos al Séptimo Arte), los espectadores de todo el mundo estaban ya asistiendo, como ya se indicó, a una gran simbiosis superadora de esta nueva y prometedora forma expresiva expuesta en la pantalla pequeña, y que empezaba a mover, con amplísimo ingenio, perspectivas de asombroso perfeccionismo en lo que a espectáculo popular se refería, toda la historia del cine. Rafael Moreno Alba fallecería en Madrid a los 58 años, cuando trabajaba todavía en varios proyectos, entre ellos el rodaje de una serie sobre Miguel Hernández. Su irregular carrera como director cinematográfico en la pantalla grande, pese a no haberle ofrendado demasiadas satisfacciones, le valieron, no obstante, para acumular un importante bagaje de conocimientos artísticos que le incitaron a la búsqueda de nuevas estructuras narrativas. Su salto definitivo a la televisión como nueva clave expresiva de su segunda faceta como director de cine se produjo  entre 1981 y 1982, cuando TVE y el productor Jesús Navascués, con un ingente e inimaginable presupuesto, propusieron a Moreno Alba la dirección de la espectacular novela homónima del autor gallego Gonzalo Torrente Ballester "Los gozos y las sombras", [auténtico fenómeno literario tras su publicación en 1957] ambientada en Galicia en los últimos años de la Segunda República Española. La serie, de 13 episodios, con un reparto espectacular encabezado por la inigualable y majestuosa actriz Charo López, contó además con Amparo Rivelles, Eusebio Poncela, Santiago Ramos, Rafael Alonso, Manuel Galiana, Isabel Mestres, Fernando Sánchez-Polack, Verónica Luján, Pilar Bardem, Eduardo Fajardo Rosalía Dans, Carlos Larrañaga, José María Caffarel, Laura Cepeda, Tito García, y María Vico,  que fue supervisada por el propio autor de la novela, marcó uno de los más colosales hitos de la producción televisiva en España, y fue exportada y emitida con impactante éxito en numerosos países europeos y naciones latinoamericanas, especialmente en Uruguay y Argentina, donde los espectadores realzaron con su entusiasmo ante la pequeña pantalla el monumentalismo artístico con que Moreno Alba supo rehuir con una precisión descriptiva admirable y una vitalidad que todavía hoy nos asombra la peligrosa arquitectura convencional del melodrama. Elegida por los miembros de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (ATV) como una de las mejores producciones españolas de la historia de la televisión. Y en junio de 2008 fue proclamada por votación de los internautas como la primera serie completa del archivo histórico de TVE. Su siguiente serie "Proceso a Mariana Pineda", (parcialmente basada en la obra teatral de Federico García Lorca) en 1984, que protagonizó de forma espectacular nuestra gran Pepa Flores, dejando en todos los que disfrutamos de la serie una de las más profundas huellas como gran actriz recuperada para la pantalla, aunque se tratase de televisión. Una aparición inolvidable que permanecerá en los anales de las mejores series televisivas y una despedida majestuosa de la interpretación de su primera actriz que sus seguidores no olvidarán jamás. La serie de cinco capítulos contó también con un reparto extraordinario compuesto por Germán Cobos, Carlos Larrañaga, Conrado San Martín, Rafael Alonso, Manuel Galiana, Raúl Fraire, Tony Isbert, José María Caffarel, Enrique San Francisco, Antonio Iranzo, Kiti Mánver, Rosario Flores, José Vivó, Tito García, Jeannine Mestre, Enrique Ávila, Marina Saura, Valentín ParedesGonzalo Cañas, Alicia Altabella, y la bailarina Merche Esmeralda.






Este encuentro daría en España como fruto joyas del calibre de "Fortunata y Jacinta", 1980, -Premio Ondas Nacional de Televisión- Premio TP de Oro a  la Mejor Serie y a Ana Belén, que además recibiría el Fotogramas de Plata-, adaptación modélica e insuperable en 10 capítulos de la excepcional novela de Don Benito Pérez Galdós, favorecida por un fascinante reparto actoral de primera magnitud [capaces como nunca se había visto en espectáculo alguno de la pantalla de un televisor de infundir cargas emocionales irrepetibles al febril y majestuoso clima colectivo que animaran las vivencias de los sublimes personajes novelísticos creados por el genio de Galdós], y compuesto [en verdadero estado de gracia] por Ana Belén, Maribel Martín, Fernando Fernán Gómez, Francisco Rabal, Charo López, el francés François Eric-Gendron, María Luisa Ponte, Mario Pardo, Francisco Algora, Berta Riaza, Manuel Zarzo, Mary Carrillo y un efímero y gran descubrimiento juvenil como fue Cristina Torres, entre otros muchos más y muy notables profesionales de la cinematografía española. Y así, con un presupuesto astronómico de 160 millones de pesetas y una portentosa dirección de uno de los más epidérmicos y brillantes de nuestros directores, Mario Camus, "Fortunata y Jacinta" se convirtió en un auténtico apogeo cinematográfico-televisivo. Fue una mayestática estructura de una vertebrada sucesión de esplendorosos capítulos que, perfectamente ambientados en la última mitad del siglo XIX, se transformarían en una señorial estampa del mejor naturalismo artístico, capaz, como jamás había sucedido en los medios televisivos españoles, de asociar la cantera temática popular de uno de los más soberbios melodramas novelísticos, en este caso la fascinante novela del gran genio Don Benito Pérez Galdós, a una portentosa obra, esta vez plena de todos los valores enriquecedores del mejor cine, [incluida la extraordinaria banda sonora del compositor Antón García Abril], y perfectamente adaptable al más recio paladar del pueblo o al más exigente de los públicos televisivos. Y que, además, se visionó en todas las televisiones europeas con un éxito apoteósico.




Y en este apartado nos hallaremos también con nuevas series tan sugestivas e inolvidables como la superproducción "Teresa de Jesús", 1984, dirigida por Josefina Molina, que realizó con esta serie de 8 capítulos una de sus obras más ambiciosas y artísticamente perfectas, interpretada por una gigantesca Concha Velasco, verdaderamente insólita, capaz de ensanchar, como nunca había hecho, el horizonte de su sobrecogedora genialidad interpretativa -premiada con la Antena de Oro, el Fotogramas de Plata  y junto con la serie con 2 TP de Oro-, y a la que acompañó un elenco de actores y actrices no menos insustituibles como Francisco Rabal, María Massip, Hector Alterio, Emilio Gutiérrez Caba, Magüi Mira, Silvia Munt, Tony Isbert, Lina Canalejas y Patricia Adriani. Y a cuya excelencias artísticas habría que añadir la espectacular y sugestiva banda sonora de nuestro vital, sensitivo y ovacionado compositor español -el primero que obtuvo el Premio Nacional de Cinematografía año 2000- José Nieto.





El controvertido pero no menos genial Gonzalo Suárez, dirigió "Los Pazos de Ulloa", 1985 -premio TP de Oro a la Mejor Serie Nacional-, de Doña Emilia Pardo Bazán, 4 episodios con intérpretes de la categoría de José Luis Gómez, Fernando Rey, Charo López -premio a la mejor actriz TP de Oro-, el italiano Omero Antonutti y Victoria Abril.






 
La década de los 90 se estrena en TVE con "Los jinetes del alba", 1991, 5 episodios que en manos del prestigioso Vicente Aranda, se convertirían en una ingente aportación espectacular ambientada en los años previos al inicio de nuestra Guerra Civil, basada en la homónima novela de Jesús Fernández Santos, y que contó, además de con un presupuesto de 500 millones de pesetas, y con 3 actores que ya habían ejercido gran influencia en la vasta obra cinematográfica de Aranda para la pantalla grande, como Jorge Sanz, Maribel Verdú y Victoria Abril, a los que habría que añadir los sensacionales Fernando Guillén y la actriz argentina Gabriela Borges.
Queda ya así constatada la complejidad artística y social del fenómeno de las series televisivas en el campo de la cultura de masas [cuya génesis, apasionante y compleja, de nueva  técnica difusora de la imagen para un público doméstico que no se veía obligado a agolparse en las salas de proyección al uso, vivió, no obstante, un ejemplarizante florecimiento tan rico y vertiginoso como el cine de pantalla grande, y cuya larga etapa artística hemos tenido que resumir como una vaga referencia de la memoria televisiva, dada su voluminosa producción y el esfuerzo que todavía mantiene la pequeña pantalla para sostener, con sus eventuales reposiciones, la posición conquistada por las mismas durante las últimas décadas -obviando al mismo tiempo el establecer balances de lo bueno y de lo malo que entraña la indiscriminada mezcolanza de las mismas-. Y a través del rígido armazón que componen los intereses  financieros y comerciales, hemos podido evidenciar como una gran parte de magníficos realizadores y, muy en especial productores, sufragando dichas series con ingentes costos impensables para la época en que se filmaron, se dispusieron a aceptar la nueva aventura artística que por medio de la televisión, en sus principios, parecía tener que oponerse a la auténtica naturaleza del cine en pantalla grande.
Mario Camus, tras el éxito de "Fortunata y Jacinta", dirige de nuevo para TVE, en 3 episodios, "La forja de un rebelde", 1990, según la novela de Arturo Barea, con  Antonio Valero, Carmen Rossi, Lydia Bosch, Emilio Gutiérrez Caba, Mercedes Lezcano, Ángel de Andrés López y José Luis López Vázquez.

Y Fernando Méndez-Leite aborda en 3 episodios la ingente obra de Leopoldo Alas "Clarín" "La Regenta", 1995, con Aitana Sánchez-Gijón, Héctor Alterio, Carmelo Gómez, Juan Luis Galiardo, Cristina Marcos, Francisco Merino, Amparo Rivelles, Miguel Rellán y Fiorella Faltoyano. Así necesariamente, como no podía ser de otra manera, se impuso el fenómeno cambiante obligado a seguir sin remedio la dialéctica del progreso televisivo. Y, por fortuna, en ningún momento la nueva pincelada artística de la imagen en televisión [especialmente las grandes obras aquí constatadas] significó esa "muerte química" del Séptimo Arte como muchos críticos, decisivos a la hora de establecer los balances que ya se indicaron ante el proceso creativo de tan flamante cultura visual, vaticinaron equivocadamente.